Full house
Alex gira sobre sus talones y suelta un silbido a medida que observa toda la estancia.
―Bueno, ahora no tendrás que quejarte por problemas de espacio.
Yo sólo respondo con un chasquido, en eso, mamá baja la escalera corriendo y se encuentra con papá que emerge como una bala detrás de una pared.
―Ay Martin, ¿ya viste el tamaño de la planta alta?
Ella salta a sus brazos pegando gritos de felicidad.
―Sí mi amor, parece un sueño, ¿Te gusta tu nuevo cuarto mija?―me pregunta papá.
Mi amor. Hace años que mis papás no se dicen palabras cariñosas o mimos.
―No sé, sin muebles no sé cómo quedaría. Vamos al patio, Alex―digo arrastrándolo afuera.
―Ah, pero yo quería seguir viendo.
―Por desgracia tendrás mucho tiempo para eso―digo cruzándome de brazos y sentándome en un el columpio que dejaron los anteriores ocupantes.
El jardín trasero es una gran extensión de terreno cubierto por pasto verde intenso y cortado a la perfección.Las flores necesitan regarse un poco y el gnomo de césped de papá está frente a ellas, sonriendo orgulloso y con su sombrero puntiagudo reluciendo al sol. Todo pareece nuevo, incluso el gnomo, pero es que papá nunca ha permitido que le pegue mucho el sol. Lo compró con la ilusión de colocarlo en el jardín de nuestra futura casa. Y hoy es el futuro.
Esto es malo, si papá puso su gnomo es que está decidido a quedarse.
―Tal vez debería buscar un abogado y emanciparme―le comento.
Alex se rasca la cabeza.
―Y con gusto te emancipará de tan malos padres que te obligan a vivir en una casa de lujo. Vamos Ana, ya es hora de que le veas el lado bueno a esto.
―¡Sería tanto como rendirme!―lo jalo de la punta de su camiseta y lo acerco a mí―.Tú y yo sí que somos un buen equipo cuando nos lo proponemos. Extraño esos días de sabotajes y explosiones y amenzas de casi muerte...
―Oye, si tus papás no se enteraron de todo eso antes, no hay necesidad de que lo sepan ahora―dice sujetándose de las cadenas del columpio e inclinándose hacia mí―¿qué trama esa cabecita retorcida tuya?
―Es es el problema ¡no lo sé!
Aunque tengo qué confesar que tengo una vaga idea.
Para empezar, he considerado que la única manera de quitarme a Sebastian de encima es recurriendo a Chino o alguno de sus amigos. Podría ofrecerle una suma nada despreciable a cambio de que le de un buen susto. Así se le quitarán las ganas de voltear a verme siquiera.
Tendría qué preguntarle a Carmina o buscarlo de incógnito en su vecindario; consultar a Santiago quizá..., ya veremos.
Si Gil leyera mis pensamientos estaría más convencido que nunca de que soy una chica ruda!
―No sé Alex.
―Mejor que así sea niña―responde poniéndose a espaldas mías y dándome un impulso―, porque no quiero ver en las noticias el titular: "Colegio privado vuela en pedazos"
Tengo que recoger un poco los pies porque el columpio es algo bajito.
―Dije que extrañaba las explosiones, pero no que provocaría una―le grito mientras mi cabello se me va de lleno a la cara.
―¡Estás tratando de despistarme!
―¡Jamás!
Alex usa un pie para poner freno y detiene mi paseo. El columpio se agita un poco, pero lo estabilizo con mis pies. Él se asoma por sobre mi cabeza y yo levanto el rostro hacia él.
―Me imagino que no te ayudo si te digo que me da miedo que se me olvide tu cara―dice él mirándome a los ojos.
―No me ayudas nada, pero me da gusto saber que quieres acordarte de mí. Sobre todo por esa entrometida de Carmina, la súper-niñera―mascullo.
―¿Qué?
―Que yo tampoco quiero olvidar tu cara.
Alex roza sus labios en mi frente.
¿Puedo quedarme el resto de la vida así?
Suena la alarma de su celular, como siempre en el peor momento.
―Hum, parece que voy a entrar antes al trabajo.
―Creí que no trabajabas hoy.
―No mi trabajo regular, pero esto es algo extra. Y ya que otro empleado está enfermo voy a tener que ir yo.
Estaría furiosa si no fuera porque yo también tengo algo que hacer esta tarde, aunque no le diré qué.
―Oye, ni siquiera te he preguntado por tu trabajo. Me la he pasado hablando de mí.
―No hay mucho qué contar―dice poniendo sus brazos alrededor de mi cuello―.Ah sí, hay un nuevo baguette sabor teriyaki, que te encantará, debí contarte ¿verdad?
―Por supuesto.
―Aunque hay una cosa qué...
Me separo un poco de él y volteo a verlo, sus brazos ahora caen flojos sobre mí.
―¿De qué se trata?―le insisto.
―Nada, ni siquiera..., es una tontería.
Analizo su expresión esperando descubrir una pista.
―Me doy, además eres mejor mintiendo que yo, así que jamás lo descubriré.
―No me tomes por un embustero―me responde revolviéndome el cabello.
―¿Quieres un aventón?―digo levantándome de un salto.
―No, caminaré hasta la parada de autobús.
―Tendrás qué caminar mucho, no pasan autobuses cerca de aquí.
Alex pone sus manos sobre mis hombros y me mira.
―Voy a familiarizarme con el vecindario, tú ve adentro y celebra con tus papás. Además, se te va a hacer tarde para ir a hacer la tarea con Clara.
Mi mamá suelta un nuevo gritito de felicidad.
―Oh sí, la tarea con Clara.
―Comparte estas cosas con tu familia, Ana―dice con las manos en los bolsillos―.Nunca sabes cuando puedes perderla.
―Bien, pero no creas que vas a aleccionarme.
Él hunde su dedo en mi mejilla.
―Nada de problemas, ¿eh?
―Lo prometo, mira ni siquiera tengo los dedos cruzados―digo mostŕandole las palmas.
―Ve, tienes mucho qué desempacar.
Agito mi mano y me quedó parada en el jardín, viendo como Alex camina por la banqueta hasta que toma una curva y se pierde. Me pregunto si mi estado de ánimo deprimente empieza a aburrirlo. Si este cambio no será demasiado para nosotros.
Ojalá pudiera mantener mi bocota cerrada.
Vuelvo a casa. Cielos, ahora es mi casa. Y hay cajas por doquier, pero tanto espacio que es fácil esquivarlas.
Al final hemos traído algunos de nuestros muebles que se ven diminutos en un techo tan alto y cuartos tan amplios.
―Anabel, tenemos que ver catálogos y visitar mueblerías, vamos a hacer de esta casa un lugar maravilloso.
Ella se sienta a mi lado en nuestro sillón viejo con uno de los catálogos. Habla tan ilusionada que supongo que no me cuesta nada participar de su felicidad.
Por la tarde me las arreglo para llegar a la casa de Sebastian. Sí, por la maldita tarea en equipo. Quizá no debería haberlo guardado en secreto. Que le guste a este sujeto no significa que me guste a mí. Así que Alex no tiene de qué preocuparse. A veces creo que si lo conociera y supiera sus antecedentes también se cuidaría mucho de no cortejarme.
Así que para ayudarle a mi acosador a que se desilusione de mí, no me he duchado y de hecho me echado un poco de tierra encima, también me he esponjado el cabello.
Sé que he logrado el resultado, pero me incomoda cuando me recibe el portero.
La casa de Sebastian no es una casa en sí sino un apartamento de la zona bonita y exclusiva de la ciudad.Un espacio destinado para unas cuantas familias.
La recepción tiene un piso inmaculado que me hace agradecer no llevar falda porque estoy segura de que se me reflejaría la ropa interior. Tomo el elevador y cuando llego al número de departamento indicado se abre la puerta.
Una mujer elegante y atareada pasa a mi lado sin verme.
―Usted debe ser la señorita Anabel―dice la mujer del servicio―, el joven Sebastian la espera.
Me conduce por el lugar y cruzamos por la estancia. Hay un grupo de señoras conversando alegremente y cuando una de ellas repara en mí quiero esconderme.
―Anabel, disculpa linda, estamos en medio de una convivencia, gracias Celia―dice a la mujer del servico que se retira.
Todas voltean hacia donde estoy y siento que la tierra que me eché encima se nota demasiado.
―Pensé que no vendrías―dice Sebastian bajando las escaleras campante.
―¿Por qué no habría de venir?―pregunta su madre riendo.
―Deberías preguntárselo a ella.
Suelto una risa nerviosa.
―Es sólo una broma del colegio―digo.
Ella me acomoda los cabellos alborotados.
―Ah, bueno ¡niños! , vayan a hacer su tarea aquí seguiremos nosotras. Un placer verte de nuevo, Anabel.
Las invitadas vuelven a platicar y se olvidan de nosotros.
―Es por aquí―me dice Sebastian haciendo una pequeña reverencia.
―Después de tí―le contesto y como ve que no va a convencerme, sube las escaleras.
Sigo a Sebastian hacia el estudio. Es una sofisticada oficina con todos los libros del mundo. Mi escritorio parece una caja de cerillos comparado con el suyo.
―¿Ya ves? No muerdo, ni mi madre.
―De tu madre ya lo ví, de tí todavía no me convences.
―Vamos a hacer la tarea ya, tengo que ir a casa temprano.
―¿Al fin te mudaste?―dice sacando sus cuadernos y colocándolos junto a su laptop.
―No voy a tener una conversación contigo que no sea de mi tarea.
―Uff, esta tarde no será incómoda en absoluto.
Tomo mi lugar y le doy una palmada fuerte a mi cuaderno.
―De eso se trata.No tiene que ser cómoda es una reunión para la tarea, nada más.
―Piensas que soy un malintencionado, qué malpensada eres―desvía su mirada hacia el monitor y teclea rápidamente―.Para aclarar, no estoy coqueteando contigo.
―Perfecto―subrayo con fuerza un apunte.
El se ríe solo.
―No es que me interese, pero ¿te ríes de mí?
―No―vuelve a teclear―.Me río de algo que está contándome Clara, es muy graciosa.
―¿Qué? Deja de acosar a mi amiga, te lo repito. Sé que estás jugando con ella.
―¿Ah, sí? ¿Por qué sospechas eso?
―Es lo de menos, ya hablaremos de eso en otro momento, ahora ¿quieres concentrarte en la maldita tarea para que pueda largarme de aquí?
Me quita el libro.
―Qué remedio. Sé que quieres exclusividad, pero tu amiga es muy linda.
Hago una mueca de asco que sólo le causa más gracia ¿qué tiene éste en el cerebro?
Estoy a punto de salir corriendo cuando el acosador cierra el pico y se pone a leer en silencio. Un minuto más tarde cierra la laptop de golpe para evitar las interrupciones del chat. Me siento un poco mal porque deje colgada a Clara, pero es mejor así. De esa forma yo podré marcharme cuanto antes y quizá Clara se ofenda y entienda de una buena vez que este sujeto no es lo que parece.
Tomamos algunas notas. Sebastian lee en voz alta un párrafo un tanto embrollado aunque logra escribirlo de forma simple, lo cuál es sorprendente.
―¿Hijo?―habla su madre en la puerta―, perdonen la interrupción, ven un momento Sebastian.
Él se acerca a su madre, pero los dos se alejan de la puerta. Yo continúo con mis anotaciones. La puerta se cierra y sus voces suben de tono. Al principio lo ignoro, tratando de contestar a todas las preguntas del ejercicio, pero la conversación se vuelve atropellada. Voy despacito hasta la puerta y pego la oreja, aprieto los párpados esperando entender algo. Hablan demasiado rápido como para seguir el hilo. Sebastian entra de golpe y yo me pego a la pared para que la puerta no me de en las narices.
―¿Qué haces?―me dice tratando de sonreír.
―Eh..yo... ¿sa... sabes donde esta el baño?
Idiota, claro que sabe donde está, es su casa.
―Donde siempre, al fondo a la derecha.
Afirmo con la cabeza y me vuelvo a sentar.
―Voy aguantarme hasta que terminemos.
―Da igual―dice agarrando de nuevo el libro y leyendo desganado.
Algo pasa. Y sé que no es novedad porque con Sebastian algo pasa siempre.
Miro mi reflejo en uno de los cristales. Seguro que su madre debió mencionar algo de mi aspecto. Quizá no le agraden las chicas desaliñadas en su casa cuando tiene de visita a sus amigas. No es agradable ser rechazada pero si mi presencia mete a Sebastian en problemas con su madre a lo mejor empieza mantener su distancia.
―¡Listo!―digo cerrando mi cuaderno―.Ahora sí me voy.
―Pero mi mamá va a ofrecer bocadillos, le encantaría que te quedaras.
―Ajá.
―¿No me crees?
―¿Yo? ¿Dudar de tí?―recojo mis cosas a la velocidad de la luz―.Nos vemos en la escuela desgraciadamente.
Lo dejo con la palabra en la boca, bajo las escaleras a toda prisa y con mochila al hombro y me dirijo hacia el recibidor con el ascensor.
―Anabel, por favor, quédate un rato. Come algo antes de irte―la madre de Sebastian me atrapa, llevándome de regreso a la estancia. Sebastian sonríe al pie de las escaleras y las mujeres conversan y comen, esto parece un deja vu.
―Gracias, qué amable―le digo cuando me entrega un vaso de cristal con ponche.
―Ponte cómoda―dice quitándome la mochila que Sebastian recibe―.Ya trabajaron mucho, merecen un pequeño descanso.
Mi sonrisa falsa de la primera reunión en el hotel vuelve al ataque.
―Te dije que ella quería que te quedaras―dice Sebastian guardando mi mochila en una gaveta.
―No me dejarán salir de aquí nunca más ¿verdad?―digo mirando cómo la gaveta aprisiona mi mochila y a mi de paso.
―Tú en definitiva vives en un mundo de drama muy interesante.
Pongo los ojos en blanco y me aparto de él. No me queda otra escapatoria que mezclarme entre las señoras.
―Esta es una tertulia de damas―le digo antes de huír hacia la mesa con bocadillos―.Deberías volver a tu cuarto.
Voy sacándole la vuelta a las mujeres mientras avanzo hacia mi objetivo. Una que otra me mira de pies a cabeza, en tanto que a otras les parece graciosa mi forma de desplazarme.
―Buenas tardes, usted disculpe...
Llego a la mesa y tomo rápidamente tres canapés, buscando que Sebastian no venga por ninguna parte. Un camarero dispone algunos pastelillos. Una mujer susurra que ya van a servir el champám y cuando me doy vuelta casi choco con el otro camarero. Él se las arregla para equilibrar la bandeja y yo lo ayudo a sostenerse. Me cuesta un segundo reconocerlo por las gafas de pasta.
―¿Alex?
―¿Ana?
―¿Qué haces aquí?―preguntamos a la vez, y yo volteo hacia Sebastian que me busca con la mirada.
***continuará***
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