❧ 10. Juego de Espías ☙
—¿Y si vamos a la librería que hay al otro lado? Quizá encuentres un diccionario que sea del gusto del profesor —dijo divertida Ana María sin percatarse del volcán de furia que tenía frente a sí.
‹‹¿Por qué mierda estás con ella, Rodri? ¿POR QUÉ? ¿Acaso no me dijiste que lo de su beso fue porque estabas borracho? ¿Eso quiere decir que se siguieron viendo cuando nos alejamos? ¿O fue acaso que me mentiste? ¡CARAJO! ¿QUÉ DIABLOS PASA AQUÍ?››.
—Aira, te estoy hablando. Si vamos a la tienda del otro lado y...
—¡Shhh!
Ana María se detuvo. Volteó al percatarse de que su amiga no la acompañaba. Iba a volver a llamarla por su nombre, pero al notar que se hallaba agazapada detrás de una publicidad de una tienda, frunció el ceño.
Levantó la vista hacia donde ella observaba. Al darse cuenta de la situación, y ver cómo Noelia le sonreía a Rodrigo, quien parecía corresponderle a su gesto, su rostro se le desencajó, aunque no era nada comparado con el de Aira.
‹‹¡MIERDA! ¿POR QUÉ DIABLOS LE SONRÍES A ESA ESTÚPIDA?››.
—¿No es ese el profesor Ambrosio? —preguntó Ana, confundida. Se agachó para estar a la altura de su amiga.
Aira insistió con un siseo más fuerte para que se callara.
—¿Y esa quién es? Pucha, ¡¿no me digas que tiene novia?!
Su amiga la miró con una cara de pocos amigos, provocando que Ana pasara saliva. Era tanta la furia que Aira tenía en los ojos, que nunca la había visto de esa manera.
—¿Y...? —Hizo una pausa—. ¿Y si es solo una amiga o una hermana? Digo, puede tener amigas o hermanas, ¿no?
—No.
—¿Eh?
—Algo me dice que no es una simple amiga.
—No te entiendo.
—No es una simple amiga —susurró Aira con tristeza.
Sus palabras transmitían tanto dolor y frustración, que a Ana se le encogió el corazón. Para tranquilizarla, habló:
—Pero ¿por qué piensas lo peor? —acotó al tiempo que observaban cómo ambos seguían hablando de lo más tranquilos en la puerta de la tienda.
Noelia azuzaba los brazos con una espontaneidad y seguridad tal que, a Aira le produjo envidia. Pero no solamente eso: ella representaba todo lo que la adolescente deseaba.
Su porte era tan espigado que, aunque no recordaba la estatura de ella que Rodrigo una vez le dijera, no era necesario hacerlo. Sabía que el joven medía 1.85. Noelia, quien usaba zapatos de taco, estaba a su misma altura, por lo que, sin ellos, su estatura debía de ser alrededor del 1.75, aproximadamente.
Su contextura, al contrario de la de Aira, era más delgada, muy delgada. Su esbelta figura podía apreciarse a través del elegante vestido color verde esmeralda, decorado con finas blondas en los bordes, el cual se ceñía en su cintura y en sus delgados pechos, mostrando un generoso escote que la estudiante nunca se había atrevido a usar para no ser objeto de comentarios libidinosos en la calle.
‹‹Le está enseñando todo. ¡Desgraciada! ¡No pierde oportunidad!››, pensaba al referirse al gesto que Noelia acababa de hacer. La chica se había acomodado uno de los mechones de su cabello lacio detrás de su oreja. Este era de color castaño claro, lacio y muy largo, a la altura de su cintura —justo donde Aira siempre se lo había querido dejar crecer— y el cual caía de forma armoniosa sobre sus hombros y espalda.
‹‹¡Maldita suertuda! ¿Cómo hace para que le quede el pelo así? A mí ni con cien planchas logro que se me alise de esa manera››.
Sus largas piernas, sus finas facciones y su blanca piel denostaban su ascendencia europea, en concreto alemana, de Noelia, siendo aquellas motivo de envidia de Aira, quien por primera vez en su vida sintió vergüenza de sus raíces mestizas.
‹‹Perdóname, abuelito››, se dijo cuando recordó al difunto esposo de doña Gladys y el sentimiento de culpa la invadió al renegar de sus orígenes. Pero, solo por hoy, le hubiera gustado tener las piernas más espigadas y delgadas, aunque sea medir cinco centímetros más de altura y poseer algún apellido europeo en su DNI, sin olvidar mencionar varias tallas menos de brasiere.
—¿De qué crees que estarán hablando tan amenamente? —la interpeló Ana María, sacándola por un instante de sus cavilaciones.
—Ni idea —contestó para luego volver a concentrarse en el joven.
Rodrigo había fruncido las cejas, en un gesto muy típico de él cuando estaba concentrado en algo. Le hablaba muy serio a Noelia. Esta, a diferencia de él, seguía mostrándose muy jovial a su lado.
—Decías que no era una simple amiga, ¿no?
Ella asintió.
—Entonces... ¿Crees...? ¿Crees que tenga novia? —preguntó Ana, aunque con miedo de querer echar más sal a la herida—. Será... ¿Será ella su novia?
Aira recordó lo que el profesor había contestado cuando una de sus alumnas le había formulado la misma pregunta.
—No. Él no tiene novia.
—¿Y cómo estás tan segura?
—Solo lo sé —dijo con certeza al tiempo que seguía contemplando al tutor.
Él seguía concentrado en su charla con Noelia. La observaba muy serio.
‹‹¡Maldita sea! ¿Por qué tiene que encontrarse con esa tipa? ¿Por qué tiene que charlar con ella? ¿Por qué, mierda? ¿POR QUÉ?››.
Aira tenía ganas de encararlos. Colocarse entre él y su exnovia, lanzarla a esta al suelo, insultarla, arañarla, pegarla, pero se contuvo. No era propicio que hiciera un escándalo de ese tipo.
Respiró profundo mientras contó hasta diez. Cerró los ojos y se imaginó a sí misma en una playa, con un mar tranquilo, una brisa calmada, una arena incólume, y ella descansando en la orilla, bañada por sus deseos del futuro, por sus ansías de un futuro mejor al lado de quien fuera su gran amor, Rodrigo, quien la acompañaba. Como antes, él la observaba con esa mirada tan llena de calidez, de tranquilidad, pero, sobre todo, de ese sentimiento sin igual que alguna vez la unió a ella.
En ese instante, cuando los rayos del imaginario sol se reflejaron en los ojos claros del joven, en donde ella podía contemplarse con ese halo tan especial, algo dentro de sí la iluminó... y la despertó.
De inmediato, abrió sus ojos para afrontar la escena que tenía delante de sí. Era la misma, pero vista desde otra, y mejor, perspectiva.
Rodrigo, a diferencia de las ocasiones en las que había departido con ella, no tenía esa aura tan especial al lado a Noelia, menos ese rubor tan único en él en sus mejillas ni en sus orejas. Se mostraba serio, concentrado, impávido. Era como si estuviera hablando con una persona cualquiera, así fuera su ex, quien no le provocaba mayor emoción en el joven, produciéndole un bálsamo de momentánea tranquilidad en la muchacha.
En ese instante, sin que lo previniese, ambos entraron a la tienda.
Rápidamente, Aira le pidió a Ana María que la acompañase para que los espiara. De puntillas, se ubicaron en los vidrios de exhibición de maniquís, al lado de las puertas de la tienda.
—No se ve nada desde aquí —se quejó Ana María buscando en todas las direcciones del local.
—¡No vamos a entrar! Si es lo que sugieres.
—Pero... ¿Por qué nos escondemos? ¿Acaso hemos hecho algo malo?
—¿Quieres que Rodri, digo, el profesor me vea? ¿Qué le digo? ¿Hola, profe, la chica que está a su lado es una rival de amores o qué?
Ana María se quedó con la boca abierta.
—Pero es que de acá no se ve nada, Aira.
Movió la cabeza en dirección de la pareja que se encaminaba al fondo de la tienda.
—¿Por qué se van tan lejos? ¿Acaso no quieren que los espíe? —Hizo un gesto de decepción.
—¿Vamos a entrar o no? ¡Que se nos pierden!
La joven hizo un puchero y se cruzó de brazos. Finalmente, asintió al darse cuenta de que su amiga tenía razón.
********
—¿Se les ofrece algo? —preguntó una amable jovencita, quien vestía una camiseta de color negro en donde podía leerse en letras doradas ‹‹Noelia, Moda y Diseño para ellas››.
Aira y su amiga habían entrado en la tienda. Ambas se ubicaron detrás de un stand de ropa interior, que era el primero en avistar a la entrada, para poder tener una posición estratégica desde donde poder espiar mejor a Rodrigo y a Noelia.
—No, solo estamos viendo —se apuró en decir la estudiante.
La dependienta insistió en enseñarles los últimos vestidos que habían llegado para la estación de invierno; pero Aira, sin poder ocultar su molestia, contestó en voz alta:
—¿Acaso no entiende que solo estamos viendo?
De inmediato, capturaron la atención de los asistentes a la tienda, clientes, dependientes, Rodrigo y Noelia incluidos. El maestro volteó en dirección a la muchacha, pero para su buena suerte, ella y Ana María se habían agachado justo a tiempo para que no las descubrieran.
—Solo estamos viendo, gracias. —Ana María sonrió con nerviosismo—. Si necesitamos de cualquier cosa la llamamos.
La vendedora le soltó un gesto de amable hipocresía, para luego irse hacia otro lado mascullando en voz baja ‹‹Estas chibolas estúpidas que solo me hacen perder mi tiempo››.
Cuando se aseguró que la dependienta se había ido, Ana suspiró con tranquilidad.
—¿Tú estás loca o qué? —susurró.
—Perdón. —Hizo un puchero.
—¡Casi nos pillan! —acotó su amiga, quien tenía ganas de estornudar al esconderse detrás de un puesto de sexys vestidos con encaje y plumas incluidos—. ¿Las mujeres usan esto? —Se preguntó al tiempo que retiraba uno de baby dolls de un perchero que se exhibían en el puesto.
Al imaginarse cómo sería usar uno delante de Caballero, la sangre se le subió al rostro. De inmediato, devolvió el perchero al stand, para luego ser interpelada por su amiga.
—¿De qué estarán hablando? —se preguntó Aira preocupada, más para sí misma que para su amiga.
—Ni idea. —Se encogió de hombros.
—¡Tienes que ir allá, Ani!
—¿C-Ó-M-O? —habló en voz alta, volviendo a capturar la atención de los presentes, pero para su buena suerte, tanto Rodrigo como Noelia ni se inmutaron.
Ambos parecían estar más concentrados en su charla que en lo que acontecía alrededor.
—Tienes que ir —musitó luego de cerciorarse que no habían capturado la atención de Rodrigo—. Yo no puedo. Si el profe me ve... ¡me muero!
—Pero...
—Ani, ¡necesito saber de qué están hablando!
—Pero, Aira...
Ella la miró con ojos de gato con botas de Shrek.
—Por favor, Ani...
Ana resopló. Cuando su amiga la observaba de esa manera, no había manera en que pudiera negarse a ella, así que preguntó qué era lo que quería saber.
—De lo que está hablando con esa tipa, ¡yo que sé!
—Si es su novia...
—¡Sé que no es su novia!
—Pero quieres saber qué tipo de relación tiene con ella.
—¡Exacto! —Se agachó y susurró como si estuviera escondiendo un secreto de Estado—. Yo te esperaré aquí, al lado de los stands de ropa interior. —Cogió uno de los brasieres—. Huy, qué mal gusto de esta tipa. ¿Cómo puede vender esta porquería?
Ana asintió, poco convencida. Se preguntó qué saldría de toda esta odisea.
******
Cuando hubo dejado a su amiga en la entrada, Ana avanzó más, cerca de la caja de pago en donde se hallaban Rodrigo y Noelia. Cogió una blusa blanca decorada con estampados de círculos azules y un pequeño bordado en los extremos, que se hallaba stands más allá.
‹‹Qué diseño más bonito. Me gustaría comprarla, aunque seguro Aira me regaña y es capaz de decirme que me uní al bando enemigo››. Suspiró con resignación al tiempo que dejaba la blusa en su sitio.
Con extremo cuidado, para no ser atisbada por Rodrigo, quien se hallaba de espaldas a ella, avanzó metros más allá. Un traje de fiesta —compuesto por un pantalón de cuero negro, una sexy blusa ceñida al cuerpo de color blanca y una hermosa casaca negra corrugada en las mangas— que se exhibía en un maniquí, capturó de inmediato su atención.
‹‹¿Si uso esto en la fiesta del bingo de fin de mes, Caballero se fijaría en mí?››, se preguntó esperanzada al imaginarse la situación. En ese instante, al recordar que el susodicho había puesto sus ojos en su amiga, un sabor amargo experimentó en su interior.
Como acto reflejo, volteó a observar a Aira. Esta la miraba a lo lejos con aquellos ojos negros expectantes, el ceño fruncido, su amplia sonrisa nerviosa, al tiempo que movía la cabeza ansiosa, como preguntándole qué ocurría. Ana le dio la espalda, al tiempo que se hundía momentáneamente en sus pensamientos.
‹‹Supongo que me falta ese toque de cara graciosa de ratona que tienes››, se dijo al tiempo que resoplaba desilusionada.
Continuando con el plan, hizo el ademán de seguir buscando ropa para probarse hasta, por fin, estar cerca de Rodrigo y de Noelia para poder escuchar su charla.
—Creí que vendrías con Claudia. ¿Y qué es de tu hermana? El otro día vi que subió fotos a su face de su viaje a Punta Sal. ¡Se le ve genial!
—¿Se ha ido a Punta Sal? —Rodrigo alzó la ceja.
Noelia asintió.
—¿No lo sabías?
Él sacudió la cabeza.
—Desde que te conté lo que me pasó, rompimos relaciones. Ni siquiera la tengo agregada a mi Facebook, ni nada —dijo con tristeza.
—Puuuucha, ¡qué mal!
Rodrigo bajó la cabeza. Su mirada estaba sombría. Noelia tensó su rostro al darse cuenta de lo delicada de la situación.
—No es para menos. Te hizo una putada —agregó la joven con la frente arrugada—. Bueno, pues mejor todavía. —Cambió su semblante al jovial de antes—. A falta de una opinión femenina, ¿quién mejor que yo, una experta en modas, para ayudarte a escoger algo para Milena?
‹‹¿Milena? ¿Quién es Milena? ¿Su novia?››, se preguntó Ana, muy preocupada.
Rodrigo soltó un intento de sonrisa, aunque era en vano. El mencionarle a su hermana Claudia todavía removía oscuros recuerdos de su pasado con Aira.
—Y dime, ¿cuál es el estilo de tu hermana?
‹‹Ahhhhhh, es su hermana. ¡Qué alivio!››.
—¿Estilo? —preguntó confundido.
Noelia asintió.
—Sí, ¿cuál es su estilo de vestir? Trendy... boho... casual... clásico... hípster... exótico... punk... urban...
Rodrigo puso los ojos cuadrados al tiempo que se acomodaba los lentes en la nariz mientras la escuchaba. Noelia había mencionado cerca de veinte estilos de vestir, según pudo contar, hasta luego dejar de prestarle atención. Cuando la joven terminó de hablar, él solo pudo acotar:
—No sé. Ella...
—¿Sí? —Lo miró con ojos inquisitivos.
—Ella suele vestir... —Se aclaró la garganta—. ¿Una blusa? ¿Un jean? —Se rascó detrás de la oreja derecha al tiempo que todo su rostro era un poema.
Noelia sonrió de oreja a oreja al darse cuenta de la incomodidad y simpleza de él.
—Supongo que sigues siendo como antes, ¿eh, Rodri? Tan básico para algunas cosas.
—¿Ah? —La miró confundido. No sabía a qué se refería.
Ella rió al ver la ignorancia, mezclada con inocencia, en el rostro del joven.
Al ver su desconcierto, decidió ponerle las cosas más fáciles. Le preguntó si Milena le había contado de su encuentro hacía dos años, en ese mismo centro comercial. Rodrigo asintió. Luego le interrogó sobre cuál era el peso actual de su hermana.
—Normal, supongo.
—¿Normal?
Él le confirmó con la cabeza.
—¿Estás seguro? Es decir, ¿se mantiene igual? ¿O ha bajado o subido de peso? Tú sabes, hay chicas que suben de peso, otras como yo —se señaló a sí misma—, pues bajamos y cuidamos nuestra figura para vernos mejor.
El sistema de alarma de Ana se prendió al ver cómo la joven le sonreía a su tutor. El brillo especial en los ojos de Noelia al contemplar a Rodrigo no le gustaba para nada. Para su tranquilidad —y la posterior de Aira— pudo notar cómo el maestro ni se daba por enterado de lo que pasaba.
—Milena se mantiene igual —contestó él sin inmutarse ante nada y encogiéndose de hombros—. Como siempre.
Noelia sonrió. Movió la cabeza ligeramente al percatarse de la candidez de Rodrigo.
—Ella está en la universidad, ¿cierto?
—Sí.
—Bueno, creo saber qué le puede gustar. Espérame que escojo un par de cosas y ya vuelvo, ¿vale?
Rodrigo hizo una mueca inexpresiva. Noelia le dio la espalda y se dirigió a la trastienda.
Pasaron varios minutos. Ana se sentía fatal de estar escondida entre los stands mientras veía hermosas blusas y pantalones que no podía probarse a sus anchas, debido a que el probador de ropa estaba justo en el ángulo de visión de su profesor. Incluso, cuando sus ojos se posaron sobre un hermoso vestido de pliegues de la cintura para abajo, que era el ideal para salir a fiestas, se dijo que para la próxima vez regresaría sola a la tienda y se haría de él. Se estaba arrepintiendo de fungir de espía para Aira, quien la observaba muy atenta detrás del vidrio de afuera, justo al lado de un maniquí.
‹‹¿Y?››, parecía decirle con un movimiento de cabeza. Aira estaba impaciente. Ana le contestó con un gesto de la mano que aguardara.
Debido a que la espera se hacía interminable, a pesar de solo haber pasado pocos minutos, Ana decidió que lo que había escuchado era suficiente, por lo que procedió a encaminarse hacia la salida. Pero, antes de que volteara, la voz de Noelia atrajo su atención, de inmediato.
—Perdón por la demora. —Le entregó unas bolsas a Rodrigo—. Son un par de blusas y una casaca de nuestro reciente stock. Es lo último en moda juvenil femenina. ¡Estoy segura de que le encantará!
—Gracias. Me has sacado de un apuro. Hoy es su cumpleaños y no se me ocurría qué regalarle. Luego recordé que me diste tu tarjeta la vez pasada y...
—Siempre que requieras de un consejo de modas, estoy a tu disposición —habló muy servicial.
—En realidad, me hubiera gustado regalarle a mi hermana algo hecho a mano. Son los regalos que más aprecia o si es personalizado, mucho mejor, al igual que yo, pero soy fatal para hacer manualidades, artes y esas cosas, ya sabes. —Se rascó con timidez detrás de la oreja izquierda.
Noelia asintió la cabeza y sonrió. Él le correspondió aquella con un esbozo de sonrisa.
—En mi cumpleaños pasado me regaló un cuadro pintado por ella misma.
—¿Por ella misma? —preguntó asombrada. Él asintió—. ¡Oh, vaya! Pero claro, recuerdo que de niña le gustaba dibujar.
—Y le sigue gustando. Por algo está estudiando Dibujo.
—¡Oh, qué maravilla!
—¿Cuánto es todo? —Él retiró su billetera de su pantalón y se dirigió al mostrador de la caja.
—Déjalo, es cortesía de la tienda —lo interrumpió Noelia, cogiéndolo del brazo.
Rodrigo, de inmediato, dio un par de pasos a la izquierda, para alejarse del agarre de la mujer.
—¿Cortesía? —Alzó la ceja, dubitativo.
Ella asintió.
—Es lo menos que puedo hacer por... bueno, tú ya sabes, lo que provoqué tiempo atrás sin querer —acotó con las cejas fruncidas.
Él sacudió la cabeza, de inmediato.
—Una cosa no tiene que ver con la otra. Es un regalo de mi hermana y yo lo pago.
—Pero, Rodri...
—¿Cuánto es por todo?
Ante la insistencia de él, a Noelia no le quedó más remedio que decirle la cantidad por las prendas.
Cuando Rodrigo se dirigía a la caja para proceder a su pago, puesto que se perdía fuera del ángulo de visión de Ana, esta se movió para poder espiarlo mejor. Pero, para su mala suerte, se chocó la cabeza con un maniquí, que por poco provoca que este se caiga al suelo.
Debido al ruido suscitado, no pasó ni un segundo en no pasar desapercibida para los asistentes de la tienda, entre ellos, Rodrigo y Noelia, quienes voltearon atrás para fijarse qué era lo que pasaba.
—¿Guzmán? —preguntó el maestro.
—Hola, profe. —Rió nerviosa—. ¡Qué sorpresa!
Él alzó la ceja, confundido. Una gota de sudor bajó por su sien izquierda.
La ex de Rodrigo la miró con curiosidad. Y para su sorpresa, le dedicó una cálida sonrisa.
—¿Es tu alumna?
—S... sí —contestó, dubitativo.
—Hola, bienvenida. ¿Puedo ayudarte en algo? —Se encaminó hacia ella—. ¿Alguna de mis chicas ya te ha atendido?
Ana asintió.
—Solo estaba viendo, no se preocupe.
—Ok —dijo Noelia, para luego darle la espalda y dirigirse hasta la caja.
—Bueeeeeno, yo ya me retiro. Fue un gusto, profe. Lo veo en la escuela. —Hizo un gesto de despedida con la mano.
La estudiante se volteó presurosa para encaminarse a la salida. Pero, fue atajada por el maestro.
—¡Guzmán!
Ana pasó saliva.
‹‹Ay, madre. ¿Quién me manda a meterme en estas cosas?››, se dijo antes de obedecer al requerimiento de su profesor.
Estaba preocupada porque Aira hubiera sido avistada por Rodrigo. Para su tranquilidad, la joven se las había ingeniado para esconderse a tiempo.
—¿Sí, profe?
—¿Has...? —Él tragó saliva—. ¿Has venido con alguien más? —preguntó con voz temblorosa.
‹‹¿Ah?››.
—¿Ah?
Él rió, con nerviosismo.
—Como eres muy cercana a Gonzáles, yo pues... me preguntaba si...
Miró a Noelia con preocupación en un segundo para luego volver a contemplar a su alumna. Su rostro estaba lleno de sudor y más blanco que un papel.
Ana enarcó la ceja, desorientada.
‹‹¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué pregunta por Aira? ¿Por qué se pone nervioso? ¡No entiendo nada!››.
—¡He venido sola! —se apresuró en decir al tiempo que no estaba muy segura de saber si esa era la respuesta adecuada.
Al escucharla, el color en el rostro de Rodrigo volvió a la normalidad.
—Y si me disculpa, estoy un poco apurada. Ya me tengo que ir. —Hizo un movimiento en dirección a la salida. Se cercioró de nuevo de que Aira no estuviera visible.
—Ok. Eso es todo —contestó él, más calmado—. Nos vemos en la escuela el lunes.
Ella se despidió de su maestro. Y como alma que le llevaba el diablo, salió presurosa de aquella tienda y de aquel encuentro tan sui generis, para encontrarse con una ansiosa Aira, quien la esperaba metros más allá.
*******
—Y eso es todo lo que pude escuchar, ¿ok? —dijo Ana en una banca en un parque, que estaba a la espalda del centro comercial. Le dio un sorbo a su Sprite para luego cerrar con cuidado la chapa de su botella—. Me hubiera gustado quedarme más rato, de no ser porque me golpeé con el maniquí de miércoles. —Se agarró la frente—. Todavía me duele del golpe que me di.
Su amiga la miraba, poco convencida.
—¿Eso es todo? —Movió los brazos con intensidad—. ¡Vamos, Ani! ¿Estás segura de que eso fue todo lo que oíste? ¿No le dijo nada más la tipa esa?
Ana María rodó los ojos y pestañeó varias veces. Estaba aburrida de repetir, por enésima vez, los pormenores de su trabajo como espía.
—Para la próxima vez que quieras que haga de James Bond, te voy a cobrar, ¿está claro?
—Lo que pasa es...
—Aparte, ¡¿por qué tanto interés en saber qué relación tiene con esa chica?! Si parecían ser solo amigos o conocidos. —Volvió a darle un sorbo a su gaseosa—. Ya te dije, ella parecía tener interés en él, pero el profe ni se inmutaba. Estaba más concentrado en el regalo de su hermana.
—¿Estás segura? —preguntó, preocupada.
—Aira, eres mi amiga, pero ya me estás colmando la paciencia, ¿ok? No me hagas repetir lo que ya te dije cuchucientas veces.
La adolescente se cruzó de brazos, aceptando su derrota.
—Aparte, ahí venden bonita ropa. Creo que voy a regresar uno de estos días.
—¡Te vas a aliar con el enemigo! —dijo enojada.
Su amiga hizo un gesto de aburrida.
—¡Que enemigo ni qué diablos! Madura, ¿quieres?
Aira hizo un puchero como signo de desaprobación.
—Pues regresarás tú sola. Lo que soy yo, solo regresaría si es que tuviera que completar mi labor de destruirle la ropa que vende la pesada esa. Arhg, lástima que no tuve tiempo. —Hizo un gesto de falsa inocencia.
—¿Ah? ¿Que tú hiciste qué?
—Tenía tanto miedo de que me descubrieran que no me dio oportunidad de terminar de malograrle los brasieres que vendían en una esquina, en donde me escondía.
Ana rodó los ojos y movió la cabeza en señal de desaprobación. En ese instante su amiga le parecía una niña berrinchosa de cinco años por su puchero y su baja estatura, que parecía irónico que fuera mayor que ella. No obstante, dadas las circunstancias, y más con sus antecedentes, lo que ella desconocía era que Aira había hecho grandes esfuerzos, y avances, en contenerse de no dejarse llevar por el volcán de furia que la invadía en ese instante.
Hasta el último segundo se había muerto por increparle a Noelia lo que ella consideraba que era su culpa. Reclamarle, insultarle, sino pegarle, para cobrarse por cada lágrima que había derramado debido a su malentendido y posterior separación de Rodrigo... mas se contuvo.
Al estar su maestro en escena, concluyó que era inconveniente mostrarse como la Aira insegura, posesiva y celosa de antes. No debía. Si quería que su plan de reconquistar a Rodrigo funcionara, debía pensar con cautela e hilar muy fino en sus acciones a realizar; lo que diría a continuación seguiría por ese mismo rumbo:
—Ya que te dije que nos fuéramos de Plaza San Miguel porque tenía miedo de encontrarme con el profe otra vez, quiero que me acompañes a otro lado. —Se levantó del banco—. ¿Nos vamos?
—¿Eh? —preguntó, poco convencida—. ¿Y ahora adónde?
Aira le guiñó el ojo.
—Tú hazme caso. Así de paso damos con el regalo que buscamos...
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