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Como la chica nueva

Ugh, tengo ganas de vomitar.

Éste sujeto levanta una ceja y me dice con voz cínica:

―Me doy cuenta de que te da mucho gusto verme.

Estoy a punto de decirle que para nada. Lo que hace es ponerme tan nerviosa como el otro chico que clava su mirada en mi nuca.

―¡¿Qué?!―le espeto al niño flaquito.

―Guarde silencio señorita. Es de mala educación llegar tarde y hacer escándalo además.

Me siento como una idiota y volteo hacia Clara que de nuevo hace muecas para que me gire al frente. En serio, si eso es todo lo que voy a comunicarme con mi amiga, hubiera dado lo mismo que fuéramos a diferentes escuelas.

La profesora se ajusta las gafas y se coloca delante del pizarrón, dando una mirada general a la clase.

―La mayoría de ustedes ya me conoce, pero veo caras nuevas, así que me presento, soy la Señorita Clementina, algunos colegas me llaman Clemen. Ustedes no lo hagan o les resto tres puntos.

Suelto una groseria en voz muy baja. Jamás creí que diría esto pero...extraño al profesor Miranda.

―Haremos un repaso para probar sus conocimientos en gramática. Sebastian si me hace el favor.

―Sí profesora―dice muy vehemente.

Sebastian se levanta y recibe una pila de cuestionarios que reparte en cada banca. Cuando me da el mio se lo arrebato de las manos. ¿Qué se trae? No me pareció que fuera el chico aplicado de la clase cuando lo conocí en el balcón del hotel.

Una vez que todos tenemos nuestros cuestionarios toma su lugar de nuevo junto a mí.

―Yo no me preocuparía, son preguntas muy sencillas, a menos que necesites ayuda―dice inclinándose hacia mi lado poco a poco. Y poco a poco yo me voy alejando hasta que termino por resbalar de la banca y azotar en el suelo como un tronco derribado.

Hay un revuelo de útiles, bancas arrastrándose y risas. Todos se han levantado para ver a la idiota del día. Escucho comentarios burlescos, así como un tono de incredulidad. Roja como un tomate me quedo inmóvil allí tirada, hasta que un par de manos aparecen para socorrerme.

―¿Por qué te quedas ahí, tonta?―me susurra Clara tan colorada como yo.

―No puedo... no puedo levantarme ―le digo apretando los labios y con la cara ardiendo.

―¿Estás lastimada?

―No―susurro―.No quiero pasar la humillación de...

Clara asiente.

―Le duele, profesora―le dice.

―¿Se fracturó quizá?―comenta Sebastian agachándose también y cuando va a revisarme le doy un manazo―.Creo que prefiere tu ayuda―le dice a Clara, y mi amiga se engancha un mechón de pelo tras la oreja. Cosa que suele hacer cuando se pone nerviosa en la presencia de un chico que le gusta.

―Llévenla a la enfermería―dice la maestra.

Clara me sirve de apoyo para levantarme. Sebastian retrocede cuando le advierto con la mirada que no se atreva a tocarme así que antepone las manos.

―Gilberto, haznos el favor...―indica la maestra al chico flaquito que se pone de pie como un resorte.

Para no arriesgarme a un castigo, tengo que seguir con el teatrito de que estoy herida de muerte así que encojo mi brazo y camino con un cojeo. Bajo la vista lo más que puedo, con la idea de que si no miro a nadie, nadie me verá a mí. Grave error.

Apenas dejamos el salón el chico empieza a parlotear.

―No te preocupes, en un rato te vas a sentir mejor, me puedes decir Gil por cierto. Yo no soy como la profesora.Soy Gil para los amigos.

―Ah, hola Gil―digo un tanto desganada, todavía muerta de vergüenza.

El patio exterior es grandísimo, lleno de árboles frondosos y bancas. Está rodeado por salones muy bonitos como el de música y pintura. Wow. Esto parece un palacio más que una escuela. Mis ojos no hayan donde mirar, hasta que veo un dispensador de agua purificada de manantiales o algo así. Todo el lugar es como un laberinto que lleva a una ruta cada vez más agradable que la anterior.

¿Dónde están las bardas grafiteadas? ¿Y las bancas con rayones? ¿Los bebederos de agua de dudosa procedencia o las puertas desvencijadas de los salones?

Oh, Toto. Creo que ya no estamos más en Kansas.

―Lástima que llegaste tarde, te perdiste el tour que le dan a todos los nuevos―dice el pequeño Gil.

―Una tragedia―le respondo ya cerca de la enfermería.

Mientras esperábamos mi turno (yo agarrándome el brazo que ya me dolía de verdad) Gil se veía ansioso. Hasta que finalmente preguntó lo que supongo que quería preguntarme desde que me vio entrar al salón.

―¿Es verdad que eres..., que vienes de una escuela pública?

Sin comprender muy bien a qué venía tanta intriga le respondí.

―Sí.

Su cara se iluminó.

―¿Con pandilleros y armas? ¿En un barrio bajo?

No estaba muy convencida de qué contestarle. La mitad de las cosas que mencionó eran parcialmente ciertas.

―Diría que 50/50.

―Increíble―dijo abriendo los ojos.

―No te emociones, no es para tanto.

―Es que yo nunca había conocido a nadie qué... yo nunca había hablado con una...

―¿Una qué?―pregunté riendo.

―Una chica de barrio.

Ahí sí me solté a reír a carcajadas. El pobre Gil me miraba sin comprender la gracia, pero intuí que creía que como una “chica de barrio” yo debía saber más de la vida.

―Mira Gil, soy pobre pero muy ñoña. Lo de chica de barrio es más hollywoodense ¿sabes?

―Pero ibas a una escuela pública.

―Sí.

―Y tus papás ganaban...

―¿El salario mínimo? Sí.

―¿Y has ido de vacaciones a Europa?

De nuevo me eché a reír. Europa, sí cómo no.

―Me han dicho que en las escuelas públicas llevan armas y drogas, y que hay miembros de pandillas...

Iba a aclararle unas cuantas cosas de las realidades de la clase trabajadora, pero recordé un par de detalles.

―Bueno, mi novio estuvo en una pandilla.

―¡¿De verdad?!

―¿Qué pasa contigo? No es cool para nada. Además, hace mucho que se retiró. Es un muchacho muy decente y responsable.

Pero Gil estaba demasiado impresionado para contenerse.

―Desde que Sebastian dijo que ibas a entrar a nuestro grupo supe que serías lo máximo, ¡un chica ruda de verdad en nuestra escuela! ¡alucinante! Tienes qué enseñarme a ser como tú.

―OK, Gil. En primer lugar creo que tenemos conceptos muy diferentes de lo que significa ser “ruda”. Y en segundo te hace falta un baño de realidad o un baño de pueblo más bien para que veas por tí mismo que no es nada de lo que te imaginas.

―¡Me encantaría!―luego de su momento de entusiasmo se encorvó―.Ah... mis papás nunca me van a dejar andar solo, sin un guardia.

―Demontres, ¿pues en qué universo alterno viven ustedes?

Gil se encoge de hombros y luego parece que se le ocurre algo de nuevo.

―Pero si tú vas a ser mi amiga, será más fácil.

Sus ojos de cachorro implorante me desaniman a seguir alclarando el asunto.

―Vamos a ver si quieres seguir siendo mi amigo cuando descubras que no es tan emocionante como crees.

No le importan mis últimas palabras ni un ápice. Gil está tan animado que nada de lo que diga podrá arruinarle la ilusión.

   Para cuando la enfermera me revisa ya es hora de receso.

Salgo con una ridícula venda en el brazo, lo cuál hace que no pueda evitar las comparaciones. En mi antigua escuela la enfermera me habría ignorado o creído que estaba mintiendo. A veces cuando llegaba toda adolorida por el período, casi tenía que aferrarme a su pierna y suplicar por un parecetamol. Pero claro, como ahora soy una más de las “niñas bien” me tratan como a una reina. Nadie duda de mi palabra. Y quizá me llevaran a internar en urgencias si me pincho con un alfiler. Eso sí, no me conviene protestar por las diferencias de clases en este momento. No si no quiero que la encantadora Señorita Clemen me ponga en su lista negra.

En esas estaba cuando llega un mensaje a mi cel.

“Te espero en la cafetería” escribe Clara.

Pero un segundo después llega otro mensaje que me alborota las mariposas estomacales.

“Sorpresa.Estoy en el portón”, Alex.

Me despido rápido de Gil y corro hacia Alex a velocidad supersónica.

Él está en un duelo de miradas con el guardia de la puerta. Es un hombre corpulento con un aparato de radio en la mano. Me apuro a llegar pensando que tendré qué inventar algún pretexto para salir pero el sujeto me abre el portón.

―Este payaso no me dejaba entrar―dice Alex, todavía mirándolo.

―Debe ser una de las políticas de este manicomio―le digo llevándomelo por el brazo lo más lejos de ahí.

―¡¿Qué te pasó?!―pregunta cuando repara en mi brazo vendado.

―Nada, me caí de la banca y ahora tengo que fingir que estoy lastimada de gravedad―le susurro.

―Pero la caída fue real.

―Por desgracia.

Alex menea la cabeza y toma asiento debajo de uno de los árboles del patio delantero y acomoda su mochila entre nosotros, rebuscando algo en ella.

―Entonces ya tuviste la oportunidad de brillar en sociedad.

Le empujo la cara por la mejilla.

―Cállate, apenas es el primer día y ya hice una escena.

―Lo ví venir.

―¡Eh!

―Por eso te voy a consentir―dice sacando un termo de su mochila y dos contenedores de pĺástico.

Abro el que me da y casi me pongo a llorar.

―¿Me trajiste pizza? ¡Eres un santo!―digo saltando a sus brazos y comiéndomelo a besos.

Él me abraza también pero no le doy mucho margen para hacer ningún movimiento romántico. Al final, le tomo de la cara y le estampo un beso junto a la boca.

―Menos mal que no vamos a la misma escuela, si no, la pasaríamos faltando a clases para besuquearnos.

―Tú siempre tan romántico―le doy un mordisco a mi rebanada―.Ahora que lo pienso, ¿vas a alcanzar a llegar a la siguiente clase?

―Seguro.

Aunque diga eso, creo que no es cierto. Nuestras dos escuelas están demasiado lejos la una de la otra, y no me atrevo a preguntar si ha tenido que tomar dos autobuses.

―Ah, se me olvidaba, tengo día libre el sábado y los del salón van a hacer una fiesta.

―¿De verdad?―digo casi saltando.

Es justo lo que necesito. Regresar a mis raíces con mis antiguos compañeros para volver aunque sea por un rato a mi antigua vida, imperfecta pero increíble.

Nos despedimos para volver cada uno a clase y cuando nos damos el último beso, veo a un fisgón a lo lejos. El encimoso ese de Sebastian.Y para que se entere de lo bien atendida que estoy, le doy un súper beso a Alex. En un segundo, Sebastian se esfuma y Alex no tiene nada qué protestar.

¡Misión cumplida! Eso tiene qué bastar para que me deje en paz ¿verdad?

* * *Continuará...

Otro capítulo, aaah, no sé qué voy a hacer cuando publique el último que escribí.
Todavía no sé si continuar esta historia así como está o algún día escribir una segunda parte diferente y dejar las dos.
Bueno, pero eso depende de que la escriba en primer lugar.
Ay, estoy divagando.
Gracias por leer! 💗💜💗

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