Capítulo 17: Akechi & La Mente De Saiki
Capítulo dedicado a: mariansinamorpropio, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
Dato curioso #1: Ésta creo que es la primera historia de Saiki x Kaido en español de Wattpad. Las demás salieron después.
Lo sé porque yo antes buscaba material de ellos y no había nada. Esta historia tan simple fue creada por esa misma razón. Y no saben lo feliz que me siento cuando llegaron dos historias más de ambos.
Akechi metió un pedazo considerablemente grande de pastel a su boca, siendo abatido por un Saiki con la mirada muerta al lograr percatarse de un poco de crema en sus delgados labios. Ahora no tendría nada de malo molerlo a golpes mentalmente y sacarlo a patadas de su casa. Pero no lo hizo, porque no era de usar violencia, y mucho menos podía arriesgarse teniendo a su madre, que entró al comedor, con una sonrisa de oreja a oreja.
—Ku-chan, bienvenido —saludó la fémina, no perdiendo el tiempo para acercarse a él y darle un pequeño abrazo lleno de cariño. Kusuo se opuso a contestar, en su lugar se limitó a volver a mirar al chico que creyó que ya no volvería a ver nunca.
—¿Qué hace aquí? —dijo sin rodeos, tratando de evadir el simple hecho de que le incomodaba cómo se comía su pastel como todo un cínico. ¡Era de él!
—¿Eh? ¿No te dijimos? —La fémina de cabellos azabaches dibujó un claro gesto de sorpresa ante uno de sus descuidos. Saiki negó sin reparos y volvió a mirar al rubio cenizo, que se acababa un bocado del postre y lo miraba a los ojos—. Bueno, no importa, Ake-...
—Cómo puedes ver estoy aquí porque mis padres han tenido ligeros problemas conmigo y mis compañeros de clase, por lo que decidieron trasladarme de instituto. Tu madre fue muy amable de contarnos cómo te iba e incluso me permitió quedarme en esta casa durante todo el ciclo escolar restante —informó el de pupilas violetas, no tomando ningún respiro largo al momento de hablar. Kusuo arrugó su nariz y se quedó en blanco: no, no, no. ¿Él iba a estar en su casa? ¿Lo tendría que ver diario? Eso no le gustaba—. Espero llevarme bien contigo de nuevo.
—Ni lo sueñes.
—Qué malo eres, no has cambiado en nada. —Rio con diversión el menor, restándole importancia al asunto al instante.
—Kusuo —susurró su madre, con la rabia al máximo esplendor siendo mostrada de una forma un poco débil a su hijo por su comportamiento que ella no le había enseñado. El de hebras rosas giró su cabeza con cierta rapidez hasta la mujer que le había dado la vida y sintió el verdadero terror calarse por todas las rendijas de su corazón. Lo único que pudo hacer fue mirar al invitado no grato y abrir su boca por un corto lapso de tiempo.
—Estoy feliz de verte... —formuló entre dientes, apretando sus puños y sintiendo el estrés acumularse en todo su cuerpo. ¿Cómo podría relajarse ahora que su santuario había sido invadido por un ruidoso chico? ¿Sólo le quedaría como salida encerrarse en su cuarto?
O no, necesitaba recapitular todo y sacar una espina que lo picó con profundidad: su casa sólo contaba con dos cuartos. ¿Dónde dormiría Akechi? Las punzadas que le alertaban que algo estaba mal seguían sonando dentro de su interior, y él lo único que quería hacer era tirarse de un puente para ver si revivía como alguien normal (bueno, no literalmente, ¿se podía usar una metáfora en eso?), el cuarto de sus padres... el suyo... la sala. Ahora que lo pensaba, no había visto en la sala principal sus cosas o algo así.
¿Dónde se quedaría?
No, no podía ser.
Respiró de forma profunda y giró sobre sus talones, llegando hasta el inicio de las escaleras, ignorando la curiosa mirada de su madre al verlo subir tan presuroso. Tal y como lo temía, sus pesares se volvieron realidad de golpe, al girar la perilla de su cuarto y toparse en primera plana a su cuarto debidamente ordenado como lo había dejado esa misma mañana, más un futón extra y pocas cosas más del chico parlanchín invasor.
Saiki enloqueció por dentro, dándose de topes con una pared invisible mientras decía lo mucho que ese día lo había odiado. No creía en Dios, no, y si es que acaso existía, era más que seguro que no estaba de su lado.
¿Cómo se le ocurrió a su madre que era buena idea que ambos durmieran juntos? Sí, los dos eran hombres, pero ésa ya no era excusa, había varias pruebas de que los hombres también hacían cosas raras —como enamorarse— si compartían cuarto, y para su suerte, él no era uno de ellos. Pero, al final no tuvo que buscar una gran ciencia en sus temores, al recordar que simplemente se trataba de... su madre. No podía esperar mucho, a pesar de que la quería.
—Ku-chan, ¿puedes ir a la tienda cuando te hayas cambiado? Estoy un poco retrasada con la comida, y me faltan algunas cosas más. —Kusuo alcanzó a escuchar eso, sabiendo que Akechi y su boca eran los responsables, porque no paraba de generar palabras, y su madre que era tan amable, simplemente no podría callarlo. Sólo pudo agradecer mentalmente: salir le haría bien, porque si salía no estaría ni con el molesto de Aren, ni con Kaido, ni con Nendo, ni con Kaido, ni con Akechi, ni con Kaido, ni con Kaido, ni con Kaido, ni con Kaido, ni con Kaido. Paró en seco sus pensamientos, sintiendo la boca secarse al tener una rara sensación en su pecho, no le gustaba, en definitiva.
—Vaya, vaya, sí, iré —respondió, sin gritar, pero sí lo suficientemente alto como para que fuera escuchado.
Se podría relajar por fin, ¿no?
No, al final no se pudo relajar. ¿Cómo no vio venir con anticipación que el rubio iría detrás de él?
Ahora ambos caminaban juntos por las calles, pasando de vez en cuanto por alguna que otra casa que ya estaba empezando a llenarse de adornos por el tan esperado Halloween. Saiki sólo esperaba de esa festividad que su padre no se fuera a descontrolar como el catorce de febrero del año pasado y adornara la casa. Todo menos eso.
—Mira ese gato negro, Saiki, ¿sabías qué mucha gente cree que son símbolo de mala suerte? La verdad no sé si sea real, pero creo que de forma objetiva podríamos apostar a que realmente sólo son supersticiones tontas de la gente —comentó con naturalidad el chico mucho más bajo que él, tomando como un acto involuntario de la manga de color violeta que usaba Saiki gracias a un suéter tan simple, para que no se perdiera mientras seguía hablando. Kusuo lo miró de reojo, dejando que éste hablara cuanto quisiera, no era como si le fuera a prestar atención. Además, tenía entendido que, si no hacía nada, ni siquiera una pregunta, la persona que hablaba buscaba llenar el silencio siguiendo hablando. Aunque tratándose de ese chico, no sabía si era buena idea lo que hacía, y más si ya se había extendido en cuanto a vocabulario sólo por haber visto una decoración de un aterrador gato en Halloween—. Leí en algún lado que no en todo el mundo se cree que trae mala suerte, hay algunos lugares, como China, que se piensa que son de muy buena suerte, y así no sabría a qué creerle. ¿Qué debería hacer si veo uno? ¿Debería de alegrarme o encerrarme todo el día en tu cuarto y no salir?
—¿Por qué en el mío?
—Porque prácticamente estamos viviendo juntos. Pero no de una forma romántica, no te equivoques, más bien como los mejores amigos que somos —acreditó el menor con total facilidad, ampliando una sonrisa en su cara al haber insinuado indirectamente que, si Saiki sintiera algo por él, sería mandado directamente a la terrible zona de amigos. Qué bueno que ése no era el caso de Kusuo—. Hace mucho que no hablamos...
«Literalmente estábamos hablando hace unos segundos», contradijo Saiki, pero no se atrevió a decirlo, especialmente porque al mirar de reojo al de pupilas violetas, éste estaba ligeramente avergonzado y recargaba con cierta aspereza su frente en el brazo del chico, buscando su protección.
—Nunca pude dejar de hablar, Saiki. Incluso cuando me golpearon. —Se limitó a decir, sonriendo con torpeza al volver a estar cerca de él. No era del todo un secreto que le tenía bastante aprecio, el suficiente por algo tan simple como lo era defenderlo del acoso de su antigua academia.
Kusuo no dijo nada al principio, queriendo con todas sus fuerzas, ignorarlo y seguir adelante, pero no pudo hacerlo. Guardó silencio de forma completa, pero lo más disimulado que pudo fue bajando la velocidad de sus pasos, para acoplarse al paso del otro, y cuando los dos estuvieron uno al lado del otro y se miraron a los ojos, Akechi recibió una diminuta sonrisa en el rostro de Saiki, una de esas sonrisas que él sólo podía generar en el de hebras rosadas.
Quizás para Saiki no había sido tan malo haber salir a la tienda, sólo tenía que soportar al hablador y comprar todo. No era como si se fuera a encontrar con Kaido en ese lugar, ¿verdad?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro