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Capítulo 26. "Di que sí a la eternidad"

Les traigo el cap de la boda con cositas sobre el pasado de Rowan. Quédense a disfrutar el momento más romántico que leerán, ahre. Pero sí, quédense <3

Les dejo en multimedia la imagen del vestido de Luciale y abajo de todo, el de Rowan y los peinados.

Luciale. 

El reflejo que me devuelve el espejo del tocador es digna de una figura de autoridad que mezcla la seriedad con la sensualidad y que al mismo tiempo puede ser el ser más intimidante que ha pisado alguna vez este planeta. 

Termino de delinear el lagrimal de mi ojo izquierdo, suelto un suspiro al cabo de un efímero instante. Curvo mis labios en una sonrisa que no enseña los dientes, pero que se esfuerza por ser amable. 

Al alejarme del tocador para contemplar mi maquillaje en su totalidad, me percato de que las pequeñas gemas adheridas a los bordes de mi delineado siren eye le dan un toque místico, que mis labios violeta oscuro otorgan severidad a mi expresión; debajo de mis pestañas inferiores se encuentra esparcido el famoso polvo de estrellas que se convirtió en una tradición de las bodas imperiales de Abdrion hace ya varios siglos. 

El lunar en forma de corazón en mi mejilla está acompañado de una pequeña estrella Skara, dibujada con delineador violeta. Como es usual en mí, no debo olvidarme de mi estilo extravagante tan descriptivo de mi persona y manera de ser, por ello es que me enfoco en que mi maquillaje acompañe a esa excentricidad que habita en mí. 

Visualizo a la silueta de Chrystel aproximarse hacia mis espaldas, le dirijo la mirada por medio del espejo. Sonríe, una sonrisa que irradia felicidad y orgullo, se siente orgullosa de todo lo que he logrado en este pequeño tiempo, de todo lo que obtendré en un futuro como fruto de mi esfuerzo. 

—Majestad, no puede irse aún —su tono desprende emoción, tan genuina y sana. No hay rastros de envidia en su actuar, solo buenos deseos—. Una emperatriz no puede marcharse sin su corona. 

Me giro hacia ella para admirar el almohadón aterciopelado que sostiene en sus manos, sobre él descansa una gran corona dorada, decorada con una estrella Skara en el centro y diversas piedras preciosas originarias de Lilium. El brillo que emana es magnífico, atrayente, te hipnotiza ni bien tus ojos recaen en ella. Sin duda, una reliquia familiar que tengo el derecho de utilizar. 

Observo el velo sujeto a la pieza, es del mismo tono que mi vestido y demasiado largo, lo suficiente como para cubrir parte de la falda de mi vestimenta que llega al suelo. Sonrío, si bien no estoy acostumbrada a utilizar velos, pues en Abdrion los hemos borrado de la historia por causas particulares, he decidido cumplir uno de los pequeños sueños de Rowan. Rompe las tradiciones aridienses que han perdurado por años, pero yo deseo compartir la misma emoción que mi esposa. 

—No sé cómo usan estos velos en la Tierra —confiesa Chrystel con cierta extrañeza, toma la corona en sus manos para colocarla sobre mi cabeza de manera suave—. Te ves increíble. 

—Muchas gracias —sonrío un poco a la vez que acomodo el velo para que cubra mi espalda—. El velo cubre el rostro de la novia, me lo pondré como se debe cuando estemos en el templo. Por el momento necesito que mi campo de visión esté despejado. 

—Estoy tan feliz por ti —toma mis manos, les da un leve apretón—. Te mereces todo lo bueno que sucede en tu vida y cumplir todas tus metas. Espero que puedas hacerlo junto a Rowan, sé que quieres incluirla en tus planes del futuro. 

—Su persona está en todos mis planes de vida desde que hablé con ella por primera vez —admito con un suspiro profundo—. Como te he dicho antes, siempre tuve esa percepción de ella como alguien a quien yo ya conocía, como una persona que estaba destinada a mí con quién compartía una conexión indescriptible. Y así resultó, una sola mirada de ella habla más que mil palabras, no es necesario que me comunique lo que siente porque yo ya lo sé desde antes de que descubra que es.

—Tal vez algún día pueda sentirme igual con una persona. Las únicas que pueden percibir esa conexión son las almas que reencarnaron y en vidas pasadas se amaron —me recuerda, asiento como gesto en que le doy la razón—. Bueno, debo irme a ultimar los preparativos. Nos vemos en una hora. 

La veo retirarse de mi habitación sin comentar nada más, yo me enfoco en mi aspecto físico en este instante. Debo ser la personificación de la perfección y al mismo tiempo de la maldad, pues al ser la diosa de la élite, tengo que demostrar quién soy en verdad. 

El vestido que envuelve mi cuerpo es, en su mayoría, de una tonalidad azabache. Los hombros quedan al descubierto debido al escote en forma de corazón que compone la parte superior, el torso es pegado al cuerpo, negro con hilos dorados y un cinturón de flores moradas, las mangas tres cuartas están compuestas por volados oscuros de una tela brillante. La falda es suelta, en el comienzo de la misma hay unas cuántas hojas negras junto con pequeñas ramas que terminan en estrellas Skara doradas, la tela es un tanto transparente antes de las rodillas. La tonalidad oscura se va degradando a violeta conforme llega al suelo. Una especie de capa se sostiene desde mi espalda hasta el suelo, continúa con el mismo degradé que el vestido en sí y logra cubrir parte de mis brazos. 

Mis dedos portan diversos anillos, de tamaños diferentes, algunos de plata y otros de oro, unos pocos con piedras preciosas, la mayoría solo son figuras como una mariposa, serpiente, corona, luna, sol, estrellas Skara. Una de las más famosas tradiciones de las bodas aridienses es que cualquiera de las personas que se casa, debe llevar anillos en todos los dedos de sus manos. 

Observo el collar que descansa en mi cuello, es aquel que me obsequió Mon Arino en su momento y prefiero llevarlo conmigo como si fuera una especie de amuleto. Pocos saben que lo he hechizado para que me proteja. 

Mi cabello rubio está recogido en un moño alto, compuesto de trenzas que lo rodean y sujeto por un broche dorado con forma de una estrella Skara. He decidido no llevar pendientes, pues ya estoy lo suficiente recargada como para agregarle un accesorio más. 

Mientras termino de retocar mi velo, presiento unas pisadas de tacón acercarse hacia mí. A juzgar por la manera en la que ejecuta sus pasos, ese nerviosismo y suavidad que son las palabras perfectas para una sola persona, sé de quién se trata. 

Vislumbro su cabello rubio peinado en un semi recogido con una corona de trenzas, sus ojos verdes que en otro momento se encontraban carentes de vida, pero que ahora rebosan de esta; su vestido verde, largo, de una tela un tanto brillante, con pedrería a juego. Su rostro se muestra al natural, pero con esa sonrisa maternal que ha portado desde siempre. 

—Laissa —me volteo a verla, se detiene a una distancia prudencial—. ¿Qué sucede? Creí que ayudarías a Rowan a prepararse. 

—Elegí venir a entregarte algo —sonríe suave mientras saca una pequeña caja de uno de los bolsillos de su vestido—. No es necesario que lo utilices ahora, solo quería dártelo antes de olvidarme. 

Tomo la caja de terciopelo verde oscuro con extrañeza que me esfuerzo por disimular, el contenido de la caja no es más que una pulsera de plata con lunas y soles como dijes. Un gesto como este posee un solo significado, me es complejo aceptar lo que se dice entre líneas a través de este regalo. 

De acuerdo a las costumbres aridienses, la familia imperial debe obsequiar lo que desee a su familiar de mayor confianza que está a punto de casarse. Aquel que reciba el presente debe optar por guardarlo o rechazarlo. 

—Laissa... —murmuro sin tener en claro que decir, la conmoción me golpea con rudeza. ¿Me considera familia suya?¿Incluso después de todo lo que ha ocurrido?—. No comprendo, ¿Por qué...? 

—Somos primas, ¿No? —me recuerda con una sonrisa serena—. No hemos hablado mucho en estos años, pero considero que eres de las personas más sensatas en esta familia y que daría la vida por los que ama, eso me lleva a confiar en ti. Tienes el poder de destruir a ciertas personas y aun así no lo haces por el simple hecho de que los amas, eso es una decisión digna de la confianza de cualquiera. De igual manera, ya sabes lo que dicta la costumbre, puedes rechazarlo si así lo deseas. 

Retiro la pulsera de la caja sin aclarar nada al respecto, pues mi acto es más que suficiente para confirmar mi decisión ante esto. La mujer frente a mí me observa, incrédula y en silencio, pero sus ojos verdosos reflejan otro sentimiento: emoción. Emoción por haber sido aceptada en esta familia, que no se acerca nada a lo que eran los Arino. 

—¿Quieres colocarla? —propongo, mi muñeca izquierda se eleva un poco. Soy capaz de apreciar un vestigio de felicidad en su rostro, pero ella desea apagarlo—. Somos primas. 

—Claro —sus dedos tiemblan un poco, pero rodea mi muñeca con la pulsera y ajusta el broche de esta para que quede a mi medida—. Gracias. Te agradezco todo lo que has hecho, si bien no coincidimos en mucho, gracias por ser una de las personas más racionales aquí. 

—No es nada —opino mientras relajo mis hombros—. ¿Alguien te ha comentado cómo es el vestido de Rowan? La intriga que me dejaron porque no puedo verlo antes de la boda, me carcome por dentro. ¿Cuál es esa tradición rara que tienen en la Tierra?¿Por qué alguien creería que ver el atuendo de la novia traería "mala suerte"? 

Oigo su risa ante mi cuestionamiento, sin embargo, sé que comparte mi opinión. No comprendo esa creencia sobre los atuendos de las novias en la Tierra, en Abdrion es común enseñar las prendas que se vestirán ese día, más que nada para combinar la decoración con dichas ropas y preparar una ceremonia acorde a ello. No obstante, los humanos prefieren creer que la suerte de la persona que enseña su vestido se verá afectada por algún tipo de karma. 

Respeto la práctica que Rowan quiso llevar a cabo, después de todo, es su boda también y tiene derecho a sugerir todos los hábitos, consejos, decoración, atuendos y demás que ella desee. Lo que le provoque felicidad, a mí también me la provocará; pues su sonrisa también es la mía, y yo deseo aprender más sobre ella, sobre sus pensamientos, aquello que la emociona a más no poder. 

—No le des más vueltas al asunto que terminarás con más curiosidad —sugiere mientras acomoda las mangas de su vestido—. Kraya y Chrystel me contaron que el vestido es negro. Es el único detalle del que tengo conocimiento, decidieron respetar la decisión de Rowan de no revelar nada.

Oh. 

Es de color negro. 

Uno de los colores que representa a Astenont. 

Imagino que Rowan se ha informado sobre las ceremonias matrimoniales en Lilium y prefirió uno de los colores de Astenont al no tener idea de los que corresponden a su casa familiar. Según se ha realizado durante años, la pareja que está a punto de unirse para toda la vida, debe portar aquellas tonalidades que representan a su familia o imperio. 

Si deseaba diseñar una prenda con el violeta de la casa Meire, no nos hubiésemos molestado ni nada. Es una más de esta familia compuesta por personas que no tienen ningún vínculo sanguíneo con los Meire de apellido. 

—Antes de que lo preguntes, Rowan es ciudadana asteniense —le aclaro al percibir su confusión—. Su verdadera familia proviene de Astenont y supongo que ha nacido allí, desconozco las causas por las que fue llevada a la Tierra. 

—¿No traerá conflictos a futuro con Astenont? —inquiere un tanto preocupada—. No quiero que reclamen ningún derecho que no les corresponda. Mis primos pueden ser un poco... groseros. 

Endurezco mi expresión facial de manera leve, mis labios borran su sonrisa como si nunca hubiera existido, las cejas rubias que adornan mi frente se contraen un poco. 

En ocasiones suelo pasar por alto el detalle que une a los Arino con los Ditnov. El hermano menor de Meriliah Zartev, Derker, se unió en sagrado matrimonio con mi tía, Danira Arino. De esa unión, aparecieron los tres niños que conocemos —en lo privado de los Meire— como: Laissa, la mujer que podría asesinar a cualquiera si su demonio protector percibe alguna amenaza. Martz, el muchacho de los rizos de oro que conoce cada secreto de la Guardia Real de los Meire y puede adoptar su forma demoníaca en cualquier momento. Kraya, la jovencita artista que no heredó las raíces infernales de su padre. 

Prefiero mantenerlos en la cercanía para estudiar sus comportamientos a mayor profundidad. Uno de los más grandes peligros que convive conmigo es Laissa, pero incluso ella no resultaría alguna dificultad para mis habilidades. 

—El hecho de que una ciudadana de la aristocracia de Astenont haya asumido el cargo de emperatriz consorte de Abdrion, no les otorga ningún derecho sobre nuestros territorios ni gobernación. Einer y Einar Ditnov lo saben a la perfección —digo indiferente—. Tampoco pueden arriesgarse a perder el apoyo de Abdrion en la guerra. Sin nosotros, por más que sean un imperio extenso y lleno de especies peligrosas, son solo una manada de inestables que serán derrotados fácilmente. 

Asiente con una sonrisa satisfecha en su rostro. 

—Me encanta ver cómo siempre le encuentras el punto débil a todo y lo conviertes en información a tu favor. No importa lo que opinen los demás Arino vivos, creo que no existe otra persona más capacitada para ocupar el cargo de emperatriz que tú, Luciale —su elogio honesto provoca un ápice de suficiencia en mis facciones. 

Abdrion posee una sola heredera legítima a su trono y esa soy yo, Luciale Meire. Emperatriz por derecho de nacimiento, máxima autoridad sobre los gobernantes hasta el día de mi muerte o deposición. Diosa de la crueldad y oscuridad, conocida como Sheneira entre mis súbditos, aquellos que me rinden culto no son más que quiénes juraron ser los más poderosos de este imperio y solo son los miembros de una élite que cree en privilegios inexistentes. 

...

Rowan. 

Las palabras de Luciale hacen mella en mi cabeza, si bien han pasado un par de días desde esa noche donde lloraba dormida y al despertar me comentó sobre su sueño, no he podido apartar lo que dijo. En mi mente, resuenan sus frases escuetas como pensamientos intrusivos que buscan herirme. 

«A ti, cubierta de sangre»

«Y a mí, luchando por mi vida»

¿Qué habrá visto con exactitud? No quiso hablar sobre el tema y tampoco insistí, noté su disgusto ante lo que vio. Creo que en cierto punto llegó a sentir temor, por mí, por nosotras, por perderme. 

La única manera de descubrir cuál era su visión, es meterme en su cabeza. Traté de lograrlo, pero inconscientemente bloqueó su espacio mental frente a mí, eso me va confirmado que el asunto es delicado para ella y que le aterra de sobremanera que yo sepa de ello. 

Sé que quiere protegerme, pero en estos casos donde yo estoy como sujeto activo, necesito saber del tema. Ella no lo sabe, pero creo que descubrí cómo evitar que las visiones sobre el futuro se vuelvan una realidad. Mi único problema es poder activar esa parte de mis poderes que me permite algo como eso, podría tardar un poco, pero lo lograré. 

—Estás hermosa —opina Vinavina a mis espaldas, ambas frente al gran espejo en el que se ha convertido una de las paredes de mi habitación gracias a mis poderes—. El negro es tu color, te sienta fenomenal.

—Gracias —sonrío mientras tiro mi cabello oscuro hacia mi espalda—. Tú también te ves muy bien. 

El cabello rojizo lo lleva recogido con varias trenzas pequeñas, pero en su mayoría está suelto y con unas leves ondulaciones en sus puntas. Supongo que las trenzas debe ser alguna costumbre de los Arino, se las he visto a Laissa, Kraya, Luciale y Dríhseida. 

¿Tendrán algún significado en especial? 

El vestido azul cobalto que porta resalta sus profundos ojos azules, largo hasta el suelo, de escote redondo y mangas tres cuartos. Hasta donde tengo entendido, en este tipo de eventos, cada persona viste los colores de su casa familiar o de su imperio. 

Yo no conozco los que representan a mi casa familiar, los Vertiev. Por ello decidí elegir el negro, que se encuentra presente en la bandera de Astenont. Dado que la familia de mi madre se originó allí, considero que es justo que sea el tono que predomine en mi vestido, ¿No? 

Los diseñadores personales de Luciale han creado una obra de arte en todo su esplendor. Los apliques de estrellas, lunas, soles, destellos y demás a lo largo de toda la tela quedan divinos, le aportan un toque mágico al vestido. La pieza en sí es negra, de escote en v pronunciado, mangas de tul y escote en la espalda, la cintura es entallada y la falda es suelta. Han logrado transformar mi imagen mental en una realidad. 

A la luz del sol o de los candelabros, la tela brilla como si en ella se hubiera esparcido purpurina. Me siento como en uno de esos cuentos de fantasía que leía de niña, solo que ahora es mi realidad y yo soy la protagonista de todo esto. 

El escote en la espalda deja al descubierto las cicatrices que llevo allí. Los cortes relucen en mi piel trigueña, sin importar el pasar de los años, permanecen ahí como un recordatorio del pasado tortuoso que me persigue en mis momentos de mayor tranquilidad. Mi yo más joven se hubiera avergonzado de enseñar sus heridas, pero quién soy hoy no tiene miedo ni pena. Quién me ama en verdad, acepta mis cicatrices invisibles y las besa con cariño, las abraza en mis noches más oscuras cuando no tengo fuerzas para ser yo misma. 

Todo lo que he pasado me hace quién soy hoy en verdad. Rowan, indecisa, temerosa, que padece de ansiedad y tiene pesadillas recurrentes, quién disocia ante situaciones que funcionan como detonantes, aquella que es desconfiada con todos y en algún momento creyó "llorar por cosas absurdas", sensible, amante de los animales y de la naturaleza, alguien que busca la bondad en la maldad. Esa soy yo, ¿Por qué tendría que ocultarme o rechazar mis heridas? 

Con el tiempo he aprendido a amarme por lo que represento, por lo que soy, más allá de las especies que llevo en mis venas. Me amo por la persona en la que me convertí y me convertiré en un futuro, porque a pesar de tragedias, torturas y maldades, he renacido de la oscuridad con la misma felicidad, honestidad y nobleza. 

—El escote de la espalda te hace ver más elegante —comenta Vinavina, nunca pensé verla en esta faceta amable. La reputación que carga consigo es de una persona grosera, que no se ajusta a lo normativo de Lilium, en contra de todas las imposiciones sociales y el absolutismo monárquico. De acuerdo a lo que llegué a investigar en la mirada de Laissa, la muchacha de cabellos rojizos es considerada como «la emperatriz que nunca pudo ser». Dudo que en algún momento haya deseado ese título, si fuera por ella misma, lo rechazaría sin más—. ¿Le digo a Kraya que traiga tu velo? 

—¿Estás cómoda con tu vestido o deseas un traje? —interrumpo su pregunta con otra. Queda pasmada ante mi interrogante—. Pregunto porque te he visto acomodar las mangas de tu vestido como si te incomodara, me gustaría saber si fue decisión propia o presión familiar. 

—Decisión propia —asegura, deja en paz sus mangas—. Los tiempos en los que podían manipular a mi persona y cambiarla a su antojo como si de una muñeca se tratase, han terminado. Ni Luciale, Mon, Shinkira o siquiera Laissa pueden tener algún efecto en mí. Las mangas del vestido me quedan un poco apretadas, es todo. 

—Comprendo, eso lo podemos solucionar rápido —chasqueo mis dedos y las mangas azuladas que se aferraban a sus brazos con fuerza se convierten en unas mangas abultonadas que le permiten mover sus extremidades con tranquilidad—. Pienso que ahora se ve más como algo de tu estilo. 

—Gracias —me sonríe un poco—. Todavía no me acostumbro a no poder utilizar mis poderes. ¿Has hablado con Luciale sobre si puedo ayudarte a entrenar el elemento de la tierra? 

—Aún no, al menos que yo recuerde —suspiro, termino de acomodar mi cabello—. Ya hablaré de ello en algún momento. Pídele a Kraya que traiga mi velo, por favor. 

Se va de la habitación sin comentar nada más al respecto, suspiro profundo de nuevo. Cuando nos conocimos la primera vez hace un mes, o quizá dos —no tengo clara la noción del tiempo—, percibí una energía densa que la rodeaba y no le dejaba respirar o interactuar en paz. Sin embargo, hoy la noto más ligera, más serena consigo misma y me da curiosidad saber el porqué. Se la ve menos cansada, más amable y sonriente, ¿Qué habrá sucedido? 

Mis músculos se paralizan por completo al percatarse de la silueta femenina que se ha formado detrás de mí. Sus ojos redondos me observan en el espejo, su cabello castaño claro alisado permanece intacto, sonríe dulce con esos labios carmín que la describen a la perfección, con esas comisuras que crean hoyuelos, apoya sus manos en mis hombros sin apartar la mirada. 

Mamá desea enseñarme algo en sus memorias. ¿Qué es tan importante que debe ser con urgencia? Capto la desesperación en sus ojos azul claro, no hacen falta palabras para confirmarme que necesita que sea rápido todo esto. 

Aprieto una de sus manos y cierro mis ojos para evitar la impresión que me provoca el cambio de la realidad con los recuerdos de un fallecido. Suelo sentir náuseas, mareos o visión borrosa, prefiero evitar eso por hoy. 

Una vez todo termina, abro los ojos de nuevo para encontrarme en una especie de Iglesia de estilo gótico y bastante oscura. Por los símbolos que logro divisar en las paredes, es una construcción que pertenece a Astenont. 

Un pianista toca alguna especie de canción en el piano, las notas musicales conforman lo que pareciera ser alguna canción de una boda. La sala se mantiene en silencio hasta que oigo unos tacones femeninos aproximarse hacia el altar extraño, acompañados de unos zapatos de hombre.

Visualizo a mi madre con un vestido negro y rojo, de hombros descubiertos, falda ostentosa, semejante a esos vestidos medievales con los que ni podías caminar. A su lado, un hombre algo más alto y de facciones jóvenes, suaves, delicadas, muy similares a las mías, camina a la par suya sin observar a los invitados. 

Reconozco sus ojos cafés, pues son los mismos que los míos y reflejan la misma mirada triste, apagada, como si hubiésemos sufrido mucho en esta vida. Tanto que no hay manera de expresarlo. 

—Es una unión ilegal —murmuran algunas personas—. Él no está divorciado aún. No hay manera de que esto sea un matrimonio legítimo. 

—Su divorcio saldrá en unos días —sisea Einer Ditnova, camina detrás de la feliz pareja—. No quiero oír a nadie más hablar sobre este matrimonio, no les compete en lo absoluto. Los únicos que podríamos opinar sobre esto, y ni siquiera tenemos derecho, somos mi hermano y yo. Respeten la decisión de la señora Vertiev y el señor Pefther. 

El recuerdo se desvanece frente a mí sin dejarme asimilar la información que me brindó el alma de mi madre. Una unión ilegal, ¿Y por qué?¿Por qué Einer los defendería tanto de las habladurías del pueblo? Si mi padre era él, ¿Por qué sólo mencionó su nombre y no su apellido? 

El hecho de que su matrimonio no pueda ser reconocido como válido, me ayuda a entender porque mi madre quería ser tan reservada con su relación con mi padre. Dado que los Vertiev se regían mucho por la "honra" y el presumir a su hija predilecta, hubiese sido una desgracia anunciar algo así. 

Ni siquiera en este universo se salvan de la presión social y las imposiciones, qué mierda. 

—¿Se supone que el velo te tiene que cubrir el rostro? —Vinavina habla de repente y yo suelto un respingo—. Soy yo. 

—Me quedé pensando y no me di cuenta cuando entraste —me disculpo por mi reacción—. Sí, tiene que cubrir mi rostro. En el momento en que esté junto a Luciale, ella debe levantar mi velo y yo el suyo. 

—Sigo asombrada por el hecho de que Luciale te haya escuchado y haya accedido a algo así —confiesa ella, acomoda el tocado de estrellas sobre mi cabeza y el velo negro cae por mi espalda—. Es tan obstinada cuando quiere. No suele oír las opiniones de otros. 

—Entonces hice un cambio para bien en ella —sonrío cuando la muchacha atrás mío cubre mi cara con la tela—. Tenemos que hacer lo de tirar el ramo. 

—¿Qué? —pregunta extrañada—. ¿Qué es eso? 

—Se supone que la novia, o al menos una de ellas, lleva un ramo que luego será lanzado de espaldas hacia el resto de las mujeres invitadas. Quien lo agarre, será la próxima en casarse —cuento emocionada, la sonrisa que surca mis labios es indescriptible, los hoyuelos son visibles incluso con la tela negra de por medio. 

Nunca creí que cumpliría uno de mis mayores sueños: casarme con la persona que amo, compartir el resto de mi vida con ella y vivir una relación sana. Si bien Luciale tiene sus conflictos internos, sus inseguridades, yo me encargaré de cuidarlas, acariciarlas y abrazarlas. Me aseguraré de que a mi lado se sienta segura, en paz, amada, adorada cada día de su existencia, aceptada por quien es y no por quien puede llegar a aparentar ser. 

—Eh, prefiero no participar de esa actividad —su tono serio me hace soltar una pequeña risita—. ¿Qué? No soy parte de esas cosas, Rowan. Pienso que la idea de casarme es absurda si se aplica en mí, nunca conecté con alguien de tal manera que me llevara a pensar en la idea de un casamiento. Mejor dicho, nunca hablé con nadie tan seguido como para enamorarme. 

—Oh, comprendo —asiento con entendimiento y su ceño se relaja ante mi respuesta tan normal—. No estás obligada a casarte ni a enamorarte. Muchas personas se sienten como tú y no tiene nada de malo, no tienes que cumplir con la presión social, con las imposiciones de tu familia o amigos, sus opiniones no deben influir en ti. La única voz a la que debes escuchar es la tuya, porque eres la única que te conoce al cien y sabe que siente, que no cuenta a los demás, que llora, que sufre y que sonríe. 

—Gracias —murmura tan bajo que suena como un susurro—. Durante años crecí con la voz de Shinkira o Mon en mi cabeza, con una orden tan clara como "Tienes que ser madre, ¿Qué harás de anciana?¿Quieres quedarte sola toda la vida?¿No quieres compartir tu vida con alguien?". Nunca comprendí sus puntos de vista, para mí la soledad no es aterradora, es la mejor amiga que he podido conocer y es quien me abrazó durante tantos años desde lo que ocurrió con mi padre. 

—Entonces me alegro mucho de que hayas podido alejarte de ese tipo de personas y hayas decidido quedarte en el Palacio —mi mirada se suaviza al percatarme de sus ojos apagados y tan resentidos como de costumbre—. Sé que si quisieras volver, te hubieras escapado hace tiempo. Como Normelt. 

Asiente con lentitud. 

—Los Arino adultos nunca comprenderán la perspectiva de vida que tenemos nosotros, los de la nueva generación. Prefieren arraigarse a sus viejas costumbres, a sus estructuras arcaicas que priorizan el egoísmo por encima del bienestar colectivo —opina seria, pero con cierto pesar—. A ellos no les interesa el otro, tampoco la sociedad. Son iguales a los antiguos emperadores de Abdrion, en gran medida me alivia saber que quien está en el trono es Luciale y no Shinkira. Tu esposa conoce los límites y los remordimientos. 

No me caben dudas de que el pensamiento de Vinavina Kaira Arino está más avanzado que la sociedad que habita en Lilium. Sus ideas serían escuchadas y puestas en práctica si viviera en la Tierra, pues es lo que se piensa entre los humanos actuales. Ella es una víctima más de una comunidad que intenta acallar su voz revolucionaria, como ocurrió con grandes artistas mortales o incluso con presidentes de algunos países. 

—Vamos, ya será la hora de su gran ceremonia, majestad —bromea con cierta acidez y yo vuelvo a sonreír. Su humor extraño es agradable cuando lo desea—. Después de usted, su majestad imperial. 

...

Bajo del carruaje con la ayuda de Kraya, quién acomoda la cola de mi vestido para que se vea estilizada. Le dirijo la mirada en silencio, evalúo su actuar —tan amoroso y cálido— que refleja demasiada honestidad. Al parecer, le gustan este tipo de eventos donde debe ser la estilista de alguien, pues fue ella quién peinó mi cabello. 

—Me encanta tu vestido —me sonríe una vez estamos lejos del carruaje—. Cuando oí tu idea, no lograba imaginarlo en mi cabeza. Daytara y Seiron hicieron un excelente trabajo. 

—De eso no hay dudas. Me lastima un poco que no hayan querido aceptar el dinero que les pagué, es su trabajo. Su esfuerzo tiene que ser recompensado con algo más que un agradecimiento —opino mientras caminamos hacia las escalinatas de mármol—. ¿No crees? 

La jovencita de cabellos rubios se voltea a verme con una sonrisa entusiasta, asiente sin más. Dudo que me haya oído, está muy concentrada en sus pensamientos sobre la boda, quizá yo disimulo demasiado bien mi emoción. 

Lleva un vestido verde pastel, como el tono de sus ojos. Seda verde, simple, largo hasta los tobillos, entallado en el torso y holgado a partir de la cintura. El escote es redondo, los tirantes son gruesos, parece bastante cómoda con ese estilo sencillo, pero elegante. 

La palabra elegancia es algo que caracteriza a los Arino. 

—Vamos, Rowan —me ofrece su brazo para que me enganche a el—. Hoy es tu día. Más allá del casamiento con Luciale, serás coronada. ¿No es algo magnífico? Ya nadie podrá hablar sobre tu posición política activa o no en el imperio. 

¿Me acaba de poner más nerviosa ese detalle? Puede ser, pero es algo que debo aceptar. Algún día sería coronada y ese día ha llegado, no lo podemos retrasar más, con todos los acontecimientos recientes que sufren los imperios. 

Conforme caminamos por el sendero de piedras, el violín que suena dentro del edificio se escucha más fuerte y más cerca. Las escalinatas de mármol brillan a la luz de la luna, algunas macetas de porcelana con rosas azules se asoman en los bordes de los escalones. 

Frente a nosotras se impone una obra de arte en todo su esplendor. Las columnas al estilo griego, la estructura un tanto cuadrada, la entrada inmensa con un gran arco cubierto de flores blancas y violetas. La estructura en sí es de mármol blanco, con algunos detalles en madera y unos grabados en los pilares cercanos a nosotras que enseñan una A en letra cursiva. 

Oigo un violín tocar una melodía delicada, junto a un piano y lo que pareciera ser un arpa. La melodía es delicada, suave, pero al mismo tiempo con la fuerza necesaria como para anunciar la llegada de una persona a un evento de tal calibre como este. 

Los murmullos se acallan al momento de oír mis pisadas de tacón en el mármol de la entrada, Kraya suelta mi brazo con delicadeza para luego dirigirse hacia su lugar entre la multitud invitada. Trago saliva al verme como el blanco de todas las miradas inquisitivas, pero me esfuerzo por enfocar mi vista en el frente. 

Varios metros más adelante, con su típica postura altiva y rostro inexpresivo, hallo a la mujer con la que me uniré en vida y en alma; con la que hoy decido compartir mis alegrías, mis temores, inseguridades, fortalezas y días oscuros. Aquella a la que juro amar, defender y proteger en todo momento que me sea posible. 

Su cabello castaño está recogido en un moño, el velo cae por su rostro y se encuentra sostenido por una inmensa corona de oro, de piedras preciosas en tonos violetas y negros, con una estrella Skara en el centro como sello de Abdrion. Camina a pasos lentos hacia mí, pero sin perder esas pisadas fuertes, dominantes, que la definen a ella como Luciale Meire: la emperatriz a la que deberías temer si has decidido probar su ira. 

Su vestido es magnífico en toda su extensión, digno de la extravagancia que la rodea a ella y que se desprende a través de sus actitudes con el resto. La tela en su mayoría es negra, con un degradé de negro a violeta que abarca gran parte de la falda semi transparente. El escote en forma de corazón le otorga elegancia a su portadora, pues enmarca aún más su rostro y su cuello, sus lunares y el tatuaje de la estrella Skara que descansa en uno de sus hombros. 

Extiende su mano en mi dirección, con una sonrisa amplia que muestra sus dientes al mundo. Un gesto genuino, teñido de amor y de sentirse a gusto con esta situación. Mi mirada viaja de sus labios violetas hasta sus dedos llenos de anillos de diferentes tamaños, diseños y materiales. 

—¿Quiere acompañarme, ma impi dit selsh? —su voz suena más melosa el día de hoy, como si estuviera frente a una Luciale vulnerable y no la emperatriz fuerte que se esfuerza por enseñar al mundo. 

—Claro que sí, Sheneira —acepto, mi mano agarra la suya y me coloco a su lado con delicadeza. 

Empezamos a caminar hacia aquel altar extraño, pues se trata de una mesa rectangular de madera oscura, con cuencos que contienen líquidos de diversos colores, velas violetas rodean los objetos y sus llamas son del mismo color que la cera. Detrás de esta mesa se encuentran los padres de Luciale, quienes esperan nuestra llegada. 

La melodía que se oye se torna más fuerte, rápida, como si buscara enviar una señal del estilo «el matrimonio más poderoso que podrás ver está por suceder, hace siglos que no se ve algo así». Y no es una mentira, la última unión que podía acabar con todo se dió entre una Ditnova y un Arino por allá en los 120 años.

Nos detenemos frente a las escaleras que conducen al altar, Dríhseida se acerca a nosotras con cuidado. En sus manos carga uno de los cuencos de oro con piedras violetas en su interior, me sonríe gentil. 

—Cada una debe hacer uso de su magia y será ésta quien decida cuál de estas gemas de los dioses de Abdrion les pertenece a ustedes —explica al notar mi silencio—. Una vez la tengan en su poder, adquirirá la forma de una figura importante para ustedes. Registrará su unión con la otra y servirá como una especie de amuleto protector, pueden obsequiarlas entre ustedes. 

Luciale toma la iniciativa y chasquea los dedos con rapidez. Un hilo de polvo morado brillante se posa sobre una de las piedras centrales, una especie de corazón pulido, que brilla a la luz de los candelabros y se acerca a ella hasta que cae en su mano izquierda. Me dedica una mirada para que yo repita su accionar. 

Mi dedo índice señala el cuenco, en un par de segundos, un hilo dorado llega hasta una de las piedras con forma de estrella Skara. Mis dedos chispean sin que pueda controlarlo, pero no provocan ningún destrozo o efecto en alguien más además del cosquilleo en mis yemas. 

Sostengo en mis manos la piedra violeta oscuro, opaca, con la silueta de una estrella Skara. En cuestión de un minuto, toma la figura de una especie de águila en pleno vuelo, con el pico y ojos dorados. 

Frunzo el ceño, confundida por el animal que representa a mi amuleto protector. ¿Qué es? Está más que claro que se trata de alguna especie autóctona de Abdrion, pero no logro comprender de qué ave se trata. ¿Por qué no la había visto antes? 

—Que extraño, los dreseros están extintos hace tres siglos —susurra mi esposa, parece bastante intrigada por la gema en mis manos—. Quizá sea uno de tus guardianes espirituales. Una de mis guardianas es una de las descendientes de la Diosa Skara. 

Pensé que los guardianes espirituales eran una creencia que no tenía fundamentos en la Tierra, pero en esta dimensión parecen ser una realidad. Me asombra que todas esas personas humanas que se encuentran en otro nivel de consciencia, aquí serían aceptadas y validadas. 

Guardo mi amuleto protector y espero más indicaciones sobre cómo actuar. Dríhseida desaparece tras el altar y ahora quién se aproxima a nosotras es Vorkiov. Su mirada grisácea recae en mi persona, sin embargo, me brinda más seguridad que la que ya tenía. Es de esas miradas que gritan: es tu momento, brilla, no te dejes apagar por lo grande que puede ser la multitud frente a ti. 

—Deberán realizar un pequeño corte en sus palmas, volcarán una gota de sus sangres en este cuenco con agua del Valle Infernal. El resultado será un par de pulseras que ambas utilizarán como accesorio de casadas —detalla mi suegro para luego entregarme una pequeña daga de mango negro—. Primero tú, Rowan. Dado que eres extranjera, las aguas deben acostumbrarse a tu sangre o podrían reaccionar de mala manera. 

Asiento sin comentar nada al respecto, debe existir un trasfondo tras todo esto. Lo desconozco, pero investigaré más adelante. 

Presiono el filo sobre mi palma, el ardor se extiende por toda la herida, pero poco después cae un fino hilo de sangre dorada al agua cristalina. Un destello irrumpe en la calma del líquido, se oye como el sonido de una chispa antes de que regrese todo a la normalidad. Le entrego la daga a Luciale con serenidad. 

Ella hunde la hoja filosa un poco más que yo, su sangre es oscura, casi azabache. Me asombra no ver ni un rastro de dolor o incomodidad en su rostro, como si controlara tan bien lo que siente que resultaría extraño creer que ella me admira cuando me ve, que su mundo se detiene si yo paso frente a ella. 

Una vez que su sangre toca el agua del Valle Infernal, se oye una pequeña explosión que me provoca un sobresalto, antes de que en el cuenco aparezcan dos pulseras de perlas moradas, con corazones y dijes de oro de la inicial de cada una. R y L

—Ha llegado el momento de los votos —se aleja cuando ya hemos tomado las pulseras. 

Coloco el brazalete en mi muñeca derecha, las perlas centellean con la luz de los candelabros. Sonrío al percatarme de la L que cuelga del dije junto al corazón de oro, es casi como los anillos que se entregan en la Tierra. 

—Decidí implementar esta parte de las bodas humanas —susurra en mi oído, me giro para observarla de cerca. La emoción debe brillar en mis iris cafés más que otras veces—. Sé cuánto esperabas este día y no es necesario que planifiques tus votos, con afirmar lo que sientas está más que bien. 

El carraspeo de Vorkiov nos devuelve a la realidad. Noto que cada vez que interactuamos ella y yo es como si el mundo a nuestro alrededor no existiera, como si eclipsáramos cualquier otra criatura que intente convivir con nuestras presencias. Cada vez que cruzamos miradas, solo somos Luciale y yo, nadie más existe, nadie más vive dentro de este universo que hemos creado por medio de palabras, gestos o sonrisas. 

Mi vista recae en el par de anillos dorados que se posan sobre el almohadón de terciopelo negro. Uno de ellos es dorado, con un pequeño corazón compuesto de la vehla negra que tanto adoran aquí en Abdrion, y el otro, posee un diamante rosado como corazón. 

La mujer a mi lado, aparta el velo de mi rostro y yo hago lo mismo con el suyo. Toma el anillo de la vehla negra y se detiene frente a mí. Alza el objeto con delicadeza para que la multitud lo observe mientras pronuncia:

—Te entrego este anillo como muestra de mi gratitud hacia tu persona, mi amor por tu alma y corazón. Te entregaré mis suspiros cuando los requieras, quebraré los muros mentales que cualquiera quiera imponer sobre ti si eso significa protegerte, abrazaré cada una de tus cicatrices hasta que se conviertan en huellas de felicidad. Yo, Luciale Meire, Diosa Sheneira para los Quishenas, emperatriz de Abdrion por derecho de nacimiento, hija de Dríhseida y Vorkiov Meire, te amaré hasta el final de mis días, hasta que mi alma regrese a las cenizas que algún día fue. Transformaré cada lágrima de dolor que otro provoque sobre ti en una sonrisa de alegría, porque cuando los vientos enfurezcan y la marea suba estrepitosamente, será el anuncio de que alguien ha osado desatar mi ira al pensar en dañarte —desliza el anillo dorado por mi dedo anular izquierdo—. Te amaré hasta la eternidad, hasta que mi espíritu se desvanezca después de tantas reencarnaciones. Porque tú, Rowan Electra Becker, eres mi principio y mi final, ma impi dit selsh. 

La sonrisa que se extiende en mi rostro es incomparable a cualquier otra que pude haber dibujado tiempo atrás. Feliz, enamorada, dulce, embelesada, cargada de amor. Con un destello único, como ninguna otra. 

Procedo a tomar el anillo restante, repito la misma acción que mi amada con una seguridad que no tengo idea de dónde he sacado. 

—Te entrego este anillo como sello de mi amor eterno hacia ti, Luciale Meire, emperatriz de Abdrion, Diosa Sheneira para los Quishenas y la dueña de mi corazón. Yo, Rowan Becker, hija de Eirene Vertiev, ninfa del sol y actual emperatriz consorte de Abdrion, me entrego a ti en cuerpo y alma, para calmar tus temores, apaciguar los pensamientos dañinos que puedan existir en tu interior, sembrar flores de amor en tu corazón y que estas crezcan con el tiempo, protegerte, serte leal, adorar cada una de tus cicatrices y amarte tal cual eres. Porque mientras yo exista, no habrá alma que pueda pensar en la idea de atormentar tu espíritu, pues yo estaré para evitarlo. Eres la fuente de mi eterna paz, espero lograr lo mismo en ti —coloco el anillo en su dedo anular izquierdo. Me dedica una sonrisa angelical—. Luciale Meire, eres el amor de mi vida y la dueña de mi corazón por la eternidad. 

Al término de mis palabras, rodea mi cintura con uno de sus brazos y funde nuestros labios en un beso intenso, cargado de todas esas emociones que llevamos en nuestro interior, que en ocasiones son complejas de expresar. Se mueve sobre mi boca con primor, pero al mismo tiempo con ese amor, esa intensidad que navega por sus venas, esa protección que veo en sus orbes grisáceas al contemplarme. Continúo su ritmo, gustosa de la interacción entre nosotras; mis brazos se aferran a su cuello, cierro mis ojos para disfrutar el momento. Un momento solo nuestro. 

La multitud espectadora nos aplaude de forma ruidosa, oigo vitoreos por parte de Kraya y Chrystel. Voy a llegar a creer que estuvieron más emocionadas que yo durante toda la celebración. 

Luciale rompe el beso y se coloca a mi lado, su mano de largas uñas se entrelaza con la mía. El roce entre el filo de ellas y la palma de mi mano, me tranquiliza al verme frente a una multitud compuesta por los gobernadores de Abdrion, la familia imperial, la familia que yo creé en este lugar, los emperadores de Astenont y Zildwi, la élite de los Quishenas. 

Siento como Dríhseida coloca una corona sobre mi cabeza, no la he visto, pero sé de qué se trata por el peso de la misma. 

—Con ustedes, la emperatriz consorte de Abdrion: Rowan I. 

Dirijo mi vista hacia el perfil de Luciale y sonrío al contemplar su delineado extravagante, me percato de un reciente tatuaje que se ha esbozado sobre su cuello y reza "E.A.V.K". Frunzo el ceño con extrañeza, pero me confundo aún más al notar que su mirada está fija en un punto de la población junto a nosotras. 

Es entonces cuando lo veo, al fondo del templo, parado como si de una estatua se tratase. Trajeado de negro, con esa sonrisa socarrona que he visto en él y esos penetrantes ojos azules que se burlan de mi esposa en este momento. 

Herafel. 


...

¡Buenassss!

Como les dije, actualización semanal <3

¿Creen que realmente sea Herafel o solo es una ilusión?

¿Qué opinan de la boda? Yo amé los vestidos, describir y explicar el evento. Hay muchas cosas que no se detallaron bien, pero en un futuro sabremos el porqué.

Ahora podemos decir que Rowan es la emperatriz consorte de Abdrion de manera oficial *grito*

¿Y esas E.A.V.K?¿Qué significan? 👁️

Leo sus teorías y de nuevo les digo que los amo, muchas gracias por votar y comentar. Si conocen a alguien que le pueda interesar la historia, no duden en decirle.

Pronto llegaremos a las 9K y se viene especial. ♥️

Nos vemos en el próximo cap. Besos <333

Imagen del vestido de Rowan:

Peinado de Rowan:


Peinado de Luciale:

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