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¿En serio?

―¿A un colegio?―grita Clara a todo pulmón, y a su madre que vuelve a la mesa con un tazón de salsa, casi se le salen los ojos de sus órbitas―.¡Debes estar super nerviosa!

―Sabía que me entenderías―digo jugando con la comida.

―Pero ¿no es muy precipitado?―dice su madre sentándose muy tiesa―.Tu padre apenas fue contratado, si lo despiden o no se concreta su trabajo tendrías qué pagar esas carísimas colegiaturas, o la más seguro es que tendrías qué dejar la escuela...

―¡Mamá!

―Querída, Martín ya debe haber pensado en todo eso, no creo que tomen una decisión a la ligera―dice su padre.

―Espero que no―respondo―.De todos modos si boto los estudios no me importaría, no quiero ir allí...

―Mmm ¿No hay nada que puedas hacer? Hubiera sido genial que hubiéramos ido a la prepa juntas.

Tiene toda la razón, pero esperaba que estuviera un poco más triste. Clara levanta su vaso de jugo de naranja y se extraña de la forma resentida en que la miro. Sé que es estupendo tener una personalidad tan relajada, pero tener una amiga tan neutral puede ser desesperante en ocasiones. Preferiría que rompiera a llorar como yo casi lo hago cuando supe que no podría ir a la escuela por varias semanas la vez se lastimó el pie bailando.

―No Clara, no hay nada que pueda hacer―le espeto arrancando de una mordida un pedazo de mi pan.

Los padres de Clara se remueven en su asiento, carraspean y luego intercambian un par de miradas. La madre de Clara asiente.

―Creo que es buen momento de darles una buena noticia, Clara tú también tienes que ir a ese colegio―dice su papá.

Clara se relame el jugo en los labios.

―¿Y me lo dicen hasta ahora?

―Sí, bueno, parece que... si Anabel va ir a un colegio aunque sus padres no tienen un empleo tan seguro como el nuestro no veo porqué tú no―dice su padre.

―Pero no vamos a poder pagarlo―dice Clara extrañada.

―Por suerte somos una familia muy previsora, lo pagaremos con nuestros ahorros.

―¿Qué? No deberían gastar en una colegiatura, pensé que nos iríamos de vacaciones...

―Shh, si tus papás ya decidieron debes respetarlos―intervengo.

―Es que aunque ganen bien―dice Clara―, ¡ya teníamos planes para ese dinero!

¿Está mi amiga demente? Vamos a ir a la misma escuela, ¡no debería ponerse así!

―Ni que no fuéramos capaces de duplicar o triplicar nuestras ganancias.Ya es hora de que tengas una vida más a la altura de nuestra situación social―concluye su mamá.

―Ay bueno, ya ustedes tomaron la decisión, está bien, inscríbanme en el dichoso colegio.

―¡Sí!―corro a abrazarla―.Va ser lo máximo, tú y yo en el mismo salón de clases como siempre, ¡las dos mosqueteras juntas!

―Ojalá este año sea más tranquilo que el anterior ¿no?―me advierte Clara.

Su mamá deja de huntarle mantequilla a su pan y levanta la mirada hacia nosotros.

―¿Qué les pasó el año anterior?

―Nada de nada―responde Clara, recogiendo su plato y su vaso―, ya saben, teníamos muchas tareas, los semestrales y el proyecto de ciencias, ¡hasta yo que estaba lastimada tuve que entregar un reporte sobre volcanes!

Recojo también mi plato.

―Me encantaría que en este curso también hicieras algo extracurricular―comenta su padre ensartando una rebanada de tomate en su tenedor―, en un colegio prestigiado es mejor llamar la atención desde pronto. Clara, tienes qué destacar.

Ellos no tienen la oportunidad de ver el gesto de fastidio de mi amiga cuando se da la vuelta y enfila hacia la cocina. Voy detrás de ella hacia el lavaplatos.

Clara termina de vaciar los restos en el contenedor de basura orgánica pasando la cuchara de forma brusca sobre el plato.

―¿Qué te pasa mujer? ¡Vamos a ir juntas a la misma escuela! Ya deberías estar celebrando.

―Oh no, verás, sí que me hace feliz, pero yo quería ir de vacaciones.

Ahora va y llena el fregadero con agua jabonosa.

Es inaudito que le importe más bien poco que seguiremos siendo compañeras. Yo habría celebrado por todo lo alto y también estaría muy tranquila de ir a clases ahorrándome los nervios de no conocer a nadie. Pero me cuesta aceptar que Clara y yo no reaccionamos igual.

Aunque se me apachurra el corazón y quisiera reclamarle, me controlo. Sería bastante patético decirle algo como: “¡¿Es que no te importa nuestra amistad?! ¿Cómo te puede dar la misma?”.

De ninguna manera es algo que una chica independiente diría. Mucho menos una que se ha propuesto actuar con madurez.

―Yo que tú no me preocuparía, tus papás son los mejores agentes de bienes raíces de la ciudad, van a ganar un bono especial o algo y te van a dar esas vacaciones que tanto quieres.

―Conoces a mis papás si trabajan a marchas forzadas van a estar insoportables en el viaje.

Y claro que los conozco. Cuando estábamos en primero (de secundaria) me llevaron con ellos a un paseo a la capital y terminaron discutiendo con el guía turístico por su manera de pronunciar el nombre de unas ruinas arquelógicas. El agotamiento laboral hace cosas locas en la mente de las personas. En especial a padres tan quisquillosos como los de Clara.

La nueva escuela me tiene tan nerviosa que parece que he olvidado cómo empacar en una caja de cartón. Me siento mareada con las conversaciones de mis papás. A todas horas hablan de lo que hace falta comprar y los muebles de la casa que “ya no van” con nuestro nuevo y flamante hogar. Ya les advertí que no quiero deshacerme de todos ellos, en especial no de mi viejo sillón donde veo la tele.Estoy dispuesta a aferrarme a él y llorar y patalear si es necesario para que no lo tiren.

Todo pasa demasiado rápido entre trámites para vender el departamento, empacar algunas cosas y sobre todo acompañar a mi madre a todos lados para ver precios. Entre tanta locura, mi comunicación con Alex se limita a mensajes por el celular.

Una mañana, mamá nos lleva a Clara y a mí a comprarnos el uniforme. La tienda está un poco patas arriba pero yo afino la vista para hacerme una idea de cómo serán mis futuros compañeros. Es una pérdida de tiempo porque quizá ninguno de ellos vaya en nuestro salón.

Al medirme el uniforme observo el escudo de la escuela.Ahora soy parte del prestigiado colegio Isaac Newton así que tanto la manga de mi blusa como mi saco llevan el bordado de una manzana. Espero que no sea como la que la bruja le dio a Blancanieves que a primera vista se ve inofensiva, pero que esconde un terrible veneno.

En la oscuridad de mi cuarto repaso mi estrategia de sobrevivencia escolar. Escuchar a los demás antes de hablar, no portarme respondona con los maestros, desconfiar de todos pero sin verme paranoíca, poner much atención en las clases...

Pienso que debo llegar con un elegante retraso, como diría Bob Esponja. Si voy demasiado temprano me veré muy tonta sin saber con quién hablar, y si voy muy tarde llegaré con mi carota de susto, sin mencionar que no podré darme el lujo de escoger un asiento. No me gustaría quedar atrapada con algún insoportable ¡al menos Clara estará a mi lado!

Las sábanas me sofocan, luego me da frío y me tapo. Vuelvo a destaparme. Voy a extrañar las encantadoras noches de insomnio en mi habitación.

Ni siquiera tuve tiempo de peinarme en la mañana.

De tanto estar dándole vueltas a las cosas me dormí muy entrada la madrugada y se me hizo tarde.

Mamá tuvo que darme un aventón en nuestra carcacha y me deja a una cuadra de la escuela.

―¿Qué va apensar el portero si nos ve en este vejestorio?―me dice cuando la fulimno con la mirada.

―¡Que somos una familia como la suya que vive con el salario mínimo!

―Ya no más queridita.

Si quiero retrasarme más me quedaría a discutir, pero como no conozco los métodos de castigo del colegio, (ni quiero averiguarlo) entro corriendo y voy derecho hacia la explanada.

Me quedo con la boca abierta.

Hay una amplia sección de edificios sofisticados, pero las oficinas y otros salones que no tengo idea de lo que serán tienen un aspecto clásico.

Voy derecho por uno de aquellos edificios con una placa que corresponde a la de primer año. Un amplio pasillo con murales informativos y artísticos, tan ordenado que parece que estoy en una galería de museo. Está silencioso como un cementerio.

―¡Buenos días! ¿Puedo pasar?―digo abriendo la puerta de par en par.

Un montón de ojos se pasean sobre mi.

―¿Usted es?―dice una maestra de aspecto sobrio.

―Anabel.

Volteo hacia ella por un instante y luego trato de ubicar a Clara para sentarme junto a ella.

Mi mirada se encuentra con la de un chico flaquito y de ojos vivaces que me observa con incredilidad, casi con emoción. Ubico entonces a Clara, sentada en el medio del salón y rodeada por un grupo de chicas bastante guapas en las que podía confundirse.

―De acuerdo, ve a tu lugar―dice la maestra una vez que ha corroborado la lista de asisitencia y señala hacia el fondo.

Oh, no, el fondo del salón.

Sólo los chicos como Alex que no piensan poner atención o los relegados se sientan atrás.

Desesperada, busco alrededor del lugar de Clara, quizá la chica que se sienta a su lado se haya esfumado.

Leo los labios de Clara que me apuran a sentarme. Ell tampoco quiere que empiece a causar problemas desde el primer día.

Bueno, supongo que no voy a quedarme en un lugar fijo todo el semestre. El primer día es en realidad de prueba hasta que todo se ajusta, así que voy a mi lugar asignado.

Junto a mi banca el chico flaquito se me queda viendo de tal manera que me pone incómoda.

A ese paso me volverá loca para el final de la clase, pero pronto ya no tengo razones para preocuparme por eso.

―Anabel, bienvenida a la élite. ¿no te dije nos volveríamos a ver?―dice Sebastian desde la otra banca a mi lado y sonriendo triunfalmente.

* * * continuará***

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