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Capítulo 13. Trastocamientos y Necesidades

—¿Qué haces tan temprano aquí? —habló Rodrigo al tiempo que volvía a bostezar.

Se rascó el cabello mientras observaba el reloj de su celular con su mano libre. Este marcaba las 5:54 am.

—Con razón todavía no suena la alarma —dijo todavía somnoliento.

—Tenía ganas de verte. Como hace días que tú y yo pues... —Sus mejillas se sonrojaron—. ¿No te alegra verme aquí? —acotó Aira haciendo un mohín.

—¿Ah?

—Creí que sería una bonita sorpresa si venía y... —dijo con tristeza al tiempo que dejaba caer su mochila sobre uno de los sofás.

—¡Pero claro que me alegra!

Le dedicó una tierna y amplia sonrisa, a la que ella correspondió.

—Hoy no te has hecho coletas como sueles hacerlo —añadió.

Dejó a Aira en la sala y se dirigió a la cocina. Le preguntó si se le antojaba una taza de té o café.

Consciente de que la joven podría venir más seguido a su departamento, desde su reconciliación, aunque ella le había dicho que ya no tomaba café como antes, vio bien tener una lata de aquel, por si las dudas. De paso, aprovecharía para prepararse uno también para quitarse el sueño. Y en efecto, ella le respondió que quería un café, por lo que procedió a preparárselo.

—Ni bien me desperté, me cambié rápido con lo primero que pude y fui corriendo a tomar la primera línea del Metropolitano, para poder venir temprano. —Se miró el cabello que caía sobre sus hombros y pechos. —Ni me dio tiempo de peinarme. —Se arregló el pelo con ambas manos—. ¿Te disgusta que lo lleve suelto?

Él arrugó las cejas y contestó:

—No. —Apretó el botón que iniciaba la cafetera—. Pero pasa que, desde que nos reencontramos, te he visto siempre con el pelo recogido, ya sea con dos coletas o dos trenzas, o en el mejor de los casos —retiró la taza llena con café—, con un bello moño como el día de la marinera. —Sonrió complacido.

Aira abrió sus ojos ampliamente.

Iba a preguntarle lo primero que se le cruzó por la mente, pero en ese instante el sonido de la alarma del teléfono de Rodrigo se escuchó en toda la habitación: Take it easy de Mika. Él, de inmediato, lo apagó.

—Pensé que tu alarma era la canción de Chiquitita de ABBA, la que acababa de sonar cuando vine.

—No —dijo mientras procedía a prepararse una taza de café para él—. Ese es el sonido asignado para ti.

—¿Eh? —Se acercó hacia la cocina.

Le entregó su taza de café. Aira la tomó con ambas manos al tiempo que veía cómo él se preparaba su desayuno.

—¿Te acuerdas? ¿Cuando te dije que eras chiquita, toda una mujercita linda? —preguntó al tiempo que jugaba con su cabello con su mano libre.

—Sí.

Le sonrió con ternura. Sus ojos despedían un gran brillo. Aira se contempló en los suyos.

Ambas miradas se sincronizaron en un halo de complicidad, una danza de convivencia, una unión de armonías inigualables.

Sin importar nada más, Rodrigo dejó a un costado la taza que yacía caliente en su mano, porque en cuestión de segundos la temperatura en su cuerpo se había elevado tanto, que dejaba a aquella pequeña. Aira, al percibir el cálido toque de su piel bajo su mejilla y sobre sus labios, hizo lo propio con la suya. En cuestión de segundos ambos cuerpos se acomodaron, se acoplaron y se sincronizaron en posiciones para unirse, para entregarse y para amarse sin importar nada más.

La luz del alba, que se filtraba por una de las ventanas de la cocina, los encontró intercambiándose besos, caricias y sonidos poco comunes para aquella hora del día, como dándoles la bienvenida para esa rutina poco habitual.

La habitación, que minutos antes se había hallado inmaculada y ordenada, gracias a la rutina infranqueable que su dueño se había esmerado en llevar hasta ayer, según su agenda diaria, ahora estaba cambiada. Bastó que una sola presencia irrumpiera para desestabilizar todo de nuevo, tal cual años atrás.

Y era que la presencia de Aira ese día trastocaba todo en el día de Rodrigo. Cambiaba todo en su rutina. Intensificaba todo en su vida.

Él, sin mediar palabra, deslizó la ropa interior de la joven bajo su falda al tiempo que la alzaba para amoldarla a su cintura. Ella chilló cuando percibió, con gran intensidad, cómo él succionaba con ferocidad su lóbulo izquierdo, haciéndola llegar al éxtasis infinito.

—Rodri... —dijo en un suspiro, pero sin darle tiempo de terminar.

En menos de un segundo lo percibió en su interior, alzándola, empujándola, amándola, como solo él sabía hacerlo, aprovechando la diferencia de altura a su favor.

—Eres una chiquita linda, toda una mujercita... mi mujercita —le dijo al tiempo que la llevaba a la sala, mientras la cargaba con fuerza para seguir poseyéndola.

Ella se aferraba a su espalda con intensidad, mientras que sus uñas rasgaban, en una lucha imaginaria, por clavarse sobre él. Rodrigo gruñó, mezclado de placer, de lujuria, de dolor, al sentir cómo Aira se clavaba sobre su piel. Esto provocó que la ternura con la que había iniciado desapareciera por completo. De inmediato, el hombre caballeroso y atento que había sabido guardar la cordura hasta ese instante dio paso a uno espontáneo, seguro y violento, que no tuvo medidas al momento de actuar y dejarse llevar por su instinto con su compañera. Sus embestidas, cada vez más bruscas, eran el fiel reflejo de que él ya no se medía, solo actuaba y estaba a punto de culminar como meta máxima de ese trastocamiento que ella significaba en su vida.

Los días que ambos habían estado físicamente alejados el uno del otro habían supuesto que ahora, todas las ansias que tenían de sí, se multiplicasen, se extrapolasen hasta el infinito, hasta el sin fin, para ahora conjugar y luego explotar, sin límites que los alejara, sin barras que los separase, sin paredes que los detuviera. El sentimiento que albergaba su corazón, solo incrementado por la pasión acumulada durante tantos días, se derretía sobre su piel, como un éxtasis de miel de aquella necesidad mutua que tenían el uno por el otro, como la abeja de su panal, como los peces del mar, como su mismo respirar.

Él vivía para ella. Ella para él. Ambos se necesitaban y se deseaban con tal intensidad que cuando ahora, aquello se consumía, desaparecía la racionalidad, solo dando paso a la necesidad, diaria si era posible, que tenían cada uno del otro para vivir.

La colcha sobre el sofá se hallaba levantada. La mesita de la sala se hallaba retirada. Uno de los cojines, el primero de la izquierda, se hallaba ahora caído, para permitir, por fin, otorgar a aquellos cuerpos una postura que les brindara mejor comodidad para unirse, para entregarse, para amarse hasta la eternidad.

Como objetivo final de ese trastocamiento, ahora la colcha caía con brusquedad, dejando solo al descubierto lo instintivo, mostrando lo espontáneo, extrapolando lo natural, que se mezclaba con la desnudez de sus pieles, trastocadas por solo una presencia, que ahora se unía a otra en esencia, en un intercambio acompasado y continuo de sincronías... de armonías... hasta la eternidad... para conseguir su éxtasis final.

—Sabes que la cama existe para algo, ¿cierto?

Aira sonrió al tiempo que trataba de regular su respiración. Se hallaba estratégicamente echada sobre el sillón grande de la sala.

Él se hallaba encima de ella y había terminado de culminar lo que sus ansias por ella, incrementadas por su sola presencia, habían alcanzado. Y era que, como antes, como ahora, la irrupción de Aira en su vida había multiplicado aquellas ansias que fallecían... y que de nuevo crecían, tal cual como su vida la había trastocado.

—Rodri... —susurró con la intención de cambiar de posición, pero no pudo.

Él la detuvo al tiempo que bajaba el cierre de su falda con brusquedad de la misma manera que lo hacía con los botones de su blusa.

‹‹¡Bragueta loca hoy se despertó con muchas ganas!››, pensó Aira mientras oía cómo caía, otra vez, uno de los botones de su ropa.

‹‹Al paso que vamos, tendré que siempre traer conmigo un hilo y aguja››.

Rió al llegar a aquella conclusión para luego lamentarse de no ser ‹‹precavida››.

Iba a compartirle su pensamiento para bromearle, pero no pudo. Las caricias y besos que Rodrigo le proporcionaba sobre sus pechos hicieron que perdiera toda la cordura, más todavía, cuando como un desesperado él la privó de sus ropas mientras que se asía a su piel, así como en el interior de ella, como si su vida dependiera de ello.

Sus besos, sus caricias, sus movimientos, todos eran tan intensos, tan violentos, tan naturales que, cuando Aira se aferró a la espalda de él, ahora sí, sin tela que la detuviera, provocó que, de nuevo, Rodrigo gruñera de éxtasis de placer y dolor, a tal punto que sus labios se aferraron al cuello de su compañera con frenesí, mientras que los movimientos en su interior se intensificaran, dando paso, otra vez, a que ella se volviera a aferrar con sus uñas, a que él la devorara, a que sus movimientos se intensificaran. Y así, se unieron en una danza de eterno vaivén, en donde solo la lujuria y las ansias que tenían el uno del otro, acumulados durante los días que no habían estado juntos, se manifestara de una manera inconmensurable, violenta, espontánea, que cambiaba la rutina de esa mañana para él, trastocada solo por la presencia de ella, solo de ella.

Como antes, pero ahora con mayor naturalidad, su trastocamiento estaba llegando a niveles insospechados, ahora sin ropas, ahora sin ataduras, ahora sin nada más que aquel amor y lujuria, que ni el techo que los cubría podía detener. Y hubieran proseguido de aquella manera de no se porque, como antes, la alarma del celular de él sonó, haciéndole recordar que, para las 6:25 am tenía programada otra cosa, distinta a la que estaba haciendo en ese instante.

—¿Esa alarma de qué es? —preguntó, curiosa.

—Es la hora de bañarme luego de haber hecho una limpieza rápida de la sala —dijo mientras veía el resto de la habitación.

Si había que ordenar y limpiar algo, ahora mucho mayor lo necesitaba. En la sala, literalmente, el orden impoluto que lo caracterizaba se había ido al traste producto de la calentura del momento.

En otras ocasiones Rodrigo se hubiera espantado al encontrar todo así así: desordenado... desorganizado... Pero como antes, como ahora, Aira entraba a su casa, a su vida, para trastocarla y ponerla patas arriba, pero eso no le importaba.

La espontaneidad de sus acciones que le decía que su dedo índice se perdiera en la curva de sus pechos, al tiempo que provocaba un gemido en su compañera, lo enorgullecía. La naturalidad de sus pasiones que lo impulsaban, de nuevo, a moverse en el interior de ella luego de experimentar que su temperatura corporal aumentaba, lo complacía. La ropa arrugada que yacía en el suelo, sobre la cual caía la última colcha del sofá que servía de resguardo a aquellos cuerpos que volvían a acompasarse y unirse, le repetía a su alma, llena de autoestima masculina, que lo que estaban haciendo era lo único que importaba... porque ella su vida y su alma trastocaba... para transformarlo y convertirlo en aquel hombre que se sentía realizado y feliz, sin importarle nada más que aquel acto que se moría por consumar. Y hubiera seguido de no ser porque, de nuevo, el reloj alarma sonó para recordarle que tenía otras cosas que hacer...

Resignado, Rodrigo se detuvo en lo que estaba haciendo y suspiró. Se levantó a un costado y se le quedó contemplando a su compañera con una sonrisa de complacencia.

—Vas a tener que cortarte las uñas.

—¿Eh? —habló sorprendida—. Pero si a veces me las como por nerviosismo.

—¿En serio?

—Sí.

—No parece. Me duele... —dijo al tiempo que trataba de mirarse la espalda por el ardor que le provocaba.

Él arrugó el ceño, pero luego sonrió al ver el puchero típico en ella. Le besó en la frente con ternura. En ese instante, al bajar la vista, en la base del cuello de su compañera, sus ojos se ensancharon como plato, para luego pasar saliva.

Aira iba a preguntarle el porqué de su gesto, pero la alarma, de nuevo, del celular les recordó que no tenían mucho tiempo que perder.

De inmediato, Rodrigo le dijo para bañarse juntos y tomar desayuno rápido, para luego encaminarse a la escuela, pero separados, de tal manera para que no despertaran sospechas. Ella asintió, mas el recuerdo del porqué del gesto preocupado del joven le vino de nuevo a la mente cuando Ani, ya más tarde, le preguntó por la marca que tenía en el cuello.

—¿Qué tienes ahí? —preguntó su amiga.

Ambas se hallaban prontas a entrar por el portón de la escuela. Minutos antes se habían encontrado en el pasaje que daba para la calle de la misma.

—¿Qué cosa? ¿A qué te refieres? —habló Aira, todavía curiosa por la interrogante de su amiga.

Ani no le respondió. De inmediato, se sacó la bufanda que llevaba consigo y se la entregó.

—Toma. ¡Póntela!

—¿Ah?

—Tienes un chupetón —le susurró, avergonzada—. O mejor dicho dos —agregó al detenerse su vista en su oreja derecha.

—¿Dónde? —habló espantada.

—¡Baja la voz! —Ani miró a ambos lados para cerciorarse de que no habían capturado la atención de nadie.

Para su tranquilidad, los alumnos seguían concentrados en su rutina matutina, antes de comenzar la clase, sin reparar en ambas amigas.

Gracias a la diferencia de altura entre ambas, Ani pude alargar sus brazos en dirección del cuello de Aira, y acomodar la bufanda, de tal manera que la marca en su cuello podía pasar desapercibida, mas no la de su oreja.

Al contemplarla de nuevo, la joven miró a su amiga y movió la cabeza con desaprobación.

—¿Qué has estado haciendo ayer con el profesor? —le susurró mientras ambas entraban a la escuela y se iban a un rincón cerca de los huertos, para hablar con más privacidad.

—¿Ayer? —preguntó confundida.

—¿No decías que ibas a ver a tu hermano en el orfanato luego de almorzar con tu amigo?

—Sí, pero...

—¡Te ha dejado toda marcada! —habló indignada—. ¡Se pasa!

—¡No es así! —Tragó saliva—. ¡Ayer no hicimos nada! Es solo que el otro día se nos fue la mano y...

—¿Y por qué vienes con el pelo mojado en pleno invierno? —le regañó al ver cómo las coletas de Aira sobre la bufanda que le acababa de prestar—. Sécatelo, que hace frío. ¡Vas a coger un resfriado!

—Deja de regañarme, ¿quieres? —se apresuró en excusarse.

En ese instante, Rodrigo se veía a lo lejos conversando con un profesor. Al igual que Aira, tenía el pelo mojado debido a que a ambos no les había dado tiempo de secárselo luego de bañarse juntos esa mañana.

Al recordar aquello, a la joven se le encendieron las mejillas al tiempo que escuchaba cómo Ani le regañaba por enésima vez.

**********

Y así, durante todos los días, ininterrumpidamente, Aira iba muy temprano al departamento de Rodrigo para trastocar su rutina, su horario, su vida misma, para complacencia de ambos. Solo de esa manera podía compensar por un lado su labor de madre; por otra, su labor de pareja, para no sentirse culpable de descuidar al uno del otro. Y hubiera continuado así de no ser porque este nuevo horario de vida le estaba pasando factura.

El visitar todos los días a su hijo en la tarde, compaginándolo luego en las noches al hacer sus tareas escolares, junto con las charlas nocturnas con Rodrigo y dormir solo cinco horas diarias para poder verlo en las mañanas provocaba que, en ese instante, no pudiera evitar bostezar después de ver a su profesor caminar en el patio. Él le había dedicado una mirada de lejos, para luego proseguir con su camino, dejando detrás a una Aira que lo contemplaba totalmente embelesada desde el pasadizo de los de quinto año.

Se recostó sobre una pared. Cerró sus ojos para recordar su encuentro matutino de ese día en el que, por enésima vez, Rodrigo había accedido a sus peticiones, por muy surrealistas que fueran.

‹‹¡Vamos, cántame Chiquitita otra vez! Y agrégale el "chiquitita linda"››.

‹‹Aira, ya te he dicho que no se me da bien cantar››.

‹‹Pero me gusta cómo suena en ti... me gusta mucho tu voz. ¡Es tan grave y bonita!››.

‹‹Está bien››.

‹‹¡Hurra!››.

‹‹Pero algo me dice que te aprovechas de que te quiero para lograr que haga el ridículo todos los días, ¿cierto?››.

‹‹¡Qué va! Soy una santa paloma››.

En ese instante, el sonido de notificación de su celular la interrumpió. Se despertó, lo sacó de su bolsillo para ver qué era.

El mensaje en este que podía verse provocó que, a pesar del sueño que todavía tenía, una inmensa sonrisa se dibujara en su rostro de oreja a oreja. Para rematar, un olor a perfume que le era conocido produjo que, de inmediato volteara su vista hacia atrás.

Rodrigo acababa de encontrar cualquier excusa para caminar cerca de ella y se hallaba a metros detrás. En cuestión de segundos y de la manera más casual posible, le dedicó una tierna y amorosa mirada de soslayo, junto con un esbozo de sonrisa, que provocó que su corazón latiera a mil por segundo.

‹‹Aira. ¿Quieres hablar en la noche?››, se leía en su teléfono.

Luego de responderle que ‹‹Sí›› a su petición y que él leyera su mensaje, el profesor guardó su celular en su bolsillo y prosiguió con su camino, antes de que diera la campana de fin del recreo. En especial, el mechón de cabello mojado, que caía sobre su frente, le daba a sus facciones un aspecto mucho más masculino que la enamoraba por completo.

Ella hubiera seguido contemplándolo embelesada, de no ser porque Ani la sacó de sus pensamientos.

—Tienes que evitar ver siempre al profe Ambrosio con cara de babosa —le dijo bromeando, a lo que ella la miró con reproche.

—¡Ay, no molestes! Más de una lo mira con cara de monga —indicó con la cabeza a un grupo de alumnas que estaban al otro lado del pasillo—. Yo por lo menos no me doy de codazos con mis amigas ni chillo como fan adolescente de grupos de música como las demás —agregó al tiempo que describía lo que sucedía en frente de ella.

Ani suspiró. Al ver cómo el grupo de chiquillas seguía mirando totalmente enamoradas al profesor Estremadoyro al tiempo que reían y se decían cosas a la oreja, se dio cuenta de que la joven tenía razón. Solo por eso agradeció que el maestro fuera lo suficientemente atractivo para que la reacción de Aira, que sería inusual para muchos, en este caso no fuera así. En ese instante, sin embargo, hubo algo de aquellas que capturó poderosamente su atención, y no para bien:

—¿Tú crees que el profesor tendrá enamorada?

—Dicen que sí —respondió una con tristeza—. Corre el chisme de que, en la clase de Quinto ‹‹C››, cuando le preguntaron, contestó afirmativamente, pero no dio mayores detalles.

—¿Quién será?

—No lo sé, pero creo que incluso está casado, ¿eh? Así que no nos hagamos ilusiones...

—¡Espera un segundo! ¡¿Casado?!

—Pero, ¡¿cómo lo sabes?!

—¿No ves que siempre viene con el pelo mojado, a pesar de ser invierno, e incluso a veces con la ropa arrugada? Eso quiere decir que, al despertarse, con las justas le da tiempo para arreglarse, ya que su esposa lo exprime y...

El grupo de amigas rió para luego continuar con su camino por el lado norte del pasillo, siguiendo a Rodrigo. Por lo mismo, Ani no pudo seguir prestando atención a su charla, pero no era necesario.

Al voltear su rostro y ver lo que tenía en frente, pasó saliva al intuir una verdad. 

Aira bostezaba al tiempo que su pelo, todavía mojado por la ducha de la mañana, caía sobre su desabotonada blusa. Y si tenía dudas, al bajar su vista sobre su falda de colegio arrugada, todo empezó a tener un cruel sentido.

—¡Aira, tienes un par de botones abiertos!

—¿Eh?

—Vámonos al Salón de Música, ¡ahora! ¡Debemos hablar!

—¿Qué dices?

Ella no tuvo mucho tiempo de reaccionar. De inmediato, su amiga la haló de la mano y se la llevó al lugar indicado.

********

Luego de cerciorarse de que no hubiera ningún estudiante en el salón de Música, y después de mucha insistencia de su parte, la joven le confesó a su amiga lo que pasaba, obviando los motivos para cumplir con su maternidad.

Ana la escuchaba poco convencida ante sus explicaciones. No entendía el porqué de la necesidad imperiosa de su amiga de no poder pasar, siquiera un día, lejos del contacto físico con el maestro.

—¡Estás jugando con fuego! ¿Acaso no puedes pasar un día sin él?

—Sí, pero...

—¡Te vas a meter en problemas si los descubren!

—¡Qué va! Salimos cada uno por nuestra cuenta. Yo me voy más temprano de su departamento y él se va diez minutos después, incluso a veces toma taxi para no venir tarde a la escuela.

—¡¿Tan necesario es que hagas el amor con él casi a diario?! —habló en voz alta.

—¡Calla, babosa, que te pueden escuchar! —susurró.

Ani meneó la cabeza con reproche.

—Por lo menos te estarás cuidando, ¿no? Digo, todos los días, bum bum, ¡puede ser peligroso! —habló espantada.

Aira pasó saliva al recordar las dos ocasiones que había tenido que tomar el postday.

—Y sigo sin entender por qué es tan necesario que te veas a diario con él.

—Porque solo puedo verlo en condiciones un día a la semana nomás, cuando pasamos la tarde del sábado o del domingo juntos —dijo con tristeza—. Es difícil compaginar mis labores de estudiante, de enamorada y de hermana mayor, sin que descuide lo uno u lo otro... ¡y no quiero hacerlo! —La miró muy decidida.

—Esto no me gusta nada —acotó poco convencida.

—¿Quieres dejar de criticarme? —habló fastidiada.

—Soy tu amiga y quiero aconsejarte. ¡No comprendo cómo no puedes pasar un día sin que tengas que acostarte con tu profesor! El otro día viniste con un chupetón y...

—¡Tú no entiendes nada! No sabes lo que es ver a la persona que quieres todos los días, a lo lejos, morirte de celos cuando alguna de esas granosas se le acercan y se le insinúan —dijo con rabia.

—Aira...

—No sabes lo que es fingir que somos dos extraños y que no pasa nada, cuando en el fondo te mueres de ganas de besarlo, de abrazarlo, de andar de su mano como cualquier otra pareja...

La joven miró por la ventana, a los patios, con la esperanza de toparse con Rodrigo. Y en efecto así fue. Cuando el joven se dirigía a la cafetería de profesores, seguido por el ‹‹séquito›› de alumnas que lo habían acompañado desde los pasadizos de quinto, no pudo evitar alzar su mano con dirección a él, con la vana esperanza de tocarlo siquiera un poco.

‹‹No sabes lo que es añorar a la persona que amas no por días, ni semanas, ni meses, sino años, ¡años, Ani! Y que ahora, cuando la recuperas, tienes que fingir que no pasa nada, morderte la lengua de decirle a los cuatro vientos que la amas, que la quieres, que la deseas a tu lado porque significa tu felicidad misma. No entiendes que cuando te sientes en un mar de depresión, él y solo él, provoca en ti una droga tal de felicidad, que es tu necesidad, tu adicción, tu vivir, ¿ok? No sabes nada, Ani, ¡no sabes nada!››.

—No sabes nada... —terminó de formular con palabras los pensamientos que la asaltaban.

Ana la seguía mirando con reproche al tiempo que su amiga la contemplaba buscando un poco de comprensión en sus ojos, mas era en vano. Peor todavía, cuando aquella arrugó la frente y, sin meditarlo mucho, soltó lo primero que se le vino a la mente, Aira tragó saliva:

—¿No serás ninfómana?

********

Anotaciones finales:

Dos cosas rápidas antes de irme:

1.- La escena de aquí, en la que Aira ve el mensaje de Rodri en el pasadizo de la escuela, la tenía pensada hace tiempo. Recuerden que les compartí, la viñeta en cuestión como adelanto, tiempo atrás:

2.- Luego, lo anuncié en mi tablón de Wattpad y en mis redes sociales, pero igual lo comparto aquí: he recuperado los derechos de Ansías y Poesías. 

Hablé con la editorial, y hubo ciertas cosas que no estaba muy convencida, por lo que decidimos que lo mejor era rescindir el contrato editorial. Igual, pues la tirada que ellos imprimieron se seguirá vendiendo en las librerías que, según sé, ellos trabajan. Para mayor información sobre si alguien quiere adquirirla, recomiendo unirse al grupo de la saga. La encuentran como "Saga Poesias - Lectores de Cinthya Huerta".

¿Qué sucederá a partir de ahora? Bueno, tengo muchas ideas de cómo diseñar y maquetar el libro para que salga tal cual yo quiero. Mi primera opción es autopublicarla o tocar las puertas de otras editoriales, ya veré. Por lo pronto, he decidido que cambiaré la portada que tenía con la editorial por esta actual:

Algunos me están diciendo que no les gusta, otras que no les convence y les gustaba más la anterior, la que tenía antes de la editorial, etc. 

Aquí quiero remarcar algo: en todo este trajín editorial hubo algunas cosas que me remarcaron amigos y conocidos (no la editorial), y que es que se asocia la saga con el género poesía por el mismo nombre que tiene, lo cual aleja mucho al lector fuera de Wattpad, que no me conoce, y que no le interese adquirir el libro. Esto lo comprobé, incluso, cuando hacía búsqueda en Google sobre las librerías que vendían mi libro, y equivocadamente aparecía en el catálogo de libros de poesías. 

Entonces, pues yo debo barajar diferentes estrategias para desmarcar, y alejar, mi historia de este género, porque si bien saben las poesías tienen mucho que ver en la historia de Aira y Rodrigo, al final pues es una historia de romance juvenil contemporáneo, no de poesías. Por lo tanto, el nombre como la portada deben dar esa sensación para que, quien no haya leído la historia en Wattpad se haga una idea de que Ansías y Poesías pertenece a ese género literario. 

Todo esto ha traído a la fecha las siguientes modificatorias:

-La historia de Aira y Rodrigo ya no se llamará Saga Poesías, sino Saga Ansías (y todavía estoy manejando otras opciones, pero Saga Poesías queda descartado a partir de ahora).

-La portada quiero darle un enfoque más juvenil y romántico, y de ahí que me haya decantado, por ahora, por una de ilustración que mandé a hacer para mi libro físico que salió a la venta meses atrás.

La anterior portada, si bien tenía un toque romántico, también se podía confundir con un género de poesía, inspirar melancolía, etc., y esto es algo que se puede dar a la confusión. Me lo han dicho varios ya, y quiero aspirar a que mi historia sea conocida no solo en Wattpad, sino fuera de esta.

Igual, estoy abierta a ideas, porque lo que les cuento pasó el lunes pasado (estamos miércoles 23) y tengo muchas cosas que pensar y cambiar para mi estrategia editorial fuera de Wattpad. Pero esto es lo único que les puedo confirmar ahora. 

Yo aspiro a mucho, incluso si la autopublico puede que deje la versión borrador en Wattpad, y la versión a la venta venga con muchos extras y cosas cuquis que valgan la pena, pero pues eso. Tengo que pensar como empresaria, para que se hagan una idea xD, y hacer mi historia más comercial. ¿Se entiende?

Y eso es todo. Nos vemos prontito, porque ahora actualizaré más seguido SyA, dado que tengo un trabajo menos al ya no promocionar en las redes la venta de AyP (por el momento). 

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