Capítulo 48. "Su muerte es su salvación"
Advertencia: Capítulo con muchas escenas tristes y con una muerte incluída.
No me maten por actualizar tan tarde y un día que no es jueves. Ya la próxima semana volvemos con las actualizaciones los jueves.
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Rowan.
«Pero con ella volverá la mujer que jamás debió ser apartada de este mundo, la mujer prometida por la Diosa Skara, el alma que traerá armonía y paz» se repite en mi cabeza, como un recordatorio de lo que soy y del peligro que represento para aquellos que prefieren mantener ocultos muchos de los problemas que comienza a sufrir este mundo. Aquellos que poseen un gran poder, ya que no siempre se trata de un poder absoluto, se ven beneficiados por la ignorancia de sus pueblos y por ser quienes manipulan los hilos de nuestros destinos.
Ningún emperador jamás quiso aceptar que Lilium comenzaba a derrumbarse poco a poco. El mundo ideal que la Diosa Skara, originalmente nombrada como Ekaterina Miroslava, hace años entró en decadencia. Se ha alejado de esa idea soñada de un universo donde el mal no exista, donde solo obre el bien y la amabilidad. Eso fue lo que ella deseaba hasta su último aliento en este plano terrenal.
En sus sagradas escrituras y a sus descendientes más cercanos, como lo fueron la semidiosa Elyssandre —de quien poco se sabe hasta el momento e incluso muchos historiadores de Lilium antiguo han creído que su verdadero nombre no era Elyssandre—, dejó explícito que una mujer vendría a traer paz y armonía, a devolver el orden de este mundo, cuando todo se viniera abajo. Especificó cuáles serían sus especies, para poder reconocerla con facilidad: aquellas especies que descienden de manera directa de ella.
La semidiosa Elyssandre fue portadora de un fragmento de la "llama de la creación", una habilidad única nunca antes vista para manipular los portales entre dimensiones. Lilium y su galaxia están ocultas de otras dimensiones, como aquellas que albergan a la Tierra, al Reino Celestial, Reino Infernal y diversos territorios más que son desconocidos para nosotros. Fue la primer ninfa del sol, la primera mujer de ese linaje por preferencia de sus madres, y una de las pocas que ha trascendido a la historia.
Más allá de ello, existe la creencia de que uno de los hijos hombres de la Diosa Skara y la Diosa Versh Ditnova, cuyo nombre es desconocido —a pesar de que se supone que se trataba de Kaytan—, fue portador de la sangre de los brujos de sangre. Su madre le confirió poderes «puros» al tratarse de una especie nueva en su totalidad, sin ser una evolución de otra ya preexistente, como lo son los Draskharas.
Estas dos especies jamás se habían avistado juntas, pues los brujos de sangre se habían extinguido hace muchos años. O eso es lo que todos creían hasta que yo aparecí.
La hija de uno de los últimos legendarios, como son denominados los hombres pertenecientes al linaje de las ninfas del sol. La hija de un Duque, Pefther Koulliov, muy codiciado en Astenont, y de la Vertiev más amada por el pueblo: Eirene.
Yo soy la mujer prometida por la Diosa Skara, soy aquella que fue destinada por ella, mucho antes de nacer, para reestablecer el orden en este mundo y proteger a este universo que tanto esfuerzo le llevó crear. Pero además de ello, también soy la última ninfa del sol legitimada, dado que Nymra Polvest jamás lo fue.
Las imágenes del recuerdo casi olvidado de Mon Arino me persiguen. En ellas se puede apreciar el ritual de adoración a los Dioses del Inframundo, los Dioses Antiguos y Olvidados de Lilium —sus destituciones se debieron a incumplimientos en las leyes y rechazo de los ideales de la Diosa Skara— y las Deidades del Mundo Nuevo y del Reino Niebla. Un ritual tan macabro como el fin para el cuál fue hecho: maldecir a un alma que jamás atentó contra ella.
Luciale jamás le hizo daño alguno, tampoco lo hubiera hecho jamás. Conozco a mi esposa, solo ataca si ella es dañada o si cree estar en peligro. Si Mon Arino no hubiese condenado su alma a este destino tan trágico y doloroso, mi mujer solo hubiera mantenido su encierro en el Valle Infernal como Dríhseida lo hizo.
Pero ahora todo es diferente. Tal vez en otra realidad mi amada Lu jamás fue condenada a sufrir, tal vez en otra realidad ella es feliz a mi lado o al lado de alguien más, pero en esta no lo es. En este presente y en este ahora, su corazón será paralizado en un rato por mis poderes. Evitarle un sufrimiento mayor es mi deber y es el acto de amor más grande que haré.
Mis pasos se vuelven tortuosos y lentos, me niego a creer lo que sucederá en cuestión de minutos. Se siente como un mal sueño, una de esas tantas pesadillas que he tenido y desearía despertar pronto, ser abrazada por mi mujer, prepararnos juntas para la guerra que se avecina y que, muy posiblemente, destruya muchas ciudades y personas. Sin embargo, hoy me preparo sola para hacerle frente a una guerra y para terminar con el dolor del amor de mi vida por el momento.
¿Así se siente morir en vida? Tal vez. Ya no recuerdo cómo es la sensación de respirar, pero no vivir. He muerto tantas veces que resultan incontables para mí.
Todos hemos muerto, al menos, por primera vez. Algunos, como yo, lo hemos hecho más de una vez. Nuestros corazones y nuestros sentires se apagan tras una decepción, una pérdida de la que no hemos podido recomponernos, el fin de una relación en la que vivimos demasiado, o incluso la pérdida de una pasión por la que luchamos por tantos años.
Morir por dentro es una sensación indescriptible e impactante. Las primeras horas son las más extrañas, y al mismo tiempo las más cargadas de una añoranza infinita. Extrañamos sonreír con normalidad, disfrutar del tiempo a solas o compartir con aquellos que nos rodean; extrañamos interesarnos por las cosas más mundanas y simples, como el amanecer cada mañana, el ronroneo de nuestro gato o el ladrido de nuestro perro, los "buenos días" con los que nos saludan nuestros compañeros de clase.
Una versión nuestra se pierde en un tiempo pausado, en un tiempo que ya no existe para nadie. Ni siquiera para nosotros mismos. Perdemos nuestro sentido de pertenencia en este mundo —y eso es tan complicado de recuperar—, porque al final de este largo camino, no volvemos a ser los mismos ni por asomo. Hay una versión de nosotros que hemos perdido para siempre, y quizá, sea el acto más doloroso para un ser humano.
Imagino que nada se compara con el dolor de perder a la persona que más amas en este universo y que se ha convertido en tu mundo entero, en tu razón para despertar cada día, en tu motivo para reencontrarte contigo mismo a pesar de que jamás lo volverás a hacer otra vez.
Pero quizá, ese dolor puede asemejarse a morir por primera vez. Porque incluso cuando he muerto tantas veces en mi interior, esta se sentirá diferente; no me he perdido a mí, no he dejado ir un pasatiempo que me apasionaba ni nada por el estilo. He perdido al amor de mi vida, a mi alma gemela, a mi compañera de vida y mi esposa.
He perdido a mi amada Lu, a quien todos reconocen como Luciale Meire o "emperatriz de Abdrion". He perdido a la dueña de mi corazón y a mi señora de bellas sonrisas, a la mujer que me enamoró con su capacidad de resiliencia, su manera de avanzar a pesar del miedo que sintió durante tanto tiempo, su forma de encontrar una solución a todo sin dañar a alguien más. He perdido a la mujer que me ha inspirado a continuar todo este tiempo.
Todos me observan al momento de ingresar a la habitación que comparto con mi esposa, nuestra habitación, el lugar donde duermen nuestros hijos gatunos: Perséfone, Klay y Kelly. Estas cuatro paredes se perciben tan frías, tan apagadas y tan solitarias, aun cuando estoy rodeada de los familiares del amor de mi vida.
Me acerco a su cuerpo inconsciente, su pecho sube y baja con una lentitud atemorizante. La palidez, que tanto la caracterizaba, ha adquirido un tono más blanquecino de lo normal. Y sus manos se asemejan a los gélidos Polos de la Tierra.
Acomodo su cabello rubio con delicadeza, trenzo algunos mechones como señal de respeto a sus raíces y antepasados, a las costumbres que ella se ha dedicado a seguir toda su vida. Sonrío al apreciar la bella imagen que nos regala, incluso en este estado: una preciosa mujer que jamás se ha rendido, cuya piel está cubierta de invisibles cicatrices de todas las batallas que ha vivido, una persona que jamás se rindió en ningún instante.
Beso su frente con suavidad, mis dedos dibujan un pequeño corazón sobre el lugar donde deposité mi último beso hacia ella. Al menos hasta que encuentre la manera de liberarla de su maldición.
—Te amo —susurro sobre su rostro, mi voz se quiebra entre los jadeos que suelto para no romper en llanto—. Te amo tanto, Lu. Y te amaré mucho más, incluso si no vuelves.
—Elyssandre... —susurra sin abrir sus ojos, pareciera suplicarme.
—Lo sé, mi amor. Lo sé —le digo para que se tranquilice. Sé a lo que se refiere y encontraré la manera de traerla de regreso—. Lo siento mucho, mi vida.
Antes de que Herafel pueda apoderarse de su cuerpo otra vez e intentar dañarme, coloco mi mano izquierda en el lugar donde se encuentra su corazón y presionó con suavidad. Raíces doradas traslúcidas salen de las yemas de mis dedos para incrustarse en su corazón, en el lugar donde se oyen sus suaves latidos, para apagarlo en segundos.
El retumbe de sus latidos se acaba en cuestión de segundos, retiro mi mano con lentitud y tomo su rostro con primor. Acaricio sus mejillas frías con amor, como ella lo ha hecho en otras ocasiones con mis manos para tranquilizarme. Sus ojos cerrados me reciben como el recordatorio de que ella acaba de morir, al menos hasta que pueda ayudarla en su sufrimiento.
Su perfume floral invade mi ser, ese aroma tan delicado que la describe a la perfección. La emperatriz de mi vida es una mujer delicada y fuerte a la vez, decidida, sensible y protectora con los que ama.
Era. Ya no respira más. No obstante, vivirá en mis recuerdos y en mi alma hasta que logre traerla de regreso.
La primera lágrima cae por mi mejilla hasta llegar a su rostro. Le siguen muchas más, pues no soy capaz de controlar mi llanto y la estabilidad de mis manos —al igual que la de mi alma— comienza a derrumbarse, los temblores me invaden sin que pueda evitarlo.
Una parte de mi humanidad, la poca que aún vivía en mí, acaba de morir. Falleció junto a la persona que más he amado en mis diecinueve años de vida.
Mi amor por la mujer que ahora me niego a soltar, será eterno. Tan eterno como la noche de estrellas del día de nuestra boda, tan sempiterno como el recuerdo de ella y el legado que ha dejado en Abdrion. Si no encuentro una solución a su maldición, me encargaré de que sea recordada por la eternidad y que nadie se atreva a difamar su imagen; será recordada en cualquier libro de historia como la mujer que fue, como la gran emperatriz que ha sido y que ha logrado evitar una masacre en Khiat, o mejor dicho, la muerte de la emperatriz khiatiana Nymra Polvest.
Todas las personas en Lilium conocerán su nombre y la deidad que ella representó durante sus últimos meses de vida. Sheneira, la diosa de la oscuridad y la crueldad.
—Rowan... —murmura Normelt, acaricia mis hombros para tranquilizarme—. Estamos aquí, no te abandonaremos. Lo sabes.
Me aparto del cuerpo de mi amada Lu. Les dedico una mirada a todos, evalúo sus lenguajes corporales para descifrar qué tan afectados están por esta pérdida.
Dríhseida y Vorkiov, los padres de mi mujer, intentan mantenerse fuertes por si necesitan consolarnos a los demás; sin embargo, sus miradas cabizbajas y el temblor en sus piernas los delatan. Ellos se rompen con cada segundo que transcurre, sé que mi suegra es incapaz de aceptar la idea de una vida sin su hija. Ella siempre ha imaginado que su única hija, su querida Luciale, no se iría tan pronto de este mundo dada su corta edad.
Chrystel está destrozada, al igual que Laissa. Sus ojos cafés se encuentran enrojecidos de tanto llorar, en verdad esta muchacha consideró toda su vida al amor de mi vida como una hermana, como la hermana que nunca tuvo. Y Laissa, por su parte, solo se dedica a consolar a Chrystel y Kraya, aunque sé que por dentro está tan asustada como yo, como todos.
—Si llego a enterarme que esta noticia trascendió fuera de este Palacio, serán ejecutados por ser considerados infames traidores a este imperio —siseo, severa—. Esto solo es un secreto de la familia imperial. La muerte de Luciale nos comprometería a todos y sería una ventaja para la hija de Mon Arino.
—Nadie lo sabrá —asegura Vinavina, seria.
—Eso espero —suspiro profundo—. Comenzó el tiempo en el que todos los que llevaron a mi esposa a este destino, pagarán por ello. Si alguien es tan amable de traer a Shinkira Arino al Palacio, se lo agradecería.
Martz es el único en asentir y retirarse de la habitación tras una corta reverencia. Él más que nadie tiene unas ansias inmensas de acabar con todo esto y de torturar a Herafel por el daño que le ha hecho a su hermana mayor y a su prima.
—Laissa, dile a Alimsa Wellezpve que la esperaré en el comedor. Debe brindarnos información importante para nuestro próximo ataque y el tiempo se agota.
Sueno más fría de lo que yo quisiera. Laissa se marcha de la habitación en busca de la tía de Nymra Polvest. Somos pocos los que hemos quedado aquí, y yo ya no puedo soportar la idea de que fui quien acabó con la vida de Luciale para, de manera irónica, salvarle la vida.
—Tuve que hacerlo —hablo más para mí misma que para los demás—. Tuve que hacerlo. Lo lamento mucho.
—Está bien —murmura Chrystel frente a mí, no tengo idea de cuando llegó hasta aquí. Hacía unos segundos atrás estaba en una de las esquinas de la habitación—. Está bien, Rowan. Yo sé que tuviste que hacerlo y que no querías, ¿Si?
Su abrazo llega antes de lo esperado, me apega a su cuerpo con cariño y acaricia mi espalda en círculos. Sé que no debería ser una carga para ellos, porque todos hemos perdido a una persona muy importante en nuestras vidas hoy, y no soy la única que se ha deprimido por esta situación.
—Gracias —susurro con dificultad—. La traeré de regreso. Lo prometo.
...
—¿Cuál es el motivo de que requiera mi presencia, majestad? —pregunta Alimsa ni bien llega al comedor, se reverencia por un largo periodo de tiempo.
Señalo la silla frente a mí mientras le alcanzo el libro donde he buscado respuestas sobre lo que sucede con Luciale. Ahora sí las encontraré, pero necesito aclarar dudas que solo Alimsa conoce, ya que su hermana Zarahíe no se encuentra con vida y contactar con su alma sería un asunto complejo. Fue una mujer muy reservada mientras estaba viva, no aceptaría hablar conmigo ni aunque le asegure que yo fui quien defendió a su hija hasta el final.
Siempre creí que Nymra era una víctima más en esta historia y lo terminé por comprobar.
—Elyssandre, hija de la Diosa Skara y la Diosa Versh Ditnova —hablo intranquila—. ¿Qué tienes para decirme sobre ella, Alimsa?
Sus ojos azules me analizan con un desconcierto indescriptible, mantiene sus labios entreabiertos a la vez que piensa la respuesta que me dará. En Khiat se habla mucho de los Dioses y Semidioses que adoramos en Abdrion, sobre todo porque muchos de ellos también han habitado en Khiat y parte de su descendencia se ha ido hasta allí.
—Bueno, es una de las hijas de la Diosa Skara y la Diosa Versh más estudiadas por su especie única... —detalla con extrañeza—. Se casó varias veces en su vida, pero la última fue la más importante o eso consideran los historiadores...
—Porque se casó con el ex esposo de una de sus hermanas, ¿Verdad? —indico, he leído un fragmento de una de las leyendas que la involucraban a ella y a Karshon Polvest, hijo de Kristen Polvest, el primero de su linaje y quién comenzó con la inestabilidad de dicha familia.
—Sí, tras la muerte de quien todos los historiadores conocen como el amor de la vida de Elyssandre, una mujer apodada como Naishat, se casó con Karshon —habla con cierta confusión—. Así nació el linaje de los legendarios en Khiat, Elyssandre gobernó hasta la mayoría de edad de su hija mayor...
—Naishat no murió por causas naturales.
—Cuenta la leyenda que fue Karshon quien la asesinó tras maldecir su alma. Se dice que él la amenazó con contar los secretos de la familia de Naishat, por lo que ella accedió a reunirse con él para aclarar esa situación. Karshon le atravesó la garganta con una espada y escondió el cuerpo, una de las Diosas Antiguas y Olvidadas fue testigo de todo. Decidió sanar cualquier herida que Karshon dejó en el cuerpo de Naishat para que pareciera que falleció por un paro cardíaco —relata con pena. Cualquiera que escuche esa historia siente tristeza por el destino de Naishat y Elyssandre—. La semidiosa Elyssandre jamás se recuperó de esa pérdida, ni siquiera cuando se casó con Karshon. Él no era buena persona, las leyendas lo dejan claro. ¿A qué viene todo esto, majestad?
—Nymra y yo somos familia —admito, ella mantiene su máscara estoica—. Una familia lejana, pero lo somos. Yo soy la reencarnación de la semidiosa Elyssandre y Nymra es la hermana de nombre desconocido de Elyssandre. Herafel es Karshon en esta historia.
Y Luciale es Naishat.
Mi amada Luciale es víctima de un alma tan enferma como la de Karshon, un hombre obsesivo con alguien que nunca lo amó y el primero que le otorgó inestabilidad al linaje Polvest. La dinastía de Khiat está maldita luego de que la Corte de Dioses supiese el crimen efectuado por él. La sociedad nunca lo supo, pero la Diosa Skara y la Diosa Versh jamás se olvidaron de él; su alma fue condenada a reencarnar y ser infeliz en todas sus vidas.
Por dicho motivo, Herafel se ha encargado de destruir diferentes vidas en esta reencarnación. Siente una profunda aversión por mi esposa, ya que su alma la reconoce como Naishat, quien "robó" a su querida Elyssandre en el pasado. Laissa vendría a ser una de las tantas relaciones que Karshon tuvo en su vida pasada, y Nymra es la ex esposa a la que tanto atormentó hasta su muerte.
También es por esa razón que él cree que es merecedor de una corona en Lilium, sin importarle cuál de las cuatro coronas que existen es. Ahora está en camino a tomar el imperio de Khiat, pero le importaría poco si se trata de Abdrion, Astenont o Zildwi.
—Mi hi... mi sobrina —se corrige de inmediato—, no merece ese cruel destino, majestad. Usted dijo que me ayudaría a salvarla, por favor.
—Lo haré —afirmo segura, baja la mirada con cierta melancolía—. Necesito que me digas cómo llegar hasta el Palacio de Khiat sin ser vista. Enviaré varias tropas de la Guardia Real de los Meire y tú los guiarás, Alimsa. Una vez estén allí adentro, llegaré para ayudarlos. Primero debo hacer algo más importante.
—¿Es sobre la vida de su esposa, majestad? —pregunta a cambio—. No deseo sonar entrometida, pero mucho se ha comentado en Khiat sobre la emperatriz Luciale Meire gracias a la presencia de Herafel. Él aseguró que ella moriría pronto.
Desgraciado de mierda.
Lo mataré con mis propias manos en cuánto traiga a Luciale de regreso, me importa un carajo las torturas. Si desean resucitarlo, que lo hagan, pero necesito asesinarlo ya mismo.
—Sí, tiene que ver con mi esposa. Descuida, Alimsa, ella no morirá jamás —digo más que confiada de mis palabras, aunque por dentro soy un manojo de nervios y emociones negativas que me destruyen poco a poco.
La vida de mi mujer y las vidas de cientos de personas están en mis manos. No puedo fallar en esto.
Ya he encontrado mis respuestas, solo necesito hallar la manera de liberarla del espíritu de Karshon. No quiero recurrir a hablar con los Dioses Antiguos y Olvidados de Lilium, puesto que dudo que la Corte de Dioses me ayude en esto. No sé si la Diosa Skara me reconozca como una ciudadana aridiense, o asteniense en su defecto, a pesar de llevar dentro de mí el alma de su hija más preciada.
—Eso espero. La muerte de la emperatriz Luciale Meire no fue muy bien augurada por mi hermana, majestad —confiesa como si le doliera—. Si bien Zarahíe era humana, ella podía ver algunos acontecimientos futuros por alguna extraña razón.
Me detengo en seco, dado que me disponía a retirarme del comedor. Sus palabras se clavan como una estaca en mi corazón y en mi mente, aquellos lugares de mi persona que hoy han muerto tras asfixiar el corazón de la mujer de mi vida para evitar desastres peores.
—¿Cómo?¿Qué fue lo que vio sobre mi esposa?
—Muchos sueños la perseguían sobre la emperatriz Luciale. Ella decía que sería una mujer que moriría joven, en manos de otra mujer en quien confiaba, y que su muerte trascendería por todo el imperio. La muerte del espíritu de Luciale traería una época de desastre y caos para todo Lilium, como si el planeta se autodestruyera.
—¿Qué más dijo sobre ello? —me intereso.
—Mencionó que sería resucitada tras un lapso de tres días o quizá menos, pero que la emperatriz Luciale jamás sería la misma —sus dichos me estremecen, pero me esfuerzo por disimularlo. ¿Cómo explicarle que mi amor ya ha muerto? Y que las visiones de su hermana se harán realidad, tarde o temprano—. Espero que su majestad no fallezca, es una pieza importante en el equilibrio de esta dimensión, así como lo son todos los Dioses del actual Lilium.
Fuerzo una sonrisa.
—Mi esposa jamás morirá, Alimsa. No mientras yo viva.
...
Me siento en la silla que le corresponde a Lu mientras llevo la taza de té a mis labios. El sabor de mi té favorito me recibe, me transporta a uno de los tantos detalles que tuvo la emperatriz de mi vida conmigo: compartir una tarde de té conmigo en el jardín, mi lugar preferido en el Palacio.
Los Arino, Chrystel y yo nos encontramos reunidos en el comedor para hablar sobre el próximo ataque que efectuaremos contra Khiat y la posible manera en la que traeremos a Lu de regreso. Será un proceso complicado, pero no me rendiré hasta volver a abrazarla y que ella me reciba con una de sus tantas sonrisas amorosas.
—Siempre supe que Herafel era extraño —opina Laissa, apenada—, pero quise restarle importancia al hecho de su adoración a los Dioses Antiguos y Olvidados de Lilium. Él juraba que no eran malas personas, que solo eran los antagonistas incomprendidos.
—Un detalle importante es que los llamara antagonistas y no villanos. Eso nos indica que él creía en la redención y en qué todos somos malos en cierto punto, que la maldad estaría justificada —analiza Vinavina, junta sus manos debajo de su mentón para apoyar los codos sobre la mesa—. Yo no comprendo cómo a alguien le interesó ese idiota. Ni siquiera es atractivo.
—Herafel tiene el don de la manipulación, igual que Karshon —señalo antes de dejar la taza sobre la mesa—. Lu mencionó varias veces que él poseía una labia increíble y que lograba embaucarte con simples palabras. Al menos eso hizo con ella.
—¿Qué haremos? Aquí no hay una sola víctima, hay dos y como tardemos más tiempo, serán tres si contamos a Laissa —espeta Normelt, nervioso—. Hay tres opciones para elegir, pero todas tienen una desventaja.
—Atacaremos a Khiat desde una zona que Alimsa me informará. Ella aseguró que hay una parte de la frontera que no está custodiada, tal vez exista un túnel por ahí —expongo, intranquila. Respiro profundo antes de exhalar—. Mientras ella guía a nuestro ejército hacia el Palacio, yo me encargaré de resucitar a Lu luego de liberarla.
Sonrío triste ante la idea. Una suele pensar que se irá mucho antes que el amor de su vida, pero no todos vivimos esa historia; a veces nos toca observar la muerte del otro sin poder hacer algo a cambio.
—Puedes invocar a los Dioses Antiguos y Olvidados, ofreciendo algo como supongo que habrá hecho Mon Arino hace años —indica Normelt, pensativo—. También puedes invocar a una Deidad del Reino Niebla, con la desventaja de que es muy posible que ellos crean que tienen acceso a nuestro mundo y tal vez deseen romper la barrera protectora. O, por el contrario, puedes acudir a la Corte de Dioses y comprobar que portas el alma de la semidiosa Elyssandre. La Diosa Skara no podría negarse a hablar contigo, menos cuando su nuera y su hija estarían por morir.
La opción más sencilla sería invocar a los Dioses Antiguos y Olvidados de Lilium, mas no sé que ofrecer para satisfacer sus deseos. Se supone que son personas crueles, ambiciosas, codiciosas y más, han roto todas las normas y leyes que creó la Diosa Skara. En la Tierra los considerarían criminales.
Dudo que el alma de Mon Arino les satisfaga. Ellos buscarán algo mucho más grande. No nos expondré a nosotros.
Sin embargo, las otras dos opciones son más complejas. La última está casi descartada, la Diosa Skara podría considerarme una farsante y asesinarme luego de ello.
—Invocaré a los Dioses Antiguos y Olvidados de Lilium, sus habilidades son de las más poderosas en esta dimensión sin considerar a los actuales emperadores de los imperios o a mí misma —decido, segura—. Solo no lo comenten con Dríhseida y Vorkiov. No quiero crear preocupaciones innecesarias al respecto.
—¿Qué ofrecerás? —pregunta Chrystel, preocupada—. Ellos nunca se quedan satisfechos, siempre desean más. Eso han dicho todos los que los han contactado.
—Algo se me ocurrirá —digo, dubitativa—. Hay muchas opciones que ellos no querrán rechazar. A una de ellas ya la conocen y es a quien he solicitado que traigan.
—Vaya —sonríe Vinavina, interesada. Peina su cabello rojizo en una coleta alta—. Me agrada esta Rowan. Si necesitas ayuda con ello, no dudes en hablar conmigo.
Ella más que nadie desea acabar con la vida de Shinkira Arino, la hija predilecta de Mon y la mayor amenaza para nosotros. Con ellas dos fuera, son menos las personas que quedan para asesinar con el objetivo de proteger nuestro imperio y nuestra familia. No permitiré que vuelvan a dañar a mi esposa.
Kraya piensa en hablar, mas es interrumpida al momento de vocalizar algo. El holograma de Herafel se hace presente en una versión más pequeña sobre la alargada mesa, su silueta está cubierta por una túnica negra con detalles dorados y una corona sobre su cabeza.
La corona de Nymra.
—Ciudadanos de los cuatro imperios —anuncia, con una sonrisa cínica—. Lamento informarles sobre el retiro de la gobernación de la emperatriz khiatiana: Nymra Polvest. Se ha visto afectada por asuntos personales y debió abandonar su cargo tras considerarse incapacitada para tomar decisiones racionales. No obstante, ella ha firmado un decreto dónde asegura que yo, su amigo más cercano, soy el primero en la línea de sucesión del trono y su único heredero por el momento. Como el nuevo emperador de Khiat, les anuncio que atacaremos a cualquier imperio que decida considerarnos una amenaza, empezando por Abdrion, nuestro imperio vecino.
...
¡Buenassss! Actualizando de madrugada porque recién pude terminar el capítulo y la verdad, quería que lo lean lo antes posible (si es que hay alguien despierto)
¿Cómo se encuentran esta semana?
Comenteeeen, voy a estar respondiendo los comentarios que me dejaron en otros caps. Esta vez sí que lo hago 😭
¿Teorías de lo que va a pasar?
¿Les gustó el cap?
¿Se esperaban todo eso?
Ese Herafel está enfermito, eh. Ojalá lo maten pronto, yo lo odio
Pobre mi Nymra, ese desgraciado le hizo cosas 😭💔
Próximamente Luciale va a resucitar, ¿Creen que se cumplan las visiones de Zarahíe?
Lucialeeee, te amamos 😭🫶🏻
Dios, como sufrió nuestra Rowan en este capítulo :(
Los traumas que le van a quedar son bastante grandes. Ella no se va a recuperar de eso
Como faltan poquitos capítulos para terminar, les adelanto cositas de la segunda parte de SN:
1- Es posible que se llame Lúgubre Alma (título no oficial por el momento)
2- Va a transcurrir de 8 a 10 años después de SN (me falta decidir esto todavía)
3- Va a haber mucho drama
4- Luciale y Rowan van a estar en otra etapa de sus vidas (sí, van a tener hijos, mi gente)
5- Nuevos villanos, es obvio, pero veremos algunos a partir del final de SN
6- Presten atención a los últimos caps de SN, ya que van a hablar mucho sobre la segunda parte
Sin más que spoilear, nos vemos la próxima semana.
Abracitos y besos 🫂💕
No lloren mucho, Luciale va a vivirrrr.
(Pero no sabemos si alguien más no. Ahre)
Los amooo. <3
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