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Extra 16

Extra 16

La balada de la luciérnaga

Tenía seis años cuando su madre lo llevó al jardín para mirar las estrellas. No era una noche especial o no la recordaba como tal, hasta lo que vio.

Estaba escuchando a su madre hablar de constelaciones e historias, miles de palabras que apenas podía entender o recordar, cuando una pequeña luz danzante cruzó cerca de él.

Mu Sheng miró a la diminuta criatura. Se movía de un lado a otro, dibujando con su luz el aire. Su madre sonrió al verlo tan ensimismado en la luz y dejó que fuera a capturarla. Sus manitos eran pequeñas pero luego de perseguirla, la atrapó con cuidado entre ellas. Hizo un pequeño hueco para verla, brillando en la penumbra que formaban sus manos. Se movió contra su piel, cosquillas suaves en ellas. Su madre rio.

—Atrapaste a la luciérnaga, A-Sheng—dijo ella todavía en su lugar.

Mu Sheng se giró a mirarla pero en ese momento la luciérnaga escapó de sus manos y se alejó hacia arriba. El pequeño saltó para atraparla de nuevo, para atrapar su luz pero por más que saltara no podía atraparla.

Solo la vio marcharse en la penumbra de la noche, volando alto y desapareciendo entre el manto de estrellas.

Recuerdos lejanos de una luz

perdida en el cielo estrellado,

una estrella más en el cielo,

un recuerdo en mi corazón.

El día que Mu Sheng entró al pico QingJing, realmente no quería ir al segundo pico. QiongDing o QianCao sentía que eran más indicados para él. Pero su padre, un reconocido Ministro de Hacienda, quería que su hijo entrara al pico de los eruditos para que, llegado el momento, tomara su lugar y continuara brindando honor a su familia. Si lo aceptó, fue solo para complacer a su familia.

Eso no quería decir que lo hiciera feliz la decisión.

El pico QingJing era un lugar horrible. Se trataba de ser la presa o el cazador. Y aunque estaba seguro de que hubiera sido la presa, no lo fue porque todos conocían a su familia. ¿Quién querría ser acusado con un importante hombre en un puesto político tan reconocido? Todos quisieron ser sus amigos al instante.

Mu Sheng no aceptó de inmediato la amistad de nadie. Su meta era aprender las cuatro artes y seguir el legado familiar. ¿Por qué tendría que hacer amigos?

Consideró por semanas el permanecer alejado del resto. Total a nadie parecía importarle si estaba o no.

Fue cuando lo conoció.

Estaba sentado al pie de un árbol, uno de los discípulos más nuevos que ingresó el día de selección y no por medio de contactos como él. Ese niño era alguien con un nivel de cultivo decente si había sido aceptado en la secta. Nunca se le acercó para hablarle por cuenta propia, siempre alejado y concentrado en mejorar sus habilidades. A Mu Sheng nunca le había llamado la atención hasta ese día.

El niño estaba en una zona apartada con un viejo guqin en su regazo. Era de los que tenía el pico y que parecía tener muchos más años que los demás. No era el guqin elegido por nadie, salvo por ese chico.

Sentado en una zona apartada, al pie de un árbol lleno de raíces, tocaba una melodía suave y lenta. Pero lo hacía muy lentamente porque parecía querer recordar las notas para hacerlo más fluido. Mu Sheng sabía lo que intentaba tocar, era una de las melodías que los discípulos mayores les habían enseñado.

Dando pasos suaves, se acercó al niño. Pero sus pasos sonaron por la cantidad de hojas esparcidas y pronto el chico se giró a él. Redondos ojos brillantes lo observaron.

—Lo siento, no quería interrumpir—dijo alzando las manos en son de paz.

—Uh...está bien, ¿te molesté?—preguntó tímidamente.

Su voz era suave, delicada. Mu Sheng creyó que era un sonido agradable. Un sonido que le gustaría escuchar siempre.

—No, por favor, sigue practicando.

El niño dudó pero decidió continuar, pasando sus delicados dedos por las cuerdas desgastadas del Guqin.

Mu Sheng se quedó un rato en silencio, disfrutando de la lenta melodía. Pero no podía aguantar su curiosidad.

—¿Por qué eliges ese guqin? Está viejo y desgastado.

El niño se detuvo, sus dedos apoyados suavemente sobre el instrumento.

—Hum...¿por qué no podría tomarlo? Me parece bonito...Me recuerda el que mi padre hizo para mí. Aunque no sonaba bien—contó, su voz meliflua endulzaba los oídos de Mu Sheng.

—¿Tu padre hizo uno?

—Sí, es carpintero. Aunque solo pudo hacerlo en apariencia. Realmente no sonaba bien pero me gustaba mucho—el niño sonrió, hoyuelos en sus mejillas que Mu Sheng deseaba tocar.

No lo hizo.

—Ya veo... ¿Cómo te llamas?

—Yang Chen, tú eres Mu Sheng shixiong ¿verdad?

Asintió y en su mente repitió el nombre del niño de redondos ojos y sonrisa con hoyuelos.

Yang Chen... sonaba tan bonito.

Yang Chen. El niño volvió a practicar, se veía tan lindo y brillante. Tan pequeño.

Yang Chen. La melodía no era fluida, pero en sus manos era una obra maestra.

Yang Chen. Tan pequeño. Tan brillante.

Como una luciérnaga.

Un bosque oscuro se elevó del suelo. Árboles negros saliendo del suelo, creciendo rápidamente para poblar el terreno árido. Mu Sheng vio el cielo, una luna brillante y solitaria que no podía iluminar el terreno. Una brisa suave acarició su piel, no era fresca pero tampoco cálida. Un punto intermedio que nunca antes había conocido.

Una pequeña luz voló entre los árboles, esquivándolos y acercándose a él. Se movió frente a sus ojos, aleteando y mostrándole su luz. Mu Sheng sonrió y comenzó a jugar con la luciérnaga, persiguiéndola por el bosque oscuro.

El único faro en su oscuridad.

En el bosque nocturno

la luz de la luciérnaga

brillando como una chispa,

pequeño fuego ilumina

mi camino hacia ti.

Pasar tiempo con Yang Chen resultó ser agradable y lo hacía volar lejos. Le gustaba perderse en su música lenta e inexperta. En su voz suave y dulce, que lo llamaba por su nombre con timidez y le hacía preguntas. En sus ojos redondos que brillaban con entusiasmo cuando la melodía le salía más fluida que antes. En sus manos blancas y delicadas que tocaban ese viejo guqin como si fuera lo más preciado del mundo.

Pasar tiempo con Yang Chen se convirtió en el pasatiempo favorito de Mu Sheng.

No duró demasiado.

Su padre se enteró, de alguna manera, que estaba haciendo amistad con un niño cuya familia no era importante. Un padre carpintero no era lo que su padre consideraba apropiado para él.

El peso de las palabras de su familia fue demasiado para soportar. Su mente giraba en torno a la carta que había recibido y pensó en qué podría hacer.

Tardó dos semanas, pero al final decidió juntarse con otros dos chicos que su padre consideraría apropiados: Ling Yi y el discípulo principal del pico, Ming Fan.

Yang Chen lo veía en silencio alejándose, pero no dijo nada. Aceptó su distancia como si lo hubiera esperado. ¿Lo habría hecho? ¿Alguna vez pensó que se alejaría de él? Mu Sheng no quería alejarse, ¿Yang Chen lo sabía?

—Ven—dijo Ming Fan sonriendo divertido mientras se adentraban en el bosque—, está aquí.

A lo lejos, Yang Chen recogía leña. Ling Yi y Ming Fan se apresuraron a llegar a él y empujarlo. Mu Sheng se quedó estupefacto por la escena y se detuvo. Las manos le picaron ansiosas por golpear a sus nuevos amigos, pero la consciencia le recordaba las palabras crueles de su padre. Palabras tan duras que no estaba seguro de soportar en persona.

Así, simplemente dejó que ellos se burlaran y golpearan a Yang Chen.

La luz de la luciérnaga titiló por un momento.

Al inicio fue difícil, la culpa carcomía su cabeza. Pero cada vez que veía la carta de su padre, Mu Sheng más endurecía su corazón. ¿Valía la pena arriesgar el honor de su familia por un chico al que apenas conocía? Un chico como Yang Chen podía conocerlo en cualquier lado, incluso podría conocer a uno como él que viniera de una buena familia.

Yang Chen no era especial.

Si escuchaba a escondidas su música, no era más que porque tenía buen oído y disfrutaba de los sonidos agradables.

No tenía que ver con quien jugaba con las notas en medio del bosque.

A medida que avanzó su amistad con Ling y Ming, Mu Sheng se encontró recibiendo regalos de su familia y palabras alentadoras. Palabras llenas de cariño y amor. Su corazón se sintió más liviano y confiado y ya molestar a Yang Chen no le resultaba tan malo. Si su familia lo seguía queriendo, entonces no debía estar mal.

Mu Sheng compartió los pasteles de luna con sus dos amigos, el carácter de suerte sobre los pasteles. De reojo vio a Yang Chen, tenía el labio partido y un moretón en su mejilla.

Siguió comiendo sin dirigirle otra mirada.

La música que tanto disfrutaba, comenzó a volverse más escasa. Si lo escuchaba dos veces al mes, entonces debía considerarse afortunado. Las melodías siempre eran las que enseñaban, muchos las tocaban, pero Yang Chen las tocaba diferentes. Sus manos hacían magia con el guqin.

Durante más de un año, Mu Sheng no escuchó a Yang Chen tocar el guqin en el bosque. Quiso preguntarle por qué, pero se mantuvo al margen. Si su padre se enteraba, le enviaría otra carta de decepción.

Mu Sheng extrañó escuchar a Yang Chen tocar el guqin.

El bosque se alzó de nuevo en su sueño. Mu Sheng vio los árboles creciendo del suelo árido hasta poblar el terreno. Tan vasto, tan amplio, tan oscuro. La luna era suave pero todavía estaba en el cielo.

Caminó por entre los árboles, la brisa se había tornado fría, pero era suave y podía ser ignorada. Las hojas se movían creando su propia canción, pero odió el sonido porque no le permitía escuchar el aleteo que conocía. Intentó agudizar el oído, deteniéndose y apoyándose contra el tronco húmedo y negro de un árbol.

Esperó y esperó, esperanzado con oír el aleteo. Con ver la luz.

Tardó tanto tiempo que la brisa se intensificó y la canción de las hojas se tornó más ruidosa. Pero escuchó a la luciérnaga agitar las alas.

Caminó guiado por el sonido hasta ver la pequeña luz volando a lo lejos. Corrió feliz hacia su encuentro, alegre de volver a verla. Pero la luciérnaga se elevó antes de que pudiera atraparla suavemente entre sus manos, su luz opacándose a pesar de que estaba en la misma distancia.

—¿Qué pasa? ¿Por qué no vienes?—preguntó confuso Mu Sheng estirando sus manos hacia la luciérnaga con la que solía jugar en el pasado.

La luciérnaga se mantuvo fuera de su alcance, pero todavía estaba ahí, brillando débilmente.

Caminos divergen,

un laberinto en mi corazón.

Te escucho aletear

tan cerca de mí.

Pero tu luz es escasa

y la oscuridad te opaca.

Era increíble la manera en que los años pueden pasar sin demasiados cambios. Lo único interesante en su vida fue haber descubierto su habilidad con la espada. Pero más de eso, Mu Sheng no consiguió. Ling Yi y Ming Fan encontraban diversión en el maltrato verbal y físico a los discípulos más nuevos. Mu Sheng los seguía aunque no pensara igual, pero tampoco tenía el valor de decir que estaba en contra. El peso de su familia, que había estado enviando cartas con palabras alentadoras, era demasiado para soportar.

Quería ser un buen hijo, aunque no quería estar ahí. Quería llenar de honor a los Mu y demostrar que era digno para continuar el legado familiar. Quería llegar tan lejos como pudiera para que su padre se sintiera orgulloso de él. Quería ser bueno, quería...

Quería volver a escuchar las melodías de Yang Chen. Pero, ¿cómo podría arriesgar la felicidad de su familia por un chico ridículo que no tenía el valor de defenderse a sí mismo?

Yang Chen era demasiado bueno, demasiado frágil. No era digno de ser amigo suyo.

Si fuera fuerte no dejaría que lo golpearan, que lo insultaran. No se escondería de la mirada de todos para practicar el guqin silenciosamente. No se mantendría alejado de todos, perdido en sus pensamientos mientras la tristeza invadía sus ojos.

—Miren, está llorando—se burló Ling Yi.

Y él, para seguirles el juego, se rio. A pesar de que las lágrimas de Yang Chen no le causaban gracia. Pero lo hizo porque eso era lo que tenía que hacer.

—Es igual de patético que ese bastardo de Luo Binghe—rio Ming Fan dándole un puntapié en el estómago a Yang Chen—. Llorón.

Mu Sheng rio, pero no dijo nada. Ling Yi y Ming Fan no dijeron nada al respecto.

¿Estaba bien seguir adelante e ignorar a Yang Chen?

—A-Sheng—dijo Ling Yi mirándolo—, vamos a entrenar. Dentro de poco será la Conferencia de la Alianza Inmortal, tenemos que estar preparados.

Mu Sheng sonrió y se alejó con ellos, sin voltearse a pesar de escuchar los sollozos de Yang Chen.

La Conferencia de la Alianza Inmortal terminó siendo un desastre. Demonios más fuertes de lo esperado se metieron y asesinaron a muchos discípulos. Mu Sheng había perdido a Ling Yi y Ming Fan cuando escapó de un demonio escorpión. En su mente solo tenía la imagen de Yang Cheng, quien también estaba participando, en peligro. Su corazón latía con tanta fuerza que podía sentirlo golpeando estrepitosamente contra su pecho.

Yang Chen tenía que estar bien. Yang Chen no podía haber muerto.

—Hey, niño—dijo un maestro que corría con unos cuantos discípulos de diversas sectas detrás de él—, ven aquí. Si sigues solo podrían asesinarte.

Mu Sheng quería negarse, decirle que estaba buscando a alguien a quien no podía dejar solo. Pero antes de hablar, un discípulo que parecía menor que él comenzó a jalarlo y a llevarlo con ellos. No tuvo más opción que seguirlos y correr, correr tan lejos como le fuera posible, mirando hacia los lados para ver si veía a Yang Chen.

Pero ¿cómo podría encontrarlo entre el caos? Era imposible.

Cuando el desastre mermó y hubo cierta paz, Mu Sheng vio a Yang Chen. Estaba entre los discípulos que el pico QianCao curaba, era uno de los tantos sobrevivientes que no salieron ilesos del desastre.

Una discípula vendaba sus manos mientras le pasaba energía espiritual constantemente, pero otro discípulo que estaba a su lado negaba con la cabeza. Yang Chen lloraba, cortes pequeños en su cara y en su cuerpo. Mu Sheng quiso acercarse a verlo, pero entonces Ming Fan se acercó a él preocupado. Y no fue.

Más tarde se enteraría de que un demonio había roto las manos de Yang Chen en tantas partes que sería imposible para el niño volver a tocar el guqin.

Aleteos lejanos,

tan lejos y perdida.

Pierdo tu luz

en medio del bosque.

La noche la envuelve

y ella desaparece.

Luciérnaga perdida,

¿regresarás a mí?

El bosque se había tornado tan oscuro que difícilmente Mu Sheng podía ver algo. Los árboles se movían incesantes, sus hojas enloquecidas gritando y las ramas chocando duramente. Un ruido constante que estaba molestándolo. ¿Qué pasaba con su bosque tranquilo? ¿Por qué no lo estaba? ¿Su luciérnaga estaría bien? Tanto viento, ¿cómo podría moverse con libertad con tanto viento? Su luciérnaga era pequeña y frágil, Mu Sheng tenía que cuidarla.

Corrió sintiendo los latigazos de las ramas en su rostro, cortando su piel y dejando que ardiera con el viento helado. No importaba, no si podía encontrar a su luciérnaga y salvarla.

—¿Dónde estás?—gritó pero su grito fue opacado por el sonido de las hojas y las ramas.

Corrió desenfrenado, buscándola. No podía escuchar sus aleteos, pero quizás podía ver su luz. Su luz lo guiaría siempre, su luz iluminaría la oscuridad profunda que lo rodeaba. Su luz iba a salvarlo.

Y entonces, alrededor de tanta penumbra, vio una pequeña luz. Una luz tan suave que si no fuera porque estaba envuelta en tanta oscuridad, seguramente pasaría desapercibida.

Mu Sheng corrió hacia ella, desesperado por salvarla de ese viento castigador. En sus manos podía estar segura, en sus manos la acobijaría y recibiría todo el daño. Estaría bien, lo estaría, solo necesitaba atraparla.

Pero cuando estuvo cerca, a un palmo de atraparla, la luciérnaga se alejó de él. Mu Sheng quiso decirle algo, pero su voz era opacada por los gritos de las hojas y las ramas. La luciérnaga no lo escuchaba y simplemente se alejó. Él corrió para igualar su ritmo y alcanzarla. Pero no importaba cuánto se esforzara, siempre estaría a un palmo de distancia. No importaba, no mientras pudiera verla todavía.

Y entonces su luz comenzó a apagarse.

Mu Sheng entró en pánico. ¿Su luciérnaga se estaba apagando? No podía ser, no podía ser. No podía apagarse. No su luciérnaga.

¿Cómo podía encontrarla en la oscuridad si no brillaba y no podía escuchar sus aleteos? ¿Cómo la hallaría si no podía verla ni escucharla?

—¡Espera, detente!—intentó gritar por encima del ruido.

Pero fue imposible. Su voz no destacaba más allá del sonido de las hojas y las ramas. Y su luciérnaga no lo escuchó. Solo siguió alejándose de él, su luz apagándose y sus aleteos perdidos en el ruido.

Mu Sheng corrió ya sin verla, con la esperanza de atraparla. Corrió y corrió.

Pero ¿cómo podría atrapar una luciérnaga que ya no estaba en su bosque?

Mu Sheng se despertó en mitad de la noche. El cuarto compartido de los discípulos estaba siempre en silencio, eso tal vez lo ayudó a escuchar los ligeros pasos en la madera que se alejaban.

Miró alrededor. Todos dormían pero había una cama vacía. La última contra el rincón. La conocía, era la de Yang Chen. ¿Por qué no estaba en la cama?

Se levantó de la cama y decidió seguir los pasos ligeros que todavía podía escuchar. Tan ligeros como los aleteos de una luciérnaga. La siguió en la oscuridad, intentando no despertar a sus compañeros. Los pasos tan suaves, como si no quisiera molestar. Más suaves se volvieron al llegar a la hierba, pero Mu Sheng todavía podía escucharlo. ¿Cómo no podría escuchar a su luciérnaga alejándose?

Corrió guiado por los pasos, los aleteos, hacia el bosque de bambú. Ahí Yang Chen, su luciérnaga, había disminuido el ritmo. Eso le permitió verlo, entre los bambúes caminando más tranquilamente. Todavía podía ver su luz, aunque era tenue y casi parecía desaparecer.

Avanzó sin hacer ruido, dispuesto a atraparlo. Pero tenía que tener cuidado, las manos de Yang Chen seguían vendadas y según lo que escuchó no se curarían en unos días más.

Sin embargo, debió delatarse con algo porque cuando estuvo a unos metros, Yang Chen se giró. Sus ojos abiertos, sorprendidos y temerosos. Se miraron en silencio por un tiempo hasta que, asustado, Yang Chen salió corriendo. El bolso que colgaba en su hombro rebotaba contra su espalda. Mu Sheng sintió el pánico apoderarse de él.

¿Hacia dónde se iba?

—¡Yang Chen!—gritó corriendo detrás de él.

Pero no era lo suficientemente veloz. ¿Por qué no lo era? Era mucho más alto que Yang Chen, sus piernas eran más largas, ¿por qué no podía alcanzarlo? ¿Por qué no podía llegar a él?

Él siguió corriendo, alejándose cada vez más. Su luz desapareciendo poco a poco entre el bosque de bambú. ¿Acaso se iba? ¿Por qué? ¿Por qué escapaba?

¿Por qué no lo llevaba con él?

—¡Espera! ¡Yang Chen!

Sus gritos parecían alarmar más al chico quien aceleraba más la carrera, corriendo y saltando los obstáculos en su camino. ¿Cómo podía alcanzarlo? ¿Cómo podía llegar a él? ¿Por qué se iba sin él?

¿Por qué se iba?

¿Acaso era...por su lesión?

Dijeron que sus manos se curarían, podría volver a escribir, aunque tomándose sus pausas porque sus huesos jamás volverían a ser los mismos. Podría pintar un poco, pero tocar el guqin, según los del pico QianCao, sería imposible. Sus manos se cansarían antes de siquiera llegar a un cuarto de canción, sus dedos no podrían moverse con la misma libertad y no podría lograr la fluidez para que las melodías sonaran hermosas.

Mu Sheng se había distanciado de Yang Chen, pero aun así sabía cuánto amaba el niño tocar el guqin. No volver a tocarlo debió...devastarlo. ¿Acaso era eso? Si ese era el caso, Mu Sheng le entregaría sus manos. Si las manos de Yang Chen no podían tocar el guqin entonces le daría las suyas para volver a escucharlo, para verlo feliz creando melodías suaves y bonitas.

Cambiaría su estado con el suyo propio si eso lo hacía feliz, si eso le daba la libertad de volver a tocar música. No tenía que irse.

No tenía que dejarlo solo.

Pero ¿no había sido él quien empezó dejándolo solo? ¿No fue él quien abandonó primero a su luciérnaga y se volvió un extraño?

Fue su culpa. Pero podía arreglarlo. Podía hacerlo. Solo tenía que alcanzarlo, atraparlo entre sus manos con cuidado. Tenía que llegar a él.

Ya no le importaba su familia, si eso no los hacía felices. En ese momento, se dio cuenta que lo único que quería era tener a Yang Chen con él.

—¡Espera! ¡Por favor!—rogó, gritó, pero Yang Chen seguía sin escucharlo.

No lo escuchaba, no se detenía. Solo seguía alejándose, su luz apagándose y perdiéndose en la oscuridad del bosque.

Su pie se torció en un pozo y cayó, rodando por un pequeño barranco atravesado por un arroyo. Sus túnicas se empaparon, pero Mu Sheng se levantó para seguir corriendo. Solo unos metros más adelante se dio cuenta: ya no veía la luz, ya no escuchaba los aleteos.

—¡Yang Chen!—llamó desesperado, corriendo sin rumbo alguno—¡Yang Chen!

Pero por más que buscó y buscó, no pudo encontrar nada.

¿Cómo podía encontrar una luciérnaga que no brillaba en la oscuridad?

Nadie hizo nada. Cuando comunicó lo ocurrido, nadie buscó a Yang Chen. Muchos dedujeron que había regresado a casa con su familia, con su padre. Nadie le dio importancia porque nadie era cercano a él. Fue como librarse de una molestia más. Shizun no hizo nada, simplemente aceptó el que se fuera y dijo que si esa era su elección entonces no haría nada al respecto. Yang Chen estaba herido, no podía mover demasiado sus manos, ¿cómo podrían dejarlo ir así? ¿Por qué nadie iba a ir por él? ¿Por qué el líder de secta no hacía nada tampoco? Yang Chen no era un discípulo más, no lo era.

Sabiendo que nadie haría nada, Mu Sheng decidió encargarse del asunto y, con excusa de ir a misiones para tomar experiencia, salió a buscarlo. Había elegido las suficientes misiones como para irse por un tiempo largo y llegar tan lejos como le fuera posible. Necesitaba abarcar tanto terreno como le fuera posible y preguntar en todos los pueblos posibles.

Fue normal acercarse a cuantas personas viera y preguntar por la familia Yang, cuyo padre era carpintero. Los únicos datos que tenía eran esos, nunca antes habían hablado demasiado ni sobre cosas tan importantes como para saber de qué aldea o ciudad era Yang Chen.

Muchos negaron que hubiera una familia así, otros acordaban que el carpintero local se apellidaba Yang. Pero cuando Mu Sheng preguntaba si tenía un hijo que había ido a una secta de cultivación, todos negaban con la cabeza afirmando diversas cosas. Pero ninguno creía que fuera la persona que buscaba.

Fueron meses duros. Mu Sheng solía perder la esperanza con frecuencia y luchaba contra los pensamientos negativos para seguir adelante.

Dos años y cinco meses después, Mu Sheng encontró a la familia Yang que buscaba, cuyo padre carpintero tenía un hijo llamado Yang Chen que había ido a CangQiong y había ingresado al pico QingJing. Jamás creyó sentirse tan feliz al escuchar a una mujer afirmar que los conocía. Hasta que agregó:

—Pero el señor Yang murió hace muchos años. Su hijo no llevaba más de tres años en la secta cuando murió. Era un hombre frágil y su mujer había muerto cuando tuvo al niño. Si lo mandó a CangQiong fue para evitar que quedara solo. No tenían mucho, una secta de cultivación era lo más indicado para asegurarse de que el pequeño Yang Chen estuviera a salvo.

Sin un hogar a donde ir, entonces ¿a dónde iría Yang Chen? Sin una familia que lo consolara, ¿a dónde iría?

Cambió de objetivo y en el tiempo que le quedó, preguntó en diferentes y pequeñas sectas. Pero nadie conocía a alguien con ese nombre ni esas características. Fue una búsqueda inútil y al final regresó a QingJing con las manos vacías.

Lejos, tan lejos de mí,

entre la oscuridad.

Te busco guiado

por la estela de luz

que todavía puedo ver.

Pero tu rastro se pierde

devorado por las sombras.

No volvió a juntarse con Ming Fan ni Ling Yi, lo que preocupó a su familia. Su madre y su padre enviaron cartas todas las semanas, pero Mu Sheng no enviaba ninguna respuesta. No le importaba volver a hablarles. A ninguno de ellos. Eso solo los preocupó más, pero ¿tenía el ánimo suficiente para que le importara? Mu Sheng estaba seguro de que no.

Comenzó a irse en sus ratos libres a una zona del bosque, lejos de todos, llevando consigo un viejo guqin que nadie quería. Aunque no era tan bueno como lo era Yang Chen, al menos todavía podía tocar una melodía decente y suave.

Cuando las melodías que el pico enseñaba fueron insuficientes, Mu Sheng recordó las melodías que había creado Yang Chen. Estaban incompletas, pero él creía que podía completarlas temporalmente hasta que su luciérnaga regresara para completarlas él mismo.

Mientras tocaba se preguntaba a sí mismo si Yang Chen sabría que estaba usando ese viejo guqin en su lugar. ¿El viento le llevaría sus melodías? ¿Podría escucharlo? ¿Qué pensaría de lo que estaba haciendo? ¿Pensaría que es horrible tocando el guqin y vendría a enseñarle? ¿O simplemente miraría tímidamente cómo tocaba sin atreverse a decirle nada?

A Mu Sheng le gustaba imaginar la reacción de Yang Chen, sus bonitos ojos observándolo tranquilamente y su bonita sonrisa dirigida a él.

¿Cuánto tiempo perdió con personas que no valían la pena? ¿Cuánto perdió por complacer a su familia?

Mu Sheng cerró los ojos y tocó una suave melodía. En su mente cantaba la balada inventada durante una noche de insomnio.

Y así lo encontró Luo Binghe, con los ojos cerrados tocando el guqin. Cuando Mu Sheng lo vio con una espada ensangrentada negra, no tuvo miedo. No lo tenía. Si la muerte venía a él entonces estaba dispuesto a aceptarla.

Sin su luciérnaga, no valía la pena seguir vivo.

Un bosque oscuro lo recibió con los brazos abiertos. Una brisa suave moviendo sus túnicas, una luna solitaria en lo alto del cielo. Mu Sheng se sentó al pie de un árbol y esperó a escuchar un suave aleteo o ver una pequeña luz.

Y esperaría ahí por la eternidad porque la luciérnaga ya no era parte del bosque.

Mi luciérnaga perdida

ilumíname otra vez.

Estoy aquí, esperando

sé que vas a volver.

Esta vez lo haré bien,

esta vez te protegeré.

Mi luciérnaga amada,

por favor, regresa a mí. 


La historia de Mu Sheng y Yang Chen no tiene final feliz en la primera vida de Shen. Mu Sheng por complacer a sus padres, dejó de lado a Yang Chen a quien en verdad apreciaba. No lo habia notado en ese momento, pero se había "enamorado" de Yang Chen por sus melodías y el amor que veía que ponía al tocar musica. 
Yang Chen, tras huir en esta primera vida, termina muriendo meses más tarde por la tristeza, lanzándose de un acantilado. Si Mu Sheng nunca encontró su cuerpo, fue porque este estaba en el fondo de algún río o algo parecido. Por lo tanto, en el momento en que Mu Sheng dio con el lugar de origen de Yang Chen, este ya estaba muerto.

En la segunda vida, gracias a Ming Fan y los demás, Mu Sheng comenzó a ignorar las cartas de sus padres y decidió ser feliz con Yang Chen y su nueva familia en QingJing. 

Ya explicado esto, paso a dejar el último extra de esta historia :D Nos vemos! 

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