Primer sorbo: Cielo recién molido.
Suspiró, no entendía cómo era posible que pidieran tantos requisitos para obtener un simple empleo. No era uno de ejecutivo general o algo similar. Él sólo quería un trabajo de medio tiempo que le ayudara a juntar dinero en las vacaciones de verano. Claro, muchas personas pedían empleo a diario; pero eran absurdas todas aquellas condiciones y requerimientos que los empleadores pedían. No estaba en condiciones de renegar sobre ninguno de los anuncios en el periódico, estaba dispuesto incluso a servir como ayudante general o como repartidor de volantes. Sin embargo, al parecer uno debía tener un doctorado sobre cómo usar una escoba o entregar panfletos. Seguro que no estaba en situación de hambruna, o estaba al borde de la quiebra, sus padres le proporcionaban todo cuanto les era posible y nunca le había faltado nada, claro no existían los lujos de algún tipo, pero ahora que no sólo su hermano estaba en la universidad las cosas se habían vuelto un poquito complicadas.
La peor parte de todo aquello no eran los interminables requisitos, era que al no haber necesitado un trabajo hasta ahora, no sabía cómo infiernos actuar. Obviamente él había sido educado con modales que se le habían arraigado hasta el tuétano. Pero no era lo mismo saber decir "Por favor y gracias" a enfrentarse con jefes malhumorados que probablemente lo veían como un mocoso inútil que seguramente no sabría tratar a la gente y que gastaría su salario en alcohol o cualquier otra cosa.
Nada más alejado de la realidad, él necesitaba desesperadamente el empleo y a pesar de que había puesto el 200% de sus fuerzas en tratar de conseguir por lo menos la segunda entrevista, estaba fracasando estrepitosamente. Quizá en cierta parte tenían razón sus futuros empleadores, él tenía una razón meramente hedondista que buscaba satisfacer con las ganancias —miserables en realidad— que podría hipotéticamente ganar. La única diferencia radicaba en que el vicio que apremiaba era nada más y nada menos que...
La universidad.
Inicialmente sus padres habían fruncido el ceño y le habían recalcado lo mucho que era necesario que él fuera una persona productiva, era obvio que la preocupación de sus progenitores por su difuso futuro estaban presentes; claro que ellos querían que fuera feliz y que se dedicara a lo que amaba, pero "Uno no siempre puede hacer lo que ama para vivir y debe hacer algunas cosas tediosas para sobrevivir".
Fue así que tras largas noches de discusiones, acuerdos y desacuerdos él logró convencerlos de que aunque probablemente llevara una vida modesta sería completamente feliz, y que tal vez y sólo tal vez en un futuro no tan lejano podría realmente sacar provecho de todo lo que iba a aprender.
El verdadero problema surgió cuando realmente aprobó el examen de admisión y vio todos los obstáculos que tendría que sortear día con día. Llegó a pensar incluso que debió haber seguido los consejos de su hermano y estudiar algo que estuviese más centrado en el mundo real, algo como administración o contabilidad igual que él o su padre o ya dado el caso dedicarse al negocio familiar como su papá. Pero sobre todo algo que no lo matara por el estrés de estar viajando día con día.
Casi quiso renunciar cuando realmente fue consciente de que la facultad en la que él estaría estudiando se encontraba al otro lado de la ciudad, el costo de su transporte diario le tomaría más que unos cuantos wones. El trayecto era un infierno a horas pico y ni sus padres ni él consideraban que era apropiado salir antes de que el sol despuntara y que llegara a casa cuando el astro ya se había ocultado en el horizonte.
Por ese motivo ellos se habían encargado de ir con él y buscar una pequeña habitación cercana a la universidad, según las cuentas de su papá podrían pagar el depósito de la renta y seis meses por adelantado; dejando de lado así la pequeña fortuna que tendría que invertir a diario en ir de un lado a otro. Se había sentido aturdido y presionado, incluso llegó a pensar que en realidad lo estaban echando fuera de casa para que aprendiera algún tipo de lección que no alcanzaba a comprender. Incluso pensó que el desánimo y el tedio con el que su padre trataba la situación era una venganza por no seguir en el negocio familiar como todos esperaban.
Él lo sabía, estaba por estudiar una carrera que probablemente en un futuro no le diera los ingresos más sustanciosos, tampoco es que pensara cambiar el mundo con unas cuantas hojas de papel y la tinta impresa, su futura carrera era más por ocio y por saciar sus curiosidades y dudas existenciales que por que realmente pensara que iba a vivir de ello (A pesar de que en el plan de estudios le pintasen opciones maravillosas).
Y, aunque muchos lo consideraran un soñador terco y apasionado por cosas sinsentido, el estar próximo a salir de casa a integrarse al mundo adulto lo había hecho reflexionar sobre que realmente él iba a vivir, vivir por su cuenta, estudiando lo que quería y posteriormente dedicándose de lleno a ello. Probablemente tendría que seguir visitando a sus padres cada fin de semana o aceptar que ellos le hicieran visitas inesperadas para vigilarle pero iba a ser él y sólo él quien se probara a sí mismo su valía ante los desafíos.
Cansado y sediento decidió que por hoy iba a frenar su búsqueda de empleo, esperaba que pronto en algún lugar necesitaran un mesero o un cajero en las tiendas de comida rápida o conveniencia. Arrastrando los pies dio vuelta en la esquina de su nuevo vecindario y decidió que sería mejor comprar algo de merendar en un local cercano a ir y surtir su aun vacía despensa con algo ramen instantáneo. Total, lo que iba a gastar era parte de lo que había ahorrado desde hace un par de años cuando había soñado con comprarse una motocicleta.
El local no era el más grande pero sí el más concurrido en el que pudo entrar alguna vez, el aroma dulzón que desprendían los postres casi lo mareó y a pesar de ello por poco salivó al ver la gran cantidad de distintos panecillos que reposaban en los mostradores. Definitivamente debía comprar un par para su desayuno por la mañana, por ahora se conformaría con un par de galletas y una taza de chocolate caliente. La fila avanzó relativamente rápido y cuando menos lo pensó estaba frente a la caja pensado si era apropiado darse un subidón de azúcar con un postre y una bebida chocolatada, generalmente su papá no lo dejaría meterse tal cantidad de azúcar a una hora tan tardía, sin embargo se quiso obligar a obedecer sus bajos instintos rebeldes y pedir incluso que se le pusiesen malvaviscos a su orden aún si eso implicaba gastar un poco (o un mucho en realidad ahora que notaba los precios).
Ocupado en lo profundo de sus pensamientos y en su anhelo por un sorbo de la bebida dulce, por poco y no notaba que un redondeado vientre chocaba con la parte inferior de una mesa y estaba a punto de verter una peligrosa bebida hirviendo sobre el estómago distendido. Sin dudarlo y aunque perdiera su turno y su orden tomó a la mujer por el codo y la alejó del inminente peligro llevándola a la barra cerca de los ventanales; justo donde él había dejado su mochila para asegurarse un lugar. Rápido y aun algo preocupado por la mujer decidió poner un poco de orden en la bandeja de la muy embarazada señora para dedicarle una leve inclinación antes de ir de nuevo a la fila a esperar su orden.
Sin embargo definitivamente esa noche no iba a beber un rico chocolate francés o a comer sus galletas. La cafetería en cuestión parecía no darse abasto con la cantidad de clientes que estaban circulando a esa hora ¿Acaso era hora del té? ¿Estaban regalando el café? No lo sabía, pero eso no fue impedimento para que en más de tres ocasiones tuviese que ayudar a la gente con sus bandejas y encontrarles un espacio en las mesas que se iban desocupando. Ya había guiado a un par de ancianitas que apenas podían moverse con el bastón y sus órdenes, eso sin contar con un señor aparentemente invidente o muy corto de vista que pudo haber causado un desastre cada que golpeaba sin querer las patas de las sillas y mesas con su bastón. Resignado y aún con hambre optó por levantar su olvida mochila e intentó salir de ahí.
No lo logró.
Una mano arrugada y llena de pecas lo sostuvo firmemente cuando estuvo a punto de cruzar el dintel de aquel establecimiento. Ella era una señora entrada en años; cabello con pintas de blanco, gris y negro aquí y allá. Como casi la mayor parte de las mujeres sus mechones estaban rizados y aunque tenía una sonrisa amable no pudo evitar pensar que nuevamente algo había ocurrido, ¿Qué clase de lugar no tenía encargados que pudieran ayudar a los clientes? Probablemente el lugar era nuevo —aunque si era sincero el lugar parecía tener ya sus años.—
— No puedes irte sin beber algo antes, hoy estabas tan atareado ayudando a mis amigos que no pudiste pedir nada. Infortunadamente mi nieto se quedó hasta tarde en la universidad y no pudo venir a ayudar. Creo que por lo menos te debo una taza de cocoa y algo de cenar, aunque si necesitas un lugar donde pasar la noche podría pagarte la noche en un sauna en retribución.
¿Qué? Probablemente estaba dando la imagen equivocada, quizá esa ajjhuma estaría pensando que era un estúpido adolescente descarriado y sin hogar que había huido de casa. Realmente estaba lejos de la verdad, pero no quería ser grosero y rechazar la buena intensión de la amable señora.
— No tiene que molestarse, yo sólo quería comprar algo para el desayuno de mañana, mis alacenas aun están vacías y hoy no pude hacer la compra. — No era una mentira, estaba en sus planes ir a hacer un poco de despensa después de todo, sin embargo esperaba que la mención de tener una casa aliviara la cara de preocupación que parecía endurecer un poco más esas profundas arrugas en su frente.
— Insisto cariño, no deberías irte sin probar un bocadillo. No cualquiera se detiene a pensar en los demás en estos acelerados días, te tomaste tiempo que seguramente pudiste haber invertido en cosas más productivas en ayudar a esta vieja mujer a atender esta noche especial.
¿Cómo terminó sentado a la mesa junto a personas que no conocía y que claramente... no estaban en la mejor situación del mundo? No estaba seguro. No quería atreverse a juzgar a nadie sin conocer, todos se veían felices pero cansados, de alguna extraña forma pensó que toda la gente con la que estaba en ese mismo instante no tenía a donde ir y aun así, estaban disfrutando de lo que parecía en realidad ser un café bastante caro, sin mencionar por supuesto los azucarados postres que jamás en su vida había visto. Era seguro que ninguno de ellos podría pagar el menú que se exhibía en el mostrador principal, que por suerte había visto y que secretamente se alegraba de no pagar, o eso esperaba.
Cuando poco a poco el lugar se fue vaciando no pudo evitar notar que nadie, absolutamente nadie había pagado el recibo de la cuenta, él por su parte tampoco había pagado su bebida o postre ya que fue casi obligado a sentarse sin poder negarse. Era curioso, el lugar claramente estaba en uno de los lugares más concurridos de In Sadong. Permaneció sentado y a la expectativa de que en cualquier momento tendría que hacer a su cartera sangrar un poco.
Nada ocurrió.
Pensó en pulsar el botón de llamado al costado de la mesa y llamar para poder retirarse. Grande fue su sorpresa cuando la mujer que atendía el local había aparecido con una charola desechable que contenía pequeños pastelillos y se la entregó. Probablemente su mirada mostró tal sorpresa que lentamente y con paciencia se sentó de nuevo a escuchar lo que parecía una epifanía sacada de un drama.
— Es una cortesía, estos son especiales, son los primeros que mi nieto ha hecho para degustación gourmet y créeme que son buenos, demasiado si me lo preguntas.
— No quiero abusar de usted, le agradezco que me dejara quedarme a beber algo caliente y que además me permitiera sentarme a la mesa, yo no sé...
—¿Sabes? Éste negocio lo construimos mi esposo y yo antes de que Jongno-gu prosperara como lo hizo, nosotros solíamos rentar las habitaciones de este edificio, él trabajaba en uno de los escasos restaurantes que funcionaban cerca de aquí y cuando por fin logramos independizarnos transformamos esta planta en una pequeña cafetería que ofrecía algunos desayunos y comida. Nosotros jamás imaginamos que llegaríamos a tener un establecimiento con tres tazas años después.
— ¿Tres tazas?
Ella lo miró fijamente antes de sonreí mostrando la curva que formaban sus pequeños ojos. No lo entendía, ¿Ellos solo tenían tres tazas?
— Cuando una cafetería tiene tres tazas significa que es buena, no es que esté presumiendo sobre ella, pero me siento muy orgullosa de lo que pudimos lograr con los años.
Oh, eso parecía concordar mejor con la historia.
— Eso quiere decir que es muy famosa ¿Cierto? — Tenía qué, después de todo al parecer eso de tener tazas le daba un cierto tipo de estatus al negocio.
— Lo es, aun lo es a pesar de los años.
— Pero...— ¿Y la gente que había visto antes? No todos parecían poder siquiera pensar en consumir algo tan... caro.
— Cuando empezamos a tener un éxito mayor con el negocio, nosotros ya éramos un par de viejos que se habían pasado la vida atendiendo toda clase de pedidos, no quiero decir que nosotros no fuéramos felices, o que nos arrepintiéramos de algo de lo que hicimos en esos años. Ya había pasado mucho tiempo antes de que notáramos que el tiempo se nos había escapado como agua entre los dedos. Yo quería tener un par de hijos. Los había deseado tanto que al no poder cumplir mi anhelo casi perdí mi mente. Como te pudiste dar cuenta, las personas que estaban aquí hoy no tenían un hogar o claramente estaban pasando por momentos difíciles. No pude tener hijos, pero nosotros decidimos que el procrear no era la única forma de ver una sonrisa pura y sincera. El café, un buen postre o una comida preparada con afecto puede transformar un mal día en una experiencia casi tan buena como lo es ganarse la lotería. Así que eso es lo que hacemos, una vez a la semana atendemos a esos corazones heridos y tratamos de darles un sorbo de alegría. — Ahora todo parecía tener sentido, las personas, la forma en la que la dueña lo había tratado.
— Entonces hoy... Hoy fue ese día.
— Sí, y disculpa si llegué a ofenderte. Fue muy grato tener un poco de ayuda extra, generalmente en días así solo abro la cafetería a esta hora y mis empleados están libres, es entonces que mi nieto y yo atendemos a las personas que llegan. ¿Qué te trajo aquí entonces, si se puede saber?
— No, claro que no, no me sentí ofendido, solo un poco confundido. Yo no sabía qué estaba pasando y parecía que la gente necesitaba ser atendida. Lamento si me inmiscuí en algo que no me correspondía, es sólo que fue un día largo y no corrí con suerte al ser contratado en ninguno de los lugares en donde solicité empleo. Al parecer debo tener como ochenta años de experiencia y ser menor de cien para poder barrer una acera o entregar volantes. Yo sólo quería sentarme un momento.
— ¿Estabas buscando empleo? ¿Todo está bien en casa?
— Sí, no, es decir, sí, todo está bien en casa. A partir del lunes tengo un curso de propedéutico de introducción en la universidad y hace un par de días me he mudado cerca del campus. Yo vivía lejos de aquí y al ser aceptado la mejor opción fue trasladarme. — Si el chocolate que había consumido tenía alguna especie de suero de la verdad, no lo sabría. Pero se sentía tan bien el poder hablar con alguien para liberar un poco el estrés del día.
— Oh, así que eres de nuevo ingreso y la opción más conveniente fue mudarte. ¿Tus padres no te están apoyando? O...
— Ellos lo hacen. Buscaron un apartamento que estuviese cerca de la facultad y pagaron los primeros meses, sé que ellos van a mandarme dinero; lo justo para gastos básicos. Sin embargo ya que estaré por mi cuenta me gustaría no dejarlo todo en sus manos. Mi hermano está por graduarse y también iniciará su servicio dentro de poco. No quiero ser una carga ante esto y también, también me gustaría sentirme útil. No creo que todo vaya a ocurrir como en las películas y que funcionará de viento en popa de la noche a la mañana, sin embargo todo lo que quiero obtener no va a ser servido en vajilla de plata.
Ella se limitó a sonreírle, lo contempló por algunos segundos y minutos después se encontraba saliendo de la tienda con algo más que una bebida que calentara su corazón y algunos dulces que alegraran su pesado día. Él no había tenido forma de saber que salir de aquel local perfumado con especias exóticas iba a ser su entrada a un mundo donde los años se beberían despacio y los tragos de experiencia no iban a ahogarlo.
Con mucho amor para mi bebé consentida, quien ama beber a sorbos la vida, tranquila sin importar si el trago del día es amargo como un espresso o dulce como un Macchiatto Caramel.
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