4.
Maestro.
Sin rumbo, caminabas por el mundo, sin ningún lugar a donde ir o pertenecer, estabas perdido. La vida no te sonrió mucho a decir verdad, estos últimos días han sido lluviosos y húmedos, no tienes un techo donde ocultarte, tu estómago ruge con hambre y comienzas a apestar. Teniendo en cuenta todo esto aún así no piensas volver, tal vez estés siendo un poco orgulloso, o tal vez piensas que esto no es nada comparado con una vida tortuosa junto a tu padre.
No piensas volver a ser menospreciado por nadie y mucho menos por un mal agradecido. Sin ningún tipo de queja, seguiste recto por ti camino hasta llegar a una montaña, era un lugar enorme, estabas entre los bosques de ese sitio para cazar algún animal, una liebre por lo menos, así podrías comerlo haciendo una fogata y cocinandola. Pero en tu fatal cacería donde no encontraste absolutamente nada, el tiempo pasó volando y anochecio más pronto de lo que pensabas.
Otra vez pasarías una fría y gélida noche bajo un cielo estrellado, se podría decir que eso era lo único bueno hasta ahora, no te gustaba mucho la idea de dormir en un oscuro bosque, quién sabe que podría aparecer de la nada, pero no tuviste opción, además te encontrabas cansado como para hace algo más, tu cuerpo necesita descansar. Te acomodaste y cerraste tus ojos para dormir lo más plácidamente posible.
Al día siguiente fue lo mismo de siempre, fallaste en tu cacería, te diste por vencido, no había ningún animal cerca y eso te extrañaba más que nada, seguiste caminando sin rumbo alguno y al cabo de una cuantas horas mientras estabas mareado por la falta de comida, viste a la lejanía un pueblo, te emocionaste en el fondo, te llenaste de energía y caminaste más rápido para allá. Para tu suerte, fue buena idea llevar dinero contigo, seguramente dejaste a tu padre me banca rota pero no te importa.
Viste el primer establecimiento de comida, te dirigiste para allá sin dudarlo, pero justo cuando ibas a entrar un hombre te tomó del cuello de la ropa y te jaló, de un tirón fuiste lanzado al suelo como si nada. Te sorprendiste, miraste al responsable de esto y cuestionaste:
—¿Porqué me hiciste eso?—te levantaste.—Solo voy a comer algo.
—No queremos gente apestosa aquí, solo vas a ahuyentar a los clientes.
Durar tantos días como vagabundo te dejó con un olor apestoso, pero no tenías el suficiente dinero para pagar alguna choza, solo para comer por lo menos unos dos días.
—Tienes que estar bromeando.—pensaste.—Tengo dinero, no soy algún vagabundo o lo que sea. Solo estuve perdido y llegué aquí, es todo.
—Tal vez lo robaste.—inquirió.—No tienes cara de ser alguien con buenas intenciones.
—No lo robe. Lo gane trabajando.
—Si, como no.—agarró la vaina de su espada.—Fuera de aquí, niño ratero.
Al ver que no había una solución para eso, aparte de que ese hombre no tenía mucha paciencia como para lidiar contigo, evitaste hacer un escándalo y diste media vuelta.
—Demonios, lo que faltaba. No puedo usar mi propio dinero para ayudarme a mi mismo. Y ese tipo podría matarme, no voy a arriesgarme.
Pensabas mientras te marchabas, pero alguien te detuvo.
—Oye, chico.
La voz de un adulto llamó tu atención, miraste de quien podría tratarse. Tus pupilas se dilataron al ver quién era, la cicatriz en su rostro, el rostro de tipo rudo pero con expresión amable.
—Araki Ittosai...
Te acercaste a él. Se sintió un poco extrañado al verte, no te había reconocido pero cuando te acercaste y te miro bien, se acordó de tí.
—Oh, pero si eres __________.—pronunció.—Mira que has crecido, no te reconocí.
Lo miraste bien, se veía un poco más adulto que antes, más tosco, tenía más cicatrices, pequeñas en su rostro más que nada. Se notaba que lo había pasado difícil.
—¡Araki, necesito tu ayuda!, ¡esté tipo no me deja entrar a comer algo!—acusaste.
—Es que no puedes entrar oliendo mal.—soltó una risilla.—Pero, podemos hacer una excepción a eso, ¿no?
El hombre trago saliva.
—Entren.
Por fuiste capaz de entrar y poder comer algo, lo mejor de todo es que Araki invito.
—Se ve que tenías hambre.—comentó. Te analizó.—Al parecer no lo tuviste nada fácil.
Toda la comida que estaba en tu boca la tragaste y bebiste algo de agua para bajarlo todo, bufaste.
—Me fui de casa.
—Con razón.—dijo.—Tú solo no podrías sobrevivir al mundo. Deberías de volver.
—No.—dijiste.—No pienso volver ahí ni en 100 años.
Araki dedujo que tal vez algo pasó contigo y tu familia, así que no indagó más.
—Ya veo.—susurro.—Así que, ¿vas a ser un vagabundo?
—Por supuesto que no. Tengo mis propios planes, solo empecé con el pie izquierdo.
—¿Cuáles son?
—Primero, me gustaría tener un trabajo. Segundo, ganar dinero. Y así entonces podré vivir aunque sea de una manera cómoda.
—Hm, pero nadie te va a aceptar oliendo a perro muerto.—bromeó.
—Lo sé. Me ocuparé de eso después.—dijiste con total seriedad. Araki suspiro.—¿Y qué haces aquí?
—Ya me iba.
—¿Qué?, ¿enserio?
—Si.—asintió.—Terminé lo que tenía que hacer aquí. Ya sabes, demonios. De hecho, yo salve la esposa del tipo que no te quería dejar entrar, él me debe un favor.
—... Entiendo.—musitaste.—Quisiera ir contigo.
—Wow, espera, eso sería estúpido.
—Me lo imagino, pero tampoco es como si tuviera algún lugar a donde ir.—replicaste.—Por eso, déjame ir contigo, por favor.
—Es muy arriesgado, ________. Tú eres solo un humano normal, así que me niego.
Te paraste y pusiste de rodillas, inclinando tu cabeza en el suelo, Araki se sorprendió por tu acción.
—Pero...
—Por favor. Déjame seguirte. Enséñame todo lo que sepas.
Al ver tus ganas por ser su seguidor, Araki bufo por lo bajo y te golpeó en la cabeza con su espada, fue un golpecito.
—Que testarudo eres. Pero, ¿qué se le va a hacer?—dijo.—Bien, sígueme, te llevaré con mi maestro.
—¿Su maestro?—pensaste.
—Él es el más indicado para enseñarte. Aparte, le debo una visita, hace un tiempo que no lo veo.—explicó.—Así que, levántate.
—¡Muchas gracias!—exclamaste al levantarte.
—Si, pero primero date un baño y consigue ropa nueva. No puedes ir así como un perro abandonado.
—¡Si!
Araki te llevo a un suana donde tanto como él podría bañarse, te compro algo de ropa nueva con lo cual te verías presentable, después de eso los dos se dirigieron a donde el hombre que le enseño todo a Araki, duraron cuarto días y aproximadamente unas nueve horas en llegar al lugar. Lo primero que viste al ir fue una pequeña casa en medio de ese inmenso bosque, cosa que te llamó un poco la atención, creíste que sería algún tipo de ermitaño o campesino, o que ese era su estilo de vida.
El mayor se detuvo y grito:
—¡Maestro!, ¡soy yo, Araki Ittosai!
Pasaron unos segundos de adentro salió un hombre con un kimono azul, y una vez más te llevaste otra sorpresa al ver que ese hombre de kimono azul tenía una máscara roja con aspecto de enojo, aunque te parecía graciosa más que otra cosa. Recordaste la historia que hizo uno de tus amigos unos años atrás.
—¡Maestro Urokodaki!, ¡es un gusto volver a verlo!
Araki se arrodilló y tú hiciste lo mismo, por instinto.
—Así que... Ese es el maestro de Araki.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro