Capítulo 03: Reclutas
—¡La Unión Oscura nos sigue! —declaró con miedo fingido el de cabellos azules, mirando de un lado a otro sin siquiera perder un poco de su pasión actoral. Saiki rodó los ojos y miró hacia el techo, tratando de ignorar las miradas extrañadas de todos los estudiantes sobre ambos, porque el más bajo no dejaba de hacer ruido desde que salieron de la cafetería.
—Sí, sí, la Unión Oscura nos persigue —exclamó con sarcasmo el más alto, apurando el paso cuando Shun se movió con más rapidez. El chico de menor estatura se giró sobre sus talones de improviso, y le sonrió con compañerismo.
—Sabía que me entendías, Saiki —soltó de improviso, alzando su pulgar de forma afirmativa para hacerle saber al chico que realmente no había problema con eso. Kusuo se tragó las ganas de decirle que no entendía sus fantasías infantiles, bastante infantiles.
—Te entiendo perfectamente, por eso hay que llegar al salón de clases. —Encaró sin juegos sus ideas: no era como si la campana del aula ya hubiera sonado desde hacía un rato... o bueno sí, en parte, pero realmente no sabía cómo hablar de forma correcta con Kaido.
—¿Por qué? La aventura no llegará si nos escondemos —comentó Shun de la forma más poética que pudo, y el de hebras rosas se volvió a tragar la idea de que hace unos momentos se estaba escondiendo de la dichosa Unión Oscura—. ¡No entremos a clases! —Calló de golpe y se sintió indeciso, al recordar lo que le esperaría con su madre si se saltaba una clase—. O b-bueno...
Kaido se contradecía a él mismo en más de una ocasión, pero quizás la razón por la que el mayor no lo haya dejado solo, era porque sentía pena por él, y también porque se había percatado de que nadie se le acercaba del todo: de vez en cuando el idiota pervertido de Toritsuka se le acercaba, para pedirle algún favor pervertido con las chicas (porque, irónicamente, Shun era el blanco de varias mujeres ajenas a la escuela por su ternura, y Kusuo les querría decir que él no tenía ternura), pero de ahí en fuera, sólo era una persona solitaria y sin amigos.
¿Cómo hacer que alguien con delirios de grandeza hiciera amigos?
—Vaya, vaya. —Bufó con inconformismo, sacando un respingo altanero al menor sin querer. Le seguiría el juego para acabarlo—. El salón está protegido con un campo especial, nos podremos hacer pasar como gente normal —habló Saiki, dando una ligera palmada mental a su cara por decir esas estupideces.
Y otra vez, notó como Kaido fingía ser alguien genial e inflaba su pecho en señal de estar orgulloso porque él había «entrenado» a Kusuo.
—Eres más perspicaz de lo que creí, Saiki —declaró al momento de apurar el paso, dando largas zancadas y dando rezos al Cielo porque a Saiki se le ocurrió una genial idea para no saltarse las clases—. ¡No me equivoqué en reclutar a alguien como tú! ¡Soy tu maestro! —Fue el grito certero y la inexpresividad del mencionado como los recibió el salón de clases. Shun suspiró tranquilamente, sintiéndose feliz de ver que el profesor aún no llegaba; pero claro, el menor de ojos rojizos ocultó un alivio normal por uno más extraordinario—. Estoy feliz de que hayamos logrado cruzar sin problemas la frontera —mintió descaradamente, volviendo a recordar a Saiki que ese chico realmente tenía una tremenda imaginación y una mente extensa para pensar mentiras con rapidez.
Realmente no creía poder estar con él más tiempo. ¿En serio eran amigos, o sólo simples reclutas? ¿Sólo era alguien para dar un empuje a las fantasías idiotas de alguien que se quiere hacer pasar por especial? ¿Qué demonios pasaba por la mente de Kaido?
—Fue gracias a ti que pude lograrlo, Saiki. No tenía idea de que había un campo protector en el aula. —Se sinceró el más bajo, sacando una pequeña furia en el más alto porque eso estaba llegando demasiado lejos. Ya era suficiente.
—Mentí, sólo lo dije para que tomaras la clase —respondió el hombre, sin ningún pelo en la lengua al momento de decir la verdad. Kaido se quedó en blanco y arqueó sus cejas con molestia. Kusuo pensó que ésta sería una perfecta oportunidad para una pelea y que dejaran de hablarse para siempre. Sonrió sin querer, ya listo para recibir el reclamo.
—Entonces, ¿¡no estamos a salvo!? —gritó alterado, mirando a todos lados en señal de un juego bastante realista. Kusuo rodó los ojos de nuevo y pensó que ni siquiera las peleas los separarían.
Si tan sólo él tuviera más amigos con los que pasar el rato...
¡Bingo! Las pupilas rosadas de Saiki se dilataron por la sorpresa, pensando en lo torpe que había sido, como para no darse cuenta de que lo que Kaido necesitaba era hacer nuevos amigos, nuevos «reclutas».
—Kaido, ¿por qué no buscamos más reclutas?
De pronto, el plan de alejamiento de Saiki ya estaba en su mejor punto.
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