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E (II)

N/A: Hoy, por ser un día especial, me siento generosa. Disfrutadlo 💕


Todavía no había puesto un pie en la casa y ya quería salir por patas de allí. Jungkook me vio las intenciones y me agarró del brazo, inmovilizándome.

—¿Adónde te crees que vas? —interrogó el mayor, alzando estrictamente una ceja. Su mirada se aferró a mí tanto como sus dedos a mi piel.

Me hice la tonta.

—¿Eh? Ah, es que creo que me he dejado algo en el coche. —hice amago de soltarme para escabullirme, pero Jungkook volvió a estirar de mí con una tremenda facilidad. Él era mucho más fuerte que yo. Suspiré.

—Sabes que no me lo trago.

—Aún no hemos entrado. Estoy a tiempo para cambiar de opinión, ¿no? —le sonreí con una mueca temblorosa, esperanzada de que me dejase ir. Ingenua de mí. Obviamente, no fue así.

—Lo siento, no hay vuelta atrás.

Sin escuchar mis continuas quejas y lloriqueos, me arrastró hasta el domicilio en el que se concentraba el tumulto causado por los universitarios (y por algunos que no lo eran tanto).

Tan solo el ambiente con hedor a alcohol y sustancias tóxicas me ponía enferma. Me asfixiaba la falta de espacio personal y sentía que se me removía el estómago ante ciertas imágenes. En definitiva, no quería estar allí. Joder, ¿qué me hizo pensar que sería buena idea? Ah, sí, el falafel que me compró Jungkook para sobornarme. Debía hacer algo con mi déficit de voluntad.

—Jimin dice que está preparando bebidas y aperitivos en la cocina con unos amigos. —me informó mi amigo, acercándose a mi oído para ello; la música estaba demasiado alta— Vamos. —todavía con sus dedos alrededor de mi muñeca, comenzó a guiarme, pero yo frené, parándome en seco, lo cual hizo que el moreno se girase hacia mí, confuso— ¿Qué pasa?

Me puse nerviosa, así de simple. Todavía me sentía indecisa acerca de conocer a Jimin, por lo que me resultaba violento tener que encontrarme con él. Además, ¿qué se suponía que debía decirle?

"Hola, soy la tía con la que tu supuesto novio tiene sexo. ¡Hagamos un trío!"

Enfocase de la manera que lo hiciese, no me sonaba bien.

—Eh... Necesito ir al baño. ¿Sabes dónde está?

—Creo recordar que en la segunda planta... —se tomó la barbilla mientras hacía memoria. No le di oportunidad a que añadiese nada más y me solté de su agarre cuando más desprevenido estaba.

—¡Genial! Iré a cambiarme la compresa y esas cosas. Ya sabes, rollo de chicas. No te preocupes si tardo. Luego nos vemos en la cocina, ¿vale? ¡Hasta ahora!

Salí escopetada en dirección a las escaleras que conducían a la segunda planta, sin importarme si allí estaba realmente el baño o no. Al fin y al cabo, era una mera excusa. Dejé a un Jungkook con la palabra en la boca y extrañado, pero me daba igual. Tan solo necesitaba unos minutos para adaptarme.

Esquivé a varias personas en mi camino. Algunas reparaban en mí y otras estaban demasiado ocupadas haciendo tonterías. Simplemente ignoré a todos y a cada uno de ellos.

Deambulé por el pasillo, indecisa acerca de qué puerta debía abrir. Había visto las suficientes películas como para saber que podía encontrarme a una pareja dándose el lote en cualquiera de las habitaciones que me rodeaban, y no era lo que quería ver en ese momento.

—¡Abre de una vez, capullo!

Una chica bajita y de pelo azabache estaba aporreando una de las puertas de la izquierda como si la vida le fuese en ello. Me quedé quieta en mi sitio, con la espalda totalmente pegada en la pared contraria. Menuda loca.

De la nada, la puerta se abrió, revelando que se trataba del cuarto de baño, y un chico alto y de cabello castaño claro salió de él. Miró flemático a la muchacha frente a él, como si no fuese más que una hormiga insignificante, y lo cierto era que le sacaba como cabeza y media. Histérica, la chica comenzó a escupir insultos y lo apartó, dando un portazo al entrar.

Tanto él como yo nos quedamos inmóviles, pero un escalofrío se manifestó por toda mi espina dorsal cuando el chico y yo tuvimos contacto visual. Sus ojos eran grandes y oscuros. El flequillo los enmarcaba en un aire intimidante que se acentuaba cuando te miraban fijamente. Aparté la mirada de inmediato y me crucé de brazos, fingiendo ir a mi rollo.

Creí que el chico se daría media vuelta y bajaría a la fiesta, pero no resultó ser así. En vez de eso, se acercó a mí hasta tenerlo justo en mis narices. Llegados a ese punto, era imposible seguir ignorando su presencia. Me removí en mi sitio, incómoda, y le lancé una de mis miradas ceñudas que denotaban irritación.

—¿Qué...?

—Eres la chica de la tienda de cómics. —me cortó él. Su voz era grave, más de lo que podía haberme imaginado, pero queda al mismo tiempo.

Sentí escalofríos. Nunca le había visto por la tienda, ¿cómo sabía dónde trabajaba?

—Eh... ¿Nos conocemos? —pregunté, recelosa.

— ¿No me reconoces? Me paso todas las semanas por tu tienda.

Me rebané los sesos tratando de recolectar algún recuerdo que me ayudase a ponerle cara, aunque fuese mínimo, pero no dio resultado, cosa que me hizo desconfiar aún más de él. ¿Y si me estaba tomando el pelo?

—Lo siento, no recuerdo que hayas comprado algo allí. —me sinceré.

—Es que nunca compro nada. —me mostró dos hileras de dientes perfectos, formando una sonrisa de lo más cuadrada con sus labios. Algo hizo click en mi cabeza.

Levanté un dedo acusatorio en su dirección y exclamé:

—¡Tú eres el tipo de la gorra!

El chico asintió, confirmándolo.

En más de una ocasión le había comentado a Jungkook que había un cliente habitual que me ponía de los nervios, porque se quedaba deambulando por la tienda durante más de media hora para leer los cómics y así no tener que pagarlos. Siempre llevaba el rostro cubierto por una gorra negra y un cubrebocas, por lo que no era de extrañar que no le hubiese reconocido.

Me parecía un caradura de por sí, pero que tuviese el descaro de presentarse ante mí y decírmelo era de tener poca vergüenza. Me crucé de brazos y alcé una ceja, para nada contenta.

—¿Y te parece bonito lo que haces?

El chico se encogió de hombros.

—Tampoco hago nada malo.

—Bueno, estoy perdiendo dinero por tu culpa. —le recriminé.

Esta vez fue él el que levantó una ceja, aunque su flequillo de tonalidades caramelo la tapaba. Su rostro volvió a ser inexpresivo. Bajó la mano hasta el bolsillo del pantalón vaquero y rebuscó en este, sacándome segundos después un par de billetes.

—Toma. ¿Esto puede compensar?

Miré el dinero que me tendía, preguntándome si se trataba de alguna broma. ¿Iba a ser así de fácil? ¿Por qué no me pagaba los cómics en vez de darme la pasta ahora?

Suspiré profundamente y encajé las manos en mis caderas.

—Oye, tío, solo quiero que compres los cómics que leas, ¿vale? —recibí un asentimiento de cabeza por su parte.

—Muy bien. Coge esto como un adelanto. —tomó una de mis manos, provocándome un leve sonrojo, y dejó los billetes sobre mi palma. Cuando le miré estaba esbozando una sonrisa con solo sus labios.

—Ah...Pues gracias, supongo. —pronuncié, rascándome la nuca— Eh...¿cómo te llamas?

—Taehyung.

—Está bien, Taehyung. Tenemos un trato.

El castaño movió la cabeza de arriba abajo, estando de acuerdo, y metió las manos en los bolsillos de sus vaqueros.

—Genial. Me pasaré por la tienda para terminar de cumplirlo. Por cierto, ¿vas a decirme tu nombre?

—Vika.

Arrugó la nariz, seguramente extrañado por mi nombre poco común, pero enseguida su gesto fue sustituido por una bonita sonrisa.

—Nos vemos, Vika. Aprovecha bien esos billetes. —me guiñó un ojo y se giró, dirigiéndose escaleras abajo.

Me quedé ahí, parada como un pasmarote. ¿Qué acababa de pasar? No me dio mucho tiempo a darle vueltas, pues la chica menuda de antes salió del baño y yo aproveché para meterme dentro. Resultó ser que sí necesitaba mear al fin y al cabo.

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