Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 21. Entendimientos y Promesas [Segunda Parte]

—Esto es lo que te quería contar. Ven aquí.

Luego de almorzar, Rodrigo le pidió a Aira que lo acompañase a su escritorio. La joven accedió. Cuando contempló lo que tenía frente a ella, enarcó la ceja, poco convencida.

—¿Qué es esto?

Frente a ella un avatar de sus ojos verdes, tal cual lo recordaba de su perfil de Wattpad, encabezaba un perfil de una comunidad. Aira se preguntó por qué el susodicho se había puesto tal imagen. Pero, cuando iba a formularle su pregunta, el nombre de usuario que se veía debajo de este, casi le hace escupir por la risa.

—¿Señor RAE? —añadió.

Él asintió.

—Ya que fuiste descubierto en Wattpad, ¿ahora quieres plagiar poemas en un foro o qué?

—¡Aira! —dijo bastante ofendido.

—¿Por qué te enojas? ¿Acaso miento? ¿No plagiaste poemas cuando estabas en Wattpad?

—Prefiero no tocar ese tema de mi oscuro pasado.

Tosió al tiempo que se cubría la boca. Estaba sonrojado de la vergüenza que aquello le producía al recordar.

La joven sonrió. Le encantaba incomodarlo en sus pequeñas travesuras.

—El tema es que —volvió a carraspear—, ¿no me preguntabas antes cómo había lidiado con esta poesía clandestina que tenemos, al no poder contarle a Milena o a mi amigo sobre esto?

—¡Espera! ¿Poesía clandestina?

—Ajá.

—No entiendo. —Movió la cabeza.

—Somos enamorados, ¿cierto?

—Sí, pero...

—Poeta más Ansías...

Ella arrugó las cejas, curiosa.

—Si juntamos la primera vocal de mi usuario de Wattpad y la última del tuyo, da como resultado "Poesías".

—Poesías —dijo en voz alta, para escuchar cómo sonaba.

—Y como te conocí a través de tus poesías, me gusta cómo suena. ¿Qué opinas?

Aira sonrió con amplitud. Ladeó la cabeza

—¡Me gusta!

—¿En serio?

—Sí.

—Gracias. —Empezó a digitar frente a su teclado.

—Sabes que es bastante original lo que acabas de decir, ¿eh?

Él no le hizo mayor caso. Estaba concentrado en lo que acontecía frente a la computadora.

—Esto me hace acordar a que, hace tiempo me dijiste que estabas escribiendo un poemario sobre mí —continuó ella.

—¿Eh?

—Me dijiste que yo te había inspirado a escribir tus primeros poemas. ¿Puedo preguntar en dónde están?

Rodrigo la miró y abrió los ojos, prestándole atención. Cuando cayó a qué se refería, volteó su rostro de inmediato.

—Quisiera leerlos. —Lo miró inquisitiva.

—Preferiría tampoco hablar sobre eso. —Se acomodó los lentes, nervioso.

Otra vez carraspeó.

—¿Por qué no puedo?

—Porque no —dijo, mientras seguía digitando, ahora ignorándola por completo.

—Rodri...

—No quiero, ¿está bien? Mejor, concéntrate en esto.

Volteó la pantalla de su ordenador para que ella tuviera mejor campo de visión. Le insistió en que quería leer sus poesías, a los que el joven se volvió a negar.

—Pero, Rodri...

—¡No quiero, Aira!

Ella pestañeó varias veces los ojos.

—Dejé de escribir poesía un tiempo, cuando terminamos. Luego, escribí otros más, durante nuestra separación, a modo de desahogo, Pero... —Volvió a carraspear. Todo su rostro era un tomate —. No me siento cómodo que los leas. Estaba pasando una etapa muy difícil en mi vida y... Más cuando siempre fuiste mi musa —enunció casi en un susurro.

En ese instante, un retorcijón de emoción recorrió todo el cuerpo de la joven.

Al darse cuenta a qué se refería, asintió. Decidió respetar la privacidad que el profesor le pedía, aunque esto no impidió que una ola de orgullo siguiera envolviéndola.

—Mira esto —dijo Rodrigo, distrayéndola de la emoción que la embargaba.

Frente a ella pudo contemplar con más detalles lo que había visto minutos atrás. La página en la que él tenía una cuenta se llamaba ‹‹Entre secretos››. A su vez, sobre el avatar de él pudo leer un nick, que le dio risa.

—¿Es en serio? —preguntó, enarcando la ceja—. ¿No podías elegir un mejor usuario?

—¿Ah?

—¿Sr. RAE? —Soltó una risita—. Mejor también pon al costado tu número de DNI.

—En lo absoluto. —Negó con la cabeza—. Si lo hiciera, me delataría.

—¿No te das cuenta de que RAE son las iniciales de tus nombres y apellidos?

—El RAE es en alusión a la Real Academia Española.

—Ah —dijo, poco convencida.

—En tal caso, mis iniciales son RAEV, no RAE.

—Ok, ok. —Ella rodó los ojos.

‹‹Siempre tan sabihondo››, pensó al tiempo que hizo una mueca de asco.

—Y no debo poner mis verdaderas iniciales, más si estoy en una página para contar, de forma anónima, lo que tenemos.

En ese instante, el rostro de Aira palideció.

—¿Que tú has hecho qué?

La miró, poco convencido.

—He contado lo que tenemos...

—¿Pero no te enojaste cuando te dije que le había contado de esto a Ani?

—Sí.

—¿Y vas y lo cuentas en internet, en donde todo el mundo puede leer?

—S... sí —respondió el joven.

—Pero... —Se levantó de la silla, angustiada—. ¿QUÉ HAS HECHO?

Aira sintió que un estrujón de nerviosismo la recorría por completo. Desesperada, lo interpeló sobre el porqué había hecho eso. Le contestó que era porque necesitaba, de alguna manera, desahogarse.

—¿Desahogarte?

—S... sí —tartamudeó. Empezó a darse cuenta de que había metido la pata.

—Rodri... —Toda su cara sudaba sobremanera—. ¿Sabes lo que significa que desconocidos lean lo que tenemos?

—Pero nadie se va a enterar. Si revisas bien esta página...

La invitó a que se sentara de nuevo a su lado. Ella, poco convencida, accedió.

—Aquí no he puesto ningún dato que nos identifique. Mira.

Se apresuró en enseñarle su perfil en el monitor.

En la página web ‹‹Entre nosotros››, una dedicada a psicología emocional, podía apreciarse el perfil de Rodrigo. Con el usuario Sr. RAE y datos falsos —en los que aseguraba que era de Colombia— podría pasar, en principio, como alguien cualquiera.

—¿De cuándo aquí te volviste un mentiroso profesional? —Aira subió y bajó el cursor del mouse para poder contemplar mejor su perfil, un poco más tranquila—. ¿Eh? A mí me parece que te haces el huevón con tu Asperger.

—¡Aira! —dijo, ofendido.

—Contesta.

—Si me tomo el tiempo previo suficiente para planificar lo que tengo que aparentar o decir en internet, pues... —Se encogió de hombros—. Similar fue cuando subí los poemas de mi compañero en Wattpad, ¿acuérdate? —dijo ligeramente avergonzado.

—Ya veo.

—Lo que quiero es que quede claro que no se me puede identificar con facilidad, ¿bien?

—-Si tú lo dices. —Lo miró con el ceño fruncido—. ¿Y esta página de qué trata? —Hizo clic aquí y allá para explorar más—. ¿Por qué tienes que desahogarte aquí? No entiendo.

Y fue ahí que Rodrigo le explicó con mayores detalles todo.

Al día siguiente de su reconciliación, luego de la comida que tuvo con su hermana Milena, reflexionó sobre las consecuencias que podría traer su relación entre ambos. Esto lo mantuvo en vilo varias veces, al punto que le producía insomnio.

No era para menos. Aunque quisiese mucho a la joven, estaba en riesgo su trabajo y su futuro. Y aquella situación se prolongó durante días después.

—¿Acaso te has arrepentido de volver conmigo? —Se apresuró en cuestionarlo la joven.

El fantasma de la inseguridad por ratos la asaltaba.

—No, ya te he dicho que no, Aira.

—¿Entonces?

—¿No me has explicado el motivo por qué le contaste a Guzmán sobre eso?

—Sí, pero...

—Ya te he dicho que he tratado de alejarme de mi hermana y de mi amigo. Pero no puedo evitar que, por ratos, esto me preocupe... Tanto por mí, como por ti. A ti te expulsarían. ¡A mí me despedirían! Y sería difícil que consiguiera trabajo en otro colegio, con este antecedente. Perdería mi trabajo, mi carrera, la hipoteca del departamento, ¡todo! ¿Entiendes?

Ella agachó la cabeza, avergonzada.

—Me estoy jugando mucho por estar contigo. Y solo quiero que, por ratos, alguien me escuche, sin juzgarme, sin decirme que soy un aprovechador de menores o vaya uno a saber qué.

—¡¿Quién te dijo semejantes cosas?! —Frunció el ceño, como si la hubieran insultado a ella.

—En otra página... —Movió la cabeza, fastidiado—. Puros adolescentes decían, cuando leían mi confesión anónima, que era un corruptor de menores. ¡Hasta una dijo que era un violador!

Agachó la cabeza, avergonzado.

—Tú no eres un corruptor. ¡Esos idiotas no saben lo que dicen!

—Lo sé, pero —se cubrió el rostro en el hueco que tenía entre ambas manos—, ¿no me contaste que Guzmán también pensó así de mí?

—Sí, pero...

Quiso agregar algo más para animarlo, mas no se le ocurría qué.

—Supongo que, visto desde fuera, más de uno lo pensaría así. —La contempló con tristeza—. Lo bueno es que, en esa página, tienen un foro dedicado a diferentes temas y nadie te juzga. Al contrario, te ayudan, sean psicólogos o personas desconocidas —hizo clic aquí y allá hasta dar con el enlace requerido—. Aquí, en esta sección, uno puede contar sobre temas amorosos.

Aira leyó el hilo que Sr. RAE había comenzado. Cuando terminó de leer el mensaje en cuestión, no pudo menos que sonreír, conmovida, mezcla por la tristeza, alegría, orgullo y ternura que la invadían.

—¿Qué opinas?

Ella resopló profundo.

—Rodri... —Le habló como si una madre le hablara a un hijo.

—¿Sí? —preguntó, mirándola ansioso.

—¿Cómo vas a ser un profesor de secundaria con solo veinte años?

—¿Ah?

—A no ser que fueras uno de esos súperdotados, tipo Sheldon Cooper de The Big Bang Theory, que terminó la escuela de niño... Es difícil que sea creíble.

—¿Y qué edad debería poner? —dijo con un gesto de gran susto en el rostro.

Ella le dio un beso en la boca para calmarlo.

—Olvídalo.

—¿Eh?

—Y qué precisión de los datos para despistar, ¿eh?

—¿A qué te refieres?

La joven volvió a sonreír.

—Olvídalo, mi Rodri bonito. —Le dio otro beso con ternura—. Pero es hermoso que te refieras así de mí.

—¿Eh?

—Es hermoso, muy hermoso.

Volteó a contemplar el monitor. Al releerlo, tuvo ganas de que, por unos segundos, Rodrigo fuera un osito de peluche. Quería abrazarlo y estrujarlo por la ternura que desprendía.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches, personas del otro lado de la pantalla.

Sírvase el siguiente post para presentarme. Soy un joven profesor del pueblo de Manizales, departamento de Caldas, país de Colombia. Tengo veinte años.

Les escribo porque, quisiera hacer uso del anonimato que me permite esta pantalla para contarles un problema personal que me viene atañendo días atrás.

Espero, si su generosidad y buen servir se los permite, me sirvan aclarar y aconsejar sobre qué pasos hacer ante aquello. O en caso contrario, solo me lean y me permitan desahogarme, dado que, vengo sufriendo de insomnio desde hace días, porque no tengo a quién acudir para contarle este problema.

Resulta que soy profesor de Ciencias y soy tutor del último año de liceo. Pero, eso no es todo. ¡Estoy enamorado de una de mis alumnas!

Muchos leerán y pensarán ¡Oh, eres un corruptor de menores! O peor todavía, ¡Eres un violador!, como ya me pasó en otro lado. Pero, apelo a su humanidad y les pido que no me juzguen, por favor.

Mi linda novia y yo no nos conocemos desde ahora, no. Por cuestiones del destino, ella y yo confluimos en una red social hacía tres años atrás, cuando ni ella estudiaba en mi liceo, ni yo todavía ejercía como profesor.

Al ser tan talentosa para las poesías, tan espontánea y expresiva, no pude evitar caer terriblemente enamorado de ella en ese tiempo. Y aquí comienza nuestra hermosa historia.

Puedo decir que, durante esos meses, fueron los mejores de mi vida. Su ternura y alegría me cautivaron por completo. Pero, por unas terribles circunstancias, nos separamos. Cortamos todo tipo de comunicación, no supe de ella durante dos años, hasta unos meses atrás... en que, por unas coincidencias que no tienen explicación, ella se trasladó a la escuela en donde enseñaba.

Aunque al principio quise alejarme de ella, debido a lo impropio que podría ser nuestra relación, dada la autoridad que tengo sobre ella, al final, me dejé llevar de nuevo por lo que sentía. Y es esto lo que me tiene preocupado.

Estoy arriesgando mucho, lo sé. Podría ser expulsada. Yo, perder el trabajo. Y, siendo que recién empiezo mi carrera como profesor, y con deudas a cuestas, dependo mucho de conservar el trabajo que actualmente tengo.

No me arrepiento para nada de lo que estoy viviendo con ella. Desde que regresamos, me despierto cada día con una nueva ilusión. Me siento vivo.

Creo que, si la vida nos quiso dar otra ocasión para estar juntos, fue por algo. Bien dijo la psicóloga Natalia Ortiz en su artículo, que muchas cosas en la vida no tienen explicación, por más que uno trate de encontrarle lógica a todo; pero si se te presenta una oportunidad, y no supiste aprovecharla, esta te servirá para hacerlo con una segunda, o tercera o cuarta.

Siento que ella es mi segunda oportunidad. La quiero. Y no quiero separarme de ella, no otra vez.

Ella es mi segunda oportunidad y la conservaré, cueste lo que cueste.

Pero, y aquí mi petición de ayuda: ¿cómo hago para sobrellevar este deseo de querer que ella esté a mi lado, con mi preocupación de que podría arriesgar mucho por aquello? ¿Cómo hago para sopesar, por un lado, el sentimiento inmenso que albergo por ella, con la angustia de que, podría tirar por la borda todos mis estudios y esfuerzo en hacerme de una carrera exitosa como maestro?

No le he contado a nadie este tema, ni a mi familia ni a mis amigos más cercanos, porque tengo miedo de que, por algún motivo, haya alguna infidencia de parte de ellos, con las consecuencias negativas que esto atañería, tanto para mi pareja como a mí. Así que, como verán, ustedes son la única vía que tengo para pedir ayuda. ¿Creen que hago bien?

Sin más que añadir, muchas gracias por el espacio y tiempo concedido.

Saludos cordiales,

Sr. RAE.

Aira sonrió. La formalidad y amplio vocabulario usado en la publicación de Rodrigo le produjo un hermoso deja vu.

—Tus amigos sí que son buenos, ¿eh?

—¿Amigos? —preguntó, confundido.

—Bueno, ¿cómo les llamas a todos aquellos que te han leído, te dan consejos y te animan a continuar conmigo?

Él se encogió de hombros.

—¿Foreros? ¿Compañeros de web?

Aira sonrió.

—Lo bueno es lo que dices —Bajó el cursor de la pantalla para seguir leyendo los comentarios que lo alentaban a Rodrigo en su relación—. Simplemente te leen, te apoyan y no te juzgan.

Continuó leyendo los diferentes mensajes de apoyo que había recibido el profesor. En especial, el de una psicóloga de apellido Montilla, que le decía que Rodrigo hacía lo correcto al buscar un círculo de apoyo ante su relación prohibida, se quedó en su memoria.

—Berenice es muy comprensiva —acotó Rodrigo.

—¿Berenice?

—Berenice Montilla, la psicóloga de ese comentario. Estuve conversando con ella luego por privado. Me dijo que, en casos así, como el nuestro, un sistema de apoyo siempre es conveniente, así que hice bien.

—¿Entonces esto te ayudó? —preguntó, curiosa.

—Muchísimo, sobre todo los primeros días. Estaba hecho un manojo de nervios, ¿sabes?

—Perdón.

Él sacudió la cabeza, para menguar la culpa.

—Es un riesgo que yo asumí —acarició su cabello con ternura—, y está bien. Eres mi segunda oportunidad y sabré aprovecharla. —Le sonrió amorosamente.

—Rodri... —dijo con los ojos brillosos.

—Aunque como te decía —la miró de lado—, supongo que no me podré escapar de mi café mensual que me toca con Fabián. Ya lo planté la semana pasado, pero siempre está que me llama. —Arrugó la frente, pensativo—. Igual, en el caso de que le cuente, no creo que me delate. Siempre ha sido alguien en quien confiar.

En ese instante, una duda la asaltó.

—¿Algún día lo podré conocer a tu amigo?

Rodrigo pasó saliva al escucharla.

—Supongo que sí. —Hizo una pausa—. Aunque te digo, de antemano, que nunca ha estado de acuerdo en que esté contigo.

—¿Y eso? —habló con el tono de voz cambiado. Se sentía ofendida.

Y fue ahí que, sin filtro alguno, le informó sobre el desacuerdo que su amigo tenía sobre las consecuencias negativas que la depresión de Aira podría provocar en él.

—Bueno... pero ya no soy la de antes, ¿no?

—No, pero tengo que hacérselo saber. Igual, ya que hemos tocado este tema que quería, recuerda lo que te dije...

—¿Qué cosa?

Y fue ahí que le recordó sobre su promesa de ir a la psicóloga para tratar sobre su dependencia.

—¡Otra vez con ese tema! —arguyó con un puchero.

—Lo que quiero que entiendas es que yo, a mi manera, tengo un sistema de apoyo ante lo que me pasaba. ¿Pero tú?

—¿Yo qué?

Se levantó del asiento y se alejó de Rodrigo. Trataba de evitar ese tema.

—Me has contado que te has peleado con Guzmán.

—¿Y?

—¿Cómo que ‹‹Y››? ¡No tienes un sistema de apoyo como yo, Aira! Y me preocupa.

—Ya te dije que iré donde la psicóloga. Y te tengo a ti. ¿No te basta acaso?

Rodrigo sacudió la cabeza.

—Debes tener una juventud como toda chica de tu edad, amigos, socializar....

—Ya empezó...

La estudiante rodó los ojos, fastidiada.

—El aspecto sentimental es importante en una persona, pero no lo es todo. Ya te conté lo que le pasó a mi mamá por aferrarse solo a nuestra familia. No te pelees con tu amiga por mí.

—¿Debo reconciliarme con Ani? —Hizo una mueca de disgusto.

Él asintió.

—Pero si ella tiene la culpa por estar juzgándome y hablar mal de ti. ¡No es como la gente de esa web con la que hablas!

—Lo sé, pero... No quiero que te aísles del mundo solo por querer estar a mi lado.

—¿Y tú acaso no estás aislado también? ¿No me has dicho que te has separado de tu hermana y de tu amigo? Con nosotros dos nos bastamos.

—Yo he elegido la soledad, a diferencia de ti, y será momentáneo hasta que acabe el año. Y más que bien, en breve me reuniré con Fabián, así que por ese lado lo tengo cubierto. Pero este no es tu caso, Aira. Tú te aferras mucho a mí, te aíslas de todos, y no está bien. Tu mundo no debe girar alrededor de mí. Debes ser feliz por ti, ¿entiendes?

La tomó de los hombros y la miró como si lo fuera lo más preciado en su vida.

—Rodri...

Se dio cuenta de que lo que le había dicho su abuelita era verdad. Que lo que le había dicho su psicóloga era verdad. Pero solo, cuando aquellas palabras fueron formuladas por Rodrigo, uno de los objetos de su dependencia y búsqueda de ancla como felicidad, un mundo nuevo se abrió ante sus ojos. De independencia. De renacimiento. De descubrimiento.

Pequeñas lágrimas cayeron por sus mejillas. Quiso prometerle que se esforzaría. Que cambiaría. Que mejoraría, pero no pudo.

Mas no fue necesario hacerlo. Con una sonrisa de sinceridad, de sincera felicidad, él la acunó en sus brazos para, con sus siguientes palabras, erigir una promesa por una Aira mejor:

—Ríe. Disfruta. Vive. Sé feliz, Aira. Es lo único que me importa.

**************

Pasados unos días, la joven estuvo pensativa respecto a la última charla, en persona, que había tenido con Rodrigo. No obstante, el trajín de aquellos no le permitió preocuparse mucho, hasta ese viernes.

Para el bingo escolar, al final, habían decidido que se hiciera dos actividades.

El primero era la tómbola del cuy. Este consistía en que se repartían papeles enumerados entre los participantes. En un círculo formado por casetas abiertas y enumeradas, se soltaba en medio a un conejillo de indias, siendo que ganaba aquel en cuya caseta el animalito entraba. El premio estaba conformado por el dinero total que por cada ticket enumerado se pagaba, restando el 20% para la casa —entiéndase el aula que lo organizaba.

Para el stand de besos, al final, para no generar incomodidad a nadie, se decidió que, solo si había voluntarios, se haría. Para la sorpresa de varios, más de uno se ofreció, incluido Caballero, aunque en esto Aira tuvo mucho que ver al negociar. Por interno, les prometió que, de resultar un éxito, vería si repartiría un pequeño porcentaje entre todos los ‹‹besantes››.

—¿No sería besadores, mademoiselle? —acotó José María, muy orondo, queriendo parecer un caballero inglés.

Aira lo miró con desdén.

—¿De cuándo aquí te crees un corrector de celular barato? —Hizo un gesto de asco.

—¿Acaso no te gustan los diccionarios andantes? —Inclinó su cabeza hacia ella, mirándola con picardía.

Ella pasó saliva.

—¡Fuera de acá, Señora María! —se apresuró en decir, al tiempo que se levantaba de la silla para alejarse de ti—. Y no empieces con tus tonteras, si no quieres que avise a la dirección que se cancela el stand.

—¡Oye, pero...!

—¡Pucha, noooo! —se quejó otro de los besadores.

—Ya pues, Caballero, date por vencido. No nos cagues el stand.

—Gonzáles no quiere nada contigo. Acéptalo.

El aludido hizo un mohín de decepción.

—Aida, discúlpame, please. —La miró con ojos de gato de botas de Shrek—. Please.

Ella rodó los ojos y sacudió la cabeza, ignorándolo.

Cansada de lo mismo de siempre, tomó su pequeña bolsa de refrigerio para almorzar. Ese viernes se quedaría hasta tarde, ya que, después de clases, estaban ultimando los detalles de lo que sería ese domingo.

Cuando se retiró del salón, se preguntó si habría oportunidad para buscar a Rodri, aunque sea un momento en su oficina. En toda la semana, quitando las clases, no había tenido oportunidad de verlo, por lo que lo extrañaba horrores. Sus conversaciones por chat ni vídeollamadas le bastaban.

Al salir del pasadizo, se encontró con Animari. Esta revisaba su mochila para dirigirse a la cafetería.

Su amiga la miró por un segundo, para luego darle la espalda y proseguir con su camino. Mas, cuando Aira recordó lo que le había dicho Rodrigo, se preguntó si era la oportunidad de hacer las paces:

—Ani...

La susodicha se detuvo, aunque sin darle la espalda.

—¿Podemos hablar? —añadió para luego acercarse a su lado.

Su amiga la contempló. Sonrió un poco y asintió con la cabeza. 

*******

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro