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17. Lupercales (parte I).


Siniestra. 


   Escoger los atuendos no ha sido para nada estresante, por suerte. Noré ha querido que los cuatro vayamos a tono, y para ello ordenó a los modistas del castillo confeccionar los trajes de todos llegado la puesta de sol. No entendí cómo lo lograron hasta que la muy idiota me confesó haberlos amenazado bajo mi nombre en caso de no tenerlos a tiempo. Para mí y el tal Stefano se escogió el negro. En tanto para ella y su favorito el bordo.

Mi vestido se ajusta a todo el torso salvo pasando las rodillas, donde la tela cae en forma de cola de sirena. Es manga larga con un largo escote en V y el color piel que simula mi desnudez es adornado por bordados en piedras con el tono elegido. Por su parte, Stefano lleva un traje a juego y una camisa negra cuyos botones altos he desprendido para colocarle la cadena con el símbolo de nuestras tierras.

—Es muy bonita.

Menciona por el reflejo del espejo mientras lo observo contemplando el pequeño dije de plata.

—Representa a Averhz.

Termino de prenderla. De manera disimulada bajo la vista y contemplo su culo marcado por el traje.

—La tuya también lo es.

Sus ojos se vuelcan a los míos en el espejo.

—Gra-gracias. Era de mi madre...

Tocan la puerta.

—Ve. —Me quedo unos minutos pensando sus palabras. ¿Era?

—Es Ayzhi. —Su voz me sorprende—. Los carruajes están listos. Noré y Alexan nos esperan.

El corrido lo hacemos en silencio. Él lleva su cabeza gacha mientras no para de jugar con sus dedos. ¿Estará nervioso por las Brujas? De seguro. Mientras descendemos las escaleras en dirección a la entrada me detiene.

—Gracias por aceptar mi petición de hoy. De verdad hubiera sido difícil para mí ver morir a alguien por mi culpa. En verdad le agradezco —musita viendo hacia abajo.

Quiero contestarle que lo hice porque iba a quedar como un llorón frente a todos y no iba ser digno. Pero asiento.

—Recuerda lo que te dije en ese momento y todo irá bien. Debes comenzar a tutearme. Asistiremos a una fiesta y que nos tratemos de usted me suena extraño.

Vuelve su mirada a la mía y sonríe.

—De acuerdo.

Estoy a punto de seguir cuando siento la aspereza de su mano en mi antebrazo. Volteo a él confusa.

—Con respecto a Félix... ¿Crees que haya alguna posibilidad de que retome su puesto?

Sus gestos me parecen de lo más nerviosos. Es curioso la forma en que se preocupa por los demás cuando estos no hacen más que atentar contra él. Félix ha sido quien ha intentado quitarle la vida, y él está intermediando por ese cobarde.

—No hay ninguna posibilidad. —Dictamino.

Él se atiene a asentir mientras continuamos hacia la entrada.

—¡Sr. Delatroitvz! ¡Pero que elegante! —Bromea el favorito de Noré al acercarnos.

—Ven querida... —La esplendida alegría de ella me recibe—, nosotras iremos en el primer carruaje. Hombres, detrás. —Sonríe mientras me lleva a rastras del brazo. Mis zapatos se arrastran por el suelo. Arqueo una ceja.

—Los guardias los irán vigilando. —Advierto a ambos antes de continuar.

—Tranquila, esposa mía —masculla el campesino con una sonrisa de lado—. No iré a ningún sitio. —Sonríe y hace una reverencia antes de que suba.

Estúpido.

Una vez listos nos encaminamos hacia la aldea principal de Forolg, Aquelhz. Allí se llevan a cabo los eventos de cada año. Es la zona más periférica e inhóspita de todo Forolg, por tanto, el hogar de las mujeres recién llegadas que aspiran a ser brujas. Subiendo hacia el Norte y también en nivel le sigue Hecalhz, donde moran las aprendices, y ya en la cima de la gran montaña se encuentra Alicehz, hogar de las Brujas Negras más poderosas.

El amplio camino de tierra que se presenta en medio del bosque se encuentra iluminado por antorchas clavadas en el suelo a lo largo del recorrido. La fila de carruajes es larga. Los guardias nos custodian por los laterales montados a caballo, mientras un tercer carruaje proveniente de nuestro castillo carga con regalos para las muchachas.

No solo asisten a tal festividad los habitantes de Forolg, sino también todos aquellos que veneren a la diosa de este ritual. A excepción del pueblo de Stolz, claro. Continúo con la vista puesta en el sombrío bosque cuando Noré empieza a conversar. Ya se me hacía extraño que su silencio durara tanto.

—Alexander me contó lo que sucedió con Félix. Debiste haber acabado con su vida —espeta firme.

—Ha estado muchos años a nuestro servicio.

—¿Lo quieres? —Me observa con extrañeza.

—Claro que no.

El amor es una pérdida de tiempo. Lo he aprendido a lo largo de mis 22 vueltas al sol.

—¿Entonces? ¿Qué bicho te ha picado?

—Deja de cuestionar todo lo que hago. —Bramo.

—Deja de cerrarte. ¡Soy tu confidente! —Se queja—. Habla conmigo. Últimamente no hacemos nada juntas —Reprocha.

Bufo. Ella es imposible.

—Simplemente porque el Stoliano casi se larga a llorar en medio de todos mis guardias. No iba a permitir que mi insufrible y dramático esposo hiciera el ridículo delante de Anub y todos mis hombres.

—Se llama Stefano. Deberías comenzar a llamarlo por su nombre. —Se da vuelta y sonríe mirando a la ventanilla —. Mi amigo Stef, es tan noble... —Entrelaza sus manos y las lleva a la altura de su mejilla derecha para luego removerse sobre su lugar.

—Ningún hombre, por bueno que sea, deja de ser un hombre. Menos si es de Stolz.

—Él es diferente. —Retruca.

—¿Y tú como lo sabes? —bufo—. Especialmente tú. Lo rechazaste como favorito. Algo malo tiene... —Sonrío con burla.

—O es muy bueno, y no me apetecía condenarlo a tal cosa.

—¿Ahora yo soy la villana? Son las reglas Noré —Ruedo mis ojos.

—En serio. Lo juro por el gran León blanco. Él solo quería ayudarme. Deberías meditar... —Pide, haciéndose la pobrecita.

—Lo hecho, hecho está. —Sentencio.

Odio cuando quiere hacerme cambiar de opinión con sus tácticas de dulzura. El carruaje se detiene y la música pronto se intensifica.

—Amas, hemos llegado.

Las melodías folclóricas junto con las palmas resuenan vivaces. El sonido de los instrumentos de viento y percusión junto con los violines dan una bienvenida animada y divertida.

—Hora del espectáculo. —Sonríe y abre la pequeña puerta por la cual comienza a descender sumamente alegre.

Tomo mi vestido y comienzo a acercarme a la puerta.

—Esposa mía...

El Stoliano me sorprende con una sonrisa de lado cómplice. Tiende su mano y toma la mía para ayudarme a descender del carruaje.

—Gracias, querido —exclamo con sarcasmo.

—Entonces... ¿qué es todo esto? —consulta entusiasmado—. Debo confesar que jamás he escuchado de esta celebración —afirma mientras caminamos con nuestros brazos entrelazados por la larga alfombra roja tendida sobre la tierra que nos lleva camino al anfiteatro. Este, una estructura antigua y construida en piedra sobre un terreno inclinado. La gente se aglomera en las gradas listos para disfrutar del primer espectáculo. En este número son aceptados pueblerinos de todas las edades. En los eventos siguientes se va limitando la edad del público.

—Vívelo y disfruta. Que mejor que la experiencia a unas simples palabras.

Esta es mi celebración favorita. Siempre logra ponerme de excelente humor. Él asiente y acomoda su camisa, ansioso, mientras no deja de observar alrededor cual niño curioso.

Los invitados caminan haciendo fila para entrar y ser anunciados por el guardia, quien sostiene un delgado hierro el cual choca contra el suelo para llamar la atención y lograr el silencio entre cada anunciación. Somos los próximos. Él se pone más firme y suspira.

¿Está emocionado? Suelto una pequeña risita de burla.

—Matrimonio Delatroitvz. —Avisa al guardia a su derecha.

—Nombres, por favor Sr. Delatroitvz —pide el brujo erguido frente a nosotros.

El Stoliano queda viéndome expectante.

—Me abstengo a darlo, señor. Con lo que le ha dicho mi esposo es más que suficiente.

—Me temo entonces que su entrada quedará prohibida. —Responde el muy infeliz.

Echo a reír. Con total calma saco de mi pequeño bolsillo la carta a puño y letra de mi querida amiga y se la extiendo. El brujo abre grandes sus ojos y comienza a sudar cuando ve la firma de su líder al final de la nota.

—Disculpas, milady... ¡Matrimonio Delatroitvz, dueños y señores de las tierras de Averhz! —Proclama volviendo la vista a todos los presentes.

Mi esposo y yo caminamos en silencio hasta nuestros asientos. Veo un deje de sorpresa y confusión en su rostro.

—¿Por qué nunca dejas que nadie te llame por tu nombre? —Consulta con curiosidad mientras descendemos por las escaleras de la imponente estructura.

Él escucha con atención y niega risueño cuando respondo.

—Solo los privilegiados pueden hacerlo.

Todo el ambiente se encuentra a media luz. El color naranja vivaz del fuego se entremezcla con la oscuridad de la noche. Los asientos se van ocupando y, luego de esperar a Noré y su favorito, somos los cuatro conducidos hacia uno de los lugares exclusivos para observar en primer plano el comienzo del evento.

Es indiscutible el hecho de que la sensualidad y el erotismo están en el aire. Velas por todos lados, ornamentos en color rojo y oro. Cortinas de seda colgadas desde los inmensos pilares de piedra, y el intenso olor a incienso en el aire lo hace aún más especial. Tomamos asiento. De lejos veo a Ashly caminando hacia al centro del escenario para darnos la bienvenida.

—¡Buenas noches querido pueblo de Forolg! —Comienza y pronto la gente aplaude y silba —. ¡Bienvenidos a Los Lupercales de este año!

Redoblan tambores, alza su gran bastón al cielo y da una reverencia. Los rayos de luz aturquesados se extienden desde su vértice y poco a poco se pierden en la brisa de la noche.

Veo a Stefano hablar por lo bajo con Noré. Ésta parece indicarle y señalar algunas cuestiones mientras él continúa con esa sonrisa de niño feliz en el rostro. Me llama la atención la forma en que todo le sorprende; ve cada simple cosa como algo más... como si fuese lo más extraordinario de la vida. Me da envidia de la buena la manera en que sus ojos de niño curioso se mantienen aun en la adultez.

—Estamos aquí en honor a Loba. Nuestra diosa de la sexualidad —explica la Bruja.

Ashly es la superior, la más antigua y poderosa. A pesar de lucir como alguien sumamente joven.

—Cada año, tanto mujeres como hombres, niños y niñas, nos iniciamos en este ámbito tan importante para nuestra vida. —Alza la voz—. Todos nos tomemos de las manos por favor, y comencemos con la oración.

Veo a Stefano mirarme con timidez mientras extiende su mano.

—No me sé tal cosa —susurra a mi oído.

—No te preocupes. Está bien por ser la primera vez —explico y giro de nuevo al escenario.

Ashly continua:

—"Querida Luperca, diosa Loba de nuestras tierras. Alabada y bien recibida seas por quien te habla. Estamos reunidos como hijos en tu nombre. Tú quien nos enseñas a conocer el verdadero significado de placer desde que nacemos. Tú que nos ayudas a entender como un bebé disfruta el pecho de su mamá, tú que nos acompañas al primer autodescubrimiento de nuestro cuerpo en la niñez, tú que nos guías en el camino del placer y conocimiento sexual más profundo, mental y espiritual hasta que somos adultos" —recitamos al unísono —, te rogamos recibas estos sacrificios y alimentos como forma de agradecimiento. Tú que nos acompañas y nos guías en el autoconocimiento y el goce, ayúdanos a alcanzar la plena conciencia y conexión con nuestro cuerpo para que nunca más vivamos escondidos y culposos de actos que otros ignorantes tratan como tabú o prohibidos. Que seamos libres. Te lo rogamos por el León.... amén"

Nos soltamos de nuestras manos y pronto niños y niñas se acercan a donde ella para dejar en un altar numerosas canastas repletas de alimentos y flores.

—Nunca escuché de esta diosa —afirma atónito a mi lado.

—Claro que no. En Stolz solo saben corromper la sexualidad de todo su pueblo, empezando por la venta de pequeñas niñas para atender las necesidades de hombres nefastos. —Suelto con odio. Pero pronto veo su mandíbula tensa y agacha la cabeza con tristeza.

Mierda, su hermanita.

Lo había olvidado. Yo y mis comentarios. Junta sus manos sobre su regazo y las frota con nerviosismo. Su sonrisa se ha borrado.

Mierda, mierda.

No quería hacerlo sentir mal, no está vez.

Entonces di algo.

—¿Cuántos años tiene ella? —pregunto en voz baja.

—Diez —responde confundido.

Diez. Por el león santísimo... es apenas una pequeña.

—No te preocupes. Vamos a salvarla de todo aquello pronto. —Por instinto llevo mi mano y sostengo firme las suyas en señal de apoyo.

Ante tal tacto abre sus ojos sorprendidos y observa lo que acabo de hacer. Saca su mano, la que ha quedado debajo, y la coloca encima de la mía.

—Gracias. —Sonríe de lado haciendo que su hoyuelo aparezca.

La ansiedad e incomodidad me invaden y saco mi mano rápidamente. Aliso mi vestido con ella y vuelvo mi vista al costado contrario.

—Prestemos atención. —Solicito un poco alterada.

Noré a mi otro lado rasca su nariz y sonríe con picardía mientras me observa tomada de la mano con Alexander.

Idiota. Ruedo mis ojos.

Ashly pide aplausos para los pequeños y baja del escenario. Continuado a ello, observamos a dos hombres subiendo con una cabra mientras otras dos mujeres los siguen. Ellas preparan una enorme tela blanca brillosa y la vuelcan al suelo. Los músicos comienzan a intensificar el sonido de la canción.

Aumenta la velocidad y el turno de los violines entrando en acción anuncian la hora de entregarlo. Los hombres dejan al animal sobre el manto y todos nos ponemos de pie. Niños y niñas aplauden, la gente grita y con sus palmas sigue la melodía de la canción.

Una corona de rosas rojas es colocada sobre la cabeza del animal. De un solo movimiento, las mujeres clavan dos dagas afiladas en su cuerpo dándole fin a su vida terrenal y dando paso a su vida eterna junto a los dioses en el cielo.

Los presentes comenzamos un cantico en honor a la diosa Luperca. El sacrificio continúa con una fila de muchachos que se acercan al escenario; la otra fila de muchachas los espera en la parte alta. Los pueblerinos comienzan a dejar sus lugares en las gradas para continuar disfrutando el espectáculo, ahora en la parte alta del terreno.

—¿A dónde van todos? —consulta el campesino girando a observar el gentío desplazarse.

—Los muchachos vírgenes serán untados en su frente con la sangre del animal. Se les hará entrega de un látigo, y con el azotarán a las muchachas que quisieron participar. Es parte de la festividad para iniciarse en la sexualidad en su aspecto genital como así también en la fertilidad.

—¿Pero no les duele? —Sus ojos a punto de salírsele.

—Dolor y placer muchas veces van de la mano —Me observa sin aparentar comprender—. Además, todo es bajo su consentimiento. Los participantes hacen lo que hacen porque así lo eligen. —Intento explicar.

Noré se levanta de su asiento entusiasmada.

—¡Iremos con Alexan a ver! ¿Vienen?

—Adelántense, iremos al siguiente evento. Es mi favorito. ¿Nos vemos allá?

—De acuerdo. ¡Buena suerte, tortolitos! ¡A disfrutar de las orgías! —Se aleja gritando y no puedo evitar echar a reír.

El Stoliano por su parte ríe entre nervioso y algo sorprendido. Me levanto de mi lugar y le tiendo la mano.

—¿Vamos?

—A donde ordene mi esposa. —Sacude su cabeza antes de volver a sonreír.  



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