A lo largo de sus vidas
todos los individuos
persiguen, constantemente,
sentirse en comunión con sus mentes.

Buscando esa sensación de confort,
ese sentimiento positivo
que se puede experimentar
a nivel físico, mental y espiritual.

Siendo el placer
el principal promotor
de no sentir el dolor
y así, poder promover bienestar.

Pero cuando esa satisfacción,
simplemente, ya no alcanza
se desata una batalla
por querer obtener mucho más.

Y ahí, es donde lo sano
se vuelve insano,
transformando un simple deseo
en un morbo desordenado.

Abundancia y exceso,
bien podrían definir este suceso
cuando el placer sexual
se convierte en excesivo deseo.

Alejándose de lo moral
para caer preso del infierno
que conlleva satisfacer
ese pulso sexual extremo.

Mil demonios consumen
y desvarían su mente,
confundiendo cercanía
con posesión obsesiva.

Aumentando su lascivia
sin filtro que controlar,
cuando quiere poseer
y a como de lugar, arrebatar.

Dañando todo a su paso
en cada pulsión sexual,
y aún siendo un pensamiento banal
lastima al ser trascendental.

Porque daña al destinatario
de esta pasión obsesiva,
como también al individuo
desordenado y lascivo.

Perturbando su mente
en creciente necesidad
cuando necesita desfogar
aunque se vuelva inmoral.

Entonces, aparece,
todo aquello
que se escapa
de lo recto.

Violación a los preceptos,
incesto, adulterio,
y todo aquel
flagelo del pueblo.

Destruyendo y depravando,
todo lazo de afecto
y tratando a las personas
como si fueran objetos.

Sumergido en un abismo
de límites corrompidos
y acciones tan aberrantes
que pueden llevar al occiso.

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