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25 [Editado]

OWEN

—La vas a desgastar si sigues viéndola tanto —murmuró Dan a mi lado, irritado, haciendo referencia a Kara, de quien parecía que no podía despegar mis ojos. Por más que intentaba distraerme con otra cosa, siempre volvía a ella después de unos segundos. Parecía inevitable y, sinceramente, me hacía sentir débil y estúpido.

Bufando por sus palabras, le lancé una mirada furibunda y devolví mi atención a las pesas. Quería eliminar la imagen de Kara y ese chico sonriéndose en el pasillo del gimnasio, sin embargo, no podía. Los celos, la ira, la decepción y otras emociones corrían por mis venas, me quemaban y envenenaban mi mente, hacían doler mi corazón. A pesar de que ya habían pasado un par de semanas desde que ella y yo nos habíamos separado y que me había dicho a mí mismo que la superaría a ella y a su traición, no parecía ser capaz de avanzar, de seguir con mi vida. Solo sentía que, con cada día que pasaba, me hundía más en la miseria.

Recordaba sus ojos y sus mejillas llenas de lágrimas, la seguridad en su voz, el dolor en su ruego y mirada suplicante... Y me sentía morir. Quería creerle, en serio que lo deseaba, sin embargo, recordaba verla en el vídeo y el sabor de la traición volvía a instalarse en el fondo de mi garganta.

¿Cómo podía creerle cuando las pruebas eran tan claras? Cuando yo la vi ahí, en mi pantalla, sonriéndole a otro hombre y dejándose acariciar por este.

Cerré los ojos con fuerza mientras trataba de controlar mis emociones y dejé escapar un suspiro lleno de frustración. Rememoré la manera en la que la había tratado después de varios días sin verla, por haberme ido a la casa de mis padres, y me quise golpear. Había sido rudo, grosero, sarcástico y completamente injusto; para nada como yo era en realidad. Me había dejado llevar por todo lo que sentía en ese instante sin importarme nada más, la lastimé... Había visto cómo sus murallas se elevaban de nuevo, cómo ese escudo se envolvía a su alrededor y esa máscara se instalaba una vez más en su lugar. Había hecho que volviera a ser como antes y justo entonces me podía dar cuenta.

Mis ojos viajaron a ella de nuevo y apreté la mandíbula por la escena frente a mí. Un tipo coqueteaba con Kara y ella le correspondía en cierto modo con sonrisas y miradas, pero yo la había llegado a conocer y me daba cuenta de que su mente se encontraba lejos. Veía sus ojos apagados y su sonrisa plástica. Lo había visto desde el día siguiente a nuestro rompimiento cuando salimos de nuestros lugares al mismo tiempo. Sus ojos hinchados y enrojecidos me habían lanzado una mirada... vacía. No había odio, dolor ni rencor. Ninguna emoción en realidad.

Habría preferido mil veces que me encajaran un cuchillo en el pecho en aquel momento. La había llamado, quise que habláramos, pero ella me ignoró por completo. Y lo entendía. Yo había tenido mi oportunidad de escucharla, de dejar que se explicara, pero decidí cerrarme y creer ciegamente en mi hermana. Tal vez si la hubiera dejado contar su versión de los hechos...

Además, Lena había desaparecido. Después de un escueto mensaje diciéndome que se iba de vacaciones con unas amigas, fue como si se hubiera desvanecido en el aire solamente. No contestaba mis mensajes ni llamadas, solo me había enviado un correo diciendo que había llegado a su destino casi quince días atrás, pero eso había sido todo. Aquel viaje había sido en el momento más inoportuno. Necesitaba hablar con ella y que me contara todo de nuevo.

Recordé la vez que había llegado a su apartamento y ella se había encontrado llorando diciendo que su novio la había engañado y que habían terminado por eso, sin embargo, en lugar de sentir pena por ella, me alegré de que hubiera acabado con ese tipo. Lo único que yo había sabido era que el hombre era bastante mayor para ella y que iba a terminar rompiéndole el corazón. Me había encontrado a punto de decir «Te lo dije», cuando soltó la bomba y me dijo que la había engañado con Kara, que ella los había visto y tenía pruebas.

Había sido Lena quien tomó las fotografías y el vídeo. Había lucido tan destrozada que no me permití dudar de sus palabras, al fin y al cabo, ella también había sufrido una traición por parte de la persona que amaba. Además, era mi hermana y ella nunca haría algo para lastimarme... ¿cierto?

Después de haber terminado con Kara, de haberla visto tan apagada, ya no me hallaba tan seguro.

Una risa que conocía a la perfección me hizo salir de mi estupor. Mi atención fue desviada hacia la fuente de ese sonido y aparté los ojos con rapidez cuando vi a aquel hombre peligrosamente cerca de Kara, invadiendo su espacio personal, y ella sin inmutarse, sin hacer nada por alejarse. Parecía que quería besarla y ella no parecía querer retirarse. No era mi asunto, me dije. Ella ya no era mi asunto. Debía dejarla hacer lo que quisiera y no meterme en su vida...

Ni siquiera me di cuenta del momento en el que comencé a caminar hacia ellos. Mis pies se movían por sí mismos, al parecer sin querer obedecerme, y muy pronto me encontré a medio metro de distancia.

—Kara —la llamé. Su mirada se despegó del tipo frente a ella y se fijó en mí.

Rota. Esa era la única palabra con la que podía describirla. Solo alguien que había llegado a conocerla como yo, a fondo, podía darse cuenta de la tristeza y desolación escritas en la profundidad de sus ojos.

—Owen —respondió. Hice una mueca ante el tono con el que dijo mi nombre. Tan... vacío. Me estremecí inconscientemente, pero ella ni siquiera lo notó.

Miré a su acompañante, quien nos observaba con atención. Hice una educada inclinación de cabeza y él elevó el mentón en un rápido saludo. De inmediato volví mi atención a ella.

—¿Puedo hablar contigo? —inquirí. El hombre posó una mano de manera posesiva sobre su cintura y Kara se dejó—. A solas —recalqué con la mandíbula tensa al ver que él no parecía querer irse a ningún lado. Kara elevó una ceja ante el tono de mi petición, tal vez un poco más brusco de lo que me habría gustado.

—No quiero hablar contigo, Owen. Así como tú no quisiste escucharme, ahora yo soy quien no quiere escucharte —musitó. Fue un susurro en voz neutra, pero lo sentí como un golpe físico. El aire salió apresurado de mis pulmones y sentí mis hombros caer solo un poco, derrotados.

—Por favor, Kara. Solo...

—Ella dijo que no, hombre. Déjanos tranquilos.

Una irritación recorrió todo mi cuerpo y me hizo apretar los puños a mis costados ante la intromisión del desconocido. Tomé una profunda respiración y traté de calmarme. No iba a iniciar una pelea en el lugar.

—No estoy hablando contigo —murmuré con furia contenida.

Él elevó una ceja, sonriendo divertido, y apretó más la mano sobre el cuerpo de mi exnovia.

—Ni con ella —señaló.

Pero ¿quién carajos se creía ese tipo?

Volví a inhalar un gran aliento y me obligué a no hacer nada estúpido, a pesar de que mi cuerpo temblaba entero por la rabia y frustración.

—¿Puedes, por favor, retirarte y dejarme hablar un minuto con ella? —pregunté con los dientes apretados. Estaba tratando de ser amable, pero aquel individuo estaba acabando con mi paciencia.

De verdad necesitaba hablar con Kara. Quería hacerlo de una vez para tratar de aclarar las cosas, pero esa persona solo se estaba metiendo donde no le llamaban y estaba quitándome valioso tiempo. Una risa seca salió de sus labios y curvó una comisura de su boca en una sonrisa arrogante.

—Yo creo que no.

Cuando vi cómo volvía a apretar sus dedos alrededor de su cintura en un gesto posesivo no me pude controlar más. Juro que vi rojo en ese momento y lo único que supe fue que lancé un puñetazo directo a su mandíbula. Un grito escapó de Kara y luego se escuchó el golpe sordo de un cuerpo chocando contra el suelo. El sonido de las pisadas de la gente apresurándose a ver lo que había pasado era cada vez más fuerte y cercano. El puño me dolía, sabía que iba a hincharse, pero no quise atenderme en ese momento. Solo quería un tiempo con Kara.

—¿Ahora sí vas a hablar conmigo? —pregunté agotado. Clavé mis ojos en los suyos y quise que viera lo desesperado que me encontraba.

—Joder, Owen. Estás loco —exclamó, sin embargo, tomó mi brazo y me sacó al exterior, al estacionamiento—. ¿Qué es lo que tanto te urge decirme? —preguntó cruzándose de brazos.

Quería verla a los ojos, pero ella tenía la mirada perdida en algún lugar tras de mí. Lucía tan diferente y no precisamente en el buen sentido. Sabía que era mi única oportunidad para decirle todo lo que quería, para que me escuchara, pero mis labios parecían haberse pegado y las palabras se atascaban en mi garganta. Quería decirle que me sentía incompleto sin ella, que no me importaba lo que hubiera pasado, podíamos arreglarlo; que era capaz de arrastrarme por el fango con tal de tenerla a mi lado y que podía perdonarle haberme sido infiel. Así de mucho la necesitaba.

¿Era tonto? Tal vez, pero no me importaba en aquel momento.

Abrí la boca para decirle todo aquello, pero entonces sus ojos me miraron y en todo lo que podía pensar era que la quería de vuelta a mi lado. ¿Cómo era que, en tan poco tiempo, había llegado a amarla tanto? Sentí que el pecho se me apretaba al ver sus ojos apagados, el brillo que tanto los caracterizaba desaparecido, y lo único que pude decir fue:

—Te ves fatal.

Quise golpearme al instante, sobre todo cuando un atisbo de dolor parpadeó en su mirada. Rápidamente lo escondió. Dejó escapar una risa sin humor y rodó los ojos.

—Gracias, puedo decir lo mismo de ti.

Nos quedamos en silencio, viendo cómo el sol comenzaba a ocultarse y a pintar el cielo de colores. Los únicos sonidos presentes eran los carros pasando y la gente dentro del gimnasio gritando o haciendo cualquier cosa.

—Te extraño —me escuché decir. Así, en un hilo de voz, temiendo que si decía algo más me quebraría de nuevo frente a sus ojos.

La vi elevar las cejas en sorpresa. No había sido algo que ella esperara, pero antes de que pudiera responderme, salió Dan buscándola. Le dijo que ya se marchaba y entonces ella se fue sin darme una última mirada, sin decir nada. Se subió a su auto y luego ambos se marcharon dejándome ahí parado sintiéndome marchito por dentro.

Volví al interior después de varios minutos observando el estacionamiento casi vacío y tomé mis cosas ignorando las miradas de reprobación que me lanzaban algunos miembros por el golpe que le había dado a aquel tipo. Colgué la mochila sobre mi hombro y entonces me dirigí a mi apartamento, donde estaría sufriendo por tener a Kara tan cerca, pero sin poder acortar nuestra distancia.

En el trayecto de regreso en mi coche no hice nada más que conducir en silencio. Mi mente se encontraba en blanco, pero seguía sintiendo dolor, duda y culpabilidad. No tenía nada claro. ¿Le creía a Kara? Y si no era así: ¿Sería capaz de volver con ella? ¿Podría perdonarla?

Apreté mi agarre sobre el volante y tensé la mandíbula. La extrañaba como loco y la necesitaba a mi lado, pero no estaba seguro de nada, ni siquiera de lo que sentía. Todo mi interior era un revoltijo. ¿Cómo puedes seguir amando a alguien que te traiciona? ¿Cómo puede algo así doler tanto, hasta el punto de superar el sufrimiento físico?

Llegué a mi edificio sintiéndome caer a pedazos. Aparqué, subí a mi lugar y me encontré a Reil sentado en el sillón con los codos recargados sobre sus rodillas. Lucía cansado.

—Hey —susurré. Mi amigo levantó la mirada perdida y me sonrió de manera casi imperceptible—. ¿Todo bien? —quise saber. Él dejó escapar una risa seca.

—Supongo.

—Entonces, ¿por qué esa cara?

—Es la única que tengo —bromeó. Me reí por su mal chiste y lancé mi mochila al suelo.

Moría de sed, así que me dirigí a la cocina para beber algo.

—¿Quieres tomar algo? —grité. Unos pasos se acercaron y escuché el remover de una silla.

—No, gracias. —Tomé el vaso, lo llené de agua y entonces encaré a Reil, quien parecía querer decir algo. Después de haber bebido casi la mitad de mi vaso, exhaló—. Oye, ¿has visto a Kara? Necesito hablar con ella.

Eso llamó mi atención. Bajé el vaso y fruncí el ceño al tiempo que sacudía la cabeza en dirección a la puerta.

—¿Ya la buscaste en su apartamento? —Él asintió—. ¿Intentaste marcar a su celular?

Resopló y pasó ambas manos por su cabello en un gesto que comenzó a preocuparme. Reil siempre se tomaba las cosas con calma.

—Sí. Ya llamé a la cafetería y me dijeron que ya no trabajaba en ese lugar.

—¿Qué? —pregunté sorprendido—. ¿Renunció?

Él sacudió la cabeza, alterado. Comencé a alterarme yo también.

—No, Owen. Al parecer la despidieron por discutir con un cliente. Ella... Joder, estoy preocupado —musitó pasando la mano por su frente. Tragué saliva, temeroso de preguntar.

—¿Por?

La mirada que antes había estado clavada en la barra se elevó angustiada para fijarse en la mía.

—Dejaron de solicitar su participación en la agencia. Me acaban de llamar, querían que yo le diera la noticia, ya que fui yo quien la llevó y...

Dejé de escuchar. Mi rostro palideció ante la información que llenaba mi cabeza. Kara se había quedado sin ingresos. Si antes había estado batallando con el dinero, ahora no sabía lo que sería de ella. Seguramente volvería a privarse de la comida y pondría su salud en segundo lugar. Ella era una completa orgullosa y no pediría ayuda de nadie, de eso estaba seguro.

Pero... ¿y la renta? Esperaba que encontrara rápido un trabajo, lo necesitaba. Estaba tentado a ofrecerle mi ayuda, sin embargo, estaba seguro de que la rechazaría.

¡Maldición!

—No puede ser...

—Owen, dime algo —pidió Reil. Mi mirada antes perdida se encontró con la suya preocupada y asentí—. ¿Todo está bien con ustedes? Digo, cuando me fui no habían estado bien, pero tenía la esperanza de que lo arreglaran. Lo... ¿lo lograron?

Hice una mueca y agaché mi cabeza, suspirando.

—Esto... No. Ella... Bueno, Kara y yo ya no estamos juntos.

—No jodas. —Reí de manera seca ante su maldición—. ¿Puedo saber qué pasó?

Repetí esa pregunta en mi cabeza varias veces. ¿Podía saberlo? Él parecía conocer mejor a Kara que yo y, aunque me dolía, también podía ser de utilidad.

Respiré profundamente un par de veces, luego me dispuse a contarle mientras nos sentábamos en el sillón. Le dije lo sucedido sin guardarme nada. Le mostré las evidencias llegado el momento. Le conté todo. Cómo me sentía desde antes de ese suceso, mi reacción al enterarme y la manera en que había reaccionado Kara, hasta le dije las cosas que me había dicho Lena. Todo se lo expliqué tratando de no omitir detalles.

Tal vez pasó una media hora hasta que por fin terminé mientras él veía el vídeo por cuarta o quinta vez. Tenía la mirada fija en la pantalla y yo me encontraba sentado jugueteando con los dedos de mis manos. Me sentía como si estuviera esperando una sentencia o un veredicto final.

Cuando por fin elevó su mirada, dejó escapar un suspiro que no auguraba nada bueno.

—No sé cómo decirte esto así que solo lo soltaré, ¿vale? —Asentí y él inhaló profundo—. El vídeo está editado. La última parte, sobre todo. Es... Si estás familiarizado con las herramientas de edición digital es muy fácil notarlo. Yo como fotógrafo siempre manejo estas cosas y... Sí, es muy notorio —se acercó a mí y señaló una escena en pausa, justo donde salía su rostro.

»No sé si puedes notar los píxeles justo alrededor del rostro de Kara y cómo este se ve más claro. Y medio segundo después, el video termina. Tomaron una foto y la colocaron de manera que pareciera que es ella. Alguien hizo un buen trabajo, pero no tan bueno como para que yo pudiera pasarlo por alto —finalizó.

—Pero... Las fotos...

—Oh, esas sí son las originales. Aunque, si te das cuenta, Kara no sale haciendo nada malo y en la última... ¿te consta que es Kara? Si editaron el vídeo, ¿quién dice que no colocaron una foto ajena? Conozco a Kara y ella es la persona más leal que existe. Ha sufrido tanto en su vida y ha seguido adelante sin ayuda de nadie. Es autosuficiente, orgullosa y muy terca, llega a donde quiere si se lo propone..., pero ella no escalaría de esta manera. Es honesta, humilde y generosa. Te ama, Owen; ella no sería capaz de hacerte esto, pensé que lo sabrías —murmuró, logrando que me ahogara en culpabilidad.

Sentía que el pecho me iba a explotar. No podía respirar con normalidad y los ojos me quemaban por la desesperación y el arrepentimiento. Las manos me temblaban por la revelación. Mi propia hermana me había mentido. Y yo... Yo había acusado a Kara de ser una mentirosa e infiel. Yo no le había creído, no la dejé hablar. Yo... era un idiota.

Y no la merecía.

Este pensamiento me sentó como una patada en el estómago.

—Dios mío —susurré, al borde de las lágrimas. Un nudo se instaló en mi garganta y me impidió tomar aire.

—Creo que le debes una disculpa —susurró Reil a mi lado, colocando una mano sobre mi hombro. Casi reí ante sus palabras.

¿Una disculpa? Yo le debía todo.

Sin pensarlo mucho me puse de pie y salí para enfrentar la puerta contigua. Me temblaban las manos y tuve que apoyarlas en el marco justo después de tocar. Esperaba que ella se encontrara ahí. Necesitaba decirle ahora sí todo y deshacerme en disculpas por haber dudado de ella. Volví a tocar con más fuerza y luego pasé una mano por mi rostro, desesperado. Mi cuerpo vibraba completo por todas las emociones contenidas. Necesitaba sacarlas, desahogarme antes de explotar.

Cuando estuve a punto de tocar de nuevo, la puerta se abrió y reveló a una Kara sorprendida. Tenía el pelo sujeto en una pequeña coleta y no usaba nada de maquillaje. Las ojeras eran bastante visibles, al igual que su palidez y sus mejillas hundidas. Tan frágil y hermosa...

El nudo volvió a mi garganta y las lágrimas picaron tras mis ojos. Elevé ambas manos y acuné su rostro para poder pegar mi frente contra la suya. Sabía que podía notar lo mucho que temblaba en ese momento, pero no dijo nada ni se retiró. Tampoco hizo amago de tocarme. Cuando fijé mi mirada en la suya, mis ojos estaban humedecidos y arrepentidos.

—Perdóname —susurré con voz ronca, rota—. Perdóname, Kara, lo lamento tanto. Debí haberte creído. Ahora sé que estuve equivocado y te traté tan mal... Perdóname, perdóname, por favor —repetí. Entonces no me importó que algunas lágrimas se derramaran y mojaran mis manos. Solo quería que viera lo mucho que lo lamentaba.

—No me creíste cuando te lo dije —masculló sacudiendo la cabeza y dando un paso atrás, alejándose de mi toque—. Dudaste de mí y no me permitiste decir nada, no quisiste escucharme.

La última palabra salió rota y me fijé en que su mentón estaba comenzando a temblar.

—Kara, yo lo sient...

—Dijiste que no querías estar con alguien como yo —murmuró interrumpiéndome, llena de dolor. Sus paredes se estaban resquebrajando de nuevo ante mis ojos y podía ver cómo los sentimientos iban reflejándose de nuevo en su mirada—. Me humillaste frente a mi amigo, Owen. Me insultaste y creíste lo peor de mí. No me dejaste explicarte nada, me tachaste de infiel y mentirosa a pesar de que te abrí mi corazón y de que me permití ser vulnerable porque creí que tú me protegerías de cualquier cosa. Te conté tantas cosas porque confiaba en ti con todo mi corazón. Dejé que vieras lo mal que me encontraba y traicionaste la confianza que te tenía de la peor manera, ¿y ahora solo vienes y dices que me extrañas, que lo sientes? —sollozó.

»Eres un hipócrita bipolar, mentiroso y te odio. Tomaste todo el amor que te tenía y lo convertiste en el peor sentimiento que existe. Te odio tanto, Owen. No te mereces todo el tiempo que gasto pensando en ti ni todo el que pasé lamentándome. ¡Te odio! Ojalá y algún día te des cuenta de lo mal que te equivocaste —gritó dando un paso hacia mí y golpeando mi pecho con su pequeña mano—, y entonces yo ya no estaré para ti. No estaré para nadie.

»Me has roto de nuevo y esta vez no voy a poder arreglarme porque el daño es mayor. ¿Es esta tu venganza por lo que te hice? ¿Es lo que querías? ¿Ver cómo me venía abajo frente a tus ojos? —Las lágrimas corrían libres por sus mejillas enrojecidas y su cuerpo se sacudía lleno de rabia y dolor mientras depositaba débiles golpes sobre mi torso. Me dolía verla tan deshecha, y todo por mi culpa. Por mi ceguera y terquedad.

Tomé sus dos manos con una de las mías y rodeé su cintura con mi brazo libre atrayéndola hacia mí.

—Te odio —siguió sollozando con fuerza mientras trataba de alejarse—. Has acabado conmigo.

—Shhh, cariño —susurré pegándola a mi cuerpo, odiándome a mí mismo con la misma intensidad con la que ella me despreciaba. Ella luchaba entre lágrimas para zafarse de mi cuerpo, pero muy pronto se rindió y tomó mi camiseta en sus puños.

—Nunca te voy a perdonar —lloró en mi pecho.

—Lo sé.

—Eres un imbécil.

—También lo sé —murmuré contra su cabello. Comencé a acariciar su espalda y me permití disfrutar de su cercanía. Seguramente no iba a durar mucho más.

Apoyé mi mejilla contra su cabello y apreté los ojos cerrados mientras la sentía temblar entre mis brazos. Si antes la había querido de vuelta entre mis brazos sin estar seguro de la verdad, ahora que la sabía no había duda de que haría lo que fuera por recuperarla. A ella, a su amor y su confianza. Podría pasarme toda la vida compensándola, reparando sus grietas y sanando sus heridas. Solo quería que me perdonara. Kara tenía un enorme corazón, aunque se empeñara en hacer creer lo contrario. Sabía que, si lo intentaba lo suficiente, ella podría perdonarme.

Un par de minutos después, cuando se hubo calmado, se separó de mí y quedó con su cabeza gacha.

—Tengo que irme —murmuró, luego sorbió su nariz y pasó una mano por sus mejillas húmedas.

—Está bien. Pero quiero hablar contigo cuando sea posible, ¿sí?

Sus ojos por fin se elevaron y así, hinchados e irritados, se fijaron en los míos.

—No lo sé, luego lo veremos.

Y sin decir nada más entró a su apartamento cerrando la puerta con cuidado tras de sí. Yo me quedé ahí como un idiota, mirando fijamente la madera, pensando en que tenía un largo camino por delante solo para poder conseguir su perdón.

Volví a entrar en mi lugar y encontré a Reil tumbado viendo un reality show.

—¿Cómo fue? —preguntó—. ¿La encontraste?

—Sí, ella está... ahí —dije señalando a la pared, refiriéndome a su piso—. Creo que deberías de ir tú ahora.

Antes de que pudiera terminar la frase, Reil ya estaba saliendo al pasillo. Ahora fui yo quien se sentó en el sillón, esperando a que mi amigo volviera. Cerré los ojos, apoyé la cabeza contra el respaldo y puse atención a los sonidos que comenzaron a rodearme. Una puerta siendo abierta y cerrada, murmullos, más murmullos. Fue una plática bastante extensa, supuse. Luego pasos y un sonido que no pude identificar.

Silencio.

Por último, después de un largo momento, Reil abriendo la puerta de nuevo y murmurando:

—Kara se ha ido.


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