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31 [Editado]

KARA

—¿Y cómo te sientes hoy? —preguntó Madison.

Me encontraba sentada en uno de esos cómodos sillones y tenía una tenue sonrisa pintada en el rostro. La tranquilidad en su lugar de trabajo siempre me sorprendía. Era genial ver cómo un espacio tan bien acomodado podía darte cierta sensación de paz. Tomé un profundo aliento y lo dejé escapar con lentitud.

—Bien —contesté. Ella sonrió.

Podía ver que mi contestación no era solo por decir. No era a la que todos estaban acostumbrados a pronunciar cuando se les preguntaba lo mismo. La mía era cierta por primera vez en muchísimo tiempo.

Haber despertado aquel día, hacía ya meses, al lado de Owen después de contarle todo y escucharlo prometerme que se quedaría conmigo, me había hecho sentir protegida y vulnerable al mismo tiempo. Recordar la conversación que habíamos tenido tan solo un día antes de eso acerca del hijo que esperábamos y nuestra relación, había ayudado a despejar un poco mis miedos. Había dicho que me amaba y yo... yo le había creído.

El amor no era tan fácil de fingir. No lo es. Se puede apreciar si es genuino en los gestos de las personas, en sus miradas, en sus actos y decisiones. Las palabras pueden ser vanas, sin embargo, se demuestra todo con hechos. Él me lo había demostrado y lo seguía demostrando día con día, semana con semana, mes con mes. Él había querido estar conmigo de verdad, apoyarme; había querido hacerse cargo de nuestro hijo y cuidar de él, de mí. No había fingido que todo estaba perfecto, sino que me había dejado ver que él también sentía un poco de temor. Me había infundido ánimo a lo largo de los días y se había emocionado realmente cuando escuchó por primera vez el latido de su corazoncito.

Aquel golpeteo lleno de vida fue lo que habíamos necesitado oír. Lo que yo había necesitado escuchar de nuevo para darme cuenta de que no podía seguir así, autodestruyéndome, autocompadeciéndome. Ya no era responsable solo por mí, sino por la pequeña vida que se desarrollaba en mi interior.

—Entonces voy a tomar eso como un progreso —expresó sonriente. Yo la imité.

Estaba empezando a verla más como una amiga que como una terapeuta. No sabía si expresaba el mismo interés y esas mismas ganas de ayudar a todos sus pacientes, pero me gustaba mucho que fuera tan entregada en lo que hacía. Su profesión la apasionaba; no la veía solo como una forma de ganar dinero, sino que en verdad quería socorrer a la gente que lo necesitaba. Y vaya que yo la había necesitado.

Todavía lo sigo haciendo.

—Lo es.

Miré por la ventana que daba al exterior del edificio y noté que el auto de Owen se encontraba en el estacionamiento, esperando por mí. No pude evitar sonreír levemente al ver su silueta en el interior, sus ojos cerrados y su cabeza recargada en el respaldo.

—¿Podrías decir que eres feliz? —cuestionó Madison.

Lo pensé por un momento, solo un par de segundos y entonces, todavía con algo de duda, asentí. Sin duda era más feliz que antes. Mis ganas de seguir adelante, de vivir, habían vuelto. Sonreía a menudo, mucho más cuando tenía a Owen a mi lado, y a pesar de que a veces tenía pensamientos sombríos, no dejaba que estos me consumieran. Me sentía... viva, y en gran parte era gracias a Owen.

No era que todo fuera por él.

No se trata sobre encontrar el amor y ser feliz, como si todos tus problemas se arreglaran al enamorarte. La depresión no se cura por arte de magia, el dolor no desaparece tan fácil. Se trata más bien acerca de no sentirte sola; sobre hallar a alguien incondicional que te demuestre lo valiosa que eres como persona, que te demuestre que existe alguien a quien le importas; se trata sobre poder confiar en alguien con tu vida y en que esta no te va a traicionar ni dejar. Se trata de volver a sentir que vivir vale la pena, de encontrarle sentido a tu vida, de convencerte de que no todo siempre va a ser oscuro. Se trata sobre perdonar y dejar ir; sobre dejarte ayudar.

El amor no es la luz al final del sombrío túnel. Es más bien una farola, de esas que iluminan los caminos oscuros. No es encontrarlo y que todo sea felicidad, sino caminar por un sendero en el cual no sabes si habrá baches u obstáculos que se te presenten, contando con que las farolas te alumbrarán, confiando en que te permitirán sortear las dificultades que se te presenten con su ayuda. No siempre vas a poder esquivarlas, pero sí encontrar la forma para salir de ellas. Va a haber trayectos oscuros en los que temerás caer y otros tan claros en los que no tendrás dudas. Al final, si vas tomado de la mano de la persona correcta, podrás llegar al final del camino. Tal vez no completamente ileso, pero sí completo, y eso es lo importante. Salir de la oscuridad.

Solo tienes que aceptar la ayuda que se te ofrece, tomar la mano que se te tiende.

Yo la acepté. A pesar de que al principio había creído que no la merecía, la acepté.

—Sí, lo soy —me escuché decir.

Madison volvió a apuntar algo en su libreta y luego siguió haciendo preguntas, invitándome a contarle lo que sentía, a no guardarme nada. Ya no era tan difícil hacerlo como lo era al principio. Ahora sabía que dejar al descubierto mis miedos e inseguridades, decirle mis puntos endebles, no era peligroso, no me dejaba más vulnerable ni me hacía más débil. Ella quería ayudarme, no perjudicarme.

Al finalizar la sesión, vi cómo la mirada de Mad se posaba sobre mi vientre y me di cuenta de que lo había estado acunando inconscientemente con ambas manos. Cualquiera que me viera en ese momento podría decir que estaba tratando de protegerlo de algo.

—¿Aún sigues teniendo miedo? —preguntó en un susurro.

Sabía que esta pregunta era extraoficial y por un momento opté por no responderla, sin embargo, al final me armé de valor y le dije la verdad.

—Solo tengo miedo de fallarle como le hice a Kayla.

La exhalación que salió de su boca me hizo recordar lo que ella pensaba acerca de mi mayor temor.

—Tienes que dejarlo ir, Kara.

—No es tan fácil. No es... —Recordé a Beck gritándome y cerré los ojos momentáneamente—. No es tan sencillo —susurré al borde de las lágrimas.

—Lo sé, lo sé. Pero con el tiempo lo lograrás. Yo te ayudaré a hacerlo, me aseguraré de ello.

Mis comisuras se alzaron con tristeza y asentí recobrando la compostura. Eso era algo que aún no podía superar. Había dejado casi todo atrás con el pasar de los meses al lado de Owen gracias a él y Madison, pero... no a Beck. Definitivamente, no a Kayla. A ella jamás podría dejarla atrás.

Tras una despedida y una promesa de vernos pronto, salí de su consultorio y me encaminé al auto de Owen.

***

—¿Qué quieres comer? —preguntó cerca de mi oído.

Era su día libre y, tras mi sesión de terapia, llegamos a casa para acurrucarnos sobre el sillón a ver películas. Le había ofrecido que fuéramos al lugar que deseara, sin embargo, había insistido en que solo quería pasarlo conmigo y con Ander. Tras veinte semanas de embarazo y que mi bebé por fin se dejara ver, supimos que esperábamos un niño a quien habíamos decidido llamar Ander.

Pensé en su pregunta y froté mi barriga.

—Creo que aquí tu hijo tiene antojo de camarones —gorjeé. Owen dejó escapar una risa y presionó un beso contra mi sien.

—¿Mi hijo o tú?

—Ambos —indiqué.

Otra risa hizo vibrar su pecho antes de que se pusiera de pie y tomara las llaves sobre la mesita de café.

—Bien, iré a buscar camarones. Vuelvo cuando los encuentre.

—Está bien. —Sonreí cuando se dobló por la cintura para besar mis labios y entonces caminó hacia la puerta—. Ve con cuidado.

—Lo haré, te amo.

—Te amo.

Escuché la puerta cerrarse y el motor del auto encenderse al tiempo que mi celular comenzaba a sonar. Fui a contestarlo, pero dejó de sonar antes de que lo alcanzara. Mi enorme panza me hacía demasiado lenta.

Cuando vi que era una llamada perdida de Dan, no dudé en regresar la llamada. Marqué y no tardó más de tres segundos en contestar.

¿Kara?

—Hola, Dan —saludé alegre. Caminé de nuevo hasta el sofá y me dejé caer con cuidado sobre él.

Hola, cariño. ¿Cómo estás?

Resoplé ante esa pregunta y me acomodé cuando sentí que Ander comenzaba a moverse. Siempre protestaba cuando me acomodaba de una manera en la que a él no le gustaba.

—Gorda, pero eso no es nada nuevo. Estoy muy bien, ¿y tú?

Me alegra que estés bien. Yo, genial, gracias. Oye, llamaba porque necesito hablar contigo —indicó. Eso logró llamar mi atención.

—Soy toda oídos, dime.

Uh, ¿recuerdas a Lynn? Una amiga que te presenté. Alta, morena... Su academia de modelos apenas está despegando y...

—Oh, sí —lo interrumpí. Recordaba a esa amable mujer—. ¿Qué pasa con ella?

—Bueno, lo que pasa es que querían contratar a una de sus modelos para una campaña de maternidad, pero...

—¿No tiene a nadie que encaje en el perfil? —quise adivinar. La pausa que siguió me confirmó que tenía razón.

Eres muy lista —dijo divertido.

—¿Y quiere contratarme para que la ayude?

Muy, muy lista. De verdad.

Reí ante su intento de cumplido y cerré los ojos.

—No lo sé, Dan.

¡Vamos, Kara! Solo serán un par de sesiones y ella te pagará. Tienes la experiencia y... Bueno, eres la indicada. Coméntalo con Owen si quieres y me das una respuesta luego. No tiene que ser hoy..., pero sí lo antes posible. ¿Lo pensarás? —inquirió inseguro.

Dejé escapar un suspiro muy ruidoso y dramático.

—¿Tengo otra opción?

No. —Escuché una voz femenina que parecía provenir de donde estaba Dan y pareció que él tapaba la bocina—. Escucha, tengo que irme, pero te llamaré luego. Muchas gracias, Kara.

—No hay por qué.

Me daré una vuelta por tu casa pronto. Debo seguir vigilando que Owen te trate bien. —Reí por esa declaración y mi amigo guardó silencio por un par de segundos. Cuando habló de nuevo su voz era suave y cálida—. Me alegra escucharte tan feliz. Mereces serlo.

Algo en mi interior dolió ante aquellas palabras, como si lo estrujaran en un apretado puño, y tuve que morderme el labio inferior. Incluso respirar dolía. Recordaba que antes, cuando la gente me decía que debía ser feliz, que merecía serlo, algo dentro de mí lo negaba. Había algo que me decía que merecía todo lo malo que me pasara, que no importaba cuánto intentara dejar de sufrir, nunca lo lograría porque el karma era el que se estaba encargando de que pagara todo el mal que había hecho antes.

Pero hoy sentía que sus palabras eran verdad. Que sí, merecía ser feliz, dejar de sufrir, estar bien... Que merecía que mi vida fuera buena.

Traté de tragar el repentino nudo que se formó en mi garganta y con voz ronca susurré un agradecimiento.

—Gracias. Por ser tan buen amigo y preocuparte por mí.

Siempre, Kara. Te marco luego, cuídate.

—Adiós.

Arrojé el teléfono a mi lado y agradecí al cielo por haberme dado un amigo tan incondicional como lo era Dan. No todas las personas contaban con la suerte de tener un amigo en quien podían confiar ciegamente; que los defendía con uñas y dientes. También tenía a Reil, quien se había alejado un poco de nosotros, pero con quien no perdíamos contacto.

Él llamaba de vez en cuando para ver cómo estaba, para asegurarse de que estuviera bien, feliz, y de que no me faltara nada. Y Marien... Ella seguía siendo un sol como siempre. Trayéndome de aquí para acá, emocionada porque iba a ser la madrina del bebé y porque su boda sería también dentro de poco.

Dios... cómo amaba a mis amigos.

Cerré los ojos y me acomodé para poder estar recostada sin que Ander tuviera que comenzar a patearme. Ni siquiera me di cuenta del momento en el que caí dormida, pero eso pasaba más a menudo de lo que me gustaba admitir. A veces me sentía tan cansada que tocaba la almohada y quedaba inconsciente. En ocasiones ni siquiera llegaba a la almohada, solo me sentaba y el sueño me noqueaba.

No fue hasta que sentí que unos labios se presionaban contra mi frente que abrí los ojos. Owen estaba frente a mí, sonriendo.

—Lamento tardar tanto, pero no encontraba camarones por ningún lado.

Restregué los puños sobre mis ojos y me incorporé. Me di cuenta de que ya era algo tarde y no pude imaginar cuántas vueltas tenía que haber dado para encontrar lo que se me había antojado. Era obvio que había buscado sin cesar y fue por eso que no pude decirle que ya no tenía hambre. En lugar de eso le agradecí y le hice lugar a mi lado para que pudiera sentarse y comer junto conmigo.

—Dan me llamó —dije cuando ya casi había acabado. Él tenía ya bastante tiempo de haber terminado de comer y se encontraba viendo la televisión con uno de sus brazos rodeando mis hombros.

—¿Y qué dice? ¿Sigue amenazándome?

Sacudí la cabeza divertida por su pregunta y apoyé mi mejilla en su pecho.

—No, una de sus amigas maneja una agencia de modelaje y necesita modelos de maternidad. Quiere que yo la ayude —le informé.

Su pecho subía y bajaba con sus constantes respiraciones, lentas y profundas. El latido de su corazón bajo mi oído palpitaba al ritmo del mío propio, como si estuvieran conectados de alguna forma. Ambos pulsaban con fuerza, seguros de sí mismos, en un compás inquebrantable.

—¿Y qué le dijiste? —preguntó quitando su atención de la pantalla e instalándola toda sobre mí.

—Nada. Quería primero hablarlo contigo.

Una tenue sonrisa se apostó sobre sus labios.

—Por mí no hay ningún problema. Si quieres hacerlo, adelante.

Eso es lo que me gustaba de él. No era un hombre controlador. No buscaba manejar lo que hacía cada segundo de mi tiempo ni intentaba que pensara lo mismo que él en nada. Si algo no le parecía bien me lo comentaba, pero eso era todo lo que hacía. Me dejaba hacer lo que pensara que era lo mejor para mí. Éramos dos personas —no una sola— compartiendo un lazo irrompible.

No contesté nada más. Solo me quedé ahí a su lado y disfruté de su compañía, de la calidez que su cuerpo desprendía... y de la paz que me colmaba por dentro. Estaba sintiendo que los ojos se me volvían a cerrar cuando la puerta fue golpeada un par de veces. Elevé la cabeza para ver el ceño fruncido de Owen y me di cuenta de que no estaba esperando ninguna visita.

—¿Quién será? —pregunté desperezándome.

—No lo sé. Iré a ver. —Se puso de pie y se encaminó hacia la puerta, donde pude ver que se tensaba muy claramente al abrirla—. ¿Qué haces aquí? —gruñó. No parecía feliz de ver a quien fuera que estuviera del otro lado.

—Quería verte. Y a ella. ¿Puedo pasar? Quiero... explicarme —aquella voz femenina sonaba tan débil y arrepentida que no tardé mucho tiempo en darme cuenta de que era Lena quien nos visitaba—. Necesito explicarle, Owen. No quiero que sigas odiándome.

—No creo que...

—Está bien —interrumpí poniéndome de pie—, déjala pasar.

Los tensos hombros de Owen siguieron bloqueando la entrada incluso cuando caminé hasta colocarme tras de él. No quería que nos enfrentáramos, eso era obvio, pero yo deseaba verla. No para escuchar su disculpa —si es que acaso venía a dar una—, sin embargo, sí que necesitaba la explicación. Deseaba saber cuál fue la razón por la que fue capaz de hacer lo que hizo.

Necesitaba saberlo para poder dejar atrás ese tema de una vez y poder seguir con mi vida sin dudas.


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