Capítulo 33. "Él está detrás de todo"
Advertencia: se viene una montaña rusa emocional
Al final de capitulo les dejé una pregunta muy importante para saber a qué hora subir el capítulo de año nuevo, contestenla si pueden. <3
Los amo.
Luciale.
Suelto un suspiro cuando oigo los pasos de la última persona que quedaba en esta habitación, Laissa, alejarse lo suficiente como respetar la privacidad de la charla que tendré con mi madre y con mi esposa.
—¿A qué mensaje te refieres, Tree?¿Cómo que encuentro de almas? —pregunto extrañada, no tenía ni idea de nada de esto. Tampoco lo presentía.
En el tiempo más reciente, mi mente se ha vuelto un caos por completo. No logro ordenar mis pensamientos desde los más importantes hasta los que son casi irrelevantes, tampoco he podido descifrar nada complicado desde la lógica.
Estar unida a él se siente como una prisión que me envenena día tras día, una especie de toxina que se apodera de mi cuerpo y de mi conciencia. Ya no soy yo, ya no soy dueña de mi mente y cómo desearía que le perteneciera a mi esposa.
Herafel no se presentó en mi mente estas semanas, pero cada cierto tiempo una voz molesta me llama. Una voz distorsionada que se interpone entre mis pensamientos que reconozco como propios, los aparta de mí.
Cuando me casé con Tree, su alma y la mía se unieron para fusionarse con el paso de los años. Eso detendría el avance de él sobre mí, me liberaría de todo lo que representa esa basura, me devolvería mi libertad como persona.
—Hace unos días tuve un sueño extraño. Jessera estaba arrodillada mientras susurraba algo en latín, poco después frente a ella apareció una silueta de largo cabello. Era una silueta gris —relata mi esposa, su voz tranquiliza la batalla que se desata entre mi mente y yo—. Esa silueta le habló sobre lo ocurrido con Trayvanna Belttigeh y algo pareció activarse en la memoria de Jessera, pues describió con lujo de detalles la muerte de Tyva en primera persona. También habló de lo mucho que extrañaba a Krissalida, dado que era su mejor amiga, a la que llamaba «alma gemela» en bromas. La silueta le confirmó que era el momento en que debía reencontrarse con Krissalida.
Me distraigo de lo que detalla de su visión, su tonada es tan suave, tan magnética cuando explica cualquier tema. Ella podría hablar durante horas, incluso años, y yo jamás me cansaría de oírla.
Su mirada café me sumerge en la felicidad más absoluta, dulce como un café azucarado, amarga como lo es la vida a veces, pero en un perfecto equilibrio. La felicidad es paz, es el balance entre los problemas internos de uno y la paz que nos produce la vida con sus detalles más simples.
Con ella descubrí que la vida es más que sobrevivir. Y que ella es la única a la que quiero a mi lado por el resto de mi inmortalidad, pues su compañía y su ser etéreos son lo que más adoro, amo y admiro en este mundo. Se ha convertido en mi hogar, en los brazos en los que puedo descansar.
—Esa silueta gris era la mismísima Alexandra Zaridi, reina del infierno. La reconocí cuando su silueta se mostró frente a Jessera —prosigue sin quitar su mirada de mi rostro—. Su largo cabello rojo y sus ojos marrones. Leí varios libros de la biblioteca que describían a la hija del actual Lucifer, pero...
—Ninguno hablaba de su asunción como reina —agrega mi madre, dubitativa. Sus ojos verdes se enfocan en sus manos a la altura de su abdomen—. Fue un suceso que ocurrió hace unos meses, en realidad años en la Tierra, cuando su padre, Izdeli Grautier, fue encontrado muerto en circunstancias extrañas. Sin embargo, no logro comprender cómo se presentaría frente a alguien de este mundo. La dimensión que alberga a Lilium fue ocultada de las demás, la dimensión humana, el Reino Celestial, el Reino Infernal, los Desterrados y el Mundo Niebla no pueden acceder a nosotros. Skara se encargó de imponer una barrera.
Reprimo un resoplido, mis hombros se relajan en cuánto mi mujer se acerca a mí para rodear mi cintura con cariño. Su mano derecha aprieta con ligereza mi costado, a la vez que su mano libre entrelaza sus dedos con mi mano hábil. El solo roce de su cuerpo contra el mío envía descargas de serenidad a mi ser, como pequeñas cosquillas que adormecen un poco mis extremidades, la paz que me invade es indescriptible.
Solo ella posee ese efecto en mí.
—Eso significaría que hay un guardián del sol libre. Son los únicos capaces de abrir portales entre dimensiones, de lo contrario, no debería haber casos de personas que entran a Lilium —reflexiono, me mantengo en silencio hasta que capto un detalle.
Nymra no es una guardiana del sol, a pesar de que hace unos años se presentó como una. Fue descartada por la Corte de Dioses, incluso por aquellas deidades que están muertas, dado que no pudo demostrar una activación de los portales que unen a las dimensiones existentes.
Todo este tiempo creí que Rowan puede ser una de ellos, ya que presentó tantas características de estas ninfas del sol y legendarios especiales, más allá de ser la viva personificación de la profecía de la Diosa Skara. No obstante, ella no pudo activar ningún portal, ni romper alguna barrera, dado que desconoce el método de uso de esas habilidades que ella porta.
Es un hecho para mí. Rowan es una guardiana del sol, una guardiana de la llama de la creación. Solo es cuestión de tiempo para que lo demuestre.
Si Rowan es una guardiana del sol, existe casi un 100% de posibilidades de que haya nacido de uno. Dado que Pefther Koulliov es el legendario más directo a ella en cuánto a linaje se refiere, eso quiere decir que...
Es él.
Él introdujo a Rowan, Marissa, Katie y a esta supuesta Alexandra Zaridi.
Él destruye mi imperio a pedazos desde las sombras.
¿Por qué?
—¿Luciale? —se preocupa mi madre al no obtener una sola palabra de mi parte, mi vista se pierde en un punto fijo inexistente del comedor—. ¿Qué sucede?
—Pefther Koulliov manipula los portales entre las dimensiones —comento perdida, mi mente no se detiene al hilar una teoría tras otra.
Percibo como si mi cabeza fuese a estallar en cualquier instante. La desesperación comienza a serpentear por mi espalda, sube hasta mi cuello y golpea mi cabeza como si fuese aquello que llaman «saco de boxeo» en la Tierra.
—Está bien, está bien —susurra Tree, toma mi rostro entre sus manos para obligarme a qué la vea a los ojos—. No quiero que digas nada más hasta que te sientas mejor, ¿Si? Yo estoy aquí contigo, tu madre también. Estamos contigo, mi amor. Respira conmigo.
Mi respiración continua el ritmo de la suya para serenarme, sus dedos acarician mis mejillas con delicadeza antes de abrazarme de la cintura para acercarme a ella. Apoyo mi cabeza en su hombro, a pesar de lo incómodo que resulta encorvarme hasta su altura. No obstante, decido realizar esa acción solo para percibir sus dedos peinar mi cabello con la mayor delicadeza posible.
Necesito un recordatorio de que ella está aquí conmigo y no es una ilusión de mi cabeza.
Mi madre se une a nosotras para abrazarnos a ambas, la calidez de sus abrazos logra tranquilizarme en cuestión de instantes. Poco después me aparto de ellas, con una sonrisa suave y calmada dibujada en mis labios.
—Ya no sé cómo esquivar los pensamientos que rondan en mi cabeza y que no me pertenecen. Esa voz me roba mi paz y mi vida —confieso con la voz quebrada, mi mujer es quien toma mi mano para apretarla de manera casi imperceptible. Su perfume viaja hasta mis fosas nasales, un aroma floral similar a las lavandas de la Tierra—. En verdad necesitaba ese abrazo, yo...
—La próxima vez que te sientas así, solo dímelo. También puedes abrazarme si lo necesitas —asegura Tree, sus labios de un leve tono canela se curvan hacia arriba en una cándida sonrisa que me enamora cada día más. Sus hoyuelos hacen acto de presencia en sus mejillas—. Soy tu esposa, Lu. Soy tu compañera en tus buenos y malos momentos. Y ella es tu madre. Ninguna de las dos desea verte mal, te ayudaremos en lo que podamos.
Sonrío en respuesta. Sus palabras se oyen como las olas del mar que llegan a la costa de una playa, olas pequeñas, tranquilas. Es mi paz antes y después de la tormenta.
—Mi amada Luciale —murmura mi madre al abrazarme de nuevo, el aire amoroso de su gesto me produce una sensación de seguridad, similar a lo que me ocurre con mi esposa—. Tus emociones y sentimientos son válidos, ni yo ni tu padre te juzgaríamos si hay una situación que te sobrepasa. Lo mismo ocurre con Rowan. Nosotros deseamos tu bienestar y velaremos por el, ¿Si? No debes llevar esta carga tú sola, hija.
Asiento en silencio, ella besa mi frente antes de deshacer el abrazo. Su expresión dulce, de rasgos delicados y tan similares a los míos, me recuerda a mi niñez. Mi madre y mi padre fueron mis mayores compañeros durante mi infancia y adolescencia, se ha construido una gran confianza entre nosotros tres.
He perdido cinco años de mi vida. Alejada de mi familia, de mis amistades como Chrystel, he perdido mi vida, mi felicidad, mi sonrisa. Me he aislado tanto en mí misma que olvidé lo que eran los abrazos de mi madre, o las frases reflexivas de mi padre. Incluso las bromas de Chrystel y sus anécdotas sobre las plantas del invernadero.
Ahora que he encontrado el sentido de vivir y que he hallado mi felicidad otra vez, no pienso abandonarla. No pienso renunciar a mi vida solo por los tormentos que Herafel impone en mí, tampoco voy a quedarme sentada a esperar que él acabe con mi sufrimiento.
Pelearé por mí, por mi alma, mi vida, por Rowan y nuestra felicidad juntas. Ella se ha convertido en la persona más importante para mí, en mi vida entera, no permitiré que nada de esto le afecte.
—¿Mi padre dónde está? —formulo antes de poder pensarlo dos veces. No suelo ser impulsiva al comunicarme con los demás, siempre planeo todo lo que diré.
—Le pedí que acompañara a Laissa —admite, hallo cierto atisbo de nostalgia en su voz—. Comprendo a la perfección que puede acabar con quién sea que se interponga en su camino y tenga intenciones de dañarla, es solo que...
—La quieres demasiado. No tienes que negarlo, mamá. Es hija de tu dulce hermana Danira, aquella a la que más amas de todos tus hermanos y con quién siempre tuviste mayor conexión de almas familiares —deduzco segura. No se molesta en contradecirme, sabe que lo que le señalo es cierto—. No hay nada de malo en sentir cariño hacia alguien que consideras tu familia dentro de los Arino. Danira nunca actuó en tu contra, ¿Verdad?
—No, ella jamás quiso que la Guerra de Arino ocurra. Intentó convencer a nuestros padres, tus abuelos, de encerrar a Mon antes de que atentase contra mi vida o mi derecho al trono. Incluso cuando Mon amenazó con asesinarla, Danira siempre me defendió y dijo que moriría por mí si era necesario —explica, nostálgica. Es la primera vez en años que la escucho hablar sobre el tema de su familia. Por lo general, lo evitaba o mencionaba escasos detalles. Todo lo que sé fue brindado por libros o anécdotas de mi padre—. Nunca quise encerrarla a ella o a sus hijos en el Valle Infernal, a ellos no. Mi confianza estaba rota luego de lo Mon generó.
—Usted tomó la decisión que creía correcta en ese entonces —decide opinar mi esposa, la gentileza en su modo de expresarse es tan característica de ella. Adoro su manera tan asertiva de enunciar sus ideas, sus pensamientos. Es tan reconfortante—. No debe considerarse mala persona por lo que decidió en ese momento, Dríhseida. Usted solo quería proteger a su familia y su confianza había sido traicionada por Mon Arino, cualquiera en su lugar hubiese hecho lo mismo dadas las circunstancias.
—Gracias, Rowan —mi madre es tan honesta en todo instante y valora que lo sean de igual manera—. Me he percatado de que, invariablemente, tienes las palabras correctas para cada situación. Si debo serles sincera, desde mucho antes yo supe que ustedes estarían juntas y no saben cuán feliz me hace verlas compartir sus vidas. Sus sonrisas genuinas son la admiración de todos nosotros.
Su revelación me zambulle en la estupefacción casi completa. ¿Por qué callar tanto tiempo?¿Entonces eso significaban sus miradas?
Que ella lo sabía todo desde siempre. Solo esperaba cuánto tardaría yo en caer enamorada por quien hoy en día es mi esposa.
Ella utilizó uno de sus poderes menos conocidos. Vio a través de mi sangre, vio mis bendiciones.
Las bendiciones en la sangre de un ser, sea humano o sobrenatural, se refieren a los eventos felices o de "gran abundancia" que vivirá en algún determinado momento de su vida, sin poder evitarlo. El proceso para poder apreciar estos sucesos en la vida de alguien más, no es complejo, tan solo se necesita observar a sus ojos por unos cuántos minutos hasta que su alma te revele esos acontecimientos cruciales en el tiempo que le tome su vida.
Además de bendiciones, están sus maldiciones. Los eventos tristes o cruentos que sufrirá esa persona, de nuevo, sin que pueda esquivarlos o atrasarlos.
Siempre pude leer a los demás, pero nunca a mí misma. Es algo prohibido para los lectores de almas. Es una especie de norma no escrita para nuestra especie.
Cuando leí la sangre de mi mujer el día que nos conocimos, solo pude apreciar el dolor en su mirada y una breve descripción de lo acontecido en sus diecinueve años de vida. Ninguna bendición, estaban en blanco por algún motivo que desconozco y creo comprender el porqué.
Tampoco pude ver su muerte. Era por el simple hecho de que ella no está destinada a morir, pues es un ser inmortal al igual que yo.
—¿Cómo?¿Usted sabía que yo vendría a Abdrion?¿Por qué no dijo nada? —mi esposa toma el valor para hablar, a la vez que se recompone de su asombro—. Olvídelo, ya comprendí la razón. Usted es una médium y un sinfín de especies que pueden casi igualar a una ninfa del sol, con la única diferencia que usted solo observa el futuro y determinados acontecimientos de los demás, no su vida completa.
—Así es —concuerda mi madre con un asentimiento—. Veo que comprendiste el valor y la rareza de tus habilidades. No hay ser más poderoso que tú y que nosotros, los Dioses, Rowan.
—Todos dicen que entiendo rápido, yo creo que aún me falta practicar algunos poderes —opina ella, con su habitual sonrisa encantadora.
Me limito a mantener esbozada en mi rostro una sonrisa amplia y feliz, de esas que le enseñan al mundo mis dientes, aquellos que tanto detesté en un momento y que hoy amo por ser parte de mí, por ser componentes fundamentales de mi sonrisa. Esa que mi esposa tanto ama y que yo deseo dedicarle todos los días de mi vida.
No aparto mis orbes grisáceas de su rostro mientras conversa con mi madre. Admiro el fulgor en sus iris cafés, tan teñidas del color de la vida, sumergidas en la mismísima paz; la manera en la que sus labios se mueven en el segundo en que ella pronuncia cualquier palabra es magnética, es suave y es propia de ella. Nunca alguien podría igualar quien es Rowan Electra Becker, o Rowan Vertiev, mi esposa, mi compañera, mi mejor amiga y el amor de mi vida.
Es mi mundo entero.
Y sé que sí ella pudiera descifrar mis pensamientos diría:
«Tú eres el mío, Luciale Sheneira Meire»
...
—Recuerdo que hace unos años salió un supuesto dato científico que afirmaba que bañarse con la persona que amas aumenta los niveles de la hormona de la felicidad y disminuye el estrés —comenta desde la otra punta de la bañera de mármol. Suele mencionar detalles curiosos de todo lo que recuerda sobre su vida en la Tierra—. Creo que nadie lo confirmó. ¿Qué crees tú?
—Lo estamos comprobando en este instante —indico con una sonrisa amorosa—. ¿Qué dicen de las acciones afectuosas?
—Leí que abrazar a las personas segrega oxitocina, la hormona encargada del placer. También se liberan serotonina y dopamina, si no recuerdo mal —detalla al mismo tiempo que peina su cabello oscuro con sus dedos para evitar fragilizarlo al estar húmedo—. Creo que lo mismo sucede con los besos.
—¿Quieres que te ayude? —inquiero, termino de enjuagar los restos del jabón de rosas azules que utilicé sobre mí. Su perfume natural es exquisito, pero puede resultar tóxico para especies como las hadas o los licántropos. Uno de los componentes de dichas flores es una toxina potente tal hiedra púrpura o plata—. He notado que tu cabello creció.
La imagen de ella el primer día que llegó al Palacio golpea mi mente. Su cabello oscuro era lacio y largo hasta debajo de los hombros, quizá un poco menos. Lo peinaba hacia un costado, el izquierdo, y nunca lo llevaba sin alisar.
Ahora su cabello es más largo, llega hasta su cintura y las puntas comenzaron a ondularse un poco, al igual que algunos mechones completos. Se aprecia brillante, sedoso y de buena salud, al igual que ella.
Ella también cambió. Ahora la vida tinta cada parte de su cuerpo y de su alma. Ya no existe lugar para el dolor.
—Bueno, está bien —acepta tras retirar sus dedos de su cabello, una expresión de dolor surca sus facciones. Es algo efímero—. No recordaba lo que se sentía tener el cabello tan largo. Necesita más cuidados.
Es consciente de que tiene en su poder magia que podría solucionar este tipo de problemas. Solo extraña algunas costumbres que repetía en la Tierra sin analizarlas con profundidad y prefiero respetarlo, no tiene que abandonar todas sus rutinas solo porque ya no vive allí.
Asiento y río de manera suave antes de aproximarme a ella. Las distancias entre nosotras se acortan, me da la espalda para que peine su cabellera mientras ella continúa con su baño. La textura sedosa de los mechones azabache me sumerge en una sensación agradable, de calma y de paz, como cuando las aguas de la playa se silencian tras una temporada de huracanes o grandes tormentas.
Su calidez acaricia la frialdad de mi pálida piel, similar al tono mortecino, pero que he comprobado que a ella le atrae y al mismo tiempo la intriga. No hay ninguna explicación científica detrás del color de mi tez, sólo es producto de la magia que drena gran parte de mi energía. A otras especies les ocurre lo contrario.
Una vez termino de desanudar su cabello, deposito un casto beso en uno de sus hombros y me alejo. Ella voltea para abrazarme, a pesar de que por el agua podría resbalarse y golpearse alguna de sus extremidades. Sujeto con cuidado su cintura para impedir que se haga daño.
—¿Te he dicho que hoy te ves preciosa? —susurra a pocos centímetros de mí, sus manos toman mi rostro sin ejercer presión. Su mirada café brilla al centrarse en la mía—. Tu sonrisa es la luz de mis mañanas, tus abrazos se sienten como un cálido y eterno hogar. Amo cada parte de ti, amo tu expresión cuando estás seria o cuando te enojas. Te amo en todas tus facetas, mi amor.
—Mi estrella más alta —murmuro, contemplo su sonrisa deslumbrar en nuestra habitación—. El único amor que tendré en mi vida, mi sol, mi vida, mi universo. Adoro escucharte mencionar datos que te causan curiosidad, características sobre la flora de Abdrion que era desconocida para ti, incluso cuando le recuerdas a Perséfone, Klay y Kelly cuánto los amas y cuán dispuesta estarás a protegerlos de todo aquello que amenace sus existencias. Amo cada detalle, cada acción, que te hace ser tú. Tú misma.
—Te amo, mi amada Tree. Eres mi mundo.
—Y tú el mío, mi amada Lu.
...
Rowan.
Me detengo frente a uno de los arbustos junto a la fuente de cristal de la Estrella Skara. Los rayos del sol impactan contra unas flores transparentes en su totalidad. Tienen forma de campana, por así decirlo, pétalos largos similares a los lirios de la Tierra.
Incluso el talle, de un tono amarillento claro, es transparente. Me sorprende encontrar una flor así. Nunca antes había visto algo igual, pues los lirios del valle no se comparan a esto.
Acaricio los pétalos y soy transportada al tiempo en que Dríhseida trajo estas flores desde la capital de Zildwi. Es extraño que florezcan en el clima tan gélido que se vive en Abdrion, pues no es la temperatura a la que están acostumbradas a estar.
Rayel dit pax
Rayo de paz. Ese es el nombre de estas preciosas flores.
—Oh, hola, Persie —sonrío al sentir la cabecita de la gata siamesa que adopté junto al amor de mi vida—. ¿También te parecen lindas y raras estas flores? Apuesto que sí.
Alejo mi mano de los pétalos para mimar a Perséfone detrás de sus orejitas, descubrí que es algo que ama, a diferencia de Klay y Kelly que odian los mimos cerca de sus orejas. Sonrío enternecida al escuchar su ronroneo, fuerte y parecido al de un felino más grande.
Decido cargarla en mis brazos una vez me levanto del suelo. Su cabeza se refriega contra mi hombro, continúa con su ronroneo que incluso se oye más fuerte. Le doy un beso en su frente antes de seguir con los masajitos que le hacía en su espalda y nuca.
—Yo sé que no eres una gata normal, pero sé que no quieres herirme. No te me hubieses acercado desde un principio —susurro segura, Perséfone me mira a los ojos como si me entendiera.
—Aquí todos sospechamos que esa gata no es normal —menciona una voz femenina a mis espaldas.
Mi corazón late con rapidez, contengo el sobresalto y pequeño gritito que me provocó escucharla de la nada. No quiero asustar a Perséfone.
Me doy la vuelta para ver a Kraya y Normelt sentados junto a la gran fuente de cristal, me asombra no haberlos visto cuando pasé por al lado de la misma, pero imagino que es porque estaba demasiado metida en mis pensamientos.
—Casi me das un infarto, Kraya —lejos de sonar molesta, mi voz adquiere un tono divertido—. ¿Salón de belleza?
—Mis uñas estaban horrendas. Necesitaban un cambio —explica y me muestra su mano derecha—. Él solo quería pintarlas después de mucho tiempo. Como ahora puede hacer lo que quiere.
—La Academia a la que asistía no permitía este tipo de arreglos en manos, ni siquiera maquillaje o tintes de cabello. Un atentado contra la libertad de expresión sin duda —comenta con los ojos verdes fijos en sus uñas. Su cabello rubio que toca su mentón se mueve con el viento que sopla—. ¿Qué veías?
—Las flores junto a las rosas azules —indico tranquila, me gano toda la atención de Kraya en un segundo—. ¿Qué?
—Las rayel dit pax no florecen hace más de veintitrés años. La última vez que alguien las pudo ver fue el día que nació Luciale —aclara con curiosidad—. Es extraño, parece que llevan varios días allí.
—O meses —agrego—. Por la textura de sus pétalos, no se han marchitado, pero no parecen haber florecido ayer. Tampoco hace una semana.
—Pareces experta en el tema —opina amable, palma el lugar a su lado para que yo me siente junto a ellos—. ¿Quieres pintarte las uñas?¿O ayudarnos a decidir qué color utilizar?
Perséfone salta de mis brazos para recostarse en el suelo, casi a los pies de Kraya. Su mirada de ojos claros se dirige a mí, casi como si me exigiera que me siente con ellos.
—Eh, ambas —decido no darle mucha importancia al asunto y tomo el lugar libre junto a Kraya.
Oigo sus dedos chasquear y al segundo una estela verde claro brillante rodea unas cuántas cajas negras con detalles dorados que contienen productos de todo tipo: esmaltes, limas de uñas, quitaesmaltes, labiales, rubores, sombras de ojos, bases líquidas, delineadores, etcétera. Creo que el tocador de Luciale debe verse así en sus cajones, sin duda ella amaría estar aquí.
—Elige el color que usarás tú y los que usaremos nosotros —toma una lima de uñas para emparejar los bordes de las suyas..
Observo el contenido de las cajas de esmaltes. La cantidad de tonalidades que hay es impresionante, pero me centro en tres colores que llaman mi atención.
Un tono blanquecino con un brillo dorado, lo usaré yo.
Otro de un tono verde claro, casi pastel, lleno de brillos como pequeños cristales. Es perfecto para Kraya.
Y por último, un violeta oscuro que según como lo ilumine la luz solar cambia a un violeta más claro. Perfecto para Normelt.
—Pareciera que me lees la mente —bromea Kraya cuando le entrego el pequeño frasquito de color verde claro—. No sabía decidirme entre ese y un rojo, pero creo que este es perfecto. Habrás notado que amo el verde.
Asiento con una sonrisa gentil antes de entregarle a Normelt el suyo. Él me sonríe, entre agradecido y a la vez desconcertado por mi elección.
Prefiero no decir nada más, abro el pequeño frasco de cristal que contiene el esmalte que seleccioné. El aroma dista mucho de ser desagradable como los de la Tierra, es más bien una especie de perfume dulce, quizá como la vainilla. Asumo que debe estar compuesto por ingredientes de origen natural.
El pincel pegado a la tapa es de punta redonda y muy suave al tacto, pareciera ser que la pintura no queda adherida a él luego de ser aplicada.
—Los esmaltes son hechos con ingredientes naturales, la mayoría son extractos de flores o frutas combinados con magia —me explica, muy concentrada en aplicar el líquido sin salirse de los bordes de su uña—. Sé que se puede utilizar la magia para esto, pero me gusta el método que realizan en la Tierra. Imagino que hay mucho que extrañas de allí.
—Sí, la verdad que sí —admito, deslizo el pincel sobre la superficie de una de mis uñas. El destello que emite el esmalte es hipnotizante en cierto modo—. Suelo peinar mi cabello yo misma para no perder esa costumbre... Y todavía duermo. Es extraño saber que los seres sobrenaturales no necesitamos dormir tanto como un humano. Con una hora ya estamos bien.
—Al menos nosotros sí podemos disfrutar de las veinticuatro horas del día —señala, guarda su esmalte en la caja al terminar de pintar sus uñas.
—Oigan, yo... —nos interrumpe Normelt, parece nervioso—. Lamento la impresión que te di ese día que nos conocimos, Rowan. Pensé que serías de ese tipo de personas que se cree superior, como Mon Arino y que tendrías el mismo carácter de Luciale. Pero luego... me di cuenta que no era así, no es justificación y no se va a olvidar lo que ocurrió ese día, solo quería disculparme contigo.
Sus palabras suenan atropelladas, tardo unos segundos en entender qué quiso decirme.
—No te preocupes, Normelt. Lo hecho, hecho está, y sé que no eres una mala persona. Agradezco tus disculpas de todas formas —digo comprensiva, él asiente sin agregar nada más.
Unos pasos producidos por unos zapatos bajos, negros, que solo pertenecen a una persona, se detienen junto a mí. Reconozco dicho calzado de tachas plateadas luego de haberlo visto varias veces, y de describir a su portadora.
Vinavina Arino.
—¿Pasa algo? —pregunto, termino de pintar mi última uña y levanto mi mirada para observarla.
Su cabello rojizo, corto hasta los hombros, está recogido en una semi coleta. Sus ojos azules están delineados con sombras y un delineador azul oscuro, casi negro. Lleva un pantalón tipo palazo en tono negro, junto a una blusa negra con detalles en dorado y plateado.
Es la primera vez que veo a alguien vestir ropa que podría haber sido sacada de la Tierra.
—¿No quieres continuar con tus prácticas del elemento tierra? Aunque creo que tú me superas —sonríe quizá burlona, lleva en una de sus manos un libro pequeño, de tapa negra con detalles en azul cobalto—. ¿Quieren venir?
—Por desgracia, no heredé los poderes de hada del aire de mis abuelos paternos —menciona Kraya, aunque no luce para nada apenada por ello—. Normelt se queda en los lugares donde yo estoy.
El muchacho parece querer objetar lo dicho por su prima, pero decide callarse. Vinavina rueda los ojos antes de soltar una pequeña risa nasal.
Es extraño sentirme como en casa cuando estoy rodeada de personas con las que apenas hablo y no conozco por completo, no como a Luciale o a Chrystel. Y lo más fascinante es que estas personas hablan conmigo como si me conocieran de toda la vida, como si yo fuese su familia.
Una sensación de familiaridad y confianza que me invaden, que me transmiten paz, no igual a la que mi esposa me otorga, pero una muy hogareña.
—Continuemos con las prácticas —acepto la sugerencia de Vinavina. Ella me dedica una sonrisa satisfecha. Volteo mi cabeza para dirigirles la palabra a los chicos—. Nos vemos después, Kraya, Normelt. Gracias por pasar el rato conmigo.
—No es nada, Rowan. Que te vaya bien en tus prácticas —me desea Kraya, comienza a trenzar su cabello rubio—. Yo cuidaré a Perséfone en tu "ausencia", aunque estarás por aquí.
Formo un corazón con mis dedos antes de seguir el andar de la joven de cabello rojizo. Luego de las visiones que tuve al revivir las memorias de Zarahíe Wellezpve, he logrado comprobar que Vinavina Arino heredó varios de los genes de su padre y familia paterna, lo único perteneciente a los Arino en ella son sus facciones. Esos rasgos faciales que caracterizan a los Arino, por la apariencia de su nariz pequeña, pómulos marcados, orejas pequeñas, cejas pobladas, frente mediana y demás.
Y a pesar de todo ello, Vinavina Arino es la fiel personificación de la mirada de su tía, Zarahíe Wellezpve. De iris azuladas, que en ocasiones se oscurecen hasta colorearse de un bello azul marino, pero que destellan tristeza, resignación, resentimiento y tal vez hasta odio. Odio hacia su vida, hacia las personas que la encerraron durante tantos años, hacia quienes decidieron que ella no sería quien construiría su carácter o su manera de ser; y aún así, ella tuvo la posibilidad de salir de esas estructuras impuestas, de esos modelos de vida que no coincidían con sus pensamientos.
Aunque a nadie le guste creerlo, Vinavina Arino es la última descendiente de los Wellezpve que se asemeja muchísimo a la fallecida emperatriz de Khiat. A esa mujer que fue condenada a una vida infeliz, pero que se mantuvo fiel a sus convicciones y valores.
La infelicidad no pudo destruir a la persona que era Zarahíe, así como tampoco lo hará con Vinavina.
—Supongo que estamos lejos como para no romper ninguna planta de las que cuidan tú y Chrystel. Más ella que tú, he visto que se esfuerza mucho por mantener vivo y alegre este lugar —deduce pensativa—. Quisiera sentir esa motivación para realizar mis pasatiempos.
—Es admirable la felicidad con la que cuida cada arbusto, cada hierba y cada flor de este jardín. Yo también desearía tener esa motivación y esa energía —confieso con una sonrisa nostálgica.
No recuerdo muchos años de mi infancia ni de mi adolescencia, pero imagino que en algún instante fui tan feliz como lo es Chrystel cuando se dedica a cuidar el jardín del Palacio. Estoy segura que, dentro de todos esos recuerdos olvidados en mi mente para protegerme de cualquier trauma, existe una Rowan feliz, ya sea cuando jugaba algún videojuego o cuando descifraba algún problema matemático de gran complejidad. Nunca lo sabré.
O al menos no por ahora.
Me alivia mucho saber que controlo a la Rowan del presente y que esta Rowan que soy, esta mujer en la que me he convertido a lo largo del tiempo y que ha hallado muchas motivaciones para continuar en Lilium y en Luciale, es feliz. Es tan feliz y se siente tan plena que puede dormir en paz, sonreír de manera natural, amar a su esposa cada día, reír con otras personas, sin caer en ese vacío que carcomía su interior día tras día.
—¿Qué pensabas estudiar antes de venir aquí? —cambia de manera repentina el tema y capto que es por su incomodidad ante reconocer que durante gran parte de su vida no fue feliz.
—Me ví obligada a elegir alguna ingeniería, pero aquí descubrí que mi verdadera pasión siempre fue la astronomía y que debí seguir esa carrera en la Tierra. La continuaré aquí —aseguro tranquila. Sé que me agradece en silencio no rechazar su cambio de tema de conversación—. ¿Y tú?¿Qué pensaste estudiar?
—De pequeña soñaba con ser educadora especializada en el área de ciencias, química sobre todo. Hoy en día decidiría ser abogada o bailarina, suena extraño, pero creo que yo misma lo soy y mi profesión también debería serlo —su tono toma ese aire irónico que la describe, aunque más allá de eso, aprecio cierto resentimiento en su voz—. Mi madre no quería que me formara en estudios superiores. Solo quería que yo terminara el nivel medio y me condenara a acompañarla de por vida. A veces pienso que nunca le agradecí a Luciale aparecer ese día en la mansión y acabar con mi tortuosa rutina diaria.
—Eres valiosa, Vinavina —le digo con una sonrisa amable—. No hablo de las especies que conforman tu identidad sobrenatural, hablo de tu persona, de tu lealtad hacia tus valores, convicciones, pensamientos. Todos ustedes, los Arino que decidieron romper con un ciclo familiar, son valiosos. Te aseguro que nunca más regresarás a ese Valle a pudrirte. Eres libre, al igual que tus primos que están en el Palacio. Siempre fuiste libre.
—Te agradezco todo lo que haces, Rowan. Y lo que has hecho por Luciale, tu esposa es una persona feliz, alguien que comprobó que la infelicidad, el rencor o la tristeza no deben condicionar tu personalidad —suspira pesado antes de continuar—. Ojalá él también estuviera con nosotros, ojalá pudiera disfrutar de su libertad que le fue arrebatada por su matrimonio. Una unión que lo mató en vida y lo condenó, todo por amor.
—Tu padre era una persona maravillosa, igual que lo fue tu tía Zarahíe, su hermana menor —afirmo nostálgica. Mis habilidades como ninfa del sol provocan que yo canalice las emociones de los demás y conecte con ellas—. Mejor dicho, él es una persona maravillosa.
—He comenzado a olvidar su voz, Rowan —murmura, sus manos se mueven en círculos para que la magia haga crecer un arbusto de flores doradas a su lado. Su mirada azul se cristaliza al observarlas, identifico que son las preferidas de Jiskton Wellezpve, el padre de Vinavina—. Cuando todo esto termine... ¿Podrías convencer a tu esposa de permitirme traer a mi padre? Yo lo cuidaré. No es necesario que costeen su tratamiento, estudiaré y trabajaré para pagarlo.
—No tienes que trabajar ni nada de eso —niego con la cabeza mientras compartimos la misma sonrisa triste—. Me aseguraré de que puedas estar con tu padre cuando todo termine, Vinavina.
—Gracias —susurra honesta—. Sus últimos días consciente le prometí que sería yo quien lo cuidaría hasta que despierte. Nueve años han transcurrido desde ese momento.
—Cumplirás esa promesa, Vinavina. Yo me encargaré de ello.
Esas son mis últimas palabras antes de que el escenario frente a mí cambie con una rapidez indescriptible, pero a la vez atemorizante. Mi pulso se disparó desde el segundo en que ya no me rodeaba el jardín, sino que una habitación con una estética demasiado similar a la que decora el Castillo de Astenont.
Es una visión.
Trato de recuperar el aliento, mis ojos viajan a través de las paredes de piedra con cuadros abstractos enmarcados en plata. La sombría iluminación me da una mala espina terrible, pero aún más al reconocer a las personas que hablan en la mesa rectangular al fondo de la habitación.
Identificaría sus ojos anaranjados dónde sea, una tonalidad tan exótica no es fácil de olvidar y menos por mí. Su cabello castaño se encuentra recogido en un moño formal, su ropa consiste en un largo vestido negro, junto a unos guantes a juego.
Frente a ella se impone la figura de quién, según la biología, es mi padre. Pefther Koulliov. Su traje negro en su totalidad lo vuelve más intimidante, a pesar de que su mirada es suave y amable en esta ocasión.
—Ya está cumplida mi parte del trato, señor Koulliov —le informa Meydila, seria—. Cumpla su parte sin excepciones ni excusas.
—No se preocupe, señorita Liweul. Yo cumplo mi palabra —le asegura él, de brazos cruzados—. Le agradezco por apoyar mi causa.
...
¡Buenassssss!
Cómo les dije, aquí les traigo el capítulo antes del especial de año nuevo (que de año nuevo no va a tener nada JAJAJAJA, solo el nombre xd)
¿Cómo se encuentran?
¿Opiniones?
¿Qué trama esa Meydila con Pefther? Uy, uy, se puso potente
Amo las escenas Luwan, soy fan 😭
Lo triste que fue escribir la escena de Vinavina con Rowan :(
¿Ustedes aman la amistad que está naciendo entre los Arino y Rowan? Porque yo sí, Rowan se siente como en una familia y antes no sabía el concepto de lo que era tener una 😭
Se vienen cositas en el próximo capítulo y un guiño a los próximos libros de esta saga 👁️
En la precuela se desarrollará más las relaciones entre hermanos (Dríhseida, Danira y los demás. Zarahíe y su hermano)
Espero que les haya gustado el capítulo <3
Antes de irme, ¿Desde que país me leen? Así veo a qué hora subiré el especial de año nuevo (mi idea era subirlo a la 1am hora argentina, pero eso está por verse)
¡Nos vemos en año nuevo! Espero que se encuentren bien y les mando muchos besos, abrazos y buenas vibras <3
Los amo. ✨
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