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Capítulo 2: Amistades y Decisiones


—¡Hola, mi nombre es Kimberling! ¿Cuál es el tuyo?

Una joven con largas trenzas, un poco más que las suyas, y muy risueña, había hecho su llegada al orfanato. A diferencia de Aira, su embarazo era más pronunciado. Ella calculó que tendría entre seis o siete meses.

—¿Kimberly? —preguntó, curiosa.

—No, Kimberling. Con ‹‹ing›› al final.

Aira enarcó la ceja, poco convencida.

‹‹¿Qué clase de nombre es ese?››.

—Soy la nueva, aunque veo que, de todas aquí, soy la que estoy más avanzada en mi embarazo. —Sonrió muy orgullosa al tiempo que se acariciaba su barriga.

—Somos el club de las panzonas —dijo Aira haciendo el símbolo de la victoria con los dedos de su mano derecha, al tiempo que le daba la espalda, se encaminaba para dirigirse al pasadizo del ala H e indicarle en dónde le tocaría dormir a la recién llegada.

—¡Vaya nombrecito! ¿A quién se le ocurrió llamarnos así? Me parece una falta total de respeto.

—A mí —contestó Aira sin dirigirle la mirada.

Kimberling se detuvo. Luego, todavía poco convencida, formuló una frase que le traería muchos recuerdos a la joven.

—¡Vaya ocurrencia la tuya! —Rió—. Eres muy divertida, ¿sabes?

Aira volteó y le dedicó una mirada, entre mezcla de tristeza y nostalgia, para luego sonreír con resignación:

—Lo sé. Hace tiempo una personita me decía así...

********

—¿Y ya sabes de qué sexo va a ser tu bebé?

Ambas se encontraban conversando en uno de los comedores del orfanato. Era el Día de las Madres. Varios de los niños y adolescentes habían recibido la visita de sus familiares o habían salido con estos solo por ese día, pero las susodichas no. Eran de las pocas que no habían recibido visita, por lo que se hicieron mutua compañía, como las buenas amigas en las que se habían convertido.

—No. Todavía no me he hecho la ecografía. Debí haber ido a mi control hace tiempo, pero tengo miedo... La última vez que fui, me sentí como en una comisaría, ¿ok?

Aira tamborileó en la mesa al tiempo que su mente volaba tiempo atrás.

********

‹‹Ok, eres muy jovencita. Tienes dieciséis, ¿cierto?››.

‹‹Así es››.

‹‹¡Vaya! Los chicos de ahora son tan... precoces e inician su vida sexual tan pronto››.

‹‹¿Eh? ¿Me está regañando, doctora?››.

‹‹Sí. ¿Sabes los riesgos a los que te enfrentas por tener un embarazo adolescente y más en tu situación de abandono de tus padres? ¿Acaso no te enseñaron en la escuela de métodos anticonceptivos? ¿No has pensado en tu futuro?››.

‹‹Ajá, pero me descuidé. ¿Qué le voy a hacer a estas alturas? Tampoco es que lo piense abortar, ¿ok?››.

‹‹¿Quién ha hablado de un aborto? ¡Ni siquiera lo he insinuado! ¡Eso es ilegal!››.

‹‹En otros países no lo es, pero si lo fuera, tampoco lo haría. Quiero mucho a mi bebé››.

‹‹Buena decisión. Y... por lo que veo de los resultados de la ecografía, tienes ocho semanas de gestación, ¿cierto?››.

‹‹Ajá››.

‹‹Uhm...››.

‹‹¿Hay algún problema, doctora?››.

‹‹¿Cuántos años tiene el padre de tu hijo?››.

‹‹¿Eh?¿Por qué me lo pregunta? ¿Acaso importa?››.

‹‹Mucho. Si me encuentro con alguna situación que considero ilegal, estoy obligada a dar parte a las autoridades. A este hospital suelen llegar muchas jovencitas como tú que han sido violadas o seducidas por hombres mayores, que luego las han abandonado a su suerte. Pero no te preocupes, cariño, que puedes confiar en mí. Yo sabré cómo ayudarte››.

‹‹¡Espere un minuto! ¿Violadas? ¿Seducidas? ¿De qué está hablando? ¡A mí nadie me obligó a nada! Tuve sexo con él de mutuo acuerdo››.

‹‹Pero, cariño...››.

‹‹Aparte, sé que cuando tienes dieciséis años, no se considera violación. Lo sé porque hablé con un abogado y...››.

‹‹¿Tuviste sexo cuando tenías dieciséis? Pero si hace ocho semanas tenías todavía quince años, según veo de tu ficha de paciente. ¿El 31 de diciembre es tu cumpleaños, cierto?››.

‹‹¡Está equivocada! Yo concebí a mi bebé cuando cumplí dieciséis››.

‹‹Uhm... ¿Estás segura? En la ecografía dice que tiene ocho semanas de embarazo, si hacemos cuentas, cuando todavía tenías quince y...››

‹‹¡Estoy más que segura!››.

********

‹‹¡Vieja bruja! Si te digo que concebí a mi bebé en mi cumpleaños dieciséis es porque es así!››, pensó al tiempo que su interior le ardía tanto al recordar aquella charla.

La doctora que la había examinado por primera vez, luego de enterarse de su estado, había persistido hasta el cansancio en que Aira le mentía y que ella había concebido a su bebé cuando todavía tenía quince años. Y cuando no pudo convencerla e insistió en preguntarle por la identidad y edad del padre de su bebé, la adolescente se vio entre la espada y la pared.

Intuyendo que la malicia de la médica podría involucrar a Rodrigo en problemas legales, por mucho rencor que le tuviera al todavía creer que le había sido infiel, decidió apelar a sus viejas cualidades: mentir. Se inventó que el padre de su hijo era un joven que había visto un par de veces en una discoteca a la que solía concurrir, que parecía tener la misma edad que ella y que respondía al apodo de ‹‹Mañuco››, en honor al apodo que le decía a su amigo Xico. Y aunque la doctora no parecía muy convencida con su testimonio, ella se aferró a su mentira como pudo y le pidió que no insistiera; su relación con el susodicho había sido un encuentro casual, incluso desconocía su nombre real, pero para el caso daba lo mismo. No estaba muy interesada en buscarlo y llevaría su embarazo por su cuenta.

Pero, pasadas unas semanas, se preguntó si, al pedir ser atendida por otra doctora, ya que no se sentía a gusto con la primera, y sincerarse con esta sobre su situación, esta podría comprender las circunstancias que rodeaban su embarazo. Además, el tiempo transcurrido, y sin el apoyo de su madre a su lado, con su abuelita todavía delicada de salud y que por lo mismo la visitaba muy de vez en cuando, lejos de sus amigos, de su hogar y de los suyos, sumado a su sensibilidad extrema por su gestación, la habían hecho sentirse más sola que nunca y reflexionar sobre ciertas cosas.

Rodrigo, por muy enojada que estuviera aún con él, se merecía saber de su situación. Ya si las cosas funcionaran o no entre ellos como pareja era otro tema. Todavía le ardía de celos y se hallaba muy dolida al imaginárselo con Noelia en aquellas fotos, por lo que veía muy distante la posibilidad de siquiera perdonárselo. No obstante, a pesar de todo esto, él debía saber de su situación, y así estaba decidida a hacérselo saber. Pero, el transcurso de la charla que tendría a continuación cambiaría el curso de sus resoluciones, hundiéndola más en una red de mentiras, si todavía cabía...

—¿Tú te vas a hacer otra ecografía, Kim?

—¿Eh?

—¿Para cuándo tienes programada la fecha? ¿Qué tal si vamos juntas?

—Bueno, yo...

—Ya que mi abuelita todavía está delicada de salud y como mi madre no viene a verme, me gustaría estar acompañada por alguien de confianza cuando me digan el sexo de mi bebé, ¿sabes? Es cierto que tenemos nuestras tutoras y gente que se encarga de nosotras. Pero... Pero... —Su respiración se volvió entrecortada—. Me siento muy sola y...

Una pequeña lágrima cayó de su mejilla al tiempo que se apresuraba en limpiársela. Acarició su vientre con ternura mientras que, el gigantesco vacío de soledad crecía dentro de sí.

—Aira... —La miró con el ceño fruncido.

—No creo que a tu novio le moleste si me toca ir contigo al hospital, ¿no crees? ¡Prometo no incomodarlos e irme a otra parte si se quieren dar besitos! —Le guiño el ojo con picardía.

—Aira...

—Sé que la última vez vino a buscarte y...

La aludida bajó la vista. Meneó la cabeza para luego agregar:

—¡Ismael está preso!

—¿Ehhhhhh? —habló con la quijada abierta.

Kim asintió con tristeza al tiempo que sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Justo en mi última ecografía, dado que fuimos con la asistenta social, tuvo que llenar la ficha del bebé para hacerle seguimiento de su caso, ya que me han dicho que mi hijo pasará a custodia del Estado mientras investigan a mis padres por abuso —lo más probable es que vayan presos por venta de drogas también—. Él dio sus datos completos, entre ellos su edad y...

Pasó saliva. Quiso continuar, pero la respiración entrecortada se le impidió.

Aira arrugó la frente sin entender a qué se refería. Mas su intuición le hizo darse cuenta de que la situación a la que se refería era muy delicada, y no estaba equivocada.

—Como tiene diecinueve años, dicen que cometió violación al embarazarme por yo ser menor de edad. Lo han llevado a Lurigancho, junto con ladrones y asesinos, ¡cuando él no es capaz ni siquiera de matar a una mosca! —Quiso limpiarse las lágrimas que caían de sus ojos, pero le era imposible—. ¡Es tan injusto! Me apoyó en todo cuando le conté que mi padre había abusado de mí hace tiempo, incluso me animó a denunciarlo en la comisaría y ahora dicen que él también es un violador, ¿puedes creerlo?

La joven seguía llorando mientras trataba, a duras penas, de explicarle lo delicada de la situación.

—¡Pero no entiendo! Si tú tienes diecisiete años, quedaste embarazada de dieciséis, ¿verdad?

—Sí, pero...

—Según sé porque un abogado me contó, si una tiene relaciones sexuales cuando tiene mínimo dieciséis, eso no significa que haya violación, ¿ok? Estamos en una edad en la que podemos hacer cosas de adultos, como independizarnos si queremos —dijo animada, al creer que le traería una luz de esperanza a su amiga.

—Las cosas no son tan fáciles, Aira.

—Pero, ¿por qué? ¡No entiendo! Si le dices al juez que tú accediste de buena gana y ve que tienes diecisiete, él entenderá y...

Kim meneó la cabeza.

—Según me contó su mamá que el otro día vino a verme, su abogado de oficio le dijo que podría salir libre, es cierto. Pero, mientras dura la investigación judicial, que vaya a saber cuánto tiempo será, él estará preso, por más que yo vaya a declarar que hubo consentimiento. Los fiscales, por su cuenta, suelen hacer denuncias de violación en este tipo de situaciones.

—¡Están idiotas! ¿Por qué hacen eso? —habló indignada.

Su amiga se encogió de hombros con tristeza.

—Como nuestra tutela la tiene el Estado, los fiscales y jueces son algo así como nuestros cuidadores, que deben velar por nuestros intereses como menores desamparados. Así que los fiscales suelen hacer este tipo de denuncias todo el tiempo y...

Quiso continuar, pero no pudo más. El imaginarse a Ismael, su enamorado, quien la había apoyado en los momentos más difíciles de su vida, ahora estar entre rejas y rodeado de gente de mal vivir debido a ella, hizo que la culpa que cargara sobre sus hombros se le hiciera cada vez más pesada.

Aira, al darse cuenta de la crítica situación por la que podría pasar Rodrigo al enterarse las autoridades de que era el padre de su bebé, sintió que el mundo se le vino encima.

Por mucho que todavía le guardara rencor, por mucho que todavía le enojara al imaginárselo en brazos de otra mujer, por mucho que todavía le produjera un amargo sabor el solo pronunciar su nombre, no significaba que le deseara mal, en lo absoluto.

Lo quería, aún lo quería. Lo amaba, todavía lo amaba. Pasaba noches en vela llorando y pronunciando su nombre en silencio, formulándole preguntas mudas del porqué de su engaño. Pero, por muchas lágrimas que todavía derramase por él, ni aún en la peor de sus traiciones, le desearía pasar por la terrible situación de verlo tras las rejas y todas las consecuencias negativas que esto podría significar para él.

Callaría. Lo protegería. Y por él mentiría, aunque esto significase cargar dentro de sí la enorme culpa de que, debido a su mentira, tanto él como su bebé no se conocerían mutuamente, tal y como el corazón en ese momento se lo reclamaba.

No sabía por cuánto tiempo podría callar ni mentir. Pero se había prometido que haría hasta lo imposible hasta que estuviera segura de que no pusiera en peligro a Rodrigo ni a su porvenir. 

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