5- Hallowen, mi peor pesadilla: "La realidad"
Advertencia: no promuevo ni comparto, solo escribo con fines de entretenimiento y de acuerdo a un concepto dado.
Apesadumbrado, asustado y acorralado se percibe el señalado.
Aquel que persigue evitar su reflejo tratando de sopesar cada uno de sus pecados en cuanto se esconde de los diferentes demonios con formas de hombres que acechan su cuarto, una y otra vez, hasta el cansancio.
¿Por qué no puede ser cómo otros, cómo tantos?
¿Cómo aquellos que viven una vida a su antojo y sin reparos? ¿O cómo aquellos que se atreven a mostrarse tal cual son ante los otros?
Porque él... Él, vive una vida de prestado.
Miserable e insuficiente muñeco al cual le manejan los hilos a su antojo siendo un perfecto amasijo para el moldeado de los otros.
¿Sería más fácil no dar parte al diablo?
Ya que tiene el comando de cada uno de sus actos en el mismísimo momento en que intenta dar el siguiente paso: Hacerse valiente ante las atrocidades que claman salir por instinto nato.
Y se aferra con creces a su cuerpo.
Desangra llorando por el sufrimiento que le provocan a él y a quiénes, por quererlo, una y otra vez han dañado.
Se siente humillado, inerte, sofocado...
Los ojos le pesan de tanto llanto. ¿O es sangre eso que rodea sus contornos? Contornos que él mismo se está tocando y que parecieran hechos de excremento del modo que le dan asco. Pero no es marrón ni negro, es de un espeso rojo que se mescla con la tinta de sus ojos. Es sangre que brota de las heridas que él mismo se provoca por sufrir hasta no poder soportar ni un estímulo más...
Darlo todo hasta el maldito cansancio.
Así mismo, su instinto le pide a gritos que resista el degrado y que actúe por vendetta ante aquellos que lo dañaron.
Porque el dolor es tanto, que necesita drenarlo. Necesita cobrar sangre con sangre para sentir que vale algo.
Pero cuando decide salir del escondite, un estruendoso sonido frena su cometido abrigando sus oídos con total desagrado.
Tañidos que componen la más tétrica melodía, el eco ruidoso de la burlesca risa de los otros y una insana necesidad de callarlos.
Entonces, toma un filo que extrae desde sus cabellos e inspira dándose la valía suficiente que requiere aquel ruin acto que determinará su futuro, para bien o para mal, ante la hipócrita sociedad.
Y perseguido hasta en la infinidad de sus sombras, sale desde las mismas y ataca cual enceguecido en su gloria.
Bañándose en sangre cuando su primer instinto fue querer desmembrar a todo humano inhumano que se interponga en su camino.
Es hora...
Es hora de que paguen los otros expiando sus pecados porque él... Él, ya tiene el infierno asegurado.
Despierta ante el ensordecedor ruido de eufóricos gritos que ingresan desde lejos y retumban en su pieza.
De inmediato, toca su adolorido rostro ante el recuerdo de tenerlo dañado, pero nada supone que sea una inverisimilitud a lo que sucede en su propia cabeza. Aún así, enérgico pega el salto metiéndose en el baño ya que hoy es su noche maestra y hay varios moretones que aún, deberían ser tapados.
Afuera, el cielo se tiñe de una enorme belleza. Singular paisaje para una noche muy especial. Esa festividad anual por la cual ha resguardado aquel traje de dos piezas bajo candados encontrados, llevando una capa roja que recubre su cabeza, con una peluca rubia de dos trenzas y un hermoso par de zapatos altos a tono con lo demás.
Hoy, en Halloween, está decidido a convertir su sueño en realidad: meterse en las ropas de una bella caperucita roja como presentación en sociedad.
Se pone las medias, la pollera, la hermosa camisa de seda entreabierta, y suspira ante el reflejo que le devuelve el espejo en cuanto toma consciencia de las delicadas telas que entran en contacto con la dermis de su cuerpo.
Pero, de inmediato, unas histriónicas voces repercuten al acecho, dañando por dentro toda construcción que puede lograr al confiar en que nada hace mal.
Que él, no es el culpable de actuar en consecuencia para resguardar su integridad y privacidad, respetando el idílico ensueño de verse envuelto en esas telas que aún no teniendo género, lo convierten en ELLA.
Aun así, aúna sus párpados y rememora cada horrorosa situación que ha vivido en sueños y en realidades que hubiera preferido que no sean verdades.
Desesperando ante el incipiente llanto que se atora en su garganta al darse cuenta de que hoy, por fin, podrá vestirse como ella.
Como la bella caperucita de sus cuentos, siendo la niña y la feroz bestia...
Ya que, sin un ápice de culpa, radiante sale hacia la calle entre los cuerpos tiznados de rojos de sus abusivos padres.
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