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Atravesar el desierto se volvía cada vez más agotar, sin mencionar que el tiempo en mi reloj parecía congelado. Aunque me había preparado para una situación similar, en la que necesitaríamos agua, no esperaba que tuviéramos que permanecer más de dos días en la misma dimensión. Caímos en un extenso desierto y habíamos estado vagando por casi cuatro días y sin el suministro de agua necesario, era seguro que pronto tendríamos problemas.

—Eres un demonio ¿No puedes crear un río?

—Soy mitad demonio, a menos que quieras un río de ácido, no puedo hacer mucho —advirtió, últimamente se estaba volviendo atrevido—. Lo lamento, pero no tengo la capacidad de crear objetos aptos para el consumo humano —dijo para disculparse.

—Ya veo, así que me diste la mitad de tu vida, pero no puedes darme un poco de agua —grité alterada.

Estaba exhausta, no podía hacer más que discutir con él, porque sentía que era lo único que me mantenía cuerda. Zean no lo entendía y parecía resentirse a cada paso que dábamos.

—Si me contarás sobre ti, quizá podría ayudarte. Cuéntame tu pasado, sobre el reloj y lo que realmente buscas.

—¡Cállate! Aunque lo supieras, no cambiaría nada entre nosotros. Compórtate como lo que eres, yo fui la que te líbero y me debes respeto —grité nuevamente.

—¿Respeto? Soy mayor que tú ¿no me debes respeto?

—¿Qué dices? Caí en un mundo con el tiempo congelado como esté y me quedé atrapada allí tres años, en teoría tendría diecinueve, eso quiere decir que soy un año mayor que tú.

—Olvida eso, yo te di la mitad de mi vida. No crees, ¿qué te la puedo arrebatar?

—Hazlo. Yo jamás te pedí que me salvaras. Tú lo decidiste solo.

Con la última frase que dije, Zean se volteó y no se atrevió a devolverme la mirada hasta dentro de unas horas, cuando empezó a anochecer.

—Duerme, me quedaré vigilando esta noche.

Me avisó, mientras yo extendía el trozo de carpa que trajimos de la dimensión anterior, no era nada cómoda, pero servía para no quemarnos con la arena caliente. Zean parecía molesto y no me convenía que lo estuviera, sabía que necesitaría su ayuda si los monstruos aparecían detrás de nosotros, era probable que aparecieran pronto; ya que nos estábamos quedando demasiado tiempo en la misma dimensión y debía tener cuidado.

—Zean, lo siento —suspiré dejando ir mi orgullo y me disculpe—. No puedo contarte sobre mí, pero tampoco te pido que me cuentes sobre tu pasado, así que no veo el problema con querer mantener la distancia —añadí antes de irme a dormir.

—Si quieres saber de mí, te lo contaré. Soy un mestizo de humano y demonio, pero no fui creado como los otros, mis padres eran amantes, yo nací...

—¡Espera! —lo interrumpí de inmediato—. No te pedí que me lo contaras, solo quería dejar clara la distancia entre nosotros —expliqué, aunque dudaba que me entendiera.

—Entonces, supongo que tampoco hablaras sobre los monstruos que te perseguían. Pero ¿Acaso tenían colmillos gigantes y pelaje negro? —preguntó alzando la mirada por encima de mi hombro derecho.

La descripción era demasiado exacta, como para ser solo una coincidencia. Mientras su mirada seguía fija en un punto a mis espaldas, podía deducir que realmente los estaba viendo.

—Quédate quieto —susurré.

Estábamos en medio de un desierto, sin donde escondernos, la mejor opción que teníamos, era fingir ser parte del paisaje. Si teníamos suerte esos monstruos se irían pronto.
Me quedé quieta incluso cuando noté que había tres de ellos y también cuando se acercaron, cerré los ojos conteniendo mis ganas de gritar y permanecí de esa forma hasta que Zean habló.

—¡Por aquí! —gritó para guiar a las bestias hacía él.

Estaba loco, pero sobre todo demasiado débil para enfrentarlos. Si bien lo había llevado conmigo, con el único objetivo de que los destruyera, no quería que él resultara mal herido; no podía permitirme perder a la única persona, que podía derrotarlos más adelante, cuando estuviera recuperado. Lo seguí sin un plan, solo llevaba conmigo una pequeña daga, que siempre traía en el cinturón para protegerme.

Antes de llegar a donde estaban, logré ver a otro monstruo, era un gigante dormido, que parecía resguardar el límite del desierto. Lo dejé y sin hacer ruido me dirigí hasta Zean, que luchaba contra los monstruos y sorprendentemente logró cortar por la mitad a uno de ellos, que se desintegró antes de tocar la arena, dejando caer una especie de collar metálico que brillaba intensamente.

Mi reloj volvió a funcionar, eso era lo que pasaba cuando un ser perdía la vida en una dimensión con el tiempo congelado, no sé el motivo, pero significaba que podía irme de ese lugar. No quedaba mucho tiempo, en esas circunstancias solo tendría cinco minutos como máximo para cruzar el portal. No era tiempo suficiente para ir por Zean y hacer a un lado a las dos bestias que aún seguían de pie. Así que solo podía jugarme nuestra última oportunidad esperando que valiera la pena, abrí el portal debajo de los monstruos y los transporte a otra dimensión.

—¡Eres un inútil! —grité y caí de rodillas sobre la arena, antes de perder el conocimiento.

Cuando desperté, ya era de día, mi reloj volvió a estar congelado y Zean estaba dormido cerca. Él había dejado el collar del monstruo en una de mis manos. Aquel artefacto tenía unos grabados con las letras ARC, las demás siglas estaban borradas por el uso. Parecía tener la misma tecnología que mi reloj, así que me alegre de tener por fin, una pista de mi pasado. Empecé a examinarlo en detalle y encontré al reverso una fecha, 1 de abril de 6023. Nunca antes había viajado a ese año, pero si lograba que el reloj funcionara nuevamente, quizá obtendría otra pista en una dimensión diferente. Necesitaba vencer al gigante que había en el límite del desierto para poder abrir el portal. Debía hacerlo sola, no quería que Zean se debilitará más.

Me dirigí hasta ese lugar, aunque no tenía idea de cómo vencerlo lo iba a intentar. Ese gigante debía tener un punto débil, algo que pudiera atacar, aunque yo fuera tan pequeña. Tuve miedo de terminar aplastada y de que no pudiera hacerle más daño, que unos cuantos rasguños en los pies, pero aun así continúe.

—¿Estás loca? —Zean gritó, al otro extremo del límite que separaba el desierto de una tierra poblada escasamente por plantas.

—Estoy haciendo lo mejor que puedo, para salir de este lugar —contesté.

—No podrás sola.

—Claro que sí, siempre he podido hacerlo sola. Siempre he estado por mi cuenta, no necesito de nadie —grité en respuesta diciéndole indirectamente que se alejará, pero él no me escuchó o por lo menos no quiso hacerlo.

Se involucró en mi batalla y me ayudó evitando que aquel gigante me aplastara con uno de sus pies.
No quería que eso pasará, pero tampoco quería depender de él y sobre todo no quería volver a sentirme vacía por perder a alguien.

—¡Vete! —le ordené, pero él seguía ignorando mis palabras.

—Confiar en alguien no te hace débil, no necesitas hacerlo todo sola. Ya no estás por tu cuenta. ¡Piensa más en tu alrededor! —gritó, mientras me hacía retroceder evitando al gigante que iba detrás de nosotros.

—Esto no tiene nada que ver contigo.

—Claro que sí, te di la mitad de mi vida, podrías apreciarla un poco más y dejar de ser tan impulsiva. Si estás buscando algo, entonces asegúrate de permanecer con vida hasta el final y asegúrate de cumplir tu promesa. Debes liberarme en un mundo mejor que esté. — sentenció.

Zean tenía razón, él también tenía sus propios objetivos, yo no era la única que necesitaba salir de ahí y estaba siendo egoísta en despreciar su ayuda. Aunque estuviéramos cansados, vencerlo era la única oportunidad que tendríamos y no podíamos desaprovecharla. Quizá no entendí todo lo que Zean me quiso decir en ese momento, pero si me aseguré de confiar en él, al menos un poco y luchar a su lado.

Si lo único que podíamos hacer contra el gigante era cansarlo y provocarle heridas menores, entonces lo haríamos hasta derrotarlo. Nos tomó casi todo el día, hasta el atardecer, cuando el gigante por fin cayó y su cuerpo se desvaneció, al igual que paso con el monstruo anteriormente. Aquel desierto tenía algo inexplicable, pero no teníamos tiempo para investigarlo. Necesitábamos agua y estábamos al límite.

Zean me apresuró, para abrir el portal hacía la siguiente dimensión y antes de hacerlo desee con todas mis fuerzas caer en una dimensión cercana a la fecha de la pista que había encontrado, aunque a la vez deseaba llegar a un lugar en donde pudiera conseguir agua fácilmente. No sabía si mis deseos se harían realidad, ni cuál de ellos era más fuerte; pero tenía el presentimiento de que pronto lo descubriría. Sabría cual tenía prioridad en mi subconsciente, si mis instintos, mis ambiciones o quizá mis sentimientos.

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