Me levanté aquella mañana,

temblando de cabeza a los pies.

Había soñado contigo, como aquella vez,

reviviendo lo que significabas para mí.

Unas ansias que no habían sido colmadas.  

Una felicidad que deseaba ser alcanzada,

Una pregunta que no había sido contestada.

Y aún despierta,

todavía podía percibirte en mí...

tu perfume, tu voz y tu ser.

Pero eras inasible como la bruma,

inaprensible como las estrellas,

tan lejano como ellas y como la luna...

aquella luna que agonizaba a lo lejos, fría y vacía.

‹‹Rodri, te extraño››, me dije otra vez,

llorando mientras te llamaba por enésima vez.

‹‹¿Podré tener una segunda oportunidad?››, te pregunté,

pero como antes no escuchaba tu respuesta,

solo el gélido viento de la madrugada que se iba

me daba la bienvenida a aquella mañana fría.

Decidí cerrar la ventana para prepararme para la jornada,

pero, antes de hacerlo, algo se me adelantó.

Una pequeña mariposa se hallaba ante mí,

revoloteando a mi alrededor como si quisiera mostrar su candor.

Seguí pacientemente su aleteo y exhibición.

Y cuando decidió ponerle fin a su acción,

los primeros rayos del sol dieron broche final a su actuación.

‹‹¿Eres tú?››, me pregunté mientras los rayos del sol se posaban en mí.

No escuché tu respuesta, pero no la necesité.

El viento había vuelto a abrazarme en esta ocasión,

pero ahora me supo a tu cálido corazón.