Capítulo 12.- Amistades y Sorpresas [Tercera Parte]
Nota de la autora:
Este capítulo fue algo difícil de escribir por los temas que toca, pero luego de mucho meditar, escribir y borrar escenas, veo que está bien encaminado para lo que sigue a futuro en la novela. También, tuve un mes algo difícil, pero como siempre, trato de esforzarme para traerles un nuevo capítulo :D , el cual espero que les guste mucho porque le he puesto bastante esfuerzo y estoy contenta con el resultado.
Finalmente, al ser Xico quien tiene un papel importante en este capítulo (como se puede preveer de la imagen que encabeza aquel) recomiendo leer las notas al pie para enterarse el significado de varias palabras que él dice.
Sin más, los dejo con la lectura.
********
—¿O sea tienes un hermano de tu edad?
Aira todavía no cabía en su sorpresa. Le parecía increíble aquello que le estaba revelando su amigo.
—De mi edad, mayor y menor que yo. Somos todo un clan, huevona. —Sonrió y se encogió de hombros.
Bebió del juego de maracuyá que le habían alcanzado. Ya les habían servido el menú, para beneplácito del joven que se moría de hambre.
Al contrario de Xico, ella se había sentido incómoda de abordarlo con todas las preguntas que la asaltaban, por lo que no habían hablado nada más desde que le contara que su padre tenía otra familia... y así había transcurrido varios minutos más de tensa espera. Pero, llegado a este punto, en el que quería que la ayudase en su problema, se vio casi obligada a interrogarlo sobre lo que le acababa de confesar. No obstante, cuando vio que él arrugó las cejas y suspiró con fastidio, a diferencia del semblante tranquilo que lo caracterizaba, se arrepintió de indagar en su intimidad.
Dejó pasar un rato para que se relajara el ambiente. Ya habían terminado de comer su menú, y estaban a la espera del postre.
Todavía se hallaba indecisa de abordarlo con preguntas sobre su vida familiar. Mas, aunque se había arrepentido de aquello, sabía que debía retomar su charla habitual, dado que había llamado a su amigo para que la aconsejara en su situación tan delicada con Rodrigo. Justo cuando iba a retomar su charla hacia lo que le urgía ayuda, su amigo la sorprendió con la siguiente pregunta:
—¿Te comieron la lengua los ratones? —La miró, divertido.
—¿Ah?
—¡Te has quedado muda con lo que te he dicho!
—Tú también. No has dicho ni una sola palabra desde que me contaste que tienes más hermanos de los que te conozco.
Él sonrió.
—Eso porque me moría de hambre, huevona, y una vez que me trajeron la comida, no paré de comer.
—Ya me di cuenta. Te lo comiste todo en dos bocados. ¡Tienes la boca llena de comida! —Sacudió la cabeza en señal de desaprobación—. ¡Límpiate, cochino! —Le señaló la servilleta que tenía a un costado.
Xico la miró con reprobación, mas obedeció.
—¡Pero tú estás callada! —Apoyó su rostro sobre su mejilla derecha—. ¿Tanto te espanta saber que mi papá le fue infiel a mi mamá o qué?
Ella no supo qué responder, sin embargo, su rostro la delataba por completo. Él meneó la cabeza y se rió.
—¡Ni que fuera el primer hombre que haga eso! En mi barrio el que menos tiene su trampa(1) por ahí.
—Sí, pero...
Enmudeció de pronto. Se dio cuenta de que lo que intuía no dejaba muy bien parada a la familia de su amigo, y este se dio cuenta.
—Pero ¿qué? ¿Acaso ibas a decir que mi vieja es la trampa de mi papá o qué? —Sonrió con ironía.
Ella pasó saliva.
La madre de Xico siempre le había parecido una mujer trabajadora y decente. A pesar de vivir en una casa alquilada, muy humilde, de un piso, con solo dos habitaciones en los que dormían ella y sus cuatro hijos, y otro más grande que fungía de comedor, sala y cocina, se las había ingeniado para tener tres trabajos, incluidos los fines de semana, para poder mantenerlos sola. Aunque esto provocaba que aquellos crecieran sin su debida supervisión, se las había ingeniado para estar detrás de ellos y que no descuidasen sus estudios. En más de una ocasión, inclusive, se había sorprendido de que la mujer acudiese religiosamente a cada una de las reuniones de padres de familia del colegio, incluida la entrega de notas, y estar muy atenta a conversar con sus tutores sobre el avance de su hijo en sus estudios. Cuando se enteraba de que el susodicho había flojeado o cometido alguna travesura, no dudaba en halarle de la oreja y regañarlo, así fuera delante de todos, para risa de Aira y reproche de su amigo.
En definitiva, la joven la admiraba mucho, y echaba en menos una madre como la de Xico, muy distinta a la suya; por lo que, ahora, al concluir que la señora era la tercera en discordia en una pareja, se sintió culpable de ello.
Él sonrió al darse cuenta del rostro de culpabilidad de su amiga.
—¿Qué más da? Lo era, claro que lo era, pero no lo sabía pe'. Ya te conté que mi padre jugó a doble cachete con los dos...
—Sí, pero igual pues...
Xico estiró sus brazos y sus piernas en la silla.
—Soy un bastardo y mi mamá era la amante de mi viejo. ¿Así o más claro?
La adolescente pasó saliva.
Su amigo juntó su silla al lado de la Aira. Movió su rostro frente al de ella, dejándola inmóvil. Una cínica línea se curvó en sus labios. Carraspeó un poco su garganta y luego habló con la voz ronca, a lo Vito Corleone de El Padrino:
—Déjame contarte la verdad de mi familia...
Y fue ahí que Aira se enteró de más cosas.
Durante casi diez años el padre de su amigo había mantenido una doble vida, sin que ninguna de sus mujeres sospechase alguna vez de la existencia de la otra. Tres hijos por un lado, cuatro hijos en otro —Xico incluido—, ambas familias habían crecido ignorantes y felices, hasta que el internamiento en la cárcel del señor Rolando por tráfico de drogas provocaría que, la ya de por sí precaria economía de sus familias se resintiese más al no tener el apoyo paterno que tanto necesitaban. Y ahí, la imagen idealizada que el amigo de Aira tenía de su padre se cayó en mil pedazos.
La joven pasó saliva al escuchar lo que le relataba.
—No te había contado, pero hace años, cuando mi vieja me obligó a que la acompañase a la cárcel, entré y le pregunté al huevón por qué se había metido en esa vaina(2), que por su maldita culpa estábamos pasándola mal y no teníamos ni cómo pagar el alquiler de la casa, ¡por la puta madre! —El temblor en su voz era patente cuando hablaba—. Le pregunté ‹‹¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué te metiste en esa mierda y nos obligaste a vivir en la mismísima miseria?››.
Su ceño estaba fruncido. Sus labios estaban resecos y temblaban. El rostro relajado, que siempre lo caracterizaba, lo había abandonado por completo.
—¿Y qué te respondió?
—Pues lo que ya sabes, que como se la pasó jugando al árabe que podía tener varias mujeres, empezó a tener critters y más critters. —Rió con ironía—. ¡Vaya imbécil! Al final, como era lógico, no tenía billete para mantenernos a todos. Luego por ahí le ofrecieron ganar dinero fácil y en una cayó.
Aira tenía los ojos desorbitados por la noticia.
—¡Ta' que huevón! Como si no existiera condón en esa época —dijo la joven, sin pensarlo mucho.
Cuando se dio cuenta, en una se tapó la boca y le pidió perdón por referirse así a su papá. Xico la miró y soltó una carcajada.
—¿Y me lo viene a decir la que se quedó en bola(3) antes de terminar el colegio? Anda, ¡zafa de acá(4)! —agregó para luego recibir un golpe en la cabeza—. ¡Oe!
—¡Calla, huevón! Que lo mío fue un descuido por lo que ya sabes.
Él sonrió y asintió con la cabeza.
—Entonces, ahí te enteraste de todo.
—Ajá —dijo con un gesto de fastidio.
Quería decirle algo más para reconfortarlo, pero no sabía qué. Ante una circunstancia de ese tipo, no le salía aconsejar o tranquilizar. Era una situación ante la cual nunca se había enfrentado. Mas, no tuvo tiempo para pensar en ello. Xico, como si necesitara desahogarse de un secreto que había guardado y que lo avergonzaba durante años, empezó a hablar y hablar:
—Desde entonces no quise saber nada de él. Mi vieja me decía siempre pa' ir a verlo, pero yo me negaba.
—¡Normal! Yo no sé cómo hubiera reaccionado.
—Pero todo cambió cuando nos desalojaron de la casa de donde vivíamos. ¿Te acuerdas de mi casa cuando era chibolo(5)?
—¿Por la Avenida Colonial?
Xico asintió.
—Pues cuando nos botaron de ahí, le fui a reclamar al huevón pe', porque en una reunión escuché cuando mi tío, el hermano de él, le dateó(6) a mi madre que mi viejo, antes de que lo metieran preso, había comprado un terreno el Comas y podía irse a mudar ahí conmigo y los critters...
—¿Te ibas a mudar a Comas? Pero si eso está súper lejos. Nunca he ido para allá...
—¡Qué va! Se negó rotundamente a hacerlo. Incluso le reclamé que podía ser el fin de nuestros problemas económicos, porque la mitad de lo que ganaba se iba en alquiler.
—Obvio, porque luego de eso, se habrán mudado como dos veces ¿no?
—Tres. ¡Tres veces nos hemos mudado porque no nos alcanzaba para el alquiler! Ahora ya estamos más o menos estables porque trabajo de cobrador y en otras cosas, y como puedo la ayudo, pero entonces, por culpa del huevón estábamos pasando penurias y mínimo una casa para nosotros, pero ni caso. —Hizo un gesto de fastidio—. Incluso me reclamó que estuviera de sapo escuchando conversaciones ajenas, y me dijo que ella veía cómo arreglaba nuestros asuntos.
Ella pestañeó los ojos varias veces.
—Pero no entiendo, si tenías una casa de tu viejo, ¿por qué no irte a vivir con tu familia allá?
Él hizo un mohín.
—¿Por qué crees?
Aira pasó saliva.
—¿Tu otra familia estaba viviendo ahí? —dijo, dubitativa.
—¡Bingo!
En ese instante, les trajeron el postre: un flan para cada uno. Xico no dudó en probar un bocado del mismo, y aunque este era dulce, la garganta le sabía amarga por lo que tenía que contarle.
—Así que decidí ir a esa casa y reclamarles que nos la dieran pe'. Total, ellos eran tres, nosotros cuatro; la necesitábamos más, ¿no crees?
Dio varias vueltas al vaso de refresco que tenía en frente de él. Suspiró profundo. Su frente se arrugó. Ladeó la vista hacia un costado, como recordando lo que había sido ser conocer a sus medio hermanos, a quienes les había guardado rencor porque creía que tenían lo que por derecho a él y a sus hermanos también les correspondía.
—O por lo menos eso creía...
Y fue ahí que terminó por contarle toda su vida familiar, que hasta ese momento ella desconocía.
Después de mucho insistirle a su tío que le dijera la ubicación de aquella casa, dado que su madre se negaba a soltarle prenda alguna, se hizo de la dirección de aquella. En el lado norte de la ciudad, a más de una hora de donde vivía, una tarde que fue después de la escuela, con mapa en la mano, decidió ir a aquel lugar. Y cuando llegó, ni bien bajó del bus, se dio cuenta del porqué ella no había querido que se mudasen a esa zona.
En una esquina de una calle, que daba para una céntrica avenida, podía verse a un par de vendedores de drogas. Estos tenían unas pintas tan poco confiables que, cuando ni bien lo vieron llegar, ambos lo miraron con tal desconfianza, que Xico apresuró el paso para perderse de la vista de ambos. En especial, le había entrado el miedo cuando vio que uno de ellos empuñaba una pistola que guardaba en su cintura, sin dejar de observarlo, como para mostrarle quién mandaba en la zona.
En su objetivo por huir de los susodichos, se perdió en aquel barrio. Con miedo de no saber en dónde estaba, dio con otra concurrida avenida. Aquí le preguntó a unos malabaristas callejeros si conocían la dirección que buscaba, para tan buena suerte que uno de ellos, muy simpático, le dijo que justo vivía en esa misma calle.
El joven, de nombre Rolando, le ofreció llevarlo para allá.
—¡Espera un segundo! —lo interrumpió Aira—. ¿Dijiste Rolando? Se llama igual que tu viejo. No me digas que...
Xico asintió.
—Es mi hermano mayor.
—Pucha, ¡qué tal coincidencia! Misma telenovela mexicana. —Sonrió, muy divertida.
—¿Me vas a hablar tú de coincidencias? ¿La que se encontró con su ex, que ahora es su profe?
—¡Calla, imbécil! —Le golpeó en la cabeza.
—¿Vas a volver a darme un lapo(7)? ¿O quieres que te siga contando?
—Solo te estaba preguntando pues. Continúa.
Y ahí siguió contándole.
Rolando, o Trolo como se le conocía de manera coloquial, resultó ser tan campechano y bromista como él, por lo que congeniaron de inmediato. A su vez, aunque le aseguró que los vendedores de drogas que había visto antes no eran personas de temer, agradeció sobremanera que Trolo hablase con ellos para que lo dejasen pasar por esa calle sin amenazarlo como antes, lo cual no hizo más que sumar el agradecimiento que tenía para él. Mas, la buena imagen que tenía del joven cambió cuando, al momento de llevarlo a la calle que buscaba, se enteró de que el susodicho era su hermano mayor. Y, aunque se esperaría que Xico se presentase como tal una vez que conociese a su familia paterna, prefirió callar.
—Pero, no entiendo. ¿Por qué? —habló, bastante sorprendida—. ¿Por qué no le dijiste que era tu hermano mayor?
—¡Porque tenía ganas de putearlos una vez que los tuviera frente a frente! Decirles sus cuatro verdades, que por su culpa estábamos en la calle y que ya podían largase de una maldita vez de esa casa, que nos correspondía con más derecho por ser más... Pero... —suspiró fuerte—, estaba equivocado.
—¿Pero no decías que, por culpa de tu viejo, los echaron a la calle varias veces? —Arrugó la frente—. ¡No entiendo!
Él respiró profundo.
—No pude hacerlo. —Hizo una mueca de desilusión—. Su vieja se consiguió otro gil con quien tiene otros hijos más. Para remate, Trolo dejó en bola a su mujer y ella vive con ellos también. En total, serán no sé... ¿Siete? ¿Ocho? ¿Nueve, si incluyo al hijo de Trolo, que viven en esa casa?
Sacudió la cabeza. Hizo un gesto de resignación al tiempo que se encogía de hombros. Aira estaba boquiabierta ante lo que le acababa de revelar.
—Ellos necesitan vivir ahí más que mi vieja, mis hermanos y yo, supongo.
Se encogió de hombros conformándose ante aquella situación.
—Aparte, Trolo es legal y bien chamba(8). —Asintió con la cabeza varias veces al tiempo que añadía—: Me contactó con el dueño del micro con el que ahora trabajo de cobrador, me ha enseñado a hacer uno que otro malabarismos, me da consejos sobre cualquier vaina que le cuento —obviando que es mi hermano, por supuesto—, a ahorrar y a pensar en el mañana...
Aira notó que el semblante de su amigo cambiaba.
—Últimamente lo frecuento bastante y me pude dar cuenta de que el huevón se rompe el lomo chambeando por su critter... en lo que sea. Y gracias a él tengo otra visión de la vida. Es como la figura paterna que tanto extrañaba pe', ¿entiendes?
—¡Vaya! ¿Entonces vas a ser tío? ¿O ya eres tío? Porque, ¿de qué época me estás hablando? ¿Cuándo fue que conociste a tu hermano mayor?
—Esa es otra larga historia de la que todavía no puedo hablar.
—¿Y eso?
—Sobre ese drama familiar se va a contar en otra novela de Wattpad, en donde publicabas tus poesías con el pituco zonzo.
—¿Ah?
—Y no estoy haciendo publicidad a la autora ni nada. Momento de publicidad ninja pe'.
—¿De qué hablas, oe? —Lo miró confundida.
—Fin de la publicidad engañosa.
—No entiendo nada.
—Yo tampoco, es como si alguien controlara mi cerebro ahora. ¡Pero volvamos a la normalidad! —Tosió—. Lo que te contaba...
Ella lo miró, todavía dubitativa.
—El tema es que, quería que supieras lo de mi otra familia, porque me puse a pensar en cómo fue el caso de mi viejo, comparado con lo que tú tienes que vivir a diario cuando tienes que toparte con el pituco y debes callar sobre la existencia de tu critter... ¡Y vaya problemón! —Se rascó la cabeza, pensativo—. Pero...
—¿Pero? —preguntó, impaciente.
—Pues que no sé.
—¿Qué no sabes? ¿Esto qué tiene que ver con lo mío? Sigo sin comprender, huevón, que no te conocía tan filosófico ni nada. Mucho hablar, pero no me solucionas mi problema.
—¿Todavía no lo captas? ¿Eres mensa o qué?
Xico dio un par de bocados a su flan y en una ya se le había acabado.
—Hay cosas que, a veces, para proteger a los que quieres, se tienen que dar. No queda otra. Una vez que metes la pata —¿Qué la pata? ¡Las cuatro!—, solo tienes que seguir adelante pe'. Mintiendo o lo que sea, como tú o como mi viejo. Y tal vez no querías que sucedieran. Pero ¿qué le vas hacer? ¡La cagaste y ya! ¡Estas cosas pasan! —Azuzó los brazos.
—Tienes razón. ¡No quería que las cosas entre Rodri y yo llegaran a este punto! —dijo con tristeza—. Si pudiera volver atrás.... —Estaba cabizbaja. Juntó sus manos debajo de su nuca al tiempo que su voz empezó a ser entrecortada—. Si tan solo pudiera volver atrás, ten por seguro que hubiera actuado de otra manera.
Levantó su cabeza. Su vista se posó en un punto muerto de la ventana que daba para la calle, como si se dirigiera a un Rodrigo imaginario, que ahí estaba posado, para decirle lo que por tanto tiempo había callado.
—Hablaríamos, le daría tiempo de explicarse, de entender... de comprender... y de seguir juntos, pero ya sin mentiras de por medio... —Su vista brillosa volteó hacia Xico, como implorando el perdón que tanto necesitaba para quitarse la culpa que tenía hacia su hijo y hacia Rodrigo por mentir y alejarlos a ambos—. Como siempre debíamos estar, ¿bien? Como siempre debíamos estar, solo queriéndonos y ya, como cualquier otra pareja. —Una lágrima bajó por su mejilla—. ¡¿Por qué tiene que ser tan difícil para nosotros dos?!
—Te olvidas de un par de cosas, huevona.
—¿Eh? —Frunció la frente.
—Primero, ya no son dos, sino tres. ¡No dejes a tu critter de lado!
—¡Siempre tengo presente a Marquitos en esto! —se apresuró en acotar—. ¿Qué te crees? —Alzó la voz—. ¿Que dejo a mi hijo abandonado? ¿Que me olvido de él? ¿Que soy una mala madre? ¿Me estás acusando de eso o qué? ¡Porque estás muy equivocado!
—Traaaaaanquila, oe. ¡No te me sulfures! Que nadie te ha acusado de mala madre ni que ocho cuartos. ¿De qué estás hablando?
—Porque ten por seguro que si he hecho todo lo que estoy haciendo es por él, ¿bien? ¡Por él! Estoy yendo a la escuela, aunque no quiera, porque todo el mundo me dice que tengo que terminar la secundaria para darle un mejor futuro para él, a pesar de que me carcome la culpa de no poder estar a su lado, mientras otras extrañas lo crían.
—Huevona...
—Estoy ocultándole a todo el mundo la paternidad de Rodri porque no quiero que mi hijo crezca estando su padre ausente porque está preso, como lo vi en ti, ¿bien?
—¡Oe! —Su rostro cambió a un rictus serio.
—Prefiero que estén un par de años sin verse, pero que luego ambos puedan conocerse y disfrutar de la compañía del uno y del otro.
—Eso ya me lo has dicho.
—¡No me importa mentir lo que sea y a quien sea! Si tengo que estresarme cuando tengo a Rodri frente a mí y tengo que morderme la lengua para no decirle todo lo que me muero por soltar, o tengo que sentirme fatal cuando Marquitos me pregunta por su papá, pasarme noches en vela porque esta angustia no me deja dormir, con tal de lograr mi objetivo: tener a mi familia reunida, ¡no me importa!, ¿ok? —Alzó la voz—. ¡No me importa pasar por este tormento si en un futuro podemos ser felices, juntos, como siempre debió ser! —sentenció con decisión.
Había capturado la atención de los comensales del frente, pero a ella no le hizo mella.
Le había confirmado a Xico, y a ella misma, que sabía que lo que estaba haciendo estaba bien, y que debía continuar así. Y al hablar alto, capturó poderosamente la atención de los comensales. Y en ese instante, tuvo un déjà vu.
Recordó el primer almuerzo que tuvo con Rodrigo en un restaurante cercano. Como en aquel entonces, la gente la miraba. Pero, después de mucho tiempo, desde que se había separado del profesor, por primera vez, cuando un extraño la miraba con suspicacia ante sus pensamientos sobre la delicada situación por la que estaba atravesando, no sintió vergüenza alguna, en absoluto. Al contrario, aunque era consciente de que había fallado como madre tanto como pareja a los dos hombres más importantes de su vida, al darse cuenta de que estaba en el camino correcto para enmendar sus errores con ellos, una seguridad total la invadió.
Distinta a ocasiones anteriores, no agachó la cabeza; observó altanera a su alrededor, con ese gesto que antes era muy habitual en la Aira orgullosa de ‹‹¿Qué me estás mirando?››, que obligó a los comensales a desviarle la vista y a susurrar sobre lo acontecido.
—Pues tú misma te estás respondiendo a tus dudas —señaló Xico ya más relajado y complacido, al ver a su amiga con un semblante muy distinto al que le había visto minutos atrás.
—¿Eh?
—Y me alegra verte tan segura por las decisiones que has tomado y las acciones que has hecho debido a ellas, digo... todas tienen su razón de ser, ¿cierto?
—Sí, pero...
—Ya ni sé pa' qué he venido —dijo al tiempo que reía.
—¡Oe! —Frunció el entrecejo—. ¿Acaso te arrepientes de venir?
Él sacudió con la cabeza.
—No, pero creo que no tengo mucho que decirte... ¿Todas las preguntas que te acabas de hacer, acaso no eran las que me ibas a pedir consejo?
Ladeó la cabeza, pensativa.
—Sobre el porqué le mientes al pituco zonzo, a tu critter, a los demás, si podrás seguir mintiéndole a la gente sobre eso porque el estrés te gana...
—¿Qué quieres decir?
—‹‹Si tengo que estresarme cuando tengo a Rodri frente a mí y tengo que morderme la lengua para no decirle todo lo que me muero por soltar›› —añadió Xico, tratando de que su voz pareciera fina. Ella abrió los ojos ampliamente al escucharlo—. ‹‹No me importa pasar por este tormento si en un futuro podemos ser felices, juntos, como siempre debió ser››.
El joven se encogió de hombros.
—Tú tienes la respuesta a todas tus preguntas, huevona.
—¿Y cómo le haré para compaginar mi horario de estudios sin descuidar las visitas a Marquitos?
—Hazlo en una hora en la que no haya visitas en el orfanato —dijo lo primero que se le ocurrió.
—Pero los horarios de visita son por la tarde; en la mañana yo estudio.
—Despiértate más temprano. ¡No seas vaga y dejes que las sábanas se te peguen! Que te conozco, eres una dormilona y siempre llegabas tarde a clases. —La miró con un gesto acusador.
—¡Eso era en el otro colegio, huevón! —Se cruzó de brazos, ofendida—. Y era porque sufría de insomnio y me costaba despertarme. Ahora, con lo de Marquitos, llego a casa muerta del cansancio. Con las justas me da tiempo de estudiar y de hacer los deberes, luego me voy a dormir.
—Pues no sé. Había un viejo dicho que escuché por ahí que decía: ‹‹Uno no tiene tiempo libre, este se crea››. —Puso un gesto intelectual—. O algo así.
—¿Ahora te crees Sócrates y filosofeas? —dijo, asombrada—. ¡Fuera de acá!
—¿Y ese quién es?
Ella rodó los ojos.
—Nadie. ¡Olvídalo!
Él se encogió de hombros y no le dio importancia.
—Pues eso. Busca un horario que se te acomode, siquiera una hora en la noche luego del orfanato...
—En la noche tengo que estudiar y hacer los deberes del cole, ya te dije.
—O aguántate a ver al pituco zonzo el fin de semana.
—¡No puedo esperar por mucho tiempo! Ya suficiente tengo con no haberlo visto estos días desde que estuvimos juntos la última vez. —Sus mejillas se pusieron rojas al recordar—. Lo extraño mucho. —Hizo un puchero.
—Pues en la mañana antes de ir a estudiar, ¡yo que sé! Escuché que el horario del Metropolitano se amplió y que el más temprano sale a las 5:30 de la mañana.
Ella abrió los ojos, esperanzada.
—¿Y si me gana la ansiedad? Porque cada vez que estoy con Rodri, de una u otra forma surge el tema sin querer, y siento que me voy a morir, ¿sabes? ¡El estrés y la preocupación me van a terminar matando!
—¿No dices que estabas yendo a la psicoloca?
—Ajá.
—Dile que te enseñe técnicas para combatir tu ansiedad pe'. Digo, esa gente sabe.
—Pero, ¿y si me pregunta por qué me siento así? —Le cuestionó, espantada—. Esa gente te pregunta... y te pregunta. ¿Y si meto la pata y hablo demás?
—Si te pregunta, pues cuéntale los detalles de lo que te pasa, pero obviando todo respecto a la identidad del pituco. Total, desde que te conozco, has sabido mentir para salir bien librada de varias cosas, tanto que hasta tienes un Máster en mentir, digo.
—¿Pero estás seguro? —dijo, poco convencida—. Nada de lo que mentí antes se compara a lo que estoy pasando ahora y... —La angustia la invadió—. ¿Y qué me dices sobre si Rodrigo se enoja y me deja cuando se entere de la verdad? ¡Porque tarde o temprano, ahora o después, se tiene que enterar!
—¡Pues claro! ¿Pero qué te queda?
—No me estás ayudando...
—¿Se enojará? Claro, ¡cualquiera se enojaría! ¿Tú crees que mi vieja no se enojó con lo de mi viejo? Por supuesteshion, pregunteshion lo que quereshion. Pero, al contrario de mi viejo, tus opciones son más válidas pe' y el pituco, tarde o temprano, deberá entenderlas.
—¿Y si no me perdona que le haya mentido otra vez? ¿Y si me deja? —Alzó la voz y habló con temor—. ¡Porque el otro día se puso hecho una fiera cuando le mentí por una tontería!
—¡Con tus antecedentes de mentirosa, cualquiera! ¿Pero qué vas a hacer? ¿Corres el riesgo de que te deje? Sí, pero pase lo que pase, eso solo lo sabrás cuando suceda. Por eso mismo, disfruta al máximo del tiempo que puedas con él, haciendo sacrificios y eso, y ya cuando llegue el momento de soltarle la bomba, solo te quedará encomendarte a Dios.
—Pero no me estás ayudando. ¡Yo no puedo vivir sin él! ¡Necesito a Rodri conmigo como el aire mismo y...!
—¡Puta madre! —Suspiró profundo e hizo un gesto de fastidio.
—¿Eh?
—¡Deja de poner ‹‹peros›› a todo lo que te digo! —agregó Xico—. Aburre.
—¿Te aburres de estar aquí conmigo?
Afirmó con la cabeza. Ella abrió la boca para replicarle, mas él se le adelantó:
—¡Me aburre que sientas lástima de ti misma y te lamentes de tu situación, cuando te estoy dando alternativas o diciéndote que tienes las respuestas a varias de tus preguntas! Busca soluciones, ¿sí? —habló, muy enfático.
Ella se sintió ofendida.
—Oe, huevón, no siento lástima...
—¡Ya no eres la niña de quince años que siempre lloraba y se ahogaba en un vaso con agua! —la interrumpió, alzando la voz—. ¡Ahora eres mayor de edad, tienes un hijo que necesita de ti, que necesita de sus padres juntos y que tú actúes como debe ser, a pesar de ciertos sacrificios que debas hacer! ¿Te quedó claro?
—Sí, pero...
—¿Qué quieres? ¿Que tu hijo crezca sin un padre porque está preso porque hablaste antes de tiempo? ¡Mírate en mí! ¡Mírate en ti! ¡Nos ha hecho en falta tener a nuestro padre al lado! ¿Eso quieres para tu critter, eh? ¡¿Quieres eso?!
—No —agachó la cabeza—, ¡claro que no! Pero... pero...
—¿Pero?
Varias lágrimas bañaban sus mejillas.
—Lo sé, claro que lo sé... —habló en voz baja—. Solo... solo... —Su respiración estaba entrecortada—. A veces me gana el estrés como no tienes idea... Cuando miro a Rodri... Cuando miro a Marquitos... ¡Me quema la garganta y siento que la culpa me va a matar! —Hizo una pausa mientras trataba de regular su respiración—. Siento que la cabeza me da vueltas, el estómago me duele por los nervios que me da y necesito soltar esto que me carcome, ¿bien? —Se limpió las lágrimas que caían por su mejilla derecha, pero fue en vano. Estas seguían cayendo sin parar—. ¡Siento que voy a explotar y tengo que contarlo todo! —Levantó la voz y lo miró, implorante.
—Pues cuéntamelo a mí. —Se encogió de hombros.
—¿Ah? —Lo miró, confundida.
—Total, ¿desde cuándo no me has contado tus cosas? Este tiempo nomás que hemos estado alejados porque te cambiaste de colegio y eso. ¿Pero antes? —Hizo una mueca de fastidio—. Te he escuchado hasta lo que no he querido: como cuando querías comprarte las últimas Bratz que salieron y a mí me parecían una monstruosidad.
—Esas muñecas son bonitas. ¿De qué hablas, imbécil?
—O cuando tenías miedo de entrar en la secundaria y decías que no encajabas con las otras flacas. No querías que te dejara sola en el recreo, en desmedro de pasar tiempo yo con mis patas(9).
—¡Porque esas tipas eran todas unas estúpidas y me miraban como bicho raro solo por tener piercings!
—O cuando estabas templada(10) del pituco y me tenías harto hablándome a cada rato de él. ¿Acaso no me aburría?
Ella lo miró enojada. Iba a responderle, pero él se le adelantó:
—¡Obvio, microbio! ¡Me aburría! Pero, aun así, ¿acaso no te escuchaba siempre?
Azuzó los brazos y la miró en busca de una respuesta, la cual, aunque era evidente, Aira no respondió.
—Ahí estaba contigo pe', al pie del cañón, porque eres mi pata y entre patas hay que apoyarse. Así que, si tienes ganas de hablar y no tienes con quién, porque según me contaste, ni la flaquita rica de tu amiga sabe de tu critter, ¿cierto?
—¿Flaquita rica? ¿Te refieres a Ana?
—¡Está buenaza pe'!
—Eres un pervertido.
Movió la cabeza en señal de reproche, aunque lo miraba tranquila al darse cuenta de que, a pesar de lo difícil de su situación, podía contar con su amigo en las buenas y en las malas.
—¡Como debe cher! Pero, en fin, ese es otro asunto del que ya me ocuparé más adelante. —Movió las cejas y sonrió con picardía.
—¿Eh? —Lo miró con suspicacia.
—El tema aquí es que, cuando necesites desahogarte, aunque yo no quiera al principio porque me aburre, al final, siempre te termino escuchando, ¿o no?
Ella asintió con la cabeza al tiempo que sonreía.
—¡Para eso están los amigos pe'! —Movió los brazos en dirección a su pecho y afirmó muy orondo.
Un bálsamo de tranquilidad necesaria para su alma, su corazón, su vida misma, la envolvió al tiempo que volvió a llorar de nuevo, pero ahora por otro motivo.
—¿Y ahora por qué lloras? —habló, preocupado—. ¿Qué te he dicho pa' que te pongas así?
Como pudo, la joven pasó saliva al tiempo que trataba de regularizar su respiración de nuevo. Cuando lo consiguió, de lo más profundo de su ser expresó lo que su corazón sentía:
—¡Gracias!
Xico se encogió de hombros mientras veía cómo su amiga de la infancia, de nuevo, seguía llorando y le agradecía varias veces como antes, cuando la conoció hacía más de diez años.
‹‹Oe, ¿por qué lloras?››.
‹‹No estoy llorando. ¡Los hombres no lloran!››.
‹‹Estás llorando››.
‹‹¡Déjame en paz!››.
‹‹¡Eres un imbécil! Encima que vengo a consolarte...››
‹‹¡Vete!››.
‹‹Bueno, solo quería decirte que no les hagas caso a esos. Son malos, pero no te preocupes, no eres el único que no tiene a su papá a su lado››.
‹‹¿Eh?››.
‹‹Yo tampoco tengo a mi papá a mi lado. Y aunque ellos se burlen de mí, no me importa, ¿sabes?››.
‹‹Uhm...››.
‹‹Estoy bien. Estarás bien. Estaremos bien...››
‹‹Si tú lo dices. Este... ¿Quieres ser mi amiga?››.
‹‹¿Ah?››.
‹‹Ya que no tenemos papá. Digo...››
‹‹¡Gracias!››.
Él sonrió al volar su mente años atrás.
—Más bien gracias a ti —añadió al tiempo que miraba su reloj—. Ahora me doy cuenta de lo difícil que la habrá pasado mi viejo al tener que ocultarle a todos, durante tantos años, la existencia de una y otra familia. —Volteó a observarla con una mirada distinta a la que tenía hasta entonces—. Ha sido verte a ti con tus problemas y tener otra perspectiva del asunto, ¿eh?
—¿En serio?
Él asintió al tiempo que sonreía y su mirada se clavaba en el cielo, que podía verse a través de una de las ventanas del local.
En ese instante, se levantó de la mesa.
—¿Ya te vas? —dijo ella con curiosidad—. Si todavía no he terminado mi postre. Quería que fuéramos a pasear un rato después, que me acompañaras a ver a Marquitos y...
Xico sacudió la cabeza.
—Necesito hablar con él. —Bajó la cabeza al tiempo que su rostro cambió a un rictus serio—. Creo que ya es hora de hacerlo.
—¿Y tiene que ser ahora?
—Si me apuro, me dará tiempo, ¿no?
Aira se encogió de hombros.
Ambos amigos se despidieron. El joven dio un par de pasos para encaminarse a la salida del local. Pero, antes de irse definitivamente, regresó donde ella para hacerle una consulta:
—¿Sabes qué bus me lleva al Cementerio El Ángel?
*****
Las gotas de la lluvia azotaban la ciudad al compás del viento, como en una clásica danza invernal de cada día. Las luces de las calles todavía se asomaban a esa hora. El sol del invierno, que debía relevarlas, se demoraba en salir, como adormecido por el frío del invierno que azotaba la ciudad... Y no era el único que todavía se hallaba entumecido.
Un joven de pelo negro se levantó de su cama bosteazando, debido al insistente sonido de su celular. La canción de Chiquitita de ABBA, que en un primer momento creía que era la alarma del mismo, le hizo saber que tenía una llamada entrante.
Somnoliento, se preguntó quién lo llamaría a esa hora. Mas, cuando escuchó que alguien tocaba el timbre de su departamento y abrió la puerta del mismo—sin decir ‹‹¿Quién es?›› como solía hacerlo debido al sueño que todavía lo invadía— tuvo ante sus ojos su respuesta:
—¡Rodri! —exclamó una sonriente Aira, al tiempo que el profesor se rascaba la cabeza, bostezaba y luego sonreía al igual que ella.
*******
(1) Trampa: Amante
(2) Vaina: Asunto, cosa, tema.
(3) En bola: Embarazada
(4) Zafa de acá: Fuera de acá
(5) Chibolo: Niño
(6) Dateó: Informó
(7) Lapo: Pequeño golpe
(8) Bien chamba: Trabajador
(9) Patas: Amigos
(10) Templada: Enamorada
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro