Capítulo 31: Una Extraña Declaración
Capítulo dedicado a: Takai-, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
Sólo vengo a decir que ya estamos en la recta final. Faltan pocos capítulos para que todo esto termine, muchas gracias por leer, de verdad. ❤
Saiki pareció perderse entre tanta normalidad incrustada en sus venas, apenas sus ojos chocaron con los carmesí de Kaido. Dejó de prestarle atención al mundo exterior, importándole ya poco que la mayoría de sus compañeros masculinos todavía estuvieran en el aula porque Kokomi todavía no terminaba de acomodar sus cosas antes de irse. Era como una declaración pública, ¿debería de bajar el tono de su voz? Sí, era lo más probable.
Sin decir otra palabra, se acercó lo máximo que sus piernas le permitieron al chico que era considerablemente más bajo que él. Kaido no reaccionó al principio, quedándose estático de forma perfecta, en el momento exacto en el que Kusuo estuvo a unos diez centímetros de él.
Los dos se miraron, y Shun no pudo hacer nada más que explotar en rojo, con el color ya hirviendo en su cara: ¿qué pasaba? ¡Era todo tan sospechoso! Y cuando trató de buscar refugio, tratando de mirar a otro lado o distraerse, lo único con lo que se topó fue con la mirada azulada de Teruhashi, viendo sin siquiera pestañear la escena, y no sólo ella, también muchos chicos ya los miraban.
¿¡Qué pasaba!? ¿Acaso todos se habían puesto de acuerdo para acosarlo? No quería eso, definitivamente no. Sin querer, le dieron ganas de llorar, aunque no quería dudar de Saiki y la amistad que habían formado en ese pequeño tiempo.
—Voy en serio —comentó con total decisión el de cabellos rosados. Muchos de los que alcanzaron a oír esa conversación soltaron un bufido y suspiros largos en modo de no esperarse eso. Todos actuaban como si eso fuera algo nuevo y desconocido: ¿un hombre que no amaba a Teruhashi o a cualquier otra chica? ¿Un hombre declarándose a otro hombre? ¡Oh! ¡Qué extraño y desconocido en la época en la que están!
—¿Qué? —Shun preguntó, completamente perdido ante la afirmación valiente de su amigo. Ya no entendía nada, todo era completamente raro.
—Dije que voy en serio. —Volvió a repetir, haciendo un esfuerzo sobrehumano, para hablar más de lo que acostumbraba. Odiaba expresarse con muchas palabras, de hecho, odiaba hablar mucho.
—¿Adónde vas en serio? —cuestionó Kaido, si entender la idea principal. Muchas risas se hicieron presentes en el ambiente de los espectadores curiosos.
Bueno, esa declaración de amor podía considerarse un poco original por ciertos aspectos que no podían ser discutidos.
—Voy en serio contigo —completó, intentando explicarse mejor para que Kaido no se perdiera. Pudo percatarse un poco entre la sorpresa reflejada en el de hebras azules, que quizás sí logró atinar con perfección en el punto en el que quería llegar. Shun lo demostró dilatando sus pupilas y su rostro librándose completamente del rojo, llegando incluso hasta sus orejas.
Pronto, después de un largo silencio, Kusuo pareció ver que Kaido tomaba el control de su persona y dejaba de sentirse tan nervioso. Su piel nívea asomándose de nuevo lo comprobó. Ahora sí ya estaba confundido. ¿Kaido había entendido o no su mensaje?
—¿Quieres ir conmigo? —Y aunque Kaido seguía un poco nervioso, parecía descartar todas las posibilidades de algo romántico con Kusuo, como si lo hiciera a propósito.
Saiki se tardó en entenderlo, pero pudo entenderlo después de un tiempo: Kaido no creía que alguien pudiera enamorarse de él, no con palabras y simple timidez, y con lo que le dijo la noche anterior, quizás, sólo quizás, ese chico mentiroso alzó sus defensas para no caer tan rápido.
Todo parecía tan complicado, y eso al de ojos rasgados ya empezaba a molestarle. ¿Valía la pena estar con alguien como él?
No lo sabía, quizás Kaido era el tipo de persona que más detestaba, pero quizás Kaido era la excepción de esa razón. Qué raro era todo.
Y ya no fue tan raro que se dijera mentalmente de que ya no se guardaría sus pensamientos en su mente, como si quisiera reprimirse muchas cosas. Por primera vez había decidido sacar sus verdaderos sentimientos. Sin decir otra palabra, tomó del brazo a Kaido, y, sin esperar su respuesta, se lo llevó afuera del aula, esperando no ser molestado por nadie.
—Entonces, ¿al final si íbamos a salir en serio? —Alcanzaron a oír a Shun, antes de que ellos se fueran completamente, dejando una visión errónea y nada certera, acerca de lo que realmente pasaba (o tal vez sí) a sus compañeros de aula.
El aula se llenó de un completo silencio sepulcral, siendo el ambiente un poco tenso para todos, incluso a Kokomi se le hizo un poco pesado. Pero, realmente terminó por suspirar, al entender más o menos la razón por la cual Saiki nunca suspiró por ella. Tampoco era que importara mucho.
En algún punto le había llamado la atención, ya que ningún chico podía resistirse a su belleza, porque era la mujer más perfecta que podría existir en la Tierra. Ella lo sabía, sabía que era elegante, incluso colocando su bolsa en su hombro, como cualquier persona normal, la hacían parecer alguien perfecta, arrancando suspiros a sus enamorados sólo con respirar.
—Me tengo que ir, chicos, hasta mañana. —Teruhashi movió su mano con suavidad, en un perfecto modo de despedirse de todos.
Para su sorpresa, sólo algunos lograron contestar, quienes eran los más atentos a cualquier facción que hiciera la bella chica. El resto parecían estar hablando entre ellos de la situación que acababan de contemplar.
—¿A Saiki le gusta un chico? ¡Y es Kaido, es igual de raro! —exclamó uno sin ningún tapujo, llenando a Teruhashi al instante de esas palabras, haciéndole saber de qué hablaban. Eso, la molestó de forma imprevista: deberían de dejar de criticar a los demás y admirarla a ella.
—Dicen que los raros se atraen entre ellos.
—Pero los dos son hombres, ¡qué mierda!
—¿Tiene algo de malo? —La voz de Kokomi hizo que muchos chicos voltearan a verla, por el tono un poco alto y autoritario que salió sin querer. Muchos enrojecieron hasta las orejas por creer que habían decepcionado a la chica que les gustaba. Ella pareció reaccionar de golpe, volviendo a su actitud tan dulce y calmada de siempre, simulando que nunca dijo nada—. ¡Nos vemos! —asimiló con total simpleza, girando sobre sus talones y sin tratar de ocultar nada: porque no había nada que ocultar. Cuando llegó a la salida del aula, lo único que pudo hacer fue dibujar una diminuta sonrisa en sus labios tan perfectos.
«Vaya, así que por eso no suspiraban ante mí», pensó, dando una ligera sonrisa de lado, ya que, aunque le dolía, no era algo que ella pudiera cambiar ni tampoco planeaba hacerlo.
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