Capítulo 17. "Ceremonias para la eternidad"
Capítulo más extenso de lo normal para compensar la tardanza <3
Al final tienen una nota de autora con cositas importantes.
Rowan.
Me reincorporo en mi cama con rapidez. El líquido negro todavía escurre desde mi mentón hasta el escote redondo de mi camisón. Su frialdad provoca un escalofrío que recorre mi espalda.
Mis manos tiemblan de una forma incontrolable, al igual que los muslos de mis piernas. Percibo como poco a poco mi visión se distorsiona, se desenfoca por las lágrimas que amenazan con escapar de mis ojos; mis ojos aturdidos, sin vida, sin gracia, como si haber visto a Nymra Polvest me hubiese robado la vida.
Toma mucho de mí intentar respirar con normalidad, inhalo profundo, luego exhalo. El oxígeno no logra llegar a mis pulmones, pero lucho porque lo haga. No puedo desmayarme en este momento por un ataque de pánico, por sentir que voy a morirme cuando yo soy consciente de que no es real.
No voy a morir.
No es real.
No voy a morir ahora.
Mi destino es ser la emperatriz consorte de Abdrion.
Me percato de dos brazos delgados y pálidos que me rodean sin preguntarme nada. No me asusto por el contacto físico porque sé de quién viene y es de quién más ansío sentir un abrazo, un momento íntimo con ella, un mimo y un beso en mi frente todas las noches. Permito que me apegue a ella para protegerme y tranquilizar a mi corazón acelerado que parece a punto de estallar.
Mi mente es un caos, como siempre que sucede esto. Los pensamientos que usualmente están ordenados por mi esfuerzo, ahora fluyen desordenados en mi cabeza cuál río furioso que quiere desembocar en el mar y arrastra todo a su paso. La niebla mental que me aborda en ocasiones es tan fuerte que yo desaparezco.
Es tan sencillo como decir que yo dejo de existir, que estoy presente de forma física, mas mi alma y cabeza no están en este plano.
—Si yo estoy aquí, nadie te va a lastimar, linda —susurra contra mi cabeza, acuna mis mejillas con una delicadeza digna de la heredera de Abdrion. El roce de sus uñas me calma, a diferencia del tacto de Nymra hace unos momentos, que provocó terror en mi interior—. Mientras yo esté con vida, voy a protegerte de todo ser que quiera apagar tu luz y tu vida. Sé que crees que no mereces ser amada o que no deberías existir, pero quiero darte una razón para amar vivir, si me lo permites, Rowan Becker.
Observo embelesada su rostro una vez me aparto lo suficiente para poder contemplarla. Se ve tan majestuosa con sus ojos grisáceos carentes de maquillaje, sus labios al tono natural de ellos, su cabello rubio que está lejos de parecer esa imagen impoluta de emperatriz que muestra en público.
—¿Por qué haces todo esto? —la pregunta escapa de mi garganta antes de que pueda detenerla, ella no aparta la mirada de mi rostro y noto cierta confusión atravesar sus iris—. Digo, no estoy dudando de tu palabra, yo...
Mis pensamientos se enredan, por lo que prefiero mantenerme en silencio antes de decir cualquier estupidez. Siempre digo algo idiota que arruina cualquier momento bonito.
Luciale no parece molesta, más bien sonríe con cierta ternura y comprensión, una de sus manos se desliza hasta llegar a mi mano derecha y la agarra con delicadeza. Entrelaza sus dedos con los míos sin apartar su mirada de mí, esa mirada que puede parecer asesina para todos y que para mí es lo más dulce del mundo. La admiración con la que me contempla es muy acogedora, no me siento juzgada por ella, pero sé que en algún momento sí estaré de esa forma.
Nadie es el mismo después de descubrir todos los sucesos que pasé y como reacciono ante muchos detonantes ahora. Suelen juzgar o criticar mi manera de afrontar situaciones que me recuerdan a algún trauma; la gente, cuando era más pequeña, dijo «que jovencita poco respetuosa que es».
—Me gustas, Rowan —admite sin perder su elegancia al hablar. Su voz tranquiliza la ansiedad que intentaba crecer en mi interior, curvo mis comisuras un poco—. Pensé que ya había sido lo suficiente clara con mis acciones y mis palabras.
Mi corazón late con más fuerza, pareciera que está a punto de escapar de mi pecho. Sé que escuché bien lo que acaba de decir, pero hay una parte de mí que intentará sabotear todo esto y sobrepensar sus dichos. Sé que en algún punto empezaré a creer que ella me abandonará, como todos lo han hecho.
Las palabras de Nymra regresan a mi cabeza. Resuenan en ella como un recuerdo doloroso, de esos tantos que he fingido olvidar durante años y me carcomen durante las noches.
—También me gustas —atino a responder, la emoción es más que evidente en mi tono. Sabe como felicidad, similar a la paz, difícil de describir.
—¿Qué sucede? —sus cejas rubias se fruncen un poco, entorna sus orbes con leve desconfianza—. Cambiaste de expresión de repente.
—Nada es solo que... —suspiro profundo—, ya sabes lo que pasó aquí hace rato. Por eso viniste, ¿Verdad?
—Sí —acepta ella sin soltarme—. Escuché tu ansiedad, sentí que estabas mal y ver los rastros que ella dejó fue lo que necesitaba para comprobar mi teoría.
—¿Cómo es que entró?¿No hay una barrera protectora en Abdrion? —inquiero confundida, su sonrisa se amplía un poco más ante mis interrogantes.
Oh.
Ella lo planeó todo.
Luciale quería confirmar de una vez por todas que Nymra Polvest planea acabar con Abdrion. Y para ello, primero debe inmiscuirse en el territorio sin problemas.
Pero lo que no sabe la emperatriz de la destrucción es que acaba de caer ante las trampas de la emperatriz Luciale Sheneira Meire.
—¿Sabes? En ocasiones adoro cuando las personas me subestiman y me creen tan idiota, sobre todo si son del tipo de persona que es Nymra —ríe suavemente, se aparta un poco para acomodar su cabello un tanto despeinado—. Le falta aprender demasiado sobre cómo ganarme a mí. Cree saberlo todo por ser una ninfa del sol, pero todavía no ha aprendido a manipular por completo sus poderes y sigue siendo presa de sus emociones. Su inestabilidad emocional llevará su imperio a la quiebra.
—Lo que siempre deseaste, ¿No? —regresa a mirarme y esta vez capto cierto orgullo en su postura, se mezcla con la arrogancia que ella desprende como primera impresión.
—Khiat nunca significó nada bueno para este mundo, menos con el linaje que lo ha gobernado durante siglos. Desde siempre despreciaron a los Meire y se aliaron con los Arino. Sé que no conoces mucho de la historia de Abdrion, pero créeme cuando digo que los Arino no son para nada una familia ejemplar —explica con mucho interés—. Me alegra que estés comprendiendo una parte de tus poderes y te animes a querer dominarlos.
—Gracias —murmuro con una sensación de serenidad, mi corazón parece sentirse en ese lugar seguro que siempre deseé encontrar.
—¿Qué fue lo que te dijo, corazón? —su pregunta me paraliza, porque hay algo más detrás de ella. Una intención oculta que no logro descifrar, pero desde luego no es simple curiosidad.
Sin embargo, confío en la mujer frente a mí. No tiene nada de malo que le relate algo que me pasó y que la involucra.
—Me dijo que la ayude —cuento sin darle mucha importancia—, que no debo confiar en ti.
—Pero no le crees —afirma, con cierto orgullo.
—¿Por qué le creería a una desconocida que intenta meterse con el imperio de la mujer a la que quiero besar, Luciale? —río sin tanto humor, más que nada para aligerar el ambiente tenso—. Confío en ti, lo sabes.
Luciale asiente y regresa a mí para besarme otra vez, pero siendo más lenta y profunda, como si quisiera aprender a detener el tiempo para disfrutar los momentos a mi lado, como si deseara vivir para mí y para nadie más, admirar cada una de mis imperfecciones que para ella son perfectas; contemplarme como si yo fuera lo más bello en este mundo y yo sigo sin entender que le llamó la atención en mí, solo soy una mujer joven que ha creído ser una humana toda su vida y que ahora lleva una vida más complicada de la que ya padecía.
Al momento de corresponder el beso, una luz de una tonalidad púrpura oscura me ciega los ojos por unos milisegundos. Disimulo mi confusión lo mejor que puedo para no alertar a la mujer frente a mí, pero tardo muy poco en entender que esa luz provino de ella y de que conectamos miradas más tiempo que el que desea; estuve a punto de entrar a su mente para experimentar su recuerdo más doloroso.
El hecho de que yo no haya podido aún, da cuenta de lo mucho que debe haberla marcado y lo tanto que desconfía en los demás. ¿Qué es lo que sucedió con la mujer que roba mis pensamientos que tanto se oculta con sus murallas de una persona fría e insensible?
¿Qué te hicieron, Luciale Meire?
...
Luciale.
Deslizo la barra de labial por el borde de mis labios mientras observo por el reflejo del espejo a las personas que se hallan detrás de mí.
Chrystel se mantiene estoica, sin emitir palabra alguna ni tampoco una pequeña expresión que demuestre disgusto por ser llamada a estas horas. Peina su cabello blanco y plateado hacia un costado para estar más cómoda.
Kreim está apoyado contra la mesa, su traje púrpura oscuro no tiene ninguna arruga. Diviso en sus ojos ese fastidio por el hecho de que yo no he hablado hasta ahora, pero lo que él no sabe es que estoy esperando a tres personas que nos ayudan.
A los tres Arino que he decidido traer de regreso a la vida.
—¿Ahora disfrutas de las mañanas? —inquiere Vinavina a la vez que entra por la puerta, no aparenta querer clavarme una daga en el medio del cuello, pero muy en el fondo de su alma desea hacerlo.
—Buenos días, emperatriz —saluda Laissa, en un tono cordial y respetuoso, realiza una pequeña reverencia en mi presencia antes de detenerse al lado de Chrystel.
—Buenos días —murmura Martz detrás de ella, eligió estar cerca de su hermana y no mostrarse mucho frente a mí.
Eso me da la pauta de que algo me oculta, pero no voy a molestarme por ello. Tarde o temprano todo sale a la luz y lo que él no me está diciendo, no será la excepción. Mis poderes van más allá de una simple hipnosis para que escupas todo lo que llevas dentro.
Tener el coraje de evitarme y tratar de mentirme es algo sumamente admirable. Nadie se atreve a desafiarme de esa manera, pero por lo visto mi querido primo sí se ve capaz de hacerlo.
Impresionante.
—Nymra entró anoche al palacio —anuncio sin inmutarme, mi voz es un poco rasposa y con cierto aire de rencor—, se metió en la habitación de Rowan.
—¿Cómo es posible? —el semblante de Chrystel se transforma de sereno a preocupado en un par de minutos. Sus ojos buscan los míos con ahínco, quizá para comprobar si es una verdad o una mentira lo que acabo de informar.
—Desactivé la barrera protectora unas horas, quería ponerla a prueba —una sonrisa victoriosa surca mi rostro—. Ansiaba saber hasta dónde era capaz de llegar. Me sorprende que todavía desee llevarme la contraria en esto.
—No subestimes a Nymra —opina Vinavina de forma ruda y cortante—. Es capaz de mucho.
—No la subestimo, querida prima —un pequeño deje de burla es evidente ante el "apodo" que acabo de mencionar—, solo me asombran sus decisiones tan desacertadas en su mayoría. No podemos negar que ella es joven y todavía no manipula bien sus poderes.
—Pero tiene a Herafel de su lado —murmura Laissa, acaricia con delicadeza el brazalete en su muñeca y detecto al instante que tan importante es ese objeto—. Él puede ayudarla.
—Herafel no ayuda a nadie, Laissa —espeto firme, sin apartar mi vista del brazalete dorado que rodea su muñeca derecha. ¿Por qué lo usa? La promesa de amor eterno se rompió, si bien es una pieza de oro y con un grabado hermoso, no vale la pena usarlo solo por ello—. Él solo se está aprovechando de Nymra, ¿No notan sus patrones? Busca mujeres jóvenes, con menor madurez mental que él. Sé que no desea nada romántico o por el estilo con Polvest, pero eso no quita el hecho de que solo la usa para sus beneficios.
—De todas formas, dudo que Polvest no lo esté usando a él también —ríe sin humor la joven de cabello rojizo, juega un poco con el collar que lleva puesto—. Es recíproco al menos.
—Estén atentos a cualquier señal —suspiro, mis pensamientos se centran en la ceremonia de hoy—. Si me entero de que alguno de ustedes pensó en traicionarme, son conscientes de lo que puede ocurrir.
—Hoy es la coronación, ¿Verdad? —pregunta Chrystel, para sorpresa de todos.
—Sí, también la ceremonia de nombramiento de ustedes —agrego dubitativa—. Es momento de que los Arino regresen oficialmente a la vida pública, estuve a la espera de que Nymra atacara por este motivo.
Nadie responde a mis palabras, pero entre todos compartimos una mirada de complicidad, cuyo significado se traduce en un: el objetivo de uno, es el objetivo de todos.
—Vayan a prepararse, dudo que deseen ser la crítica negativa del pueblo —me burlo un poco antes de ver como cada uno de ellos se retira.
Al momento en que Laissa se retira al final, la detengo con una mirada intimidante para que se quede en su lugar. La mujer no emite palabra alguna, a la espera de mis dichos. Sus ojos verdosos por primera vez en mucho tiempo reflejan un sentimiento distinto a la tristeza que la embargó desde que su relación con quién cree que es el amor de su vida fue en picada.
Reflejan el miedo.
Me teme.
—No me mires como si fuera a matarte, frietza —la mención de su título despierta algo en ella, distingo un leve atisbo de esperanza en su semblante—. Solo deseo hablar contigo.
—¿Qué desea conversar, su majestad? —su pregunta formal me hace entrever que busca demostrarme que me respeta porque desconfía de mis intenciones.
No la culpo, hasta yo desconfiaría si fuese ella.
—¿Por qué lo sigues usando? —dirijo mis ojos al brazalete que brilla en su muñeca para que comprenda mi referencia. Ella esconde el brazo para que yo no la analice—. ¿Por qué, Laissa?¿Qué es lo que aún no has sanado?
—Íbamos a casarnos —relata sin emoción, su mirada verde se torna vacía conforme sus labios expresan lo que su alma grita desde hace años—. Íbamos a tener un hijo, pero por mi culpa...
Calla de forma repentina porque su voz denota el cansancio con el que carga hace seis años, el trágico año donde sufrió un aborto espontáneo y todo el tiempo se culpa por ello.
—No fue tu culpa, Laissa —aseguro con suavidad, sin intenciones de herirla—. Nunca fue tu culpa, ¿Si? No eres culpable de lo que pasó, tampoco de estar en una relación con esa escoria por más que Shinkira te lo haya hecho ver así. Eres víctima, no victimario.
Da un pequeño respingo ante mis palabras, como si no esperara que alguien como yo se tomara el tiempo de dedicarle unas palabras de apoyo, que quizá no la ayudarán en nada, pero por lo menos es consciente de que yo estoy; con todos mis demonios, con mi mal carácter y con mi aura intimidante, yo estaré.
—Me hizo mucho daño, Luciale —susurra sin tener el valor de mirarme, se abraza a sí misma para darse un poco de consuelo—. Yo no sé cómo reparar lo que él rompió en mí.
Por primera vez, veo a la muchacha herida que se esconde detrás de esa imagen de mujer adulta que ya ha superado todos sus dolores y que tiene la madurez mental suficiente como para cuidar de su familia y de sí misma. Frente a mí no está la frietza Laissa Arino de veintisiete años, sino que Laissa de veintiún años, y la versión de ella de dieciséis años, que fue cuando comenzó su relación con esa basura a la que le quiero arrebatar el alma.
—No siempre se repara lo roto. Nada vuelve a ser como antes nunca —opino con cierta dulzura mientras me acerco a ella para acomodar su cabello—. Pero puedes construir un nuevo camino desde lo que se rompió y nunca volverá a existir.
—¿Por qué...?
—No hay un porqué. Solo mereces ser feliz y tener una nueva oportunidad en esta vida, pero es entendible que cueste salir de ese pozo dónde estás metida —expreso tranquila para su sorpresa—. No vas a sanar de un día para otro, es obvio. Recuerda el "un día a la vez". Eres una persona preciosa, Laissa, y me duele verte sufrir de esta manera.
Veo una lágrima que desborda de su ojo izquierdo y se desliza por su mejilla, pronto la siguen las demás como si quisieran jugar una carrera entre ellas. El tenue maquillaje que recubría su rostro comienza a borronearse y trata de limpiar esos rastros con la manga de su vestido, pero al no poder, se frustra. Al final, le resulta inevitable abrazarme en estos momentos.
Su acción me sorprende, pero a pesar de estar un poco paralizada por el gesto tan íntimo, decido rodearla con mis brazos en respuesta. No puedo dejarla sola en un instante así.
—No voy a permitir que me lastime de nuevo, ¿Sí? —me asegura como si esperara mi aprobación.
—Eso quería escuchar —deposito un beso suave en su cabeza como señal de que, a pesar de no haber pasado mucho tiempo juntas en años, se podría decir que hay un lazo que nos une por ser familia—. Y repítelo para ti misma también. Tienes que estar segura de ello.
...
Chrystel termina de trenzar parte de mi cabello antes de armar un moño delicado con las trenzas ya terminadas. Mantengo la vista fija en mi rostro mientras termino de maquillarme, deslizo el delineador desde la esquina de mi ojo hasta un poco antes del final de mi ceja.
No me gusta que me peinen o adornen el cabello, pero dadas las circunstancias a las que estaré expuesta, es más acertado seguir el protocolo de las coronaciones y las tradiciones de las mismas en Abdrion.
El protocolo dice que la persona heredera al trono debe ser preparada por sus Ladys o Sir y que estos deben asegurarse de que el próximo gobernante está en perfectas condiciones tanto físicas como mentales para que no ocurra ningún suceso indeseado durante la ceremonia.
Y, por otro lado, las tradiciones aridienses explícitan que, en el caso de ser una mujer la próxima gobernante, ésta debe vestir del color de la casa real de Abdrion y utilizar un peinado acorde al atuendo. Debe portar también alguna reliquia familiar como símbolo de la persistencia del linaje en el tiempo.
En mi caso, el color de los Meire es el morado y los peinados típicos de las mujeres incluyen trenzas o moños delicados. Decidí utilizar ambos.
Termino de delinear mis ojos y procedo a pasar un lápiz por la línea del agua para acentuar mi mirada. Al finalizar, pinto mis labios con el púrpura intenso que suelo utilizar si el labial bordó no armoniza mi atuendo.
—Me sorprende lo tranquila que estás —comenta Chrystel a la vez que me coloca un broche de oro con la estrella Skara para fijar mi peinado.
—Fui preparada para esto toda mi vida, al igual que tú —acomodo el collar que reposa en mi cuello, admiro los zafiros, diamantes y obsidiana que componen a una pieza tan delicada como esta.
Es la driezva de Abdrion. Una driezva es el símbolo que representa a la familia real, o en su defecto a los gobernantes que tomaron el poder.
El símbolo de los Meire es una flor de zafiro con detalles de diamantes y obsidiana, cada piedra fue elegida con un significado de acuerdo a nuestra historia.
El zafiro por su color, el cual significa lealtad y confianza, como lema principal de los Meire.
La obsidiana por su poder de "transformación", es una interpretación que le debemos a la primera Meire existente. Al ser un cristal que deviene del magma, el cual siempre estuvo relacionado con el fuego en esta familia, nos da el entendimiento de nuestro poder de transformación a nivel físico, mental y álmico.
Y por último, el diamante. Esa piedra preciosa se forma por la presión y el calor ejercidos sobre otro mineral, pero solo se da en un ambiente específico. Durante siglos, los Meire resignificaron al diamante como símbolo de belleza inmortal y el potencial que existe en cada uno, que en circunstancias correctas, puede ser visto y explotado en gran manera.
"Lealtad y confianza en todo momento, el poder de la transformación está en nuestras manos. Nuestra belleza perdurará así como las consecuencias de utilizar nuestro potencial a nuestro favor, de ser imparables y poderosos"
Esa fue la explicación que dio uno de los primeros integrantes de esta familia al momento de crear nuestro lema.
—No importa si fui preparada para esto, siempre sentiría nervios —la voz de Chrystel me trae de nuevo a la realidad—. Lamento interrumpir tus pensamientos, estabas muy interesada en ellos por lo que veo.
—Suelo divagar mucho, ya sabes —murmuro sin apartar la mirada del reflejo que me devuelve el vidrio frente a mí.
—Es hora de tu gran día, Luciale —palmea un poco mis hombros antes de alejarse para que yo pueda pararme. Su sonrisa orgullosa me provoca un vuelco al corazón.
De todas las personas que me rodean, sé que Chrystel es quien más se siente orgullosa y feliz de mis logros, los festeja como si fueran suyos, sigue apoyándome a pesar de todo, me demuestra que me acompaña en todo, me ha ofrecido un hombro para llorar, unos brazos para protegerme, un humor para provocarme risas.
Chrystel Dreim es esa persona llena de luz y de amor para entregar.
—Gracias, Chrystel —articulo con cierta dificultad, no soy de dar muestras de gratitud y por ello se me complica un poco cuando siento que debo darlas. Sin embargo, a ella no parece molestarle ni incomodarle mi manera de hablar.
—No agradezca, su majestad —sonríe de forma amplia y su gesto me provoca cierta ternura, realiza una reverencia corta como muestra de que me respeta.
Río un poco por su acción.
—Somos amigas, Chrystel. Las formalidades pasan a segundo plano —le recuerdo mientras me levanto de mi asiento, aliso la falda con suavidad antes de dirigirle la mirada otra vez—. Más que amigas. Somos como hermanas y ahora eres la primera en la línea de sucesión al trono de Abdrion. En caso de que me suceda algo, es tu derecho reclamar la corona.
Sus ojos cafés brillan con notable emoción y vuelve a dedicarme una sonrisa genuina una vez más, llena de luz, de paz y de felicidad.
...
Las inmensas puertas de madera oscura se abren ante mi presencia, anuncian mi llegada con ese simple movimiento. Detrás de mí hay una multitud ansiosa por alabar a su más reciente diosa y ahora emperatriz de Abdrion.
Pronto el himno aridiense comienza a sonar, mis pies caminan al compás de su ritmo. Los tacones anuncian mi llegada entre el silencio que se creó en los presentes, las guitarras y el piano acompañan la suave melodía que incrementa conforme sigo avanzando por el pasillo que han hecho los soldados de la Guardia Real de los Meire, liderada por nuestra Ashtare Paularah Kreshton.
Pronto se oyen los murmullos de los ciudadanos, soldados y todo aquel presente en esta sala que ha tomado la decisión de cantar el himno aridiense.
«Por la sangre derramada, por la estrella de cuatro puntas que ilumina nuestros días gracias a la Diosa Skara. Sangre, lealtad y poder; protección, confianza, celebración y belleza. Abdrion, el imperio renacido...»
Mi vestido morado oscuro se mece con mi andar, mantengo mi vista en el frente en una postura cargada de elegancia y autoridad. La falda porta bordados en hilos de plata y oro, con la estrella Skara siendo el centro de atención justo en el medio de la pieza. El torso está cubierto de pedrería a juego con la tonalidad de mi vestido, un escote de corazón cubre mi pecho y deja al descubierto mis hombros, dónde los lunares que me identifican como una Meire relucen junto a mi tatuaje de la estrella Skara.
La driezva de Abdrion descansa en mi cuello como prueba de que pertenezco a este imperio. Un secreto que todos desconocen de esta reliquia es que solo los legítimos Meire pueden llevarla consigo sin ser quemados por los diamantes.
Al finalizar mi caminata hasta las escaleras que me conducirán hasta los tronos, soy recibida por mis padres, quienes me dedican una sonrisa triunfal antes de realizar una pequeña reverencia.
Ambos se han retirado las coronas que antes les pertenecían. Mi padre viste un traje gris oscuro con una camisa blanca, mientras que mi madre lleva un vestido verde, con pedrería en el torso y brillos sutiles en la falda.
Doy una media vuelta para quedar de frente a la multitud que me observa expectante. Diviso a mis cercanos en las primeras filas.
Chrystel me sonríe emocionada mientras sus manos se cruzan para calmar sus nervios, el vestido que lleva le sienta fenomenal, blanco como su aura y con mangas al estilo princesa.
Kreim se mantiene en una postura un tanto autoritaria, con su pulcro traje negro y su cabello castaño perfectamente peinado. Sus ojos anaranjados me observan en completo silencio, pero con un ligero aire de felicidad.
Paularah Kreshton se ubica al principio del pasillo de los soldados. Porta un conjunto de pantalón negro con camisa blanca y las botas de la Guardia Real de los Meire. Su cabello azul se encuentra alisado y suelto.
Griseynna Liels está junto a Kreim, con un vestido azul marino que resalta su piel y la elegancia que desprende.
Por otra parte, los Arino se hallan ubicados junto a Griseynna y Kreim.
Vinavina ha decidido peinar su cabello rojo en una trenza de costado, dejando al descubierto el tatuaje en su cuello de una V junto a una A en cursiva. Hoy ha optado por seguir sus gustos personales y arreglarse con un conjunto de pantalón y blusa en tono negro. Su maquillaje destaca su rostro, como siempre.
Martz no lleva nada del otro mundo, su traje color verde me confirma que va combinado con su hermana mayor, Laissa, quién eligió una túnica verde esmeralda con el torso cubierto de encaje para esta ocasión.
Pero por fin, mis ojos llegan a ella. A la mujer que reina en mis pensamientos y en las pocas noches de insomnio que a veces me atacan; la mujer que rompió mis esquemas y reinventó mi vida cuando cruzó las puertas del palacio ese día.
Su cabello oscuro se ondula en las puntas, lo que le da cierto toque de elegancia al haber elegido dejarlo suelto. Lleva un vestido negro con falda de tul brillante, escote en V y mangas tres cuartos. El corsé está decorado con un diseño un tanto abstracto de pedrería blanca, grisácea y negra. Unos guantes de seda del mismo tono del vestido cubren sus manos para su seguridad. En su cuello reposa un collar que fue obsequio de su mejor amiga, Jenna; consiste en una luna junto a una estrella, ambas de plata.
El maquillaje que lleva es suave, característico de Rowan Becker. Sus labios están teñidos de un tono canela suave, con los ojos ahumados y leve delineado, mejillas libres de rubor e iluminador. Me sorprende verla maquillada, pero en cierto modo agradezco que me permita apreciarla de este modo.
Amaría cualquier faceta de ella que desee mostrarme, incluso aquella que odia con todo su ser o que considere que es una vergüenza.
La imagen que le demuestra a este mundo es la de una emperatriz.
Ella es la futura emperatriz consorte de Abdrion, Rowan I.
Parece percatarse de que no he apartado mi mirada de ella y de su rostro, puedo percibir que se siente un poco sorprendida de ese hecho. Mis labios se curvan en una sonrisa antes de extender mi mano en su dirección.
Su mirada café luce intrigada por mi acción, casi insegura de si me refiero a ella o no. No digo nada, aunque mis ojos grisáceos le comunican todo lo que ansío susurrarle al oído.
La gran mayoría que me acompaña hoy en esta ceremonia, es incapaz de ocultar su sorpresa ante mi actuar, pero no oigo ningún murmullo o comentario al respecto. Saben lo que puede suceder si comparten alguna opinión inapropiada sobre un miembro de la realeza aridiense.
Rowan se aproxima a mí y toma mi mano con cierto nerviosismo, acaricio el dorso de la suya en un intento de serenarla y que sepa que todo estará bien, que no hay nada que deba atormentar su cabeza en estos momentos.
Sus iris cafés se tornan doradas por un milisegundo, continúo con mi calma ante ese hecho para no alarmarla. Pronto mi mirada baja a sus labios por un efímero instante antes de acercar su mano a mi boca para depositar un beso en ella.
—Sube dos escalones o tres, los que sean necesarios para estar a la altura de mi cabeza —le susurro sin romper nuestro contacto visual y cercanía, desea averiguar porque le he propuesto eso, mas solo se limita a seguir mis palabras, ubicándose detrás de mí.
La razón detrás de mis palabras es la tradición del alma gemela que existe para las coronaciones de gobernantes con pareja en Abdrion. Consiste en un pequeño ritual donde el consorte del heredero al trono debe coronarlo como muestra de amor, gratitud y lazo inquebrantable entre ambos; también como la firma de un contrato de lealtad al pueblo aridiense y a la corona.
Rowan, al ser más baja que yo, debe subir un par de escalones para alcanzar mi altura.
La reacción de mis padres es serena, como si ya se esperaran que esto sucediera el día de mi coronación. Oigo como le indican a Rowan, en un susurro, lo que debe hacer a partir del momento en que tenga la corona en sus manos.
—Ciudadanos de Abdrion, el imperio renacido —anuncia mi madre, su voz es fuerte e imponente, pero con cierto aire de dulzura y amabilidad que tanto la caracteriza—. Ante ustedes tienen a su legítima heredera a la corona de oro y ahora gobernante. Luciale, primera de su nombre. Luciale I, emperatriz de Abdrion, protectora de los Valles Infernales. Sheneira, diosa de los seres de oscuridad.
Siento como Rowan coloca la corona sobre mi cabeza con la sutileza que siempre aparece en ella al momento de dedicarse completamente a algo que atrapa su corazón, como cuando estudia las plantas del imperio o cuida a sus gatos.
Sus manos acarician un poco mi cabello en un gesto cariñoso antes de posicionarse a mi lado. Me permite dirigirle la mirada sin romper el contacto visual esta vez, sumergiéndonos en un mundo donde solo somos ella y yo, donde solo existe nuestra complicidad, nuestras miradas que expresan lo que no podemos describir con palabras, nuestros corazones que se aman en el silencio y para la eternidad.
Rowan Becker es la mujer de mi vida, mi emperatriz consorte y la persona por la que destruiría el mundo si este mismo intenta dañarla en lo más mínimo.
Todos realizan una reverencia, menos ella. Es la única con ese derecho por ser igual a mí.
La multitud aplaude entre vitoreos y palabras de aliento hacia mí, pero mi atención solo se fija en la mujer a mi lado que acabo de convertir en mi emperatriz consorte sin que ella lo sepa, aunque sé que se alegraría mucho con la noticia.
—Ciudadanos —los interrumpo sin apartar la mirada de Rowan—. Comenzará la ceremonia de nombramiento de los allegados de su emperatriz.
Todos se callan al instante, corto la poca distancia entre ella y yo para susurrar en su oído:
—Tu ceremonia será privada, porque sé cuánto te cuesta estar calmada ante un público, pero procederé a entregarte algo, un obsequio que espero puedas aceptar.
Su rostro se gira para analizarme mejor a través de su vista y puedo ver cómo ella observa con atención el colgante que acaba de aparecer en mi mano izquierda.
El collar es una cadena de oro, fina, elegante, con un dije de un collar del mismo material con pequeñas incrustaciones de diamantes y un grabado en su parte posterior que dice "Rowan, ma impi" junto a un pequeño corazón.
La emoción que surca su cara es indescriptible, lucha por continuar quieta en su lugar y no saltar a mis brazos para abrazarme o besarme, agradecerme durante horas y tratar de que yo pase un rato feliz a su lado. Lo que ella no sabe es que no importa si son dos segundos o una eternidad, cualquier momento con ella ya es agradable incluso si no omite palabra alguna.
Aparta su cabello oscuro hacia un lado para que yo pueda colocarle el collar y así lo hago, mis dedos rozan parte de su cuello, un pequeño e insignificante movimiento que envía varias descargas cosquilleantes a su cuerpo y la obliga a paralizarse para no cometer algún acto "raro".
—Tú y yo tenemos que hablar esta noche —susurro sobre su nuca antes de depositar un beso encima de su cabeza.
Dirijo mi atención al público esta vez, me enfoco en los Arino que he decidido traer a la vida otra vez y a las personas que me han acompañado durante años. Ellos comprenden lo que no he enunciado aún, pues se aproximan a mi persona para luego formar una perfecta fila horizontal.
—Chrystel Dreim —nombro firme y autoritaria—, a partir de este momento eres la mano derecha de la emperatriz Luciale I. Segunda al mando en este imperio..
Su reacción no me sorprende, parece estática por un par de segundos antes de reverenciarse ante mí, con una sonrisa agradecida. Le entrego el anillo que he mandado a confeccionar para ella como símbolo que representa su título.
Es una pequeña pieza de oro, con la driezva de Abdrion.
—Kreim Liweul —menciono con la vista fija en él, me desafía con sus ojos naranjas aunque a primera impresión pueda aparentar respetarme mucho—, conde de Mellster y consejero de la emperatriz Luciale I.
Un golpe directo a su ego, pues su título honorífico tiene menos peso que el de Chrystel. Kreim siempre se ha destacado por ser una persona un tanto arrogante, creyéndose el mejor en todo momento, pero a la vez es de cierto modo inseguro. Una lástima que no me haya deslumbrado lo suficiente como para otorgarle un cargo mayor en mi imperio.
—Paularah Kreshton —los ojos negros de la mujer mencionada se elevan hasta encontrar mi rostro—, continuarás siendo la Ashtare de este imperio. La única diferencia es que de ahora en más me rendirás cuentas solo a mí, no a los gobernadores.
—Gracias, majestad —murmura entre una reverencia elegante.
—Como deben haberse percatado, nos encontramos compartiendo espacio con tres miembros de la antigua y extinta familia Arino —anuncio hacia el pueblo, que más que nada es la élite de Abdrion, los únicos que han llegado a detestar un poco a los Meire—. Laissa, Vinavina y Martz Arino son ahora ciudadanos aridienses y parte de la Corte de la emperatriz. Como su gobernadora les ordeno que los respeten de la misma manera que a la familia real del imperio.
No recibo respuesta por parte de los Quishenas, no obstante, el silencio también es una respuesta y lo tomaré como un "estamos de acuerdo, majestad".
—Laissa, serás consejera de la emperatriz junto a Kreim Liweul —hablo hacia ella y le entrego el brazalete que fue propiedad de su madre cuando era princesa de Abdrion—. Y ustedes, Vinavina y Martz, tomarán los cargos de Lady y Sir respectivamente. Enhorabuena, queridos Arino. Bienvenidos al imperio renacido.
Los tres se reverencia sin objetar nada a cambio, mi sonrisa se ensancha al visualizar que mis metas se han cumplido.
Soy la emperatriz de uno de los imperios más importantes de Lilium y, actualmente, me encuentro dentro de las mujeres más poderosas de este mundo.
Nadie ni nada podría doblegarme, excepto cierta chica de ojos cafés y sonrisa tierna que está parada a mi lado.
—Esto se convertirá en un grito de guerra —murmura Vinavina para que solo nosotros escuchemos.
—Que así sea —respondo con cierta satisfacción en mi tono.
...
¡Holaaaaa!
Lamento irme por tanto tiempo, tuve unos problemas personales (para quienes hayan visto mi perfil de tiktok, ya deben saber) y también estuve en semanas de parciales.
Igual ya estoy saliendo de eso y estoy mejor, en otras noticias, ¡Aprobé un parcial con excelente nota! Y de los otros todavía no me dieron las calificaciones, pero imagino que estarán igual. Para quienes no saben, estoy estudiando una carrera que tiene física (la ciencia exacta/natural, no educación física) <3
Nos volveremos a ver después de la otra semana, que sería cuando comiencen mis vacaciones de invierno.
Su servidora y escritora es una estudiante con pocas horas de sueño :(
Recen para que mi corazón roto no quiera separar a nadie en este libro, ahre, no va a pasar porque ya tengo todo escrito prácticamente JAJAJAJAJAJA
¿Qué onda ustedes?¿Opiniones del capítulo?
La Luciale se declaró y prácticamente le pidió matrimonio a Rowan, omg.
Estuve pensando en revelar uno de los tantos proyectos que tengo en mente, pero eso sería a partir de agosto. Así que, díganme, ¿Qué proyecto prefieren?
¿Proyecto Presidencia o Proyecto IM?
Les dejo esa pregunta para que la piensen, ambos son historias (L)GBT+.
Nos vemos prontito, no me extrañen mucho y manifiesten que esta escritora se mejore anímicamente de una vez (estoy al 80%, chiquis, lamento no estar al 100% como antes)
Los amoooo <3
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