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Capítulo 08: El Chico De La Peluquería

Capítulo dedicado a: suki_cat, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

El fin de semana, lo que debía ser dos días sagrados para Saiki y su alegre soledad, se fue inundada y rota sin el menor de los percances por culpa de Nendo y Kaido, que se presentaron tocando el timbre. Una coartada que el mayor nunca había visto porque nunca había tenido muchos amigos que fueran así de sociables y exorbitantes. Algo horrible que realmente hizo peor todo, fue que su madre abriera la puerta: no había sido ni su ruidoso padre, ni su tonto hermano mayor, ¡había sido su madre! Y lo peor, es que al parecer esos dos tontos le habían agradado.

—¿Es la madre de Saiki? Pensé que era su hermana —chilló un sorprendido Kaido, con las pupilas dilatadas y la boca abierta en forma de «O». Nendo acreditó esas palabras con un asentimiento torpe, y sonrió de forma alegre al ver a su querido amigo asomarse hostilmente, queriendo que no lo vieran.

—¡Oh, compañero! —aclamó el mayor, estirando una de sus manos y dejando escapar su verdadera sonrisa devota. Kusuo maldijo en silencio, al chasquear su lengua, sintiendo los ojos carmines y los negruzcos de los dos restantes sobre él.

Kurumi no tardó en soltar una sonrisa llena de felicidad, dejando que su hijo menor notara las huellas de lágrimas recientes en sus ojos. Eso lo hizo sentir más responsable, teniendo la corazonada de que ésta había llorado al enterarse de la noticia (que no era noticia verídica), acerca de que su hijo había hecho amigos.

—¡Saiki! —saludó Shun con una sonrisa, cuando lo perezosa mirada rosa se posó sobre él. Kusuo la apartó de él con velocidad, hasta direccionarse a la amable mirada que le dirigía su madre.

—Ku-chan, tus amigos vinieron para que los acompañes a la peluquería... —La azabache de cabellos cortos habló con total alegría, juntando las palmas de sus manos entre sí y mostrando a su hijo lo que él no quería oír. No, no podía ser. Su madre no sería capaz de hacerlo salir un fin de semana, a una simple peluquería, cuando él realmente no necesita un corte de cabello, ¿verdad? Aún peor, ¿por qué esos dos idiotas habían venido para invitarlo a una peluquería? ¡Ésa debía ser la peor invitación amistosa que haya recibido en su vida!—. Ve, Kusuo Saiki, ellos se tomaron la molestia de venir hasta aquí. —Encaró de frente la dulce mujer, ennegreciendo su mirada y dejando que un aura peligrosa llegara hasta las pupilas inexpresivas de su hijo. Ahí estaba lo que más le temía el mayor en la vida: a su propia madre.

—Sí. —Fue lo único que pudo decir, aunque realmente no quería ir. ¿Por qué querría ir a una peluquería en fin de semana? Hace poco se lo había cortado, qué molestia.

Y así, llegó a la posición en la que salió de casa con esos dos rumbo a la dichosa peluquería, ¿qué harían ahí? Ni idea. Pero eso no le importaba mucho, no, lo que le importaba más era otra cosa, ¿cómo habían conseguido su dirección?

—¿Cómo sabían dónde vivo? —preguntó el mayor, con un poco de curiosidad en su tono. Shun soltó una sonrisa alegre, ensanchando su alegría al saber que podría dejar relucir sus poderes frente al de cabellos rosados. Y así, sacó una carcajada poderosa, llena de euforia y altanera. Colocó una de sus manos con vendas cerca de sus ojos y copió una posición extravagante que vio de un anime.

—¿Quieres saberlo, Saiki? ¡Fue bastante fácil, con mi clarividencia yo lo-...! —Su alocada explicación fue interrumpida de golpe por Nendo.

—Estuvimos recorriendo el vecindario para ver si encontramos tu casa. Como en la placa hallamos que decía tu apellido tocamos. Eso mismo hice para invitar a Kaido —afirmó sin ningún rodeo el de hebras de dos colores. Shun infló sus mejillas en un arranque de enojo, que no se contendría sólo con eso.

—¡Arruinaste mi momento para impresionar a Saiki, tonto! —silabeó con suavidad la última palabra, dando un grito.

«No me hubieras sorprendido, Kaido. Los poderes psíquicos no existen», se limitó a contestar el mayor mentalmente, soltando un suspiro pesado. Pronto, el gruñido bajo del menor dio un carraspeo meticuloso, antes de acercarse a su lado y jalar del suéter a su primer amigo, junto con un puchero. Saiki lo contempló de reojo e indicó con su mirada que lo soltara, casi lo rogó: no estaba muy estable emocionalmente desde que él mismo confundió las cosas acerca de una confesión amorosa por parte del más bajo, y eso nunca le había pasado. ¿Por qué?

—No pensé que ibas a salir con Nendo —susurró Kusuo de pronto al más bajo. Kaido escuchó claramente esa declaración, y fue casi imposible que no explotara en un tenue color rojizo por haber sido descubierto tan rápido. Rápidamente, tuvo que buscar una forma de intervenir, empezando a jugar con sus dedos, dejando que chocaran entre sí para calmarse.

—No es porque me haya emocionado que un recluta me invitara a a-algún lado o algo así. —Silbó la verdad, dejando con un gesto irónico en la cara al mayor, al darse cuenta de que realmente ese chico era un ingenuo que no sabía mentir ni disimular sus sentimientos. Un chico tan real y poco interesante porque ya ponía toda la baraja sobre la mesa, incluso cuando intentaba mentir. Eso era algo que quizás Saiki apreciaba, y si buscaba del lado de Nendo, era su brutal honestidad estúpida.

—Eres un mal mentiroso...

—¡Claro que no, soy el mejor! —declaró vencedor el de orbes rojas, sacando el pecho, colocando sus manos en su cintura y riendo como todo un maniático.

Saiki rodó sus ojos al escucharlo.

«No creo que ser un mentiroso sea algo de lo que debas estar orgulloso», volvió a engullir sus pensamientos, pero no los sacó, y por primera vez, Shun notó que el chico había querido decir algo, pero no lo dijo. A pesar de estar consciente de eso, no indagó más en el tema por el momento.

Y así, después de caminar por tres cuadras y girar por una esquina, llegaron a la dichosa peluquería. El trío se detuvo frente al enorme local, logrando que Saiki soltara un suspiro pesado, al ya estar familiarizado con ese local pintado de morado y con todo el cuarto interior lleno de fotografías de modelos con diferentes cortes de cabello. A través del vidrio, pudo notar a un joven de aproximadamente su edad, de cabellos en corte de hongo de un fuerte color morado, llevaba unos lentes cuadrados de color negro, y su ropa parecía bastante formal y extravagante para alguien de su edad, en sus manos llevaba una caja. Parecía ser que acababa de cortarse el cabello y ya iba de salida.

—Ya estamos en la peluquería, Nendo. —Kaido llamó de forma seria al mencionado, cruzado de brazos y mirando con desconfianza el local, pronto, se atrevió a soltar una carcajada—. ¡No se preocupen! Aquí estaremos a salvo por al menos tres horas, ya que tiene un campo de protección contra amenazas externas. —Invitó con esa sonrisa altanera. El Síndrome del Octavo Grado lo atacaba de nuevo sin piedad, Kusuo rodó sus ojos y Riki fue el único que pareció genuinamente sorprendido.

—Sí, ya hemos llegado —reconoció el más alto de todos; luego, miró a sus dos amigos y les sonrió—. ¡Ahora vamos a comer ramen! —pidió sin rodeos, alzando su pulgar y dándoles un guiño con sus ojos. Los dos restantes se quedaron en blanco.

—Nendo, ¿no te vas cortar el pelo? —Fue lo que salió de los labios de Saiki. Nendo pareció pensarlo seriamente, y rápidamente negó.

—No...

—¿¡Entoces qué hacemos aquí!? —gritó Kaido, desesperado. Riki alzó sus hombros.

—No sé.

—¿¡Por qué nos invitaste entonces!?

«Sí, es un idiota», atravesó ese pensamiento a su supuesto amigo. Maravilloso, había caminado en vano.

Al mismo tiempo, mientras una disputa campal llena de palabras se rellenaba, la puerta principal de la peluquería se abrió de par en par, dejando salir al desconocido que Saiki había visto en el interior del local, aún con la caja entre sus manos.

—Parece que le haré un funeral a mis cabellos —susurró el chico con lentes, dejando de lado sus preocupaciones y dirigiéndole una mirada llena de nostalgia y cariño a la que sea que había ahí adentro. Ahí Kusuo se quedó helado, pensando vagamente que esa caja sólo tenía cabello y más cabello. De igual forma, Shun parecía tener un radar para encontrar gente rara, ya que volteó su cabeza a gran velocidad hasta el desconocido que seguía su camino, igual desconocido. El mayor lo observó con cierta sorpresa arraigada en su seriedad.

—¿Qué tienes? —Se atrevió a preguntar el de orbes rosas. 

Kaido sacudió su cabeza y sonrió, dejando que un pequeño brillo se formara en sus pupilas al ver la figura de espaldas del chico desconocido.

—¡Quiero al chico de la peluquería en mi escuadrón! —soltó sin rodeos.

—¿Qué?

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