Capítulo 3: Preludios y Compenetraciones [Segunda Parte]
Canción del capítulo: Es por ti (Cómplices)
—¿Por qué estás llorando? —le dijo Rodrigo luego de besar sus lágrimas—. ¿Te duele algo? ¿Estás triste? —preguntó, preocupado.
Ella negó con la cabeza.
—No. —Le desvió la vista y se alejó de él al otro lado de la cama—. Simplemente que no me considero que yo sea mejor como dices...
—Aira...
—Pero si así piensas tú de mí... —lo interrumpió. Él asintió—. Pues que así sea.
Le dio la espalda y se dispuso a continuar la búsqueda de sus zapatillas. Quiso concentrarse en otra cosa para despejar de su mente los pensamientos que la agobiaban. Pero lo siguiente que dijera hizo que le prestara de nuevo atención:
—Es cierto, Aira, tú eres mejor que todas las mujeres que he conocido porque... incluso...
Ella volteó a observarlo. Estaba rojo como un tomate.
—Me has... —La miró de soslayo—. Me has... —Tragó saliva—. ¡Me has devuelto la seguridad en el plano sexual!
—¿Ehhhh? —dijo curiosa.
De inmediato se sentó a su lado. Se cruzó de piernas y escuchó muy atenta a lo que tenía que decirle.
Él asintió al tiempo que sonrió con timidez.
—Cuando... —Agachó la cabeza al tiempo que se estrujaba las manos con nerviosismo—. Cuando hicimos el amor por primera vez, yo tenía muchas dudas, ¿ok? ¡No sabía si podía estar a la altura de lo que tú podrías necesitar! Se dice que la primera vez es algo que nunca se olvida y... ¡Yo quería que tuvieras un buen recuerdo de ese momento!
—Rodri...
Le agarró la mano con ternura. Le parecía tan lindo que tenía ganas de abrazarlo y comerlo a besos. Mas, por la manera en la que casi ni se atrevía a mirarla, al tiempo que le soltaba la mano para seguirla estrujando con la otra, intuyó que, en ese instante, abrir su corazón ante ella y manifestarle aquello que no le había dicho antes no le era fácil, y no estaba equivocada.
—Mis inseguridades de antes con mi ex me habían minado tanto, que yo... yo...
—¿Qué? —habló emocionada.
Estaba toda tan feliz y orgullosa de saberse superior a aquella mujer con la que tanto se había comparado y creía salir mal parada. Le tomó de las manos para animarlo a hablar.
Rodrigo, al sentir el tierno toque de los dedos de ellos entrelazados con los suyos, se vio con la confianza necesaria para expresarle lo que hacía tiempo había sentido.
—¡Yo me sentía un inútil en el plano sexual! Y eso para cualquier hombre es... es... ¡es vergonzoso! —dijo arrastrando las palabras e incapaz de observarla siquiera a la cara.
Se sentía terriblemente abochornado. Pero, por una razón que desconocía, con ella, con Aira, estaba tan a gusto, que se vio con la capacidad necesaria para confesarle aquello que había estado atosigándolo por años.
—Rodri...
A ella le pareció un cachorro indefenso y desvalido. Le acarició la mejilla mientras le mencionaba ‹‹A mí me encanta cómo me haces el amor, ya te lo dije››.
El asintió al tiempo que, al verse en aquellos ojos que lo miraban con comprensión, resolvió contar con detalles todo aquello que no se había atrevido contarle a nadie jamás.
—Mira, por mi Asperger no sé interpretar si lo que hago —puso un gesto de fastidio al tiempo que arrugaba la frente—, o mejor dicho, lo que le hago a mi pareja le gusta o no, ¿ok?
Hizo una pausa. Ladeó el rostro a un costado, como si con ello su mente viajara al pasado.
—Con Noelia no sabía tomar la iniciativa. Y cuando lo hacía, a insistencia de ella, le preguntaba si estaba bien esto o aquello, porque vamos... —la miró de reojo por breves instantes—, quería asegurarme si estaba haciendo las cosas bien.
Con ese gesto, a ella le pareció que era un niño que estuviera confesando que hubiera hecho una fechoría. Quiso darle palabras de ánimo, pero según como apreciaba, él tenía ganas de seguir hablando, así que decidió no interrumpirlo.
—¡Y ella se enojaba! Se molestaba tanto conmigo, me decía que se sentía frustrada... incluso una vez que era un inútil. Y yo... yo... ¡Me sentía poco hombre! ¡Que no estaba a su altura! Tanto así que... ¡incluso sufrí de eyaculación precoz!
Se tapó la cara con ambas manos.
—Rodri... —Alzó su brazo en dirección a él, quien no se atrevió a mirarla.
—¡Contarte esto es tan vergonzoso! —dijo todavía incapaz de encararla.
La miró de soslayo, movió la cabeza y luego la agachó.
—Pero es necesario para que entiendas a dónde quiero llegar.
Ella asintió.
—No sé si porque antes eras virgen y no sabes mucho de estas cosas, pero entonces... entonces, yo te preguntaba muchas veces si esto o aquello que te hacía te gustaba o no. Y tú... —Sonrió al recordar su primer encuentro íntimo—. En vez de enojarte y reprocharme, simplemente sonreías y decías que sí. Eso me motivaba y me daba más confianza.
Apoyó su cabeza en el hombro de ella buscando el apoyo que necesitaba. Ella solo atinó a acariciarle la oreja de manera tierna al tiempo que asentía.
—Me encanta todo lo que me haces. —Sonrió con timidez al tiempo que entrelazó su mano con la suya—. Sino yo... no... bueno, no lo demostraría, ¿sí?
Ambos se miraron de reojo y luego sonrieron a la par.
—Luego de nuestra primera vez, con tu paciencia e inocencia, me di cuenta de que nunca me había sentido tan a gusto así con alguien. Y fue ahí que concluí que, en verdad, no me equivoqué al elegirte, Aira. Te escogí para ser mi compañera, mi mujer...
—Rodri... —dijo ella totalmente conmovida y al borde de las lágrimas.
—Tú me diste la confianza que necesitaba.
Él tomó su mentón con sus manos. Ella derramó una lágrima al tiempo que era recogida por él y le dedicaba una amorosa sonrisa.
—Es cierto que tienes tus errores, sobre todo tus bajones de ánimo por culpa de tu depresión, que me desesperaban cuando no sabía qué hacer, pero... cuando eres la verdadera Aira que me hace sentir a gusto, que me devuelve la confianza, que me motiva y me acepta a ser cómo yo soy, con mis manías, mis obsesiones o incluso en el plano sexual...
Acarició su mejilla para luego agregar:
—La Aira divertida, amable, tierna y comprensiva, contigo consigo un nivel de complicidad que nunca conseguí con nadie más.
—Rodri... —habló, totalmente conmovida.
—Repito, eres mi mi compañera, mi mujer, mi cómplice, y hoy, dos años después, ahora que he regresado a tu lado, he vuelto a pensar lo mismo que pasó por mi mente aquella noche maravillosa que pasé a tu lado.
—Tonto, ¡me estás haciendo llorar! —dijo derramando más lágrimas de manera incontrolable.
—¿De felicidad? —preguntó con frente arrugada.
Ella asintió al tiempo que sonreía y sus lágrimas eran limpiadas por los dedos de él.
—Creo que ya aprendí a diferenciar cuando lloras de felicidad a cuando es de tristeza, ¿no?
Aira rió al tiempo que el gesto en su rostro le pareció tan tierno, mezcla de niño que pedía la aprobación de su maestro, mezcla de sabelotodo, como seguro él habría sido en la primaria.
Luego de calmarse, se preguntó qué hubiera pasado si, caso contrario, su primera vez con Rodrigo no se hubiera dado en las condiciones favorables que ocurrieron. Y así se lo dio a conocer:
—No sé mucho acerca de saber si algo no me gusta o no cuando haces el amor, pero... de darse el caso, te lo diría, ¿sí? Digo, tener sexo es de dos...
Él asintió.
—¿Podría haber algo que me hicieras cuando tengamos sexo y que no me gustara? —se dijo más para sí misma que para él—. ¿Y si no me gustara, me fastidiaría?
Rodrigo la miró con ojos ansiosos.
—Sí, me fastidiaría, pero te lo haría saber.... y de buenas maneras, sin decirte que eres un inútil. ¡Nada que ver!
El joven resopló profundo, ya más tranquilo.
—Total, si no te lo digo, no te vas a enterar. Y aquí tengo que aplicar lo que descubrí cuando busqué en internet cómo tener una relación con alguien que tenga Asperger, y nuestra intimidad no sería menos. Y recalco, te lo diría de buenas maneras para que sepas... sepamos cómo llevarnos bien.
—Pero... pero... ¿hasta ahora? —Tragó saliva—. ¿Todo lo que te he hecho te ha gustado?
—Bueno...
Ella se puso muy seria. Él la miró, expectante y temeroso ante su interrogatorio.
—¡Claro que sí! Es más...
Se puso roja como un tomate. Él la miró, entre ansioso e inocente.
—Me pregunto si tus vecinos no habrán pensado ayer que estabas matando a alguien al escuchar y... —dijo tapándose la cara con una almohada—. ¡Qué vergüenza! ¡Por Dios!
—¿Matando? ¿A alguien? No entiendo —preguntó, confundido.
Aira rió al darse cuenta de la inocencia de su pregunta.
—¡Olvídalo, tontín! —Volvió a colocarse a su lado—. Pero si algo no me gustase, te lo diría, ¿ok? Es decir... el sexo es de dos, ¿no?
—Lo sé, pero...
—Además, volviendo a lo que señalabas, ¿por qué habría de quejarme cuando me haces el amor? Me gusta... y mucho.
—¿En...? ¿En serio? —preguntó, todavía muy dubitativo.
Volteó para encararlo. Lo abrazó de la cintura con sus piernas, para luego agregar:
—Sí. —Se acercó más a él provocando que sus entrepiernas se juntaran—. Me encanta, Rodri, ya te lo dije.
Volvió a provocar un roce más intenso entre ellos dos, produciendo que él perdiera la cabeza en ese instante. De inmediato, la besó, la abrazó con intensidad por la cintura y se colocó encima de ella.
—¿Ya? —pregunto Aira, divertida, al darse cuenta de lo que venía al sentir la hinchazón de su entrepierna sobre ella—. ¿Tan rápido? Si no he hecho más que esto. —Volvió a moverse a propósito para estimularlo, logrando su cometido y con creces.
—Pues ya ves —dijo de manera inocente para luego dejarse llevar por su instinto.
En ese instante, retiró la ropa interior de ella y se dispuso a introducirse dentro de su compañera, produciendo que Aira emitiera un leve gemido y todo su cuerpo temblara.
—Te encanta hacerlo a cada rato, pillín. —Sonrió con nerviosismo para luego reír.
—¿Será porque solo tú me motivas mucho quizá?
Le acarició el rostro total adoración. Ella sintió una serie de revoluciones en su interior a punto de llorar, de nuevo, al estar totalmente conmovida.
—Pero, si quieres lo dejamos. —Se retiró de su lado al tiempo que le acomodaba la ropa interior—. ¿Hasta qué hora te puedes quedar?
—Después de almorzar, ya te dije.
—¿Y te vas a quedar allá hasta este fin de semana? —La miró de reojo, poco convencido.
Ella confirmó con la cabeza, sintiéndose culpable.
—Rodri...
—¿Vas a seguir faltando al colegio después de lo que te dicho?
Al notar el dejo de reproche en su voz, lo abrazó por la espalda.
—¡Solo por este fin de semana, porfa! Te prometo que, a partir de la siguiente semana, dejaré de faltar, ¿sí?
No recibió respuesta de su parte. Se hallaba cabizbajo y con un gesto de evidente decepción en su rostro.
—¡Entiéndeme! No veo a mi hermano durante casi dos semanas por haberme quedado en la escuela por la danza. Debo recompensar los días que no fui y...
Se puso frente a él para que la contemplara. Él seguía con ese gesto adusto, que le parecía increíble que se hubiese mostrado tan vulnerable y cariñoso hacía minutos antes.
—¡Compréndeme, porfa! ¡Él solo me tiene a mí! Mi abuelita no puede ir a verlo tan seguido, porque el orfanato queda lejos de donde vivimos, y prefiero que no haga largos viajes. No vaya a ser que por ahí su corazón le haga una mala jugada y...
—¿Tan lejos está? —La miró interrogativo.
—Desde donde vivimos, sí. Es poco más de una hora de viaje. Desde aquí debe estar como a cuarenta y cinco minutos, o quizá menos.
—Vaya. ¿Y tus padres?
Ella meneó la cabeza, decepcionada.
—Mi madre, a pesar de que está peleando su custodia, ni va a verlo casi.
—¿Tanto así? —habló asombrado.
Aira asintió.
—De ella no me sorprende —añadió con un dejo de tristeza—. Total, conmigo siempre fue así. Y ahora anda más concentrada en su novio actual que en mi hermano. Se ha vuelto una chibolera; está con un tipo de casi tu edad.
Rodrigo enarcó la ceja, sorprendido.
—¿Tiene un novio de mi edad?
Aira asintió, entre avergonzada y divertida. Cuando se había enterado de la edad del actual novio de su madre, cuando ella fue a visitarla al orfanato —en las contadas ocasiones que había sucedido—, por poco se le había ocurrido decirle que coincidían en tener novios veinteañeros.
—Sí. Mi padrastro la dejó y se olvidó de mi hermano desde el problema que tuvieron mi mamá y él con un empresario en provincia, ese por el que vinieron a Lima y le pidieron refugio a mi abuelita, poco antes de Año Nuevo, ¿recuerdas?
—Algo así, no me acuerdo con exactitud. Me dijiste que habían tenido problemas y que estaban huyendo de la policía.
Aira resopló al narrar cómo la familia, que creía a la que podía aspirar su hermano menor, se había desintegrado de una manera tan rápida.
—Él le echó la culpa a mi mamá de pegarme y que yo intentara suicidarme, y por eso atraer la atención de las autoridades. De no haber sido por esto, pues...
Se encogió de hombros a lo que Rodrigo asintió al comprender la situación. Aunque este se hallaba espantado de preguntarse qué clase de desnaturalizados padres podrían tener Aira y su hermano, que los abandonaran a su suerte, exigiendo que la joven tuviese que tomar un rol de adulta que a ella no le correspondía. Lo que él desconocía era que alguien más la reclamaba y el porqué de su insistencia, aunque lastimosamente Aira no mentía al narrarle la triste situación familiar del pequeño Lucas, casi tanto como la de ella.
—Y antes de su chibolo actual, estuvo con otro... y con otro. —Rodó los ojos—. Esta cambia de novios como de calzones. ¡Nunca puede estar sola! Si duró lo que duró con mi padrastro fue porque nació Lucas, que sino...
Rodrigo frunció el ceño, pensativo. No podía imaginarse una mujer tan dejada y egoísta con sus hijos que se olvidara de estos y pensara solo en tener pareja.
—Para el caso es que mi padrastro los ha abandonado y no he sabido nada más de él. Creo que por ahí me dijeron que una vez fue a verlo por su cumpleaños, cuando yo estaba en la escuela, pero para el caso es lo mismo. Por ahí me comentaron que inició los trámites de custodia, pero si se la quitan, pues... no sé, ¿le dará igual? Supongo que sí, y mi hermano me tiene solo a mí, ¿entiendes?
Él asintió al comprender mejor la situación. En ese instante, al observar a la joven, por algún motivo que no comprendió en un inicio, le pareció peculiar. Luego, sonrió, atrayendo la curiosidad de Aira, quien no dudó en preguntar.
—No sé por qué.... Te veo distinta que antes.
—¿Cómo así?
—Más madura... más... —Se acarició la nuca—. ¡No sé cómo explicarlo! Al verte tan preocupada por tu hermano y tan decidida a verlo, no sé... A pesar de ser tan joven, te viste como si fueras su madre...
Ella tragó saliva. Él le dio palmaditas en la cabeza, sin saber lo que con ello provocaba en la joven, quien sintió que las piernas le temblaban.
—Te ves como una madre, Aira.
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