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Sin Vuelta Atrás; [Prólogo] Huérfano

¡Hola! ¡Al habla Xx_MattGemitas_xX!

Quería hacer algo especial con la que considero mi historia favorita, y dedicarla entera a una persona la cuál ha considerado esta trilogía como sus libros favoritos.

Gracias ladyetitinsa023 por todos los comentarios que has dejado en mis 3 historias y por todos los demás que me has dicho a lo largo de nuestra creciente amistad. A ti, te dedico toda esta trilogía.

Ahora sí. ¡Que comience la historia!



SIN VUELTA ATRÁS [DEATH NOTE] [MERONIA]



Hola. ¿Qué tal; amable persona que está leyendo esto?

Si has encontrado este diario, eres muy afortunado. Puedes leer toda la vida de un completo desgraciado, que incontables veces ha escapado de la muerte. Es probablemente el hombre mejor vestido del mundo, que casi muere como un perro abandonado para salvar al mundo de varias catástrofes.

Este diario ha sido escrito por mí, y por mi una persona que acabaréis descubriendo más tarde. No quiero haceros ningún "spoiler" como se dice ahora...

Si eres tú, el cabezón de Near, que decirte... Supongo que te dio curiosidad saber como me sentía yo. Además, para escribirlo, tuve que hacerte mil y una preguntas del pasado, así que supongo que te dará curiosidad.

Si eres otra persona ajena, debo decirte que aquí se encuentran innumerables aventuras. Primero, mi pasado en el orfanato, donde tuve que aprender a estar solo, y a volver a confiar en la gente para poder confiar en mí mismo. Difícil con Near de por medio, que siempre me superaba en absolutamente en todo...

También damos un repaso a como conseguí escapar de aquella prisión y unirme a la mafia, para ir investigando a Kira en secreto, y así poder ser el número 1.

Disfrutad leyendo esto.

Ah, y si eres Matt..., ¿Qué?, ¿Te echas un Mortal Kombat?, Voy a ganarte con el Noob Saibot.

Disfrutad.



[LUNES]



-Mihael, hoy saldremos a cenar, ponte tu mejor ropa-.

El niño miró sonriente a sus padres. Iluso. Inconsciente de lo que estaba apunto de suceder.

-¡Je, sí mamá!-. Dijo, totalmente contento.

A su madre, Elena, le rompió el corazón ver a su hijo así, así que salió de la habitación, llorando, aunque su hijo no pudo verlo. Elena abrió la puerta de la habitación de matrimonio que compartía con su marido y lo vio allí, leyendo aquel diario que tanto odiaba la madre de Mihael. 

-Marcus... deja ese estúpido diario de una vez-.

Marcus tardó en reaccionar, pero miró a su mujer con una cara de enfado que Elena reconoció al instante.

-¡A-Ah! ¡P-Perdón!... N-No era mi intención que...-.

Marcus se controló y cerró el diario.

-No... lo siento... soy yo, es mi culpa... no termino de asumir que nunca lo pudimos encontrar...-. Marcus se levantó y se acercó a su esposa, agarrándole de las manos. -Si tuviéramos ese tesoro en nuestro poder... ¡No tendríamos que hacer esto!-. Exclamó, provocando con sus palabras que la intensidad del llanto de Elena aumentara. -Por favor, Sonček (rayito de sol en esloveno), no me hagas llorar a mi también-.

-P-Pero es que...-.

Marcus apretó su agarre aún más, volviéndolo más firme, intentando proteger a su esposa, manteniéndola a ella como segunda prioridad después de él. Por mucho que quisiera a su hijo, él no puede obviar que su mujer Elena fue su acompañante en la mayor parte de su vida. Las aventuras que vivieron juntos fueron incontables, y las consecuencias de esas mismas aventuras fueron nefastas, como por ejemplo, la enfermedad terminal que Elena adquirió, y que la mataba poco a poco.

-*¡Cof cof!*-.

-¡Elena!-. Marcus se sorprendió mucho más. Se dio la vuelta y cogió su pañuelo de seda, con el cuál limpió la sangre que su mujer había expulsado al toser. -¿¡Te has tomado tus pastillas!?-. Preguntó Marcus muy cabreado.

-Se... Se me han acabado...-. Desveló, sorprendiendo mucho a su marido.

-¿¡Y no me lo dices!? ¡Joder Elena! ¡No me lo puedo creer!-. Exclamó furioso, lanzando el pañuelo hacia la ventana de la habitación, justo detrás de él. Lo lanzó con fuerza y rabia, para desahogarse un poco. -¡Maldita sea! ¿¡Ves!? ¡Por eso no podemos ocuparnos de...!-.

Marcus cogió aire y suspiró. Necesitaba calmarse.

-Entre los medicamentos... la operación que hay que pagarte, todo el tratamiento, el alquiler del piso... Todo esto es...-. Marcus tragó saliva. No podía aguantar el agobio que llevaba y la carga que sostenía entre sus hombros. No estaba preparado para esto. Se sentó en su cama, cogiendo sus zapatos y parándose a observarlos por un momento. -No puedo hacer esto... No puedo...-.

Marcus se tapó la cara con sus manos. Elena se quedó sin hacer nada, ahí de pie, cual florero. No sabía como reaccionar en estos momentos de debilidad de su marido, al cuál siempre había visto como alguien duro y rígido, inquebrantable tanto física como anímicamente. Pero no todos están hechos de duro acero. Al contrario, solo pocos pueden soportar todo lo que se les viene encima sin derramar unas cuántas lágrimas.

-Mi padre...-. Susurró. -Si me viera... Estaría decepcionado de mi...-. Marcus se limpió las lágrimas, y sin más dilación, comenzó a ponerse los zapatos.

-M-Marcus... Seguro que... ¿Estamos haciendo lo correcto?-. Preguntó Elena, con el corazón completamente destrozado.

-Ya te he dicho que sí... Es la única solución-. Dijo Marcus, poniéndose los zapatos. -Dar a este niño ya es demasiado tarde, es muy mayor como para darlo en adopción. Es la única opción que tenemos-. Marcus terminó de atarse los cordones, y se dirigió al armario para coger su chaqueta.

-P-Pero...-. Elena comenzó a llorar. -¡A-Ah!-. Marcus negó, y se dirigió a abrazarla.

-Tranquila... Todo estará bien-. Le frotó la espalda y la cabeza, dándole un beso en la frente. -Sé que podremos sobrevivir sin él, tampoco hemos pasado tanto tiempo con él, ¿No?-. Preguntó Marcus, intentando tranquilizarla.

-Soy una persona horrible...-. Dijo, y el rubio negó.

-Estaremos bien-. Le cogió de la barbilla, y ella sonrió levemente.

-Su-Supongo-.

Marcus volvió a plantar un beso en su frente, y después se puso su chaqueta, para acto seguido salir de la habitación.

-¿¡Quién se va a comer unas buenas pizzas!?-. Preguntó Marcus, sonriente.

-¡Yoooo!-. Contestó el pequeño Mihael.

-¡A-Ahhh!-. Su madre reanudó su llanto, sin poder evitarlo.





Los 3 caminaban por la calle, Marcus estaba completamente serio, mientras que Mihael daba saltitos, cogido de la mano de su madre.

-¡Pizza, pizza pi-pi-pizza!-. Mihael sonreía. Por aquella época solía ser muy feliz, pero, no sabía que ese día, todo iba a cambiar. -¡Pizzaaaaa!-.

-¿De qué la vas a querer, cielo?-. Preguntó su madre, intentando fingir la tristeza de su interior.

-¡Mmmm, de todos los sabores!-. Dijo el glotón de su hijo.

-No puedes, hijo, solo tenemos dinero para una pizza por cabeza-. Contestó su padre.

-¡Jo!-. Se quejó el niño. -¡Pues entonces, hawaiana!, ¡Mmmm, siii, hawaianaaaa!-. Mihael se relamió los labios.

-Hm, bien-. Sonrió Marcus, y entonces, miró a su mujer. Los dos mantuvieron la mirada un rato, y asintieron. -Elena, ¿Has visto esa tienda? Parece que venden cosas muy interesantes-. Preguntó Marcus, señalando una tienda de la acera del frente.

-¡S-Sí, que... que guay!-. Fingió Elena.

-Vamos a verla-. Propuso Marcus.

-¡Vamos a pedir algo a esa tienda, tú quédate aquí hijo mío!-. Dijo Elena, soltando la mano de su hijo y yéndose corriendo junto con su marido.

-¿Eeeeeeh?-. Mihael se sorprendió. -¡P-Perooo!-. Mihael miró a los lados. La gente inundaba la acera. No eran tantas personas, pero para aquel niño de tan corta edad si lo eran. Era como si un mar de gente le estuviera impidiendo llegar hacia sus padres. Como si la corriente del destino le llevara hacia su final.

-¡Mamá, papá!-. Estaba empezando a ponerse nervioso. Tenía miedo. Y cuando Mihael se ponía nervioso y tenía miedo, lo que hacía era llamar a sus padres. Los llamaba y llamaba... Pero ya los había perdido de vista. 

-¿¡M-Mamá!?, ¿¡P-Papá!?-. Mihael tragó saliva, y miró a todos lados. -¿¡Ho-Holaaa!?-. Alguien se chocó contra Mihael, tirándolo al suelo. -¡Ah!-. Mihael se cayó, haciéndose daño. -¿¡HOLAAA!?-. Gritó con todas sus fuerzas, pero había mucha gente en la calle. -¡AYUDAAAA!-. Gritó el rubio, pidiendo ayuda.

Lágrimas comenzaron a brotar en su cara.

-¡POR FAVOR QUE ALGUIEN ME AYUDE!-. Gritaba Mihael, suplicando ayuda.

-¡Eh, tú, niño, ven aquí!-. El niño escuchó esa voz proveniente de un callejón.

-¡A-Ah!-. Rápidamente, el niño se levantó, y se fue corriendo hacia aquel callejón, donde se encontró a un vagabundo.

-¡J-Ja, holaa!-. Dijo este, sonriente.

-A-Ahhh...-. Mihael estaba asustado.

-¿Te has perdido, niño?-. Preguntó el vagabundo.

-¡N-No, no me he perdido, solo que...!-. Mihael miró hacia atrás, y comenzó a llorar. -A-Ahhh...-. Apretó sus puños, y se mordió el labio. -Me... Me han dejado tirado...-. Dijo, y miró al suelo. -Me han abandonado...-. Mihael se miró las manos. -¿Po-Por qué?-. Preguntó, llorando a más no poder. -¡A-Ahhh!-. Comenzó a limpiarse las lágrimas.

-¡Que niño más tonto, te han dejado tirado!, ¿¡Así como así!?-. Mihael miró al vagabundo.

-Y-Yo...-. El rubio tragó saliva.

-¡Que débil eres!, ¡Afronta las cosas, encáralas, sé fuerte, que les den a tus padres!-.

Mihael tragó saliva.

-¡C-Cállate, ellos me quieren, volverán a por mí!-. Dijo el niño, negando la realidad.

-No, niño... Nadie volverá a por ti. Nadie quiere volver a por ti-.

El rubio comenzó a sentir su corazón desquebrajarse.

-¡BUAAAAAAH!-. Comenzó a llorar muy fuerte.

-¡E-Eh, si dejas de llorar, te llevaré a casa!-.

Mihael se limpió las lágrimas, y miró al vagabundo.

-¿¡P-Pero qué dices, borracho!?-. Preguntó Mihael. -¡Ll-Llévame a comisaría!-. Dijo el rubio.

-¿No sabes donde vives?-. Preguntó el vagabundo.

Mihael tragó saliva.

-N-No...-. Mintió. -Llévame a la comisaría más próxima, por favor-. Pidió.

-Anda, vamos. Me sé el camino de memoria-. Dijo el vagabundo, levantándose del suelo y ofreciéndole la mano al pequeño niño.

El rubio le aceptó la mano con mucho asco, y se dirigió hacia la comisaría con el vagabundo.

Después de un tedioso viaje, llegaron, y el vagabundo dejó al niño en la puerta de la comisaría.

-¡Nos vemos niño abandonado!-.

Mihael frunció el ceño.

-¡C-Cállate!-. Ordenó Mihael.

Un policía abrió la puerta de la comisaría, y vio al pequeño niño.

-Niño, ¿Te has perdido?-. Preguntó el policía, y Mihael miró a aquel agente.

-No...-. Mihael tragó saliva. -Me han abandonado-. Dijo, con una lágrima corriendo por su ojo.

El policía salió de la sala.

-Dice que no sabe como se llaman sus padres, y que no sabe donde vive-. El otro agente negó.

-Es un mentiroso, es obvio que no dice la verdad-. Dijo el policía, frotándose la barbilla.

-¿Qué hacemos?-. Preguntó el policía.

-Hazle el examen, yo llamaré a W-. Asintió.

El policía entró a la sala, y vio a Mihael.

-Escucha chico, te hemos preparado unas actividades para que pases el rato, ¿Entendido?-. El niño asintió, y el policía le entregó un bolígrafo. -¿Prefieres hacerlo en lápiz?-.

El rubio negó.

-Bien-. El policía se dirigió hacia la puerta. -Tienes 10 minutos-.

Mihael se confundió, pero no le dio importancia. El policía salió.

-Ya estoy aquí-. Dijo. Venía con una gabardina y un sombrero.

-Bien, W, hemos encontrado un posible candidato-. W asintió.

-¿Está haciendo el examen?-. Preguntó.

-Sí, lleva 5 minutos. Le hemos puesto el más difícil creo, pero bueno, tampoco tenemos muchas esperanzas en él-. Dijo el agente.

-No se sorprenda si resulta ser un genio, señor agente-. Dijo W, sonriente.

Mihael salió de la sala.

-Ya he terminado vuestra estúpida prueba-. Mihael arrojó las 5 hojas al agente. -¿Me van a ayudar, o ahora me van a obligar a hacerles su trabajo?-. Preguntó el rubio, cruzado de brazos.

El policía cogió rápidamente las hojas del examen.

-¡Roy, trae el solucionario!-. Pidió el agente, y Roy, rápidamente, le dio el solucionario. El policía comparaba ambos exámenes, y... -¡E-Es increíble, está todo bien, no hay ningún fallo!-.

W, se acercó a aquel niño, y se quitó el sombrero, revelando que era un hombre de unos 40 y pico de años.

-Hola joven, me llamo Watari, ¿Y tú?-. Preguntó Watari, sonriente.

-¡A usted que le importa!-. Dijo el rubio.

-Te vas a venir conmigo, te llevaré a tu nuevo hogar-. Dijo Watari.

-¡Usted no me llevará a ningún lugar!-. Dijo Mihael, quejándose.

-Vamos, te llevaré en limusina, y te daré un dulce. Allí harás muchos amigos-. Dijo Watari.

-Aghj...-. El rubio vio que no tenía más opciones, así que, en contra de su voluntad, se dirigió junto con ese hombre, hacia afuera de la comisaría.

Watari, antes de salir, habló con el policía.

-Trátele bien, W, según nos ha dicho, sus padres le han abandonado-. Dijo el policía.

-No se preocupe. Nosotros nunca le abandonaremos-. Watari sonrió, y salió de la comisaría.

Mihael se subió a la limusina, y se cruzó de brazos. Watari subió, y se sentó enfrente suyo.

La limusina arrancó, y el camino, comenzó...

Mihael recordó todos los momentos con sus padres..., Y no pudo evitar soltar unas cuántas lágrimas...

Watari torció el labio.

-No te preocupes joven-. Dijo Watari. -Toma, una piruleta-. Mihael frunció el ceño.

Ahora mismo, odiaba todo.

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