33 [Editado]
Canción: Flashlight - Jessie J.
***
KARA
Sus ojos se ampliaron cuando me vio incorporarme; el embarazo era más que notable. Un millar de emociones pasaron por su rostro, pero no alcancé a descifrar cuál era la más destacada de todas. Me acerqué con cuidado, como si él fuera un asustado animal herido y yo temiera que fuera a huir o atacar en cualquier momento. Me sentía inquieta, nerviosa y extrañamente aliviada por lo que venía. Sabía que iba a resolver este tema de una vez por todas, que cambiaría de página y empezaría un nuevo capítulo en la historia de mi vida.
Su mirada me cuestionó cuando me detuve a solo un par de pasos de distancia. Sus ojos vagaron por mi rostro en busca de... algo, y yo aproveché la ocasión para estudiarlo de regreso.
Hacía alrededor de cuatro años que no lo veía y en ese tiempo había cambiado bastante. Sus rasgos habían terminado por volverse más angulosos y el rostro aniñado que alguna vez tuvo había desaparecido sin dejar rastro alguno. Sus ojos eran duros, transmitían mucho dolor y me pregunté si él habría sufrido más después de la pérdida de Kayla. Me pregunté si yo habría tenido esa mirada alguna vez; esa que parecía desolada y sin esperanzas.
Había llegado a sentirme así alguna vez no hacía mucho tiempo atrás, pero verlo en alguien más, en Beck precisamente, me hacía reflexionar.
El corazón me dolió por él. Me dolió porque siempre había sido un buen chico y no merecía nada malo. Sin embargo, no siempre se obtiene lo justo. La vida no siempre te da lo que mereces; a veces te manda lo que necesitas. Tal vez ambos necesitábamos lo malo en nuestra existencia para aprender a no rendirnos. Tal vez requeríamos sentir la pérdida, el dolor y la angustia para volvernos inmunes a las cosas sin importancia. Tal vez precisábamos de los obstáculos para obtener resistencia.
De repente recordé esas ocasiones cuando, al borde de la locura, pedía al cielo con desesperación, a Dios, a la vida, a quien fuera que me escuchara, que, por favor, acabara con mi sufrimiento. Siempre pensaba que no era escuchada. Sentía que era el pago por todo lo malo, mi castigo, mi condena; no obstante, viendo a esos días pasados, pude darme cuenta de que tal vez no recibí lo que pedía, pero sí lo que me hacía falta. Fuerza. Cada prueba, cada dificultad, cada suceso doloroso, me hizo más fuerte; e incluso cuando llegué a pensar que no podía más, que me quebraría, logré resistir y había conseguido seguir adelante.
Me obligué a sonreír algo temblorosa cuando me di cuenta de que Beck me seguía observando impertérrito y que no sería él quien hablaría primero. Acomodé un mechón de cabello tras mi oreja después de tomar una profunda respiración y lo vi seguir el movimiento de mi mano.
—Hola, Beck —murmuré—. Tiempo sin verte.
Una de las comisuras de su boca se estiró cuando sus ojos se volvieron a encontrar con los míos. Asintió con educación.
—Kara. —Su voz profunda no había cambiado para nada—. Te ves bien —dijo. Hizo un gesto con su cabeza hacia mi vientre redondo y llevé una mano a ese lugar sin pensarlo.
—Gorda, querrás decir.
—Radiante —corrigió. Tragó saliva con dificultad y desvió la mirada, entonces dejó escapar un largo suspiro—. ¿Nos sentamos? —cuestionó en voz baja. Ladeó su cabeza para señalar la mesa en la que había estado sentada y yo moví la cabeza de acuerdo—. Así que, ¿todo va bien en tu vida? —preguntó una vez que tomamos asiento. Solo pude reír.
¿Qué podía decirle? No iba a contarle todo el trágico camino que había tenido que recorrer para poder llegar hasta donde me encontraba entonces, así que tomé su pregunta literalmente y asentí.
—Todo va muy bien. ¿A ti qué tal te ha ido? —quise saber—. Te ves... mayor.
Una risa sincera brotó de su pecho y causó que sus ojos se achicaran y unas tenues arrugas los rodearan en las esquinas. Seguía viéndose bien.
—Me siento mayor —confesó divertido. Sacudió la cabeza en medio de un suspiro y se pasó la mano por la mandíbula—. Las cosas han sido... complicadas, supongo, pero todo ha ido bien. Estoy aquí, ¿no? Vivo, sano...
—¿Feliz? —me atreví a preguntar. Sus ojos serios se encontraron con los míos y de repente me sentí insegura.
—¿Y tú? —cuestionó.
—Lo intento.
—Yo también —respondió luciendo cansado de repente—. Siempre he pensado en lo que te diría si volvía a verte, pero ahora que te tengo enfrente... no sé. Siento que ninguna palabra es la correcta. Siento que nada de lo que pueda decirte va a ser suficiente para disculparme por lo último que te dije cuando...
—Entiendo —interrumpí.
—No, no entiendes, Kara. Yo...
—Estabas herido, Beck —dije escuchando cómo se me quebraba la voz. Años habían pasado, pero seguía doliendo como si el tiempo no hubiera transcurrido. Supongo que, en mi interior, muy dentro de mí, el tiempo no había pasado; las heridas no habían sanado—. A veces, cuando tenemos miedo o estamos sufriendo, decimos cosas que no queremos decir, cosas de las que nos arrepentimos después. Lo he aprendido —dije con una sonrisa triste—, así que no te preocupes. De verdad entiendo —le aseguré.
Quise tranquilizarlo porque, a pesar de que sus palabras me habían hecho dudar de mí durante mucho tiempo, no quería que sufriera lo que yo. Me había lastimado, pero quería que siguiera adelante; que se perdonara, que su conciencia lo dejara tranquilo. Vivir con el sentimiento de culpa era horrible. Era como una sombra siguiéndote a todas partes, un manto asfixiante del que no te podías deshacer por más que lo intentaras. En ocasiones tu propia mente podía ser tu peor enemiga, el remordimiento de conciencia su mejor arma.
Beck tomó un profundo aliento al escucharme terminar de hablar y cerró los ojos haciendo una mueca de dolor.
—Kayla... Lo de ella no fue tu culpa. Quiero que lo sepas, yo no debí hacerte creer lo contrario. Estuvo fuera de tu control, de nuestro control, y yo no debí... —Pasó ambas manos por su rostro y negó visiblemente alterado—. Nada fue tu culpa y yo debí de haberme asegurado de que lo supieras. Debí haberme quedado a tu lado y apoyarte. Debí...
—Éramos solo unos niños —susurré, excusándolo.
Él rio sin humor al oírme, como si no quisiera aceptarlo, como si quisiera seguir culpándose. Sin embargo, después de algunos segundos, exhaló pareciendo cambiar de opinión.
—Sí, supongo que tienes razón. —Ambos guardamos silencio durante un largo instante, cada uno perdido en sus pensamientos—. A veces... A veces me pregunto qué habría sido de Kayla si no hubiera pasado todo aquello. Si habríamos sido buenos padres o si... O si habríamos fracasado. Si habríamos sido igual que nuestros padres con nosotros —murmuró.
Rio sin humor sacudiendo la cabeza, pero yo me quedé pensando en aquello.
«Igual que nuestros padres...».
No. Como ellos jamás habríamos sido, estaba segura de ello. Para nosotros lo más importante siempre fue ella, todo lo demás quedaba en un segundo plano. Ella pudo haber tenido una familia completa, una vida feliz, unos padres que la habrían amado sin igual..., pero la vida nos la arrebató sin compasión. Y era por eso, porque lo sabía, porque siempre lo había sabido, por lo que me dolía más que nada la partida de Kayla.
El mundo se privó de ver crecer a una hermosa y maravillosa niña... y sus padres nos privamos de la felicidad por mucho tiempo después de su marcha.
Me mordí el interior de la mejilla al sentir un nudo en la garganta.
—Lo habríamos hecho bien —dije con voz ahogada—. La amábamos, hacíamos todo lo posible para darle lo que necesitaba. Creo que en ese corto tiempo lo hicimos mejor de lo que nuestros padres lo hicieron, ¿no crees?
Lo vi morderse la esquina del labio y supe que se estaba conteniendo también. Sus rápidos parpadeos me mostraron que seguía sufriendo con el tema tanto como yo.
—¿Te sigue doliendo? —preguntó con la respiración acelerada. Parecía estar haciendo lo posible por no echarse a llorar.
—Sí —admití en un hilo de voz—. No creo que deje de hacerlo en esta vida.
Beck asintió recuperando la compostura y aclarando su garganta.
—Entiendo. Yo creo lo mismo, pero... ¿sabes? Nunca te dije lo buena madre que eras. Debería de habértelo dicho. Y sé que lo serás para quien viene en camino —dijo cabeceando hacia mi vientre, refiriéndose a Ander—. Diste lo mejor de ti anteriormente y lo harás de nuevo. Tú no eres como tu madre, Kara. Tú ves primero por las personas que te importan y luego por ti. El padre es afortunado de que seas tú quien lleve su hijo —concluyó estirando su mano y dándome un apretón en la mía.
Sonreí al escucharlo. Tuve que hacerlo porque si no iba a ponerme a llorar y no era algo que quisiera en ese momento. Mi sonrisa era amplia, demasiado, y sentí que las lágrimas colgaban ya de mis pestañas inferiores. Sus palabras, las hormonas del embarazo, el cierre que necesitábamos... Todo eso junto era la combinación perfecta para ponerme sentimental.
Lo que siempre había querido oír de Beck, del padre de Kayla, del primer hombre que quise y el único que me comprendía en lo que era la pérdida de una hija, ahora estaba saliendo de sus labios y nada hubiera podido lograr el sentimiento que sus palabras despertaron en mí. Una sensación de liberación.
Fue como si me hubiera soltado unas cadenas que yo no sabía que me ataban manteniéndome en el pasado, que me impedían avanzar en la medida justa y necesaria.
—Espero que te vaya muy bien con tu familia —susurró. Volvió a darme un apretón en la mano y luego se puso de pie—. Yo... tengo que irme. Solo venía por un café y después regresaré a la oficina. —Ahí, parado frente a mí, sonrió con ternura y melancolía—. Te irá muy bien en la vida —aseguró en voz baja y yo decidí creerle.
—Cuídate, Beck —pedí.
—Y tú.
Se acercó a besar mi mejilla y entonces lo vi alejarse hacia el mostrador. Ni siquiera me di cuenta de que seguía sonriendo hasta que giré el rostro un poco y vi mi reflejo en la ventana.
Estaba feliz. Estaba muy feliz y tenía ganas de llorar y reír al mismo tiempo. El fin de mi eterno suplicio había llegado con esa charla que tanto había necesitado y ahora me sentía capaz de hacer cualquier cosa.
Enterré mi rostro entre mis manos cuando el sentimiento fue demasiado intenso y me permití llorar un poco. Ni siquiera sabía por qué lo hacía, pero no era algo que pudiera controlar. Tal vez era porque estaba siguiendo adelante y el camino se veía despejado frente a mí. No veía nubes grises ni tormentas en mi futuro cercano, y tenía fe en que así sería durante un buen tiempo. Ahora estaba de vuelta con Owen, tenía a Ander en camino y amistades verdaderas que me ayudaban y se preocupaban por mí; un trabajo que me gustaba, que me llenaba, y toda una vida por delante.
Tenía metas, ganas de vivir, energías, deseos de salir... Tenía la sensación de que la vida era buena y yo estaba anhelando vivirla.
***
—Te noto algo rara —dijo Owen tenso a mi lado en el coche—. ¿Pasó algo? ¿Está todo bien con las chicas?
Reí ante su evidente preocupación y estiré mi mano para apretar sus dedos.
—Todo bien. Todo perfecto, de hecho. —Tomé una profunda respiración y cerré los ojos—. Hoy vi a Beck en la cafetería. Hablamos. Fue... liberador.
Sus dedos se entrelazaron con los míos y lo sentí mirarme.
—¿Beck? ¿Tu ex?
—El papá de Kayla, sí.
—Oh. Y ¿qué dijo?
—Nada —dije en voz baja—. Bueno... Se disculpó conmigo. Dijo que nada había sido mi culpa. Hablamos sobre Kayla, sobre nuestros padres, nuestra vida... Al parecer también la ha pasado mal. Me deseó lo mejor contigo y Ander, y entonces se fue. No fue una gran charla, pero dijimos lo que teníamos que decirnos. Y sé que escuché lo que necesitaba escuchar.
Sentí que el auto se detenía y abrí un ojo para ver que por fin estábamos en casa. En nuestra casa.
—¿Y por eso lloraste? —cuestionó. Volví mi vista para encontrarme con sus ojos y él estiró su mano para pasar el pulgar por mi mejilla—. Tienes el maquillaje un poco corrido, me di cuenta. Y te conozco —agregó con una sonrisa—. Entraste al auto con una actitud un poco diferente y ahora sé lo que es. ¿Te sientes mejor?
Apoyé mi mejilla en su mano sin romper el contacto visual y asentí.
—Sí.
—Me alegra que hayas cerrado ese ciclo de tu vida. Ahora quiero que seamos solo nosotros, sin remordimientos ni arrepentimientos. —Quise abrir la boca para decir algo, pero entonces su dedo se posó sobre mis labios—. Sé que siempre la vas a extrañar, Kara, y que te va a doler. Era tu hija después de todo, siempre lo va a ser. No te estoy pidiendo que la olvides, solo que aceptes que no fuiste tú quien falló. Pasó y no fue tu culpa. Quiero que lo admitas para ti misma y que entonces la recuerdes solo con cariño. ¿Crees que puedes hacer eso? —preguntó con un toque de angustia en su voz, y yo no pude hacer nada sino asentir.
—Ya lo hago.
—Bien.
Sonrió entonces y bajó del auto dirigiéndose a mi lado para ayudarme a bajar también.
—Yo puedo. No necesito tu ayuda —dije riendo.
—Lo sé, pero es que me gusta tenerte cerca. —Besó la cima de mi cabeza y me llevó dentro.
Estaba acostumbrándome poco a poco a sentirlo tan cercano. Siempre atento y dulce, haciéndome sentir amada y especial. Lo escuché moverse por la cocina después de hacerme sentar en el sillón de la sala y lo imaginé preparando algo de comer. Owen creía que por estar embarazada no era capaz ya de hacer nada, aunque no voy a negar que me gustaba que me consintiera de esa manera. Totalmente podía malacostumbrarme.
Subí mis pies al sillón sintiendo cómo se hinchaban e hice una mueca. Iba a tener que hacer un montón de ejercicio para bajar de peso después del embarazo. Sin embargo, a Owen parecía gustarle mi cuerpo justo en ese momento.
Estaba mal.
Cerré los ojos y comencé a tararear una melodía que le había cantado a Kayla también. Sobé mi barriga donde Ander estaba comenzando a moverse y casi de inmediato se relajó.
«Gracia maravillosa, tan dulce el sonido.
Que salvó a un infeliz como yo.Una vez estuve perdido, pero ahora me he encontrado.Fui ciego, pero ahora veo».
Continué cantando durante un momento más hasta que escuché un pequeño ruido que me hizo alzar la vista e interrumpir la melodía. Owen estaba recargado sobre el marco de la puerta, mirándome con ojos enternecidos y una ligera sonrisa pintada en los labios.
—Cada vez que te escucho cantarle me enamoro más de ti —susurró. Se acercó con paso veloz y se acuclilló frente a mí—. Tengo tanta suerte de tenerte —dijo fascinado, entonces me besó.
Y yo estuve convencida de que la vida no podía ser mejor.
Instagram: cmstrongville
Twitter: cmstrongville
Grupo en fb: Leyendo a Cee
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro