Extra 11
Extra 11
El transmigrador y el rey del hielo IV
Mobei-jun no se presentó en AnDing por demasiado tiempo. Tanto que Shang Qinghua pensó que no volvería a verlo.
Para su suerte, el sistema no volvió a amenazar con ningún castigo y permitió que las cosas continuaran tal cual venían estando, permitiendo que Shang Qinghua dejara la trama descarrilada tal y como quería. De cierta forma, era un alivio. Realmente no quería volver a pasar por eso, una sola vez había sido suficiente.
Pergaminos y papeles esparcidos por su escritorio esperaban a que él los revisara, pero Shang Qinghua no podía concentrarse demasiado. Su mente no dejaba de viajar ida y vuelta a los recuerdos del verdadero Shang Qinghua. Su horrible muerte, que Shang no detalló en la novela pero que, sabía, no había sido agradable. No solo sintió su dolor, sino también sus sentimientos. La traición al ser asesinado por el demonio en el cual confió.
Shang se había preguntado, durante ese tiempo sin Mobei, por qué Shang Qinghua confió en ese demonio. Su final, en sus manos, era algo obvio. Cualquiera que lo hubiera visto, que supiera de su situación, se habría esperado que fuera asesinado por el demonio. El verdadero Shang traicionó a su secta por un demonio, un ser que no soportaba la traición. Luego de ver lo que había sido capaz de hacer, ¿no pensó en serio que podría ser asesinado? Traicionó a su secta, ¿por qué no traicionaría a Mobei-jun? Era muy obvio, Shang lo sabía muy bien. El verdadero Shang debió de haberlo esperado, conocía sobre la ambición y la desconfianza, debió de haber esperado su final en manos de Mobei-jun. Sin contar que, para ese momento, Mobei le había jurado lealtad a Luo Binghe y Luo Binghe no perdonaría a nadie de CangQiong. Menos a un cultivador que había traicionado a su secta y que podría llegar a traicionarlos a ellos.
El verdadero Shang era un idiota.
Si conocía a Mobei-jun, a su frío hijo, sabría que era un demonio que no toleraba la traición. No luego de que Linguang-jun lo abandonara a los cuatro años en el mundo humano y permitiera que un grupo de humanos lo persiguiera para matarlo. Sabiendo eso, ¿cómo creería que él, un cultivador débil que había traicionado a su secta, no terminaría muerto en sus manos?
El verdadero Shang Qinghua era demasiado ingenuo por confiar ciegamente en alguien así. Shang no era tan tonto, él sabía de lo que Mobei-jun era capaz de hacerle si lo traicionaba así sea mínimamente. Sabía que no perdonaba y no olvidaba. Era ese tipo de demonios, ese tipo de persona dura y fría que Shang hubiera deseado ser. Pero era difícil cuando no tenía fuerza y temía a casi todo lo que se le ponía delante.
Shang suspiró y apoyó la frente contra el escritorio. Sin las misiones del sistema, ¿cómo se suponía que debía seguir? ¿Cómo sabría que no sería castigado de nuevo?
Realmente...a veces solo quería regresar a casa y ser un escritor novato.
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Mobei-jun no había pisado AnDing en semanas. Luego de la abrupta reacción de Shang Qinghua, decidió pasar tiempo alejado de la secta y del pequeño hombre que parecía aterrado de su presencia. Una parte de él se negaba a volver a ver a Shang Qinghua de esa manera. Le dolía ver a ese pequeño hombre evitar su contacto y su mirada, así que para hacerle un favor, no solo a Shang sino también a sí mismo, decidió no regresar a AnDing por el momento.
No sabía qué había pasado para que Shang Qinghua le temiera de esa manera, no entendía cómo de un día para el otro pasó todo eso. El día antes a esa situación, Shang Qinghua había estado como siempre, temblando como parecía ser su estado natural y contándole sobre algunos papeles de la secta que podrían ser de su interés. No podía entender qué pasó de un día para el otro como para que Shang pasara de ese estado, al que había visto. O tal vez sí tenía sentido.
Durante ese tiempo, Mobei-jun pensó en muchas cosas y también se tomó la tarea de observar a los humanos en sus actividades diarias. Observar siempre le había resultado útil para aprender. Y en esta ocasión, no había sido la excepción tampoco.
Durante las semanas que pasó observando a los humanos, se dio cuenta de por qué quizás Shang Qinghua le temía. Algunas cosas básicas las había descubierto él mismo, pero había cosas que no terminaba de entender y necesitó observar a estos humanos para poder entenderlo mejor.
Que de repente dejara de golpear a Shang Qinghua no significaría que el pequeño hombre comenzaría a confiar en él. Claramente seguiría teniéndole miedo, en especial luego de años de burlarse de él y patearlo como si fuera un perro desobediente. Alguien que era tratado así, ¿no tendría miedo y desconfiaría siempre de quien lo había tratado tan mal? Y tampoco ayudaba el que Mobei no hablara demasiado ni fuera capaz de expresarse ante Shang Qinghua como realmente quería.
Por un lado no podía pedirle perdón por asesinarlo, después de todo eso no había pasado ahí. Pero todavía podía pedirle perdón por haberlo tratado mal durante mucho tiempo. Podía disculparse por tratarlo como un animal, por haberlo golpeado e insultado. Podía demostrarle todavía que solo quería hacer las cosas bien, que no buscaba burlarse de él, podía hacerle notar que valoraba su trabajo, su esfuerzo. Mobei-jun sabía que si no fuera por el trabajo de Shang Qinghua, ni él ni los demonios que lo habían seguido hubieran estado tan ociosos.
Si no fuera por ese pequeño hombre que tomó todo el trabajo tedioso, ninguno de ellos hubiera disfrutado de no hacer nada más que pelear en el Desierto del Norte.
Si no fuera por Shang Qinghua, la vida de Mobei-jun sería tan monótona y solitaria.
Ese día, Luo Binghe le pidió hablar. Todavía había arreglos que hacer y pequeñas cosas con las cuales ponerse de acuerdo. No serían conversaciones extensas, principalmente porque muchas cosas ya habían sido pautadas y Mobei-jun sabía cómo conseguirlas. Pero todavía había cosas que tenían que arreglar y algunas en las cuales ponerse de acuerdo. La Conferencia de la Alianza Inmortal todavía era un evento lejano, pero tenían que arreglar algunas cosas al respecto antes de que Luo Binghe tuviera que caer de nuevo.
Cuando Junshang se mostró de acuerdo con todo y se disponía a regresar, Mobei-jun lo detuvo.
—¿Ocurre algo?—preguntó Binghe confundido, no era habitual que Mobei quisiera seguir con una reunión que ya había finalizado.
—Quisiera un consejo de Junshang.
Binghe parpadeó confundido.
—¿Un consejo?—Mobei asintió—Bien, ¿en qué puedo ayudarte?
—Junshang, ¿cómo hago para que un humano deje de tenerme miedo?
Binghe lo miró fijamente por largo tiempo.
—No todos los humanos les temen a los demonios, a menos de que quieras que un humano en específico deje de tenerte miedo.
—¿Y cómo podría hacer eso? Que un humano en específico deje de tenerme miedo.
Luo Binghe lo analizó en silencio, pero no hizo ningún comentario sobre el humano al que Mobei-jun quería agradar. Sin embargo, estaba seguro de que sabía de quién hablaba.
—¿Alguna vez alguien de tu familia fue afectuoso contigo?
Mobei-jun hizo memoria, trayendo al presente recuerdos remotos de su pasado. ¿Alguien afectuoso con él? Su tío lo fue al principio. O bueno, en realidad fue "agradable" hasta que se cansó de lidiar con el pequeño niño molesto que lo seguía y lo lanzó al mundo humano. Su padre nunca había sido afectuoso en ningún sentido y su madre...bueno, su madre fue la única capaz de demostrarle algo de cariño. Lo malo de todo eso fue que no duró mucho tiempo.
—Sí.
—¿Qué fue lo que hacía como para que no tuvieras miedo de estar a su lado?
Mobei-jun recordó lo poco que podía de aquellas épocas. Había muchas cosas que no podía ver claramente, como el rostro de su madre, pero todavía podía recordar lo que ella hacía.
—Me abrazaba—entonces también recordó su voz—. Me hablaba dulcemente.
—Los humanos no son muy diferentes en ese aspecto tampoco—dijo Binghe—. También ayudaría si hablas más y eres sincero con respecto a tus sentimientos. Hablar claramente sobre ellos podría serte de utilidad.
—Comprendo.
No era un trabajo fácil cuando Mobei-jun todavía tenía en su cabeza la imagen de Shang Qinghua muriendo en sus manos. Pero podía esforzarse.
Ahora sí podría hacerlo bien.
—¿Eso es todo?
—Sí, agradeciendo a Junshang por el consejo.
Binghe asintió y se marchó a paso apresurado. Debió de haber salido en secreto, las veces que lo veía marcharse así era porque no estaba en una misión y prácticamente se había fugado de QingJing para ir a verlo.
Como fuera, no importaba. Mobei-jun regresó a su palacio en el Desierto del Norte mientras pensaba en el consejo de Binghe.
Si lo pensaba, quizás ser sincero con Shang Qinghua podría serle de mayor utilidad que simplemente intentar demostrarle que no era un peligro para él. Todo este tiempo quiso hacerlo, pero parecía ser que sus acciones no eran suficientes. Necesitaba hablar.
Necesitaba decirle a Shang Qinghua que no era un peligro para él.
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Era demasiado tarde en la noche, pero Shang Qinghua sabía que si no terminaba con ese montón de papeles, se juntarían con los de mañana y entonces ahí se formaría una rueda de trabajo que lo obligaría a dormir poco en lo que quedaba de semana. Era mejor dormir poco un solo día a dormir poco una semana entera.
Ya iba a la mitad de la pila de papeles cuando la temperatura de su despacho comenzó a descender. Shang sabía, ya por costumbre, el motivo de eso. Se imaginaba que tarde o temprano Mobei-jun regresaría, pero que lo hiciera a mitad de la noche lo había tomado por sorpresa.
No era como si no hubiera pasado antes, pero esos casos eran realmente pocos e inusuales, y siempre lo tomaban por sorpresa. Así que su chillido no había sido algo fuera de lo esperado.
—M-mi Rey—dijo de inmediato, intentando levantarse para inclinarse ante él.
Sin embargo, antes de siquiera poder salir de su silla, Mobei-jun lo detuvo del hombro.
—No lo hagas.
Su toque era helado y provocó que Shang Qinghua se moviera bruscamente para quitárselo de encima. Quiso retractarse por la acción, pensando en que eso podría haber molestado a Mobei-jun, pero había algo en la mirada del demonio que hizo que se quedara callado y no dijera nada al respecto.
—M-mi Rey... ¿por qué v-viene a esta hor-ra? ¡No le estoy recriminando nada, solo...!
—Quería hablar contigo—dijo el demonio, tomando asiento frente a Qinghua, con el escritorio de por medio.
Shang, dentro del miedo inicial que había sentido, comenzó a sentirse intrigado. Por suerte, la distancia que Mobei-jun tomó lo ayudó a sentirse un poco más seguro.
—Claro, ¿algo en lo que este sirviente pueda ayudarlo?
Hubo una mueca de disgusto cuando hizo la pregunta y Shang pensó en qué había dicho mal como para que el demonio hiciera ese gesto.
—No me gusta—dijo Mobei, como si las palabras no pudieran salir muy libremente de su boca.
—L-lo s-siento mi R-Rey, ¿qué no l-le gusta?
—Que hables de ti mismo como mi sirviente.
—Oh...entonces, ¿cómo debo referirme a mí mismo?
Mobei-jun desvió la mirada, frunciendo el ceño pensativo.
—No lo sé—dijo después de estar unos minutos en silencio—, pero no como mi sirviente.
—Entonces...este... ¿Qinghua?—Mobei pareció considerarlo antes de asentir—Bien, entonces, este Qinghua ¿en qué puede ayudarlo?
Mobei-jun volvió a quedarse en silencio, pero al menos con la distancia y el trato cordial Shang no se sentía tan asustado.
—Tú...me tienes miedo—Shang quiso refutar estúpidamente, pero Mobei alzó la mano para detenerlo—. No me mientas, sé que me temes. Y no me gusta.
Shang Qinghua intentó inútilmente frenar el temblor de su cuerpo, pero era imposible.
—Mi R-Rey y-yo...
—Pero lo entiendo—lo interrumpió Mobei—. Entiendo por qué me temes y no te culpo por eso.
Shang Qinghua miró al demonio frente a él, preguntándose si era en verdad Mobei-jun o era Linguang-jun haciéndose pasar por su sobrino para engañarlo.
—Yo...sí, es así—decidió admitir pensando que Mobei esperaría que, en este momento, fuera sincero.
—Lo sé y aunque no me gusta, sé que no hay mucho que pueda hacer al respecto. Yo mismo esperaba que me temieras para que me obedecieras sin problemas—Mobei-jun frunció el ceño, su mirada no conectaba con la de Shang—. Pero no es algo que me haga feliz.
—E-entiendo, mi Rey. ¿Cómo puedo arreglar eso?
Era una pregunta estúpida, después de todo lo que había que solucionar no era algo simple. Se trataba del miedo de Shang Qinghua a Mobei-jun, un miedo arraigado que se fue desarrollando poco a poco y que terminó empeorando tras el castigo del sistema. Un miedo que Shang Qinghua no podía hacer desaparecer así como así.
—No es algo que tú debas hacer solo—negó Mobei-jun—. Yo también debo ayudar.
—Oh...y... ¿cómo sería eso, mi Rey?
Mobei-jun frunció de nuevo el ceño, mirando distraídamente la mano que había puesto sobre el escritorio.
—Lo veremos con el tiempo. Pero quiero que sepas que...—Mobei apretó su mano en un puño, como si hubiera recordado algo desagradable—Tienes que saber que no quiero hacerte daño. Si hago algo que te lastime, quiero que me lo digas. Este Rey no quiere volver a hacerte daño, Shang Qinghua—apretó los labios, antes de volver a hablar—. Este Rey se arrepiente del daño que te hizo.
Shang lo miró sorprendido por las repentinas palabras, lo más cercano a una disculpa que hubiera esperado de Mobei-jun. El demonio se veía realmente cohibido al decir esas palabras, evitando su mirada y apretando el puño. Por un momento, Shang pensó que su hijo era adorable.
Pero lo que no sabía, era que las disculpas abarcaban mucho más que el daño hecho durante esos pocos años a su lado.
—Este sir...Qinghua, entiende. Agradeciéndole a mi Rey por su amabilidad.
Mobei-jun quería decir algo más, pero se abstuvo. En su lugar se levantó y miró la cantidad de papeles que estaban sobre el escritorio.
—¿Necesitas ayuda?
—¿Ah? ¡Ah! No, no se preocupe, mi Rey, puedo con esto solo...aunque...—Qinghua iba a retractarse y decirle a Mobei-jun que podía retirarse, pero entonces Mobei-jun lo miró, esperando a que dijera algo más—Yo...bueno...estos papeles solo deben ser sellados... ¿mi Rey podría...ayudarme con eso?
Mobei lo miró de la misma manera en que siempre lo hacía, pero había algo en él, un alivio en sus facciones que Shang no había visto antes. El demonio se volvió a sentar y tomó la pila de papeles que Shang había señalado antes, esperando el sello que debía usar. Cuando se lo dio, informándole dónde debía sellar, Mobei-jun comenzó a hacer cuidadosamente su tarea, dejando que el resto lo hiciera Shang.
Gracias a esa ayuda, pudo irse a dormir un par de horas antes de lo previsto.
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Hacer desaparecer el miedo de los ojos de Shang Qinghua no sería una tarea sencilla, pero Mobei-jun estaba dispuesto a trabajar en eso todo el tiempo que fuera necesario. Ese pequeño hombre que confiaba en él no se merecía su desprecio ni su traición. Si no fuera por la lealtad que juró a Luo Binghe y porque odiaba faltar a su palabra, Shang Qinghua hubiera seguido con vida y a su lado. Y él jamás hubiera hecho este largo viaje, se hubiera quedado en el Desierto del Norte con el pequeño cultivador hasta que sus días llegaran a su fin.
Pero al parecer, el pequeño hombre tenía que morir para que se diera cuenta de lo valioso que era en su vida y de todo lo malo que había hecho. Al menos ahora estaba a tiempo para solucionarlo.
Durante varios meses, Mobei mantuvo la distancia de Shang Qinghua, ayudándolo en algunas cosas de su trabajo en la que pudiera ayudar. También se quedaba a su lado, a veces conversando de pequeñas cosas, a veces asegurándose de que comiera algo y otras veces aconsejándole que durmiera. Shang Qinghua al principio parecía algo contrariado, pero poco a poco comenzó a ceder, aceptando los consejos de Mobei (que intentaba que fueran transmitidos de manera amable) y ya no temblando tanto como antes. Lo consideraba un pequeño triunfo.
Luego de varios meses, justo para el momento en que debía hablar con Shang con respecto a la Conferencia de la Alianza Inmortal, comenzó a acercarse más a él. No pasaba a más de un toque de sus hombros, una mano en su brazo o su presencia cerca de la de Shang. El pequeño hombre solía temblar, pero ya no de miedo, sino de frío, así que Mobei se tomaba la molestia de brindarle su capa para mantenerlo caliente. Shang lo agradecía antes de continuar con lo que sea que estuviera haciendo. Muchas de esas veces, ambos hablaban. Shang le contaba muchas cosas, pero lo que más le gustaba escuchar era sobre la vida de ese pequeño hombre. Shang le había contado cómo fue su vida en AnDing cuando era más joven, cómo llegó a ser el discípulo principal y lo estresante que había sido su vida desde que estaba en la secta. Solo con escucharlo, Mobei se sintió culpable de no haberlo valorado antes y no haberse dado cuenta del peso que podría significar para Shang Qinghua el darle más trabajo en lugar de quitarle. El estrés constante en el que había vivido no habría sido agradable.
Además de eso, Shang también le dijo que valoraba bastante a sus pobres y explotados discípulos, sobre todo a Sun Lian a quien dejó como discípulo principal porque el joven era responsable y amable. Mobei conocía al niño, le recordaba a Shang de alguna manera, solo que era mucho más dulce y amable, como si todavía le faltara el estrés diario por el que pasaba Shang Qinghua cada día de su vida. Quizás solo necesitaba volverse señor de pico.
Pero no solo se dedicó a conocer los miedos de Shang Qinghua ni sus deseos, también, cuando se sentía valiente, le confiaba alguno de los suyos. Shang lo escuchaba y le agradecía por confiarle algo tan íntimo. Mobei nunca decía nada al respecto, solo desviaba la mirada y esperaba que la vergüenza de su corazón pasara pronto.
Pronto se dio cuenta de que, mientras más conocía a Shang Qinghua, más se daba cuenta de que ese pequeño hombre le gustaba. Ese cultivador, que muchos consideraban débil, tenía el valor y la inteligencia para llevar adelante gran parte de la secta que, si fuera por los otros inútiles, ya se hubiera venido abajo. Y no solo era capaz de llevar adelante ese trabajo, sino también el del reino demoniaco, sin volverse ineficaz en ninguno de los dos.
Shang Qinghua era su pequeño diamante en bruto, una pequeña joya que nadie había sido capaz de valorar. Ni siquiera él en su primera vida lo hizo. Ahora, no había quien pudiera quitárselo otra vez. Ni siquiera Luo Binghe.
Shang Qinghua estaba terminando de leer un pergamino mientras Mobei lo miraba, apreciando cada detalle de su perfil. Un mechón de cabello estaba suelto y caía por su costado de manera molesta. Lo tomó y lo colocó detrás de la oreja de Shang para que no le molestara. El pequeño hombre parpadeó, pero siguió leyendo. Un suave sonrojo en sus mejillas.
Mobei-jun sintió que no podía verse más hermoso.
Esta vez vine antes de las doce a publicar ajajaja Solo faltan dos extras especiales de esta pareja y luego pasamos a los últimos, entre los que se encuentran la primera vez del Bingjiu jsjsjs esperen ese especial...porque los dos ultimos no son tan felices JAJAJA
Nos vemos mañana con el extra 12,Besos :D
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