Capítulo 3 - Discusión nocturna
CAPÍTULO 3
DISCUSIÓN NOCTURNA
El dios no podía despertar por sí mismo mientras soñaba, especialmente si tenía pesadillas; pero sus sentidos eran tan agudos que cualquier sonido o roce exterior lo despertaba en cuestión de instantes. Estaba encerrado en un sueño desesperante en el que huía de algo sin rostro, pero no tenía consciencia de que estaba soñando, y la desesperación era real y muy tangible. Él no tendría que estar huyendo de nada ni nadie, y sin embargo el terror de aquella cosa que lo perseguía lo había agarrado de forma incoherente. Corrió y de pronto estaba en el borde de un abismo y no le daba tiempo a frenar. Sus pies pisaron el vacío, pero no llegó a caer; captó el sonido de algo cayendo al suelo, y todas las capas de inconsciencia y sueño se disiparon como humo ante el viento.
Abrió los ojos. Estaba todo a oscuras, pero la luz de luna que entraba por la ventana le permitía ver lo suficiente con claridad. Se sentó en la cama con un movimiento felino en silencio, suponiendo y acertando en que la que había hecho el ruido era la mujer. Ella no debería ver nada; los ojos de Loki veían porque tenía los reflejos y sentidos de un dios.
Él se desperezó en silencio y se puso de pie, caminando hacia ella con tanta suavidad que sus pies calzados en las botas que no se había quitado no hicieron ningún sonido contra el suelo. Se inclinó a recoger un anillo que brillaba cegador contra el suelo a luz de la luna, o al menos así lo veía él. Ella probablemente tampoco podía ver eso. Se enderezó de nuevo, sosteniendo el anillo entre su dedo índice y pulgar.
—Se te cayó esto, creo —comentó en un susurro tranquilo, a pocos centímetros del oído de ella. Se estaba divirtiendo; probablemente a ella le diese un infarto o intentase golpearlo, pero sus reflejos serían lo suficientemente rápidos si se diera el caso.
La mujer soltó un grito ahogado y se giró con brusquedad hacia Loki. Le arrebató de las manos el anillo, aunque no parecía ver nada y le tomó un buen tiempo encontrar la mano del dios. Él dejó que ella le arrebatase el anillo mientras sonreía un tanto divertido. Era una mortal muy curiosa, fuera del hecho de que la había visto en el espejo de Frigga.
—Muchas gracias, es lo más gentil que ha hecho por mí el día de hoy su majestad —le agradeció ella ácidamente.
Loki enarcó las cejas ante el tono sarcástico de ella, pero no tomó represalias. Al menos no lo había insultado ni se había metido con su vida privada ahora, y era una mujer. Podía perdonarle un tonito sarcástico por un par de minutos. Darcy colocó el anillo en su dedo índice y se quedó allí sin saber que hacer exactamente. Él se quedó mirándola en la misma posición mientras ella parecía considerar qué hacer en esa situación. Loki no podía dejarla ir; ya era tarde para eso, se había metido hasta el cuello en su papel de secuestrador, y tenía demasiada curiosidad. Ella era... particular. Más aún cuando siguió hablando, como si las palabras fuesen a salvarla o algo, mientras bajaba la mirada y dejaba salir un suspiro de resignación.
—Sé que no quieres darme respuestas, sinceramente lo que menos me importa ahora es saber cómo es que eres el rey de mi planeta o el por qué me tienes encerrada. Pero quiero que sepas que nunca te he hecho nada malo, y si es para usarme como una venganza contra Thor, créeme, a él ni le importo. ¿Cómo puedo importarle a alguien que apenas recuerda mi nombre? —el hablar de ella se volvió más derrotado—. No merezco esto. No merezco que me toques de la forma que lo hiciste hace horas y menos que me tengas aquí en contra de mi voluntad.
Un par de lágrimas escaparon de sus ojos y se apresuró a limpiárselas. Segundos más tarde, parada en el mismo lugar, empezó a lloriquear como una niña pequeña, y avergonzada se cubrió el rostro con ambas manos.
Loki se cruzó de brazos y miró al techo, sin poder creer la situación. Infló las mejillas y soltó el aire libre en un bufido de frustración. Chasqueó la lengua y volvió a mirar a Darcy.
—¿Ahora por qué se supone que lloras? —exigió, aunque su tono fue lo suficientemente amable como para no sonar autoritario. Con un movimiento de las manos, encendió las lámparas de la habitación paulatinamente para que el golpe de luz no fuese repentino.
No sabía qué hacer con una mujer que lloraba; nunca había sabido. Él se quedaba en blanco. No iba a intentar calmarla con un abrazo ni nada parecido, ni por todo el oro de Yggdrasil, pero tampoco podía soportar los sollozos por mucho tiempo. Lo frustraba y lo hacía sentirse inútil.
Darcy se secó las lágrimas con la manga de su abrigo y con la poca dignidad que le quedaba alzó su cabeza. Ni siquiera se detuvo a observar la habitación. Sus ojos de clavaron en los de Loki con furia. Su nariz roja a causa del llanto se arrugó y apretó sus labios.
—¿Te atreves a hacerme esa pregunta? Eres peor que... tú... —Parecía estar haciendo un esfuerzo sobrehumano para no provocar a Loki y despertar su peor lado. Una decisión inteligente. Tragándose toda su agresividad, continuó hablando—. Tengo razones de sobra para llorar. ¿No escuchaste nada de lo que dije hace unos momentos? No sé para qué pregunto si seguro no lo hiciste. No quiero estar aquí, no quiero verte, no quiero estar cerca tuyo— retrocedió dos pasos para alejarse de él—. Cualquiera en mi situación estaría como yo.
El dios hizo memoria con poco esfuerzo. En el momento no le había prestado atención, pero su mente grababa todo lo que oía. ¿Qué había dicho ella? Ah.
—Sí escuché —contestó con tono inflexible, aunque sin violencia. Se volvió a cruzar de brazos y la miró sin expresión alguna, con el rostro serio y relajado—. Es tu vigesimoprimer cumpleaños. Te arruiné el día. No mereces nada de lo que te estoy haciendo. Claro que escuché. Algo muy diferente es la importancia que le di a esa información. Mira —descruzó los brazos y dejó salir un leve suspiro—. Tengo mis motivos para tenerte aquí. Ya te contesté a ello hace unas horas; tengo curiosidad sobre ti, y no me gusta quedarme sin saber. Puedo hacerte la estadía relativamente agradable si tú te comportas. No pido reverencias ni nada por el estilo; por lo poco que te he visto y por lo que conozco sobre ti, sé que lograr algo así me tomaría años. El tiempo dirá. Pero por ahora, pido respeto y ningún intento de escape —le dirigió una sonrisa pequeña y carente de calidez, pero sonrisa al fin—. No quiero hacerte daño por ahora; no me provoques.
Un suspiró de resignación salió de los labios de Darcy cuando Loki terminó de hablar.
—Bien —aceptó ella como si no supiera qué más hacer—. Ya entendí. Ahora si me disculpas volveré a mi celda. Ups, quiero decir, mi habitación —señaló a la puerta que conectaba a la habitación que le había asignado—. Hasta... luego.
Sin más que decir, giró y se encaminó a la puerta. Antes de abandonar el cuarto de Loki, le dedicó una última mirada y finalmente cerró la puerta con brusquedad.
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