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12. El Sr. Delatroitvz


Stefano.


    Camino por los pasillos a ritmo presuroso. No puedo negar que el baño ha sido renovador, al igual que lo será la cena que me espera en la cocina al terminar mis labores, estoy seguro. Ver todos esos deliciosos bocadillos servidos en el comedor solo hicieron que mi estómago sea el ejecutor de mis pasos.

Los recónditos lugares del palacio me abruman en un cierto punto. Todas las paredes oscuras, su decoración gótica... al igual que el exceso de oro y el encierro. León mío. Las cortinas nunca están abiertas. Todo es tan... sombrío. Sino fuese por los hogares, velas y antorchas dispuestas a lo ancho del palacio esto sería una lujosa cárcel húmeda y lúgubre.

Bajo las amplias escaleras camino al Gran salón cuando encuentro a Ayzhi caminando de un lado al otro frente a la puerta principal. Tengo que reconocer que hasta ahora no me caído del todo bien, sin embargo, su actitud me preocupa. Luce ansioso y exaltado como nunca antes le había visto.

¿Qué habrá ocurrido?

—¡Muchacho! —grita cuando me ve—. ¡Qué son estas horas de llegar! ¡El fogón ya debería de estar encendido! ¡El invitado está aquí! —Me regaña furioso.

Ya ha vuelto a ser él de siempre al parecer...

—Lo siento. Ahora mismo voy.

—¿Quién te dio ese atuendo? —Me escrudiña de arriba abajo con la mano en la barbilla.

—Pues la ama—Ironizo. ¿Quién más?

—¿Noré o la Srta. Delatroitvz? —Inquiere.

¿La Srta. Delatroitvz? ¿Ella es quien porta ese apellido? Por todos los dioses... quedo en silencio por un momento... vaya que el destino es cizañero.

—La primera. ¿Te imaginas a la segunda dándome obsequios? —Echo a reír.

—Comienzo a hacerlo... ¿has visto al muchacho, Félix? —Gira hacia a ambos lados, atento a lo que pasa a nuestro alrededor.

—No, lo siento Sr. Ayzhi.

Estoy a punto de marcharme cuando su brazo me detiene.

—¿Cómo es que te llamas, muchacho? —Su tono se vuelve más agudo y retoma su compostura habitual.

Ahora sus brazos se van hacia atrás para cruzarse por la espalda mientras me alienta a caminar hacia salón junto a él.

—Stefano Lancour, señor —digo algo extrañado ante su reciente e inesperado interés hacia mi persona.

—Stefano Delatroitvz...—masculla con una sonrisa vivaz y no logro comprender el porqué de esa locura que acaba de soltar por su boca—. Suena bien. ¿No?

Al ver mi rostro de total confusión echa a reír. Es una risa sutil y cómplice, pero que oculta algo retorcido.

—Escucha, Stefano... —Se para delante de mí antes de cruzar las puertas del salón —. Tengo una idea para que la Srta. Delatroitvz te permita permanecer fuera de los calabozos durante tu estadía.

—¿Cuál es esa descabellada idea? —Consulto con un ligero temblor en mi voz.

Sea lo que sea, lo necesito.

—Venga muchacho, no temas. Te explico...




   Tomar el papel del Sr. Delatroitvz.

   Permítanme dos segundos para reír ante tal demencia. ¡Eso debo hacer! Y sobre que la misión es bastante arriesgada, debido a la persona quien ocuparía el lugar de esposa, debo efectuar el teatralillo frente a un Argo. Nada más y nada menos que frente al futuro heredero al trono.

L. E. O. N.

Si algo sale mal... apiádate de mi alma.

¿Pero qué otra opción me queda?

Si no lo hago me encerrará. Si lo hago y falló, me encerrará. Si me niego, adivinen... me encerrará. Necesito permanecer fuera de los calabozos si quiero salir de aquí. Así que haré lo que sea necesario.

Las puertas del salón se abren ante mis ojos. Estoy tan enredado en mis pensamientos que por un extracto de segundo no me percato de la visita. Veo al imponente Argo sentado en la mesa y trago grueso.

Solo a ella se le ocurre tener un invitado de semejante calibre.

Respiro profundo, suelto el aire que he estado conteniendo mientras opto por sacar mi pecho y lucir un porte seguro. No es muy difícil, de hecho, todos estos años que he pasado estudiando para caballero me dan la seguridad que necesito para afrontar está delirante misión.

Además, ¿Señor Delatroitvz? Esto podría llegar a ser divertido...

Camino erguido hasta donde ya se encuentran todos sentados. El heredero al trono de Whitelhz es el primero en recibirme. Se pone de pie y su altura me hace sonreír por los nervios. ¡León santo! Me saca una cabeza y media y esos brazos sí que se ven fuertes.

Vamos, Stef. Puedes hacerlo. Eres el amo del castillo por hoy. Además...—observo la mesa servida— esos platos serán tuyos.

—Sr. Delatroitvz —Estira su amplia mano—, es un honor.

Extiendo la mía y lo estrecho firme. De reojo observo al idiota de Alexan casi a punto de ahogarse con el vino. Intento no mirar a mi reciente esposa. Sin embargo, siento la fuerza de su mirada sobre mi accionar. El corazón me late con rapidez.

—Por favor, permítame devolverle su lugar. Su esposa estuvo bien cuidada. —Afirma Anub, según me informó Ayzhi ese es el nombre de la criatura a quien debemos impresionar.

Él ocupa el asiento próximo dejándome lugar al lado de la tirana.

—Disculpen el retraso. Había un asunto urgente que merecía mi total atención. —Corro la silla con cuidado y tomo asiento.

¿Un asunto urgente? Eso ha sonado bien.

Todo esto me tiene entre nervioso y divertido. Observo los cubiertos y las copas recordando cual debo usar primero y para qué. Voy bastante bien, pero Alexander decide aportar de las suyas...

—Buenas noches, hermano mío. ¿Es forma esa de saludar a tu esposa?

Instantáneamente dirijo una mirada furtiva hacia él. ¿Está consciente que va a cortarle su cabeza? Este sonríe con picardía y me guiña un ojo. Lo conozco, esa cara de idiota que pone diciendo: De nada, te hice un favor. Por el León.

—Ah, los matrimonios jóvenes. —Interviene Anub a mi lado —. Tanto por aprender y construir juntos. —Levanta la copa de vino que le queda pequeña entre sus enormes dedos y me observa —. Es cierto, muchacho. ¡Sin vergüenza!

Su rostro es de total alegría y me alienta a acercarme a la fiera.

¿Qué tienen los Argos con el matrimonio, eh?

Siento mi boca entre abrirse. Llego el momento. Debo mirarle a la cara. ¿Qué pretendía? ¿Pasar toda la velada negando su presencia? Es que... ah...es tan... despreciable.

Volteo a verla y mi cuerpo se tensa por completo.

Luce poderosa. Esta vestida con un elegante vestido negro y lleva unos extravagantes accesorios de oro. Parece una ninfa y es tan solo una simple humana como yo, entre tantos seres que vivimos en estas tierras. Sin embargo, su aura contrasta con la mía. Es oscura, intimidante.

¿Cómo debo manejar está situación?

<Muchacho...debes hacer lo que sea necesario, pero que se vea creíble. Son un matrimonio. No lo olvides>. Las palabras de Ayzhi llegan a mi memoria y logran envalentonarme.

Un matrimonio, Stefano. Me digo a mí mismo mientras me pongo de pie haciendo que el arrastre de la silla produzca un ruido extremadamente escandaloso. Retengo un poco de aire y tomo su mano apoyada en la mesa.

—Buenas noches, mi bella dama —es lo primero que me sale cuando sus ojos altivos chocan contra los míos. Es una mujer tan preciosa por fuera, que el calificativo de bella me queda corto. Aunque no podría decir lo mismo por dentro, claro.

Mis ojos bajan a sus labios cubiertos por un fino, pero atrevido maquillaje carmesí. Sin pensarlo voy directo a su boca e imprimo en ella un suave y tímido beso. Seguido de ello, dejo otro en el dorso de su mano. La tibieza de su piel contrasta con la humedad de mis labios. Me alejo para volver a mi lugar y siento unas palmadas de lo más pesadas sobre mi espalda.

—¡Ahora sí! ¡De eso estoy hablando! —Es Anub quien me felicita.

Eso quiere decir que voy bien. Sí, señor.

Al ver a Esther entrando con platos humeantes mi corazón estalla en felicidad. ¡Bendita hora de comer! La anciana me observa con gracia, y antes de dejar el plato frente a mi esboza...

—Para usted, amo.

Sonríe con picardía y no puedo evitar unirme a la intimidad de su perspicaz comentario. La alegría se multiplica cuando mis ojos bajan a la cena. Todos los mini Stef de mi mente están brincando de felicidad. Mi estómago cruje, así que vuelvo a los cubiertos y tomo la primera cuchara de la derecha. Es la correcta al ser el plato de entrada. Suspiro un poco más relajado, pero advierto que unos ojos marrones intensos me están observando expectantes...

Ahora no, tirana. No vas a arruinarme esto. Me acerco a ella con la valentía que cargo, y le confieso contemplando los trozos de apio en la sopa...

—Es mi comida favorita.

Ella aparta la mirada y no me importa si está molesta. Yo cumplí con mi parte. A comer. Me deleito cuando la primera cucharada explota dentro de mi boca y los condimentos llenan mis papilas gustativas.

La ama y señora del castillo está bebiendo un sorbo de vino, lo habitual en ella. Voy por la segunda cucharada emocionado cuando la observo inclinarse hacia mi persona luego de limpiarse los labios.

—También la mía.

Su gesto me asombra y siento una sonrisa de lado que se apodera de mi rostro. Ella me la devuelve, y acto seguido continúa la charla con Anub.

De reojo observo a un costado de la sala al mayordomo. Se encuentra con su porte correcto característico. De forma disimulada trae una de sus manos al frente, a la altura de su cinturón, y observo un pulgar arriba discreto mientras guiña un ojo.

Luego de un tiempo considerable entre charlas y deliciosos platillos mi reciente esposa indica que llega la hora de descansar.

—Anub. Es tarde y tu viaje debe haber sido agotador —afirma serena—. Tu recamara ha sido preparada como lo mereces. Mañana podemos continuar con esta agradable visita. —Propone.

Noré y Alexan se han encargado de divertirlo de sobre manera. Esther y sus manos mágicas compraron su estómago. Yo le vendí la fachada del buen esposo, y ahora le queda en plato servido para lo que sea que pretenda... ¿de qué ira todo esto? ¿Para qué necesita de un Argo?

—Es usted muy amable, Sra. Delatroitvz. Mis guardias esperan afuera, sería un atrevimiento de mi parte, pero...

—Claro que ellos son bienvenidos también. ¡Por favor! —Termina por él —Ayzhi, ¿puedes enseñarles sus alcobas?

El mayordomo asiente e invita al heredero a seguir sus pasos. Todos sonreímos. Lo despedimos contentos y relajados haciendo el papel de familia feliz. Pero ni bien la figura de Anub traspasa las puertas, tanto Noré como Alexan y yo giramos hacia quien yace en la punta de la gran mesa.

Aquí se desata el infierno, señores.

Toma la copa de vino y realiza unos movimientos envolventes para luego llevarla a su boca. Alexander ha formado una línea con sus labios. Noré rasca su cabeza mientras inclina su cabeza para observar el candelabro que cuelga sobre nosotros.

Pasan varios segundos y ella no dice nada. Tan solo repiquetea sus largos dedos contra el sólido material. No podemos evitar mirarnos. Nuestras miradas danzan entre cada uno de los presentes. Excepto a la de ella, claro.

Noré es la primera valiente. Lentamente comienza a erguirse del asiento:

—Bueno, todo estuvo—

—Siéntate.

Obedece antes de que haya terminado de pronunciar la palabra. Alexan me mira abriendo los ojos de manera descomunal.

La tirana, siendo la tirana. Por el León... inconscientemente me he pegado más al respaldar del asiento.

—¿Quién dijo que el campesino que podía salir? —Consulta observando la copa. Ni por casualidad nos dirige la mirada.

—Pues se necesitaban muchas manos para lograr una velada estupenda como querías. Yo ordené que él me ayudase en algunas tareas. Es lo habitual cuando falta personal... —esboza mi amiga cautelosa.

No puedo saber si está molesta, feliz, triste o algo. Simplemente no demuestra nada.

Silencio. Trago grueso, todo esto va a sacarme el corazón del pecho.

—¿Por qué tu estúpido perro faldero habló durante la cena si quedó muy claro que no se lo permitía?

¿Perro faldero?

Ah, Alexan.

Noré solo juega con sus manos sobre su regazo. ¿Por qué tampoco se atreve a mirarle si ella también es dueña aquí?

—¿Por qué no respondes?

—Porque da igual lo que responda. Estás molesta y lo entiendo. Ha sido idea mía. Stef había pasado varios días en el calabozo, y pensé que si lo veías desenvolverse bien lo dejarías permanecer como sirviente. Al ser quien lo trajo aquí, debo velar por su bienestar. Es mi esclavo ahora...

—No.

—¿No qué?

—No es tu esclavo. Es el mío.

—Pues, es mi amigo. —arguye.

Ella vuelve a tomar otro trago; está vez sube la mirada a Noré quien no puede sostenérsela. ¿Mis manos están sudando? León mío, que todo termine ya.

—Quiero que te quede bien claro algo. No me gusta cuando me contradicen. No quiero que nuestra paz se vea afectada. Tu única ocupación aquí es obedecer mis órdenes. Vuelves a pasar en alto una y te largas. —Se pone de pie y toma la jarra de vino que queda aún en la mesa.

Alexander traga grueso. Por mi lado continúo quieto en mi lugar.

La dueña de todo se abre paso hacia la salida. Miro de reojo a Noré. Está con lágrimas en los ojos debido a lo ocurrido. Es inevitable no sentir pena por ella. También es ama aquí. Debería ponerse firme y...

—¡Stolz! —grita la tirana desde la puerta. Giro sorprendido por su llamado —. Vamos, esposo. Hora de dormir.


Buenas noches, bellas amas. 

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