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Condenada por la campana

Mamá no está nada contenta con mi borrachera espontánea, menos aún que haya tenido la imprudencia de quedarme a dormir en la casa de Alex, "Su madre creerá que eres un alocada, y peor ¿te imaginas que los compañeros de tu padre se enteraran?Anabel, ya es hora de que te comportes como una señorita".

Furiosa pero ya con el gusanito de la culpa, llego al penal, quiero decir a la escuela. Papá no tiene la culpa de mis arrebatos, o más bien sí, es su trabajo el que ha causado todo. Aunque sería muy tonta si me quejara de su sueldo que nos dará lujos como comer tres veces al día.

―¡Hola! ¿Qué tal tu fin de semana?―dice Gil en el pasillo.

―Mejor de lo que pensaba.

―¿Sí? ¿Fuíste a la fiesta del salón?

―Pff, no. Ni siquiera sabía que harían una fiesta.

―Yo tampoco fuí, mi mamá dice que son un pretexto para los vicios, así que me llevó al teatro.

―¡Ah, las mamás! Creo que tú y yo podemos ser buenos amigos―digo echándole el brazo y sintiendo que me empieza a caer mejor, aunque me da un poco de pena.

Ser una chica sobreprotegida no es nada nuevo, pero a un chico con mamitis ¡se lo tragan vivo!, Gil está mucho peor, y sé reconocer los casos de emergencia cuando los veo.

En el salón de clases hay un alboroto parecido al de fin de cursos. Las chicas hablan emocionadas y los chicos se apiñan alrededor de ellas, ¿a qué se debe?

No es que sea mi incumbencia pero me acerco a ver.

―Ya muchachos, no es para tanto sólo fue un beso―dice Clara en el medio de la multitud y con una risilla coqueta.

Las demás pegan grititos y yo me asomo como no queriendo la cosa a un chico que trae su celular en mano, me asomo a la pantalla y veo un foto de ella besándose con alguien.

―Pues yo creo que harían muy bonita pareja―dice Mónica, la más sobresaliente del grupito con el que Clara se sienta en clase.

―Vamos chicos, fue sólo un beso, ustedes tendrían qué ponerse de novios con quien se besaron también.

―Ya no la presionen―dice Sebastian―.Si tiene que ser será―concluye guiñándole un ojo.

Sebastian sale de la multitud y se topa de frente conmigo.

―¿Celosa?―dice guiñándome el ojo a mi también.

―¡Ni loca!

Él sigue de largo y voy tras él.

―¿Por qué estás acosando a mi amiga?

Toma asiento y estira las piernas, reclinándose en el respaldo.

―Te aseguro que fue un acoso mutuo.

―No sé qué estás tramando, pero te voy a descubrir―lo amenazo apretando los puños a los costados.

Sebastian saca un libro, lo abre y hace como que no estoy pero dibuja una sonrisa pícara.

―Estás celosa porque me gusta tu amiga, acéptalo.

―En qué idioma quieres que te diga―le espeto arrebatándole el libro―¡No me interesa nada de tí y tu estúpida escuela! ¡sal de mi vida! ¡quiero que dejes a mi amiga en paz!―remato arrojando el libro por los aires.

Tengo tal suerte que justo en ese momento entra la señorita Clementina a quien el libro le roza los cabellos. A esas alturas, ya todos se han dado cuenta de mi escándalo, y Clara me mira incrédula desde su sitio.

―Odio pensar que es una busca problemas señorita Anabel, pero hasta ahora ha sido una constante. Vaya a la dirección.

―¡Yo le muestro!―se ofrece Gil levantándose de golpe.

―No, no. Ya que el jefe de grupo fue el agraviado lo mejor es que él sea quien la reporte.

―Uf, soy capaz de ir yo sola, puedo preguntar.

―Me temo que no confío en usted señorita Anabel.

Para que Sebastian no se saliera con la suya de molestarme me adelanto varios pasos. Me importa un comino que me reporten, para mí mejor. Sé que papá se las arreglará en su trabajo y no creo que se perjudique la imagen que tiene de mí. Aceptémoslo, no se puede decir que esté orgulloso de mí, así que si lo avergüenzo de nuevo sólo sería ponerle una raya más al tigre, sus jefes entendrán que su hija no es material para la distinguidísima escuela Newton, quizá hasta les de un poco de gusto que una chica del pueblo mantenga sus manos alejadas de lo que sus refinados hijos tocan.

―¿Por qué te molesta tanto que besara a Clara? No creí que fueras tan posesiva.

―No voy a hablar contigo.

―Sé que preferirías toda la atención, pero las cosas pasaron así. Tú sabes cómo son las fiestas.

Me detengo al instante.

―¿Cuál fiesta, la del salón?

―Sí, debiste ver cómo se divertía. Ella no es nada gruñona como tú, tengo qué decir, me sorprende que sean amigas―concluye entrando a la oficina de orientación.

O sea que el fin de semana con la tía Gertrudis era una coartada, ¿cómo es que Clara me mintió así?

¿Y a Sebastian le sorprende nuestra amistad? Bien, pues me da la impresión de que a como van las cosas, no lo seamos por mucho tiempo.

Entré a la oficina y me quedé en la salita de espera, mientras Sebastian habla con una de las secretarias. Yo todavía sigo de piedra con la revelación referente a mi amiga.

Es obvio que Clara prefiriera a las otras chicas que a mí. Ellas no son unas atolondradas a las que el desastre las persigue a donde van. No. Son toda sonrisas (con dientes perfectos dicho sea de paso) maquillaje perfectamente puesto y buenas para hacer los amigos correctos.

―No digas que no hago nada por tí―dice Sebastian cuando salgo de mis pensamientos y dándome el reporte.

"Permiso para salir de la clase por enfermedad".

Sebastian se da vuelta para volver al salón

―¡Gracias por nada! ¡Sé que eres un bribón! ¡Te voy a descubrir!

Y como veo algunas secretarias que se asoman, corro tan rápido como puedo detrás de un edificio.

Sí, ahora me está haciendo favores, pero apuesto que va acobrárselo caro.Tengo qué descubrir qué trama antes que sea muy tarde. Su reciente interés por Clara no me parece nada creíble.

―¿Anabel?

―¿Profesor Miranda? ¿Qué hace aquí?

―¿Qué parece que hago? Come un sandwich a solas, casi ocultándose,

―Por el sandwich que trae yo diría que comiendo a escondidas.No sabía que trabajaba aquí.

―Bueno, mi auto necesita una transmisión nueva, si conoces otra forma de hacer dinero además de dar clases en varias escuelas dime.

Suspiro y me siento a su lado. Debo estar de verdad mal para sentirme cómoda en su presencia, casi en compañía de un viejo amigo.

―Debería comer en la cafetería o el área de maestros.

―No te pedí consejos que recuerde, estoy bien.

―¡Ajá! Le incomodan los otros maestros, ¡también odia esta escuela!

―No proyectes tus preocupaciones en mí.

―Diablos hombre, si un adulto no puede resolver esas cosas, ¿qué esperanza tengo yo?

―Ah, ¿te decepciono? ¿te gustaría que fuera un ejemplo para tí? Déjame decirte algo, los adultos tenemos que pasar por mucha porquería. Lamento arruinar tus ilusiones de adolescente.

―Fíjese que no tengo ninguna. Todo lo que quiero es salir de aquí.

―Pues encuentra el modo si tanto te molesta, esa cara de víctima me molesta bastante, es más me quitaste el hambre.

―¿Y cree que no lo pienso?

―Como si con eso fuera suficiente, no esperes a ser un adulto con cuentas que pagar y una úlcera para arreglar tus problemas.

Suena el timbre.

―Ah, de regreso a la tortura―dice él.

―Debería dejar de llorar usted también.

Se sacude la ropa y guarda la envoltura del sandwich en su saco.

―Este es mi lugar secreto, así que no vayas a venir a molestarme aquí.

―Ugh, no se preocupe. No tengo intenciones de repetir esta conversación.

El profesor sale a la explanada de la escuela, saludando a la señorita Clementina con lo que parece una sonrisa franca, me pregunto cuánto habrá ensayado delante del espejo. Quizá debería copiarle el truco. Aunque por ahora tengo cosas más importantes en qué pensar.

A tres salones de llegar al mío Clara se acercaa toda velocidad.

―Anabel no debiste, estoy muy enojada contigo.

Yo me sobresalto.

―No te hice nada.

―¡Me pusiste en vergüenza! Ahora todos se burlan diciendo que eres mi chaperona, ¿por qué tenías qué aventar el libro de Sebastian y hablarle así?

―Te estaba defendiendo Clara, tú no le gustas nada. Lo juro.

Clara frunce el ceño.

―Tú no sabes eso, nos besamos en la fiesta.

―Exacto, no estaba ahí, y tú tampoco deberías haber estado a menos que tu tía Gertrudis fuera la anfitriona―le recrimino cruzándome de brazos.

―Está bien, te mentí.De haberte dicho que quería ir a la fiesta habrías empezado a decir cosas horribles de la escuela y Mónica y las demás chicas.

―¿Qué?

―Sé lo que piensas Anabel, los odias a todos. Y no quiero que me odies junto con ellos.

―¿Y tú qué? Te avergüenzas de mí, a veces creo que te estorbo para que te la pases bien con tus nuevos amiguitos.

―No es un crímen hacer nuevos amigos.

―Pero no como estos ¡por favor!―digo entornando los ojos y riendo―.Ellos sólo nos ven como las nuevas ricas, nunca nos considerarían sus amigas de verdad.

Clara pone las manos en jarra y baja la voz.

―Las compañías de Alex no eran muy buenas que digamos y aún así yo te apoyé en todos tus líos. Espero lo mismo de tí.

―Ni hablar, estos son unos engreídos, no son como las amistades de Alex.

—Oh, sí, dime ¿Carmina ya es tu mejor amiga? ¿Chino te ha traído algo bueno?

―Ellos no vienen al caso...

―No es justo que sólo tú te arriesgues con extrañas amistades y metiendo la pata.

Esto es demasiado, le han lavado el cerebro a mi amiga ¿cómo es que no lo ve?

―Clara, esto va a terminar muy mal, Sebastian no te quiere, está coqueteando conmigo para molestarme.

Clara enarca una ceja.

―Ahora resulta que está enamorado de tí.No sé que es peor, que lo digas para desanimarme o que de verdad lo creas.

Intento por todos los medios no soltar una perorata desesperada para que me crea, sin embargo ella está convencida de que estoy delirando.

―Ok, me estoy imaginando cosas. Pongámoslo así. Yo...yo quiero que estemos bien Clara, que no te hagan nada malo.

Eso parece bajar sus defensas ya que el enrojecimiento de su cara disminuye.

―Gracias, pero me sé cuidar sola.

―Te voy a tener qué creer.

Clara suspira.

―Me siento mal por no decirte que iría a la fiesta.

―No pasa nada.

―Y como no quiero volver a mentirte, es mejor que sepas que de verdad me caen bien nuestros nuevos compañeros y Sebastian se portó muy lindo.

¡Agh, ese maldito!

―Parece agradable―digo apretando los dientes.

―¿Podrías hacer un esfuerzo para que nos llevemos bien todos? Como cuando vamos a la cafetería con mónica y las demás, mostrar un poco de interés por sus cosas sería un poquitín más educado.

¿Acaso sus papás la manejan a control remoto ahora?

―Lo intentaré.

Clara me abraza.

―Va a ser muy divertido, la fiesta no fue lo mismo sin tí.

Le regreso el abrazo.

―Quizá soy yo la que te da mala suerte en las fiestas, tu píe está bien.

―Oye, es cierto―dice dando pequeños pisotones―.Aunque así fuera eres mi mejor amiga.

Sé que lo dice de corazón, aunque no me agrade nada el rumbo que está tomando su vida social. Sería muy estúpido perder a una amiga de años por tanto lío con la escuela. Tú ganas esta Clara. Entre chicas no se puede esperar que te den la razón en todo todo el tiempo.

Después de arreglar el malentendido que no lo es en absoluto, llegamos al salón. Clara le dirigió a Sebastian una de esas miraditas furtivas pero obvias, algo que no le cayó nada mal a él.

―¿Te suspendieron?―saltó Gil ensu asiento.

―No.

―No―repitió Sebastian―.Es su día de suerte, y su fortuna no termina ahí.

―¿Qué estás balbuceando?

―Que tienes que ser más amable con tu compañero de equipo.

―¿Mi compa... ¡Noo! ¿Qué hiciste?

―Nos anoté como compañeros de equipo en la clase de la señorita Clementina. A ella le pareció buena idea, para que te oriente.

Ahora sí no me queda duda, está tramando algo. Qué mal que acabo de arreglármelas con Clara que si no, le daría su merecido a este.

  ***continuará***

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