❧ Capítulo 22: Trivialidades y Regalos [Segunda Parte]☙
—No me equivoqué al bautizarte hoy como señor Bragueta Loca.
Aira soltó una estruendosa risa. Por más que quería aguantársela, no pudo.
Rodrigo la había sentado sobre su cama y, literalmente, estaba devorándola con sus besos y manos, tanto que, pudo percibir cómo su entrepierna la empujaba como si su vida dependiera de ello. La bebida que acababa de tomar empezó a hacer de nuevo efectos sobre él, ella incluida, pero... antes de continuar lo que tenían pendiente, una serie de pensamientos la invadían.
Recordó que, en el Año Nuevo pasado, Rodrigo se había portado con ella tan intenso como ahora, a tal punto que, al hacer el amor más veces de lo que el único paquete de preservativo que tenía le permitían, tuvo que sugerirle tomar la pastilla del día después para encontrarle una salida a su ‹‹problema››. Ella había accedido gustosa, total, no era que le desagradara tener intimidad con él, al contrario; gracias a que el pobre se había preparado a conciencia luego de su nefasta experiencia con Noelia —y que esta se quejara de que no tenía iniciativa alguna—, años de ‹‹investigación›› habían dado como resultado el ser una pareja que estuviera a la altura y colmara, con creces, las expectativas que Aira pudiera tener en el plano sexual. No obstante, llegado a este punto, y habiendo tomado la pastilla en cuestión camino al departamento de Rodrigo, se preguntó si tener intimidad después de ello, sin protección alguna, no le provocaría inconvenientes futuros.
Esto, sumado a su ignorancia sobre métodos de protección, provocaron que su ‹‹concentración›› se disipara, y se distrajera, teniendo sentimientos encontrados. Por un lado, la invadió el pánico por la posibilidad de quedar embarazada en aquel momento cuando sentía a Rodrigo en su interior, aún cuando él no hubiera llegado todavía a su punto cumbre de placer. Había escuchado rumores que, sin necesidad de que el hombre culminara, podía darse embarazos no deseados. De solo cruzarse este pensamiento en su cabeza, comenzó a temblar. No estaba todavía lista para aquello. Le faltaba meses para terminar la secundaria, ir a la universidad —aunque esto lo viera difícil al no contar con el apoyo materno—, trabajar, proyectos por cumplir, deseos por concretar, círculos por cerrar... y madurar.
Por otra parte, al experimentar lo apasionado que él era con ella, inmediatamente después de haber bebido aquel afrodisíaco, se dijo a sí misma que era imposible que se lo atribuyera todo a la bebida. Total, fue solo tomar ella de un vaso, seguida de Rodrigo, cuando él de inmediato la había empezado a besar y a acariciar. Y no fue hasta que comenzara a estimularla como solo él sabía hacerlo, que experimentó que la temperatura de su cuerpo se incrementó, de manera parecida a cómo había sucedido en anteriores ocasiones, sin la bebida.
Al concluir esto último, se dijo que, con o sin el afrodisíaco, Rodrigo era muy, pero muy intenso con ella. Y no era que esto le desagradase, al contrario, no pudo evitar temblar y sentir que todo su cuerpo se contraía cuando él besó y mordisqueó su lóbulo izquierdo, a tal punto que soltó un gran gemido; pero para alguien como ella, bromista, sarcástica y hasta trol en ocasiones, el pensamiento de ‹‹Mi Rodri es un Bragueta Loca›› le provocó una carcajada, que no hizo más que poner paños fríos a la temperatura del ambiente que había llegado a un punto álgido.
—¿Qué significa ese apodo? —dijo, contemplándola directamente a los ojos.
Aira levantó la ceja, entretenida.
—¿En serio quieres que te lo diga?
—Te estás riendo y no sé debido a qué... —Sobó con fruición sus caderas—. Ya me dio curiosidad. Vamos, dímelo.
No pudo evitar volver a reírse al ver el gesto de ingenuidad con el que la miraba.
—Ocurre que... —Levantó el rostro. La contemplaba con expectación. Le parecía un niño a punto de ser regañado por su maestra. Era un cuadro irónico, dada su relación actual—. Estás muy intenso, ¿bien? Pero eso no es lo más importante, sino... ¿Cómo nos cuidaremos a partir de ahora?
—¿Eh?
—¿Qué es lo que estamos haciendo? —Agachó la cabeza y sonrió, nerviosa, al saberse unida a él—. ¡Rodri, no quiero quedar embarazada! —dijo con pánico.
—¡¿AH?! —Hizo una mueca de fastidio.
—¿Acaso me tengo que tomar otra pastilla después? Es que no sé muy bien cómo son estas cosas, ¿ok? Solo quiero saber que nos estamos cuidando... yo...
Iba a agregar algo más, pero un nudo en su garganta se lo impidió. La miró con ojos inquisitivos, expectantes por lo siguiente que quería decir. Ella solo volteó su rostro, imposibilitada de continuar.
Al darse cuenta a qué se refería, él decidió completar lo que ella quería formular.
—¡Nos estamos cuidando, Aira! No sería tan irresponsable, menos contigo. —Él frunció el ceño—. ¿Acaso no lo notaste?
—¿Ah? —Meneó la cabeza.
—¡Me estoy cuidando ahora!
—¿Y en qué momento? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¡Que no me di cuenta!
—Cuando tenías los ojos cerrados. Estabas chillando porque te estaba besando aquí —bajó su mano y tocó su clítoris, provocando que todo su cuerpo se electrizara—. Y yo, bueno... aproveché y...
—Okeeeey —dijo poco convencida—, sí... pero... yo... no sé...
El hizo un gesto de fastidio.
—¡Observa! —le ordenó.
Ella obedeció. Bajó la vista y se dio cuenta a qué se refería.
—Ahhhh.
—Ahhhh. —Él rodó los ojos y frunció el entrecejo. Resopló profundo, con un gesto de fastidio—. Esta charla me está desconcentrando —dijo, separándose de ella.
La adolescente no supo qué agregar. Sonrió con nerviosismo al tiempo que observaba cómo Rodrigo se rascaba la cabeza, pensativo.
Hubo un momento de tensa espera. Cuando quiso sincerarse, confesarle todos sus temores, aquellos que en su oportunidad no había podido expresar en el parque, algo dentro de su garganta volvió a apretujarla.
Pasó saliva para armarse de valor. Quiso intentar volver a bromear, explicarle el apodo que le había puesto para así alivianar la tensión. Sin embargo, no fue necesario, él se le adelantó:
—Considero que sería buena idea decidir a partir de ahora cómo nos cuidaremos —agregó con la cabeza ladeada, sonriendo entre avergonzado y nervioso—. Digo, para que te sientas más segura.
Se acercó hacia ella y acomodó uno de sus flequillos detrás de su oreja, sonriéndole. Ella le correspondió su gesto.
—Quiero que te sientas segura conmigo, Aira.
—Rodri... —expresó con los ojos brillosos, conmovida.
—No haría nada que pusiera en riesgo tu futuro...
Quiso abrazarlo del cuello con mucha fuerza, mas lo siguiente que diría la detuvo:
—¡Y el mío claro está! —dijo muy serio—. Si alguien se entera que tenemos una relación, peor todavía, si sales embarazada de mí, ¡sería mi hecatombe! —Hizo un rictus desencajado—. ¡SERÍA UN ESCÁNDALO!
Aira pasó saliva.
—Ahí sí mi carrera como profesor quedaría truncada para siempre. ¿Y si es así? ¿Conseguiría trabajo en otro lado con esa mancha en mi currículo? Con el pago del departamento... las cuentas... ¿Volver a depender de mi padre con lo exigente y tirante que es conmigo? —Su rostro se tensó, evidenció pánico—. ¡DIOS MÍO, NO QUIERO NI IMAGINÁRMELO!
Ella asintió levemente, al darse cuenta del panorama tan preocupante al que se refería. Pero, no pudo evitar sentir un sabor amargo en su interior al saber que a él le disgustaba tanto la idea de formar una familia con ella en un futuro. Claro estaba, no era que se lo hubiera planteado a estas alturas, recién acababan de regresar y todo lo que ello conllevaba. Si las cosas se daban bien entre ambos, tendrían todo el tiempo del mundo para ventilar su relación luego de su graduación, madurar como pareja, tener sueños y proyectos de una vida juntos y lo que continuara.
No obstante... por primera vez, desde que habían retomado su relación en aquel día, sintió un sabor agrio dentro de sí cuando lo vio menear la cabeza, y el gesto en su rostro era de pánico. No pudo evitar sentirse levemente ofendida al ver su rictus desencajado; porque, aunque no debían saltarse etapas, siendo que estaban en una situación delicada los dos, mucho más él, al ver cómo Rodrigo meneaba la cabeza y rechazaba con ímpetu la simple idea de formar una familia con ella, su orgullo se sintió herido, clavándole una pequeña espinilla en su corazón. Sin embargo, esto le duró poco tiempo.
Él volteó a contemplarla. Le dedicó una tierna y nerviosa sonrisa, para luego acariciarle la mejilla mientras le acomodaba el brasier con la otra mano. Le dio la espalda y se dirigió al baño para desechar el preservativo que ya no le servía, dado que ya había pasado la calentura del momento. Al darse cuenta del amor que le profesaba, Aira concluyó de que tenía razón.
Rodrigo, a pesar de todo lo que arriesgaba por estar con ella, había querido seguir adelante en su relación, pero esto no significaba que pondría en riesgo el futuro de ambos, no, señor. Conociendo lo responsable que era, por muy ‹‹Bragueta Loca›› que fuera —y sonrió al repetir en su mente este apodo—, él tomaba en cuenta todas las situaciones para que, lo tan valioso que tenían llegara a buen futuro. Y ella no podía ser menos.
Aquello por lo que tanto había luchado, ahora debía ser cuidado con esfuerzo y dedicación, y esto implicaba no dar pasos en falso en ningún aspecto de su relación. Él tenía razón.
Suspiró profundo al darse cuenta de que, su enojo inicial era infundado, quizá producto de la todavía inmadurez que la albergaba. Total, solo tenía dieciocho años, por mucho que hubiera pasado por más experiencias de lo que de una chica de su edad se esperase. Pero, no pudo evitar experimentar un vacío en su interior por breves segundos, el cual se vio disipado de manera rápida cuando escuchó la cantarina voz de él detrás de sí.
—Me compré varios paquetes cuando fuimos a la farmacia. —Le mostró tres cajas de preservativos—. Digo, no es que quiera hacer el amor a cada rato, pero por si... —Sus orejas se encendieron—. Si se da la situación... Mejor estar preparados y...
Le confirmó con la cabeza.
—¿No es que quieras hacer el amor a cada rato? —Ladeó la cabeza, divertida—. ¡Es la cuarta vez en el día que me desvistes y me haces el amor, señor Bragueta Loca!
La frente de él se arrugó, mostrándose ofendido.
—¡Aira!
—Tu apodo te cae como anillo al dedo, Rodri. Eres un Bragueta Loca que solo quiere hacerme el amor todo el día. —Levantó ambas cejas a cada rato, mostrando una sonrisa con picardía.
—Creo que empiezo a comprender a qué te refieres con ese apodo.
—¿Ah, sí?
—Sí. —Asintió—. Pero dime, ¿acaso te desagrada que te haga el amor? Si quieres nos abstenemos hasta que tú me digas...
—¡Weit! ¿Quién se ha quejado, tontín? Me encanta cómo me haces el amor, cómo me tocas, cómo me besas y...
Se acercó hacia él y le acarició la entrepierna, primero con timidez, luego con soltura. Solo guiándose por su instinto, ella se dio cuenta de que le gustaba empezar a explorar, a modo de juego, el cuerpo de su compañero.
Rodrigo se tensó. Empezó a experimentar que su libido se incrementaba. Todo su cuerpo tembló. Era tanta la estimulación que ella le provocaba con ese simple roce, que se mordió los labios y cerró los ojos para percibir mejor todas aquellas placenteras sensaciones que ella le producía.
—Peeeeero, antes de eso, creo que primero deberíamos terminar de abrir los regalos que quedan y...
Ella se dirigió a donde estaban las bolsas de regalo. Rodrigo se le quedó mirando como si a un niño le hubieran quitado un juguete.
—¡Aira! —habló de mala gana.
—¿Qué? —dijo sin mirarlo.
—¡Ya van dos veces que me haces esto!
—¿Ah?
Volteó a contemplarlo. Él tenía un puchero de disgusto, que provocó que ella se carcajeara.
—¿A qué te refieres? —dijo con sinceridad, sin darse cuenta de lo que había provocado.
—Mejor vamos a terminar de abrir tus regalos de una vez, así no vuelves a interrumpirme —dijo resignado para luego dirigirse hacia la mesita de noche para acabar sus pendientes y no volver a pasar por una situación como la de segundos atrás.
De la bolsa grande sacó dos empaques. El primero era de ligero peso. Le preguntó a Aira si podía abrirlo, recordando que antes, le había regañado cuando había abierto el empaque del estuche.
—Da igual. —Se encogió de hombros—. Aunque para la ocasión, creo que, llegado el momento, prefiero que dejes la cajita para el final.
—¿Cajita? —Tocó el otro regalo—. ¿Es una caja de madera?
—Algo así.
Rodrigo obedeció y abrió el empaque. Cuando reveló lo que escondía el interior, sus ojos se abrieron de par en par. No sabía si reír o llorar o enojarse.
—¿Qué es esto? —dijo, confundido.
Hizo un gesto tal, que no se podía describir qué emoción expresaba. A Aira le pareció que se parecía a una cara de Póker Face, pero adaptada a la personalidad tan peculiar Rodrigo.
—Es un polo para ti, hecho a tu medida.
Se acercó hacia él y le retiró el polo. Extendió sus brazos, y con gran esfuerzo —debido a la diferencia de altura entre ambos— colocó el polo de color azul oscuro a cada hombro de él, como si se lo estuviera probando.
—Vamos, sostén acá —le ordenó para que colocara sus manos en sus hombros, cogiendo la camiseta. Él obedeció, aunque poco convencido.
Aira retrocedió para contemplarlo. Al ver que había tenido buen ojo para adivinar la talla de él, sonrió con complacencia. Mas, cuando su vista bajó de los hombros de él hacia su pecho, soltó una sonrisa estruendosa.
En la camiseta azul, debajo de una ilustración de unas gafas, podía leerse en letras blancas lo siguiente:
‹‹Certificado RAE››.
‹‹Corrector de celular bonito y caro››.
—Repito, ¿qué es esto? —la interpeló con un gesto indescriptible en su rostro.
—Es tu certificado que te acredita como un corrector ortográfico bonito. ¿Acaso no te gusta?
Rodrigo alzó la ceja, poco convencido. Extendió el polo en sus brazos. Ladeó su rostro para leer el texto en cuestión.
Luego de releerlo un par de veces más, meneó la cabeza y sonrió, para alivio de ella.
—Supongo que ya me gradué de corrector de celular barato, de hace tres años, a uno caro y bonito ahora, ¿sí?
—De hecho, te graduaste hace tiempo ya. ¿Te acuerdas cuando te lo dije, esa vez que me corregiste los poemas para participar en los Wattys?
Él desvió su vista de la de ella hacia el techo. Luego de recordar a lo que se refería, sonrió y asintió, divertido.
—Felizmente que pude adivinar tu talla —afirmó muy oronda. Le dio la espalda para luego continuar—: Aunque, claro, ya más o menos, desde esa noche que pasamos juntos —se le enrojecieron las mejillas—, pues más o menos recordaba que... —dijo volteando para estar frente a él. Pero, lo que acababa de observar terminó por prender sus mejillas por completo.
Él se acababa de quitar su camisa. Tenía extendidos sus brazos para proceder a ponerse la camiseta.
—¡Guau!
—¿Qué cosa?
—No sé... —Se acercó hacia él—. O sea, te había visto a medias, con la camisa desabotonada cuando estábamos en el colegio, sí... Pero...
—¿Pero qué?
—No sé, Rodri... —Sonrió con picardía—. No te veo semidesnudo desde hace dos años y...
—¿Y? —preguntó, alzando ambas cejas.
—O sea, se te notaba un poco más delgado, sí.
—¿Sí? —continuó, poco convencido.
Sin saber a qué se refería, iba a ponerse la camiseta, pero Aira lo detuvo con una mano.
—¡Espera! Déjame verte más tiempo así.
Arrugó la frente, confundido.
—Antes no es que fueras gordo, pero tenías un poco de rollitos. ¡Ahora tienes todo el abdomen sin nada de grasa! —habló sintiendo que todo su cuerpo se encendía.
—Es porque hago abdominales y salgo a trotar en la noche. Mi doctor me lo aconsejó como terapia contra mi ansiedad y depresión.
—Ya veo, ya —dijo tocándole el abdomen con deseo.
—Aira... —Cerró los ojos al percibir que todo su cuerpo se tensaba.
Ella seguía tocándolo extasiada. Le gustaba delinearlo con sus dedos, así como él lo hacía con ella, los pechos y vientre de su compañero.
—Es la primera vez que me tocas así, ¿eh? —dijo sin todavía abrir los ojos. Quería mantenerlos cerrados para experimentar con toda la intensidad posible las caricias poco usuales que ella le brindaba.
—¿Tú crees?
En ese instante, al sentir los dedos de ella sobre sus pezones, le dio cosquillas, provocando que riera.
—Antes me acariciaste abajo... y ahora esto. Es poco usual en ti.
—¿Acaso eres el único que puede tocar al otro como se le antoje? —habló, sintiéndose un poco ofendida.
Al ver el puchero en su rostro, él sonrió, divertido.
—¡Claro que no! Solo digo que no es común en ti, nada más. —Le dio un par de palmaditas en la cabeza—. Antes eras... cómo decirlo... ¿Tímida? ¿Ignorante? ¿Primeriza?
—Era virgen, luego tú me desvirgaste y desde entonces me has hecho el amor tantas veces como has querido...
Rodrigo abrió sus ojos ampliamente para intervenir, pero ella se le adelantó.
—Y no me equivoqué al decirte tu nuevo apodo. Me has besado, tocado y colocado como has querido, señor Poetín Bragueta Loca.
Ella soltó una carcajada al tiempo que Rodrigo arrugaba la frente, ligeramente ofendido.
Al incomodarle ser objeto de sus bromas, optó por alejarse de ella y probarse el polo en cuestión. Mas, antes de poder hacerlo, ella lo tomó de la mano y agregó:
—¡Pruébatelo para ver si te queda! Pero luego quítatelo, ¿sí?
—¿Y eso?
Ella se rascó la cabeza, un poco nerviosa.
—Si... —Hizo una pausa—. ¿Si te digo que...? ¿Si te digo que quiero hacer el amor sin ropa, para poder verte y tocarte mejor, sería muy atrevido?
Rodrigo le dedicó una mirada de sorpresa.
—No, pero...
—Me he dado cuenta de que a ti te encanta hacerlo con ropa, ¿ok?
—Solo por esta estación; hace frío, es invierno...
—Pues yo quiero hacerlo sin ella y tocarte más como ahora. ¿Podemos?
Él abrió sus ojos ampliamente, asombrado. Mas, al recordar que, no era la primera vez que Aira lo dejaba boquiabierto debido a su desparpajo poco usual para alguien de su edad, sonrió. Ya antes, cuando le preguntaba a qué sabía besar, sobre sus experiencias sexuales anteriores, sobre que le enseñara acerca de la excitación y demás pormenores, a pesar de mostrarse tímida al principio, luego se había envalentonado y había soltado sin reparo alguno aquello que le provocaba tanta curiosidad. Ahora, llegado a este punto de su relación, y con todo lo que habían avanzado en tan poco tiempo durante su reconciliación, pues era usual que ella se mostrara tan curiosa y ávida de aprender más sobre el plano sexual.
Al llegar a aquella conclusión, se vio reflejado en los ojos de ella. Al notar cómo ella seguía tocándolo, con deseo, ambición y desesperación, procedió a ayudarla a hacer lo propio con ella.
Por primera vez, no era él solo quien llevaría la batuta respecto la próxima unión. Aunque lo hacía de manera torpe, Aira decidió ser una buena alumna de su mejor maestro, Rodrigo, quien resolvió enseñarle un nuevo aspecto en su intimidad como pareja.
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Anotaciones finales:
Este capítulo último de la primera parte me está saliendo muyyy largo. Así que, para no hacerlos esperar mucho, decidí publicar hasta esta parte... y hay una tercera parte del capítulo 22, en donde se viene un salseo más explícito (XD) y ya le da el cierre necesario a este capítulo en cuestión.
Nos leemos prontito :3
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