Sin vuelta atrás; EP Nº2 [El abandono] Inferioridad
-*¡Cof cof!*-.
Se tapó con la manta para que el frío no le afectara tanto. Quería tener la ventana abierta para que entrara la gélida brisa de la noche, pero no quería pasar tanto frío, por lo que se arropó con la manta de la cama de su nueva habitación en el orfanato. Cuando se sumergió en el sueño, o más bien, en el recordatorio... Comenzó otra de sus peores noches.
-¿Sabes qué, hijo mío?-.
Mihael miró a su padre con una mueca de tristeza. Los dos, en el tejado de la casa donde vivían, compartían un bello momento padre hijo. Marcus tomando una cerveza, y Mihael un refresco.
-Has hecho bien. No pasa nada con que hayas quedado segundo-.
Le revolvió los rubios cabellos que había heredado de él, y el hijo agachó la cabeza.
-El segundo puesto es para perdedores... tú mismo lo dijiste...-.
-¿Eh?-.
Mihael alzó la cabeza y la ladeó para ver a su padre.
-Te escuché decírselo a mamá...-.
Marcus suspiró.
-Ahhh... lo siento, a veces hablo sin pensar... pero Mihael, estabas compitiendo contra personas adultas, suficiente con que hayas quedado segundo-.
-¡Eso no sirve!-.
Mihael se levantó bruscamente.
-¡Si no quedo primero, nunca podré ayudaros para que consigáis más dinero!-.
Marcus tragó saliva.
-¿Para qué queremos más dinero?-. Preguntó Marcus sonriente. -Nos va bien... todo nos va perfecto-.
-Lo escuché...-.
-¿Eh?-.
-Te han despedido... de tu trabajo como ingeniero... y ahora no tenemos para pagar el tratamiento de mamá...-.
Marcus apretó su cerveza de la rabia que le causó escuchar aquello.
-¿Q-Qué...?
-¿Va... va a morir? ¿¡Mamá va a morir!?-. Preguntó el hijo con los ojos cristalizados.
Marcus se levantó rápidamente y tiró su cerveza violentamente, estampándola contra el tejado.
-¡A-Ah!-.
-¡Es de mala educación escuchar las conversaciones de los adultos! ¡Niñato malcriado!-. Exclamó Marcus muy furioso. -¿¡Cómo se te ocurre!?-. Preguntó, poniéndose rojo de la ira.
-¡P-Pero papá, yo solo quiero ayudar! ¡Tú mismo lo dijiste! ¡Soy superdotado!-.
-¡Eres solo un estúpido niño!-.
*¡PLAF!*
-¡AH!-.
Mihael se cayó a causa de la bofetada que había recibido por parte de su padre.
-¡A-Ahh...!-. Mihael tragó saliva, muy asustado.
-Mmmgh...-.
Marcus se intentó calmar, frotándose la sien con delicadeza.
-A tu habitación... Ya-. Ordenó. -¡¡¡YAAAAAAA!!!-.
-¡A-Ah!-.
El pequeño se levantó y se fue corriendo a bajar del tejado para irse a su habitación. En aquel momento se asustó mucho de su padre, pero Mihael entendió que toda la culpa había sido suya, y que no debía escuchar las conversaciones entre adultos, que era una falta de respeto. No lo volvería a repetir, no volvería a suceder, y así, no decepcionaría a su padre.
-Lo siento papá...-.
Mihael se tumbó en su cama y se hizo una bola tapado entre sus mantas, abrazándose así mismo.
-Perdóname papá...-.
-M-Mghh...-.
De nuevo, el recordatorio había afectado a Mello mucho más que los de cualquier otro día.
-Perdóname papá...-.
...
-Por no ser suficiente...-.
[LUNES, DE NUEVO]
Ya no hay vuelta atrás.
Ya no se puede remediar lo que ha pasado, las heridas se quedarán en él para siempre, dentro de su corazón, aunque cicatricen, el dolor seguirá permanentemente para siempre, pero no puede permitir que algo tan superficial le deje pisoteado. No podía permitir que sus enemigos pudieran reírse de él por lo que estaba sufriendo, sus padres le habían abandonado, y lo habían dejado en la calle, tirado como escoria, ¿Por qué?, ¿Acaso no valía como hijo?, ¿Acaso hizo algo mal?
-Ah..., Ah...-. Suspiraba porque no podía hacer otra cosa, suspiraba porque las palabras no le salían, suspiraba porque no quería hablar con nadie, porque estaba agobiado, porque en su mente solo veía aquel abandono, la escena, aquellas palabras...
-¡Vamos a pedir algo a esa tienda, tú quédate aquí hijo mío!-. Esas fueron las últimas palabras de su madre, su padre ni siquiera le miró a la cara cuando le dejaron tirado en aquel callejón, con aquel vagabundo, que tuvo que llevarle a la comisaría. Aunque ni sabía como moverse de lo borracho que iba aquel hombre.
-No te preocupes joven-. Le dijo aquel hombre, que estaba enfrente suya, sentado en el asiento de cuero negro que tenían todos los asientos. ¿Por qué tanto lujo?, ¿Por qué tanta amabilidad?, No lo conocían, no tenían porque ser amable con él, no lo entendía, y creo que nunca lo entenderá. -Toma, una piruleta-. Le extendió la mano, y le entregó una piruleta de color blanca, con el típico patrón de caracol de color rojo.
No la aceptó, es más, la tiró de un manotazo. Aquel hombre se sorprendió, él sabía como comunicarse con los niños, siempre había funcionado el típico truco de la piruleta para calmarlo, pero suponía que una simple piruleta no iba a calmar a ese niño, es más, ya lo notaba raro desde que lo vio por primera vez, este chico no era como cualquier otro, era diferente, y se notaba en su expresión, en su compostura, en sus reacciones. No preguntaba porque estaba traumatizado, pero todo el mundo preguntaba, y el chico quería respuestas, pero para eso, necesitaba poder mentalizarse, para poder preguntar todo lo que él quería.
-¿Que..., Que vais a hacer conmigo?..., ¿A donde me lleváis?-. Sin ninguna duda, era especial..., No cualquier chico de 5 años hablaría de aquella forma, se le notaba más avanzado a su edad, será un candidato perfecto.
-A un orfanato-. Sonrió, cogiendo la piruleta, y guardándosela para más tarde en su bolsillo del esmoquin. -Allí podrás tener una vida normal-.
Seguía suspirando pesadamente, él no quería una vida en ese estúpido lugar, él quería seguir con sus padres, volver atrás, y remediar el error que hizo, si es que hizo alguno...
No lo volverá a permitir, la próxima vez que se le presente una situación similar, debe actuar lo más rápido posible, debe hacerlo, porque sino, el error puede ser fatal, debía actuar y pensar al mismo tiempo, ejecutar todo lo más deprisa posible, sino, las consecuencias de tardar un segundo más, podrían ser fatales.
-¿Y ya está?, ¿Nada más?, ¿Así de fácil?-. Preguntó, queriendo saber por qué tenía que haberle pasado a él, por qué se sentía tan inferior a todo a su alrededor. A sus padres, al vagabundo que le trajo a la comisaría, al policía que hizo unas llamadas y se ocupó unos minutos de él, el que le trajo a esta limusina, y al hombre que le ofreció la piruleta. -¿Y si me niego?-. Realmente no quería llegar al destino a donde iba, ¿Y si era una trampa?, No podía fiarse de nadie.
¿Y si no quiere vivir allí? Y no quiere, realmente, no le apetece ir allí, no le apetece nada en realidad, solo dormir profundamente para siempre, no tenía nada más que hacer en su vida, y eso era escusa para dormir y no despertarse más.
-No puedes. Eres menor, y la policía nos ha dejado la responsabilidad de cuidarte, sería nuestra culpa si ahora te vas, ¿Lo entiendes?-. Mihael lo entendía, pero le daba igual, ¿Porqué él ahora, con todo lo que está sufriendo, debe pensar en si ellos son afectados si él se escapa?
Se quitó el cinturón, y rápidamente, se dirigió a abrir la puerta, pero esta estaba cerrada con seguro, así que se lo quitó. Antes de siquiera poder tocar el pomo de la puerta de la limusina, fue agarrado por aquel hombre mayor.
-¡No me toques, suéltame!-. Gritó repetidas veces, moviendo sus brazos y piernas aleatoriamente, sin pensarlo demasiado.
Le dejó en el asiento de antes, y este refunfuñó.
-Grrrrrr-. Ahora estaba cabreado, le había vencido un anciano, aquello era inaceptable. Le abrochó el cinturón, y le tocó la cabeza. -¡No me toques!-. Repitió, queriendo dejarlo claro.
-Toma-. Sacó chocolate de su esmoquin. -¿Te gusta más que la piruleta?-. Miró atentamente el chocolate, envuelto en papel de plata. No era de ninguna marca en especial, simplemente era de marca blanca. Se lo arrebató fácilmente de las manos, y lo abrió.
El anciano sonrió. Aquel era el truco, le gustaba más el chocolate que la piruleta, ya lo entendió.
Mordisqueó el chocolate, y arrancó una onza.
-¡Hm!-.
El viaje continuó más tranquilo. El chico engullía su chocolate, y el anciano miraba al frente, observando lo bonito que era su trabajo, y que algún día, todo el esfuerzo y dedicación, daría frutos.
-Señor, ya hemos llegado-. El conductor avisó de aquello, aunque él ya se había dado cuenta.
-Bien, quédese aquí-. Cogió el paraguas, una especie de maletín, y abrió la puerta para salir. -Sígame por favor, señor-.
Rodó los ojos, molesto de que sea tan educado.
Bajó de la limusina, y se terminó su chocolate. Se limpió con la manga de su camiseta, y se metió debajo del paraguas. El anciano comenzó a caminar, y no tenía otra opción que seguirlo para no mojarse en la lluvia. Un camino de arena les llevó a una verja enorme y dorada, donde había una W bañada en oro arriba del todo. En las pequeñas fronteras que delimitaban el interior y exterior del orfanato, en la izquierda, había colgado un cartel donde dejaba claramente el nombre de aquella institución.
-¿Hm?-. Lo miró atentamente. "Wammy's House".
-Vamos señor-. Miró al anciano de nuevo, y le siguió de nuevo.
Siguieron más su camino, y se adentraron por fin en el dichoso orfanato. Cuando llegaron a la entrada, les estaba esperando otro anciano, pero este un poco más joven que el anterior. Tenía poco pelo, y era de color gris. Vestía un traje color café, y llevaba unas gafas circulares, para ver de cerca suponía el chico.
-Encantado, soy Roger, el director del orfanato-. El chico prefirió no decir nada, y dejar que todo ocurriera como debía ocurrir. -¿Cómo estás?-. Preguntó arrodillándose a la altura del chico.
Mihael prefirió no responder a aquello.
-Tranquilo, no te preocupes-. Roger se levantó. -Ven, sígueme-.
-¿Otra vez?-. Preguntó, harto de tener que seguir a la gente.
Pero no tuvo otra que seguirle, al menos así observaba lo que sería su casa en estos tiempos.
Miraba las paredes de color marrón, y algunos detalles en verde, aquel sitio era enorme, y habían muchas puertas, demasiadas habitaciones, muchos niños...
Cuando llegó a lo que parecía el despacho del director, este se sentó, y le sacó una tarjeta.
-Toma, esta es tu habitación-. Le dio el papel, la habitación M2, y este se confundió, ¿Había venido aquí solo para eso?
El anciano que estuvo desde la limusina, también les había seguido, y llevaba un maletín, maletín que el chico ni siquiera se fijó en él en ningún momento del viaje, que extraño, no le suena haberlo visto en ningún momento. Lo puso en la mesa, y lo abrió, era un portátil, el cuál también abrió, y después de unos segundos, apareció un mensaje por correo.
-Hola, estás aquí por una razón especial, si quieres conocer la verdad, solo debes aceptar que eres capaz, y que quieres saberlo todo sobre lo que es esto, en caso de que quieras saberlo, deberás guardar el secreto de puertas afuera hacia el orfanato, en caso de que no estés capacitado, vete-.
El chico leyó todo aquello, ¿Acaso se estaban riendo de él?, ¡Claro que era capaz de saber toda la verdad!, Es más, ¡Quería saber la verdad!, Se la estaban ofreciendo en bandeja, ¿Por qué rechazarla?
-¡Claro que estoy listo para saber la verdad!-. El entusiasmo del chico impresionó a Roger, pero no a Watari, ya que ya comenzaba a entender al nuevo chico que había llegado.
-De acuerdo, emitiremos contacto con L-. Roger dio un pequeño aplauso, y el vídeo se reprodujo al instante.
-¿Qué?-. Preguntó el chico.
Apareció un fondo blanco con una letra en una tipografía gótica. La letra en cuestión era la L.
"L"
-Encantado de conocerte, yo soy L. Soy el mayor detective del mundo, y tú... podrías llegar a ser como yo, Mihael Keehl-.
La voz estaba modificada para que fuera irreconocible.
Mihael se quedó pasmado.
-¿Qué?-. Preguntó de nuevo, sin saber que hacer o decir.
-A partir de ahora, no se te podrá conocer por tu verdadero nombre-. Informó. -A partir de ahora eres un sucesor de L. Mi sucesor, y te llamas...-.
-Mello-.
[...]
-¡AH!-.
Mello se sobresaltó y se tocó el corazón instintivamente. Notaba como palpitaba a velocidades muy altas. Poco a poco se iba calmando más y más. Mello entonces miró hacia su derecha. En la mesita de noche había una barra de chocolate a medio terminar. Mello estiró su brazo para alcanzarla, y le quedaba bastante poco para hacerlo, pero se rindió, y dejó de hacer fuerzas y de ejercer tensión en cualquiera de sus músculos. Simplemente se dejó vencer por el sueño, y cayó de nuevo en uno de sus dolorosos recordatorios que le decían:
Estás solo.
Y lo estaba.
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