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24 [Editado]

KARA

El domingo temprano me despertaron unos fuertes ruidos en el departamento contiguo dejándome un poco aturdida. Cuando logré ubicarme, me desperecé y agucé el oído, sin embargo, el alboroto ya había cesado. De golpe recordé la noche anterior, la manera en la que Owen parecía haber estado sufriendo y la forma en la que había pedido que lo dejara solo. Me había dolido el que no hubiera querido tenerme cerca, pero ahora esperaba que eso hubiera pasado y que no volviera a alejarme.

Había pensado que esa etapa de esconderse y levantar muros entre nosotros ya había pasado. Yo me había abierto a él, le había contado lo que me torturaba, mi pasado, las razones por las que había sido como fui... Sin embargo, parecía que él daba un paso hacia atrás.

Estaba en shock, me dije. Seguramente la noticia/asunto/problema que Lena había querido tratar con él había sido algo muy grande, muy fuerte, y no había sabido cómo lidiar con ello y se fue contra mí, pero esperaba que la noche le hubiera servido para descansar, recapacitar y aclarar su mente. Esperaba que se diera cuenta de que la manera en que me trató no había sido la mejor.

Poniéndome de pie, sintiéndome realmente cansada, me dirigí al baño para tomar una ducha. Tenía la esperanza de que el agua fría me ayudara a espabilarme un poco, ya que yo tampoco había descansado muy bien con los sollozos de Owen arrullándome. ¿Qué había podido ser tan malo para ponerlo de esa manera? No lo sabía, pero quería estar a su lado para ayudarlo a sobrellevar lo que fuera que lo estuviera atormentando.

Después de enjabonarme y enjuagarme con rapidez, salí de la regadera y me puse la primera muda de ropa que encontré. Ese día no había fotos ni trabajo ni escuela... Podía andar en fachas, de igual manera Owen ya me había visto así. Sin maquillarme ni peinarme, tomé mi celular y salí del departamento solo para dar un par de pasos y pararme frente al de mi novio.

Al principio toqué ligeramente, de todos modos, si estaba despierto me escucharía, pero tras unos minutos sin que abriera decidí dejar de insistir y marcar al teléfono del lugar.

Cinco llamadas.

Escuchaba el timbre del aparato dentro, pero Owen no cogía la llamada. ¿Habría caído en un sueño muy profundo? Comencé a llamar a su celular mejor. Siete llamadas sin respuesta alguna, y en la octava fue directo a buzón. Me dije que tal vez seguía necesitando su espacio. Me repetí mentalmente que pronto se le pasaría, que no era nada contra mí, pero en el fondo... sentía algo. Tenía un horrible presentimiento que me ahogaba, me presionaba el pecho y no me dejaba respirar con naturalidad. Paranoias mías, pensé. Por lo menos eso quería pensar.

Entré de nuevo a mi departamento, me cambié de ropa y luego salí con rumbo al cementerio. Necesitaba despejarme y solo en ese lugar podía lograrlo con totalidad. Me sentaba frente a la tumba de Kayla y hablaba con ella, le contaba todo y luego me sentía... en paz. Triste, vacía, pero mis preocupaciones se evaporaban por un rato. Mi mente quedaba en blanco y eso era lo que necesitaba en ese instante, dejar de pensar, porque si no me iba a volver loca.

Conduje hasta ese lúgubre lugar y entré preparándome internamente para la tristeza que pronto me embargaría como siempre lo hacía.

***

Cuando llegué de nuevo a mi edificio y a mi piso, volví a tocar la puerta de Owen, sin embargo, ningún sonido me dio la bienvenida. Todo seguía tan silencioso y tranquilo como antes de irme. Seguro que había salido y aún no llegaba, por eso no notaba ningún movimiento. Era mejor pensar eso a considerar la opción de que no quisiera abrirme.

Suspirando con cansancio, entré a mi lugar, me di una ducha sintiendo un enorme peso sobre mis hombros y luego caí rendida sobre mi cama. No desperté hasta el día siguiente.

Lunes. Volver de nuevo a la rutina del trabajo y luego las sesiones en la academia. Tener que adaptarme a estar todo el día de allá para acá, atendiendo gente, sonriendo, ignorando las preocupaciones que insistían en ocupar mi cabeza. Cero rastros de Owen.

Martes. Lo mismo que el lunes, solo que esta vez no hubo sesión y pude ir al gimnasio a descargar un poco de mi frustración. Sin rastro de Owen.

Miércoles, jueves y viernes... Lo mismo. Comencé a preocuparme demasiado. No podía concentrarme en nada más que no fuera la razón por la que no había visto a Owen en toda la semana. Quiero decir, vivíamos uno al lado del otro. ¿Cómo podía esquivarme con tanta facilidad? Comencé a tomarme el asunto personal.

No contestaba mis llamadas, no me abría la puerta ni respondía mis mensajes. Lena no me decía nada sobre él, solo me lanzaba miradas llenas de odio y giraba el rostro. Me ignoraba y me di cuenta de que con ella no iba a conseguir información. Le pregunté a Dan si no lo había visto por el gimnasio y él solo sacudió la cabeza en una negativa. Me preguntó si habíamos discutido, si estábamos peleados, sin embargo... yo no lo sabía. ¿Habíamos tenido una pelea y yo no me había dado cuenta?

Incluso llegué a preguntarle a Marien sobre él, pero... nada.

El viernes me decidí. El sábado iba a ser mi día de descanso, así que no me movería de su puerta ni para ir al baño hasta que lo viera y me hablara. Necesitaba saber qué estaba pasando con él, con nosotros, iba a averiguar la razón de su actitud tan distante.

Muy temprano, a eso de las cinco, me levanté, me preparé un café y salí con él y mi celular al pasillo. Me senté en el piso y recargué la espalda en la pared al lado de su puerta. Mi vigilia comenzaba.

Dos, tres, cuatro horas y seguía sin aparecerse. Pasó más tiempo, mi celular se descargó y me quedé sin distracción. El sueño hizo que me pesaran los ojos. Si no lo veía pronto, seguro caería dormida ahí en medio del pasillo. ¿Estaba adentro o no había llegado en todos estos días? Tal vez había salido de la ciudad por asuntos de fuerza mayor y yo estaba actuando como una niña inmadura. No sabía nada. El poco descanso junto con la mala alimentación de los pasados días me hacía sentir el cuerpo pesado. Estaba agotada y adormilada, pero tenía un nudo en el estómago por la preocupación que no me dejaba dar más de dos bocados. Creo que estaba entrando en un estado de ansiedad y depresión otra vez.

Comencé a morderme las uñas imaginando miles de razones por las que no se había contactado, cada una peor que la anterior.

—¿Kara?

Levanté la mirada esperanzada el escuchar mi nombre, pero me decepcioné al encontrar a Reil viéndome con el ceño fruncido. Parecía preocupado.

—Oh, hola, Reil.

—Pero ¿qué haces ahí? —Miró el reloj en su muñeca y luego dejó caer el brazo a su costado—. Son las dos de la tarde. ¿Cuánto tiempo llevas en ese lugar? Luces horrible.

Se acercó a mí y lo dejé ayudarme a levantar mi cuerpo entumecido. ¿De verdad llevaba tantas horas ahí sentada? Eso explicaba por qué no sentía el trasero.

—Estoy esperando a Owen. No lo he visto desde... —«Mierda». Ya había perdido la cuenta de los días—. ¿Hoy qué es?

—Sábado —informó. Mi mentón tembló. De repente me embargaron unas enormes ganas de llorar.

—No lo he visto desde hace una semana y estoy preocupada —dije, mi voz rompiéndose—. No contesta mis llamadas ni mis mensajes, nadie lo ha visto ni me cuenta de él. Estoy... asustada, Reil. ¿Y si le pasó algo?

Mi amigo abrió la puerta de su piso y me dejó pasar. Comencé a caminar hacia el sofá con su mano guiándome en la espalda y me dejé caer en los cojines una vez que estuve cerca.

—Yo acabo de hablar con él ayer. —Se sentó a mi lado y analizó mi rostro—. ¿Pelearon?

Sacudí la cabeza.

—N-no. Por lo menos no que yo sepa.

Sorbí mi nariz y pasé el dorso de mi mano por debajo de esta. Ni siquiera me di cuenta de cuándo empecé a llorar.

—Eso es... raro. —Asentí en acuerdo y miré al techo cuando sentí más lágrimas acudir a mis ojos—. ¿Cómo fue la última vez que lo viste? —preguntó con voz suave.

Fruncí el ceño tratando de recordar. El cansancio estaba logrando que mis ojos se cerraran.

—Estábamos viendo una película... Luego se fue. Su hermana lo estaba llamando, creo. Uh... Me quedé dormida y él regresó muy tarde, creo que estaba ebrio. Me besó muy fuerte y luego me dijo que no quería verme. —Mi pecho se oprimió al recordarlo llorando—. Comenzó a sollozar y yo me fui.

—Joder, eso se escucha... delicado. —Volví a asentir—. ¿Y dices que no contesta tus llamadas?

—Ni los mensajes —susurré compungida. Reil se acercó más a mí y me abrazó para consolarme. Apoyé mi cabeza en su hombro.

—Eso sí es raro. Como te dije, yo le avisé que probablemente llegaría hoy en la noche y él me contestó que no estaba en el departamento, pero que se daría una vuelta en la tarde. Mi vuelo no se atrasó como habíamos esperado y aquí estoy, pero me sorprende que...

El ruido de unas llaves fuera de la entrada lo hizo callar. Mi corazón se aceleró con expectación y casi salió por mi garganta cuando lo vi abrir la puerta e ingresar luciendo muy mal. Se quedó petrificado al vernos ahí sentados. Sus ojos lucían irritados y cansados, parecía más delgado y su semblante gritaba que estaba sufriendo.

Parecía estar apagado.

—Hola —murmuré insegura. Sus ojos se clavaron en los míos, fríos y llenos de un oscuro sentimiento, luego se desviaron a Reil.

—Pensé que llegarías en la noche —dijo ignorando mi saludo. Al parecer se dio cuenta de la intimidad de nuestra posición, porque lo vi apretar la mandíbula y señalarme con su cabeza—. ¿También te la estás follando? —cuestionó con dureza. Ahogué un grito y sentí mi corazón caer.

—¿Qué? —preguntó Reil igual de estupefacto que yo. Mi amigo me miró con los ojos abiertos en incredulidad.

—Que si también te estás acostando con ella. —Owen me observó con la expresión en blanco y luego recorrió mi cuerpo descaradamente—. He escuchado que le gusta escalar a base de polvos. Eso explicaría por qué sigues volviendo, es buena en la cama.

«Pero qué...».

No podía creer lo que estaba escuchando salir de sus labios. ¿Quién era ese hombre frente a mí? ¿Dónde estaba mi dulce novio?

—Creo que ustedes necesitan hablar —expresó Reil poniéndose de pie—. Yo... iré a la academia a ver cómo va todo con la campaña. Si necesitas algo llámame —me susurró antes de comenzar a alejarse.

Lo seguí con la mirada hasta que desapareció tras la puerta y luego el silencio se instaló entre nosotros, tenso y doloroso. Tras unos segundos, me atreví a elevar la mirada y lo encontré estudiando sus zapatos, sus manos enterradas en los bolsillos de los pantalones. Lucía perdido y yo me encontraba totalmente confundida.

—¿Dónde estabas? —me atreví a preguntar. Elevó un segundo la mirada a mis ojos y entonces volvió al punto que había estado estudiando con anterioridad.

—Lejos de ti —susurró, haciéndome estremecer.

Aquella respuesta me dolió en el alma. Eso quería decir que sí había estado alejado de mí a propósito, que me había estado evitando. Y yo acá había estado preocupada, inventando mil excusas para su desaparición.

Tomé una respiración irregular y junté mis manos sobre mi regazo para que no viera cómo tiritaban.

—¿Por qué? —quise saber. Mi voz se quebró al final de la pregunta, pero no me importó. Solo quería entender lo que estaba pasando.

Su mandíbula volvió a apretarse y cerró los ojos como si tuviera dolor.

—No soportaba la idea de verte —confesó.

Un nudo se instaló en mi garganta al escuchar aquello y entonces mi cuerpo entero comenzó a temblar.

—¿Me puedes decir por qué? —volví a preguntar, cada vez sintiéndome más pequeña, débil e insegura.

Una risa seca y burlona me hizo ahogar un sollozo. Me dolía su actitud tan... lejana. No había palabras para describirlo. Distante, frío, cruel.

—Porque eres una cínica —escupió.

—Mírame, Owen —pedí. Observé cómo tomaba una profunda respiración y luego clavaba sus fríos ojos en los míos—. Yo... No sé. ¿Te hice sentir mal de alguna manera sin darme cuenta? Dime qué fue lo que hice mal.

Sacudió la cabeza y volvió a apartar la mirada de mí.

—Aquí el único que hizo mal las cosas fui yo, Kara, al creerte y confiar en ti. Debí suponer que no habías cambiado ni un poco, pero me tenías tan deslumbrado que quise creerte todo, quise... —Lo vi apretar la mandíbula cuando sus ojos se humedecieron.

Me estaba matando el no saber lo que había pasado, lo que me estaba perdiendo y qué lo tenía así, comportándose de esa manera tan fría y grosera conmigo.

—Owen...

—Me mentiste, Kara. Me traicionaste de la peor manera, pero me lo merecía por crédulo.

Lo miré con horror.

—Jamás te he mentido, cariño, ni te he traicionado.

—¡No me llames así! —rugió mirándome ahora sí—. No tienes derecho. Y, por una vez, da la puta cara y acepta que te descubrimos en tu jueguito —masculló temblando de ira. Cada palabra que salía de sus labios me confundía más.

Sacudí la cabeza sin saber aún de lo que estaba hablando y estiré mi brazo hacia él. Lo dejé caer inerte a mi costado de nuevo al verlo observar mi gesto con recelo.

—No entiendo qué es lo que estás diciéndome.

Resoplando, elevó sus manos al cielo en un gesto de exasperación.

—¡Vi las fotos, Kara! ¡Vi el vídeo! —Su voz se rompió y alcancé a ver que sus ojos enrojecían—. Te vi revolcándote con ese tipo en los vestuarios de la agencia. Y tú le sonreías... —Un sollozo sacudió su cuerpo e hizo que yo también comenzara a llorar.

Me dolía ver cuánto sufría, y me sentía peor al saber que, en cierto modo, yo era la culpable de eso.

—¡No sé de cuales fotos ni vídeo me estás hablando! —confesé sacudiendo la cabeza. Acababa de decir esas palabras cuando Owen tomó su celular, buscó algo en él y entonces me lo lanzó al regazo sin cuidado.

—¡De eso te estoy hablando, joder!

Ignoré la manera tan brusca con la que me había arrojado el aparato y lo tomé entre mis manos temblorosas. La primera foto era de mí sentada en el vestuario, Marc muy cerca de mi cuerpo con la mano en mi hombro. La siguiente con los dedos descendiendo por mi escote, mi mirada clavada en la suya. Vista así... parecía una imagen muy íntima, pero nada más alejado de la realidad.

Vi la siguiente foto. Yo de pie, sonriendo con falsedad, él muy cerca de mí. La siguiente foto, era yo... No, un momento, esa no era yo. Era otra chica que tenía mi mismo corte de cabello, de espaldas, solo en ropa interior y tacones. La mano de Marc se encontraba en su cintura.

Ya no había más fotos, lo siguiente era un vídeo. Mi mano comenzó a temblar más, temerosa de lo que vería.

Pulsé reproducir.

Claramente era un vídeo sexual. Se podía observar el cuerpo de un hombre de espaldas y unas manos y piernas blancas rodeando su torso y caderas, los cuerpos moviéndose sincronizados. No había sonido, era bastante claro lo que estaban haciendo ahí, pero esa no era yo. Unos segundos después, el hombre la giraba y comenzaba a follarla en otra posición diferente. Así durante varios segundos más. Al último, cuando todo había terminado, él se retiró; ella se dio la vuelta cubriéndose con la camisa del hombre y miró hacia la cámara.

Me congelé.

Esos ojos azules, ese negro cabello corto... Era yo. Era mi rostro en ese vídeo.

Un sudor frío estalló por mi piel. ¿Cómo demonios era eso posible? ¿Cómo podía explicarlo si ni siquiera yo sabía lo que estaba pasando?

Me encontraba en shock.

Despacio, bajé el celular y me encontré con la mirada herida y acusadora de Owen. Sabía lo que estaba pensando. Lo sabía porque era probable que yo hubiera pensado lo mismo si me hubiera encontrado en su lugar. Inhalé profundamente y lo miré con fijeza a los ojos.

—No soy yo —susurré. Owen resopló y dejó escapar una carcajada llena de escepticismo—. En serio. No sé cómo terminó mi rostro en ese vídeo, pero no soy yo —dije lo más calmada posible.

—¿Ahora me vas a decir que es falso o es que tienes una gemela malvada? ¿Y las fotos qué? ¿También son falsas? —preguntó molesto, dolido... sintiéndose traicionado.

—Las fotos sí son reales, pero el contexto era diferente. Él me buscó para ofrecerme el contrato de la campaña a cambio de... favores —Owen rio—. Es verdad, yo le dije que podía ganármelo sola. Que se fuera a la mierda. No con esas palabras, pero fue algo así.

Lo miré con súplica y él se pasó las manos por su cabello en un gesto frustrado.

—Eso no es lo que escuché —dijo al fin.

—¿Y qué escuchaste? Owen, no sé quién te mostró esto, pero debes creerme. Esa persona te mintió. Yo... —Mi voz se quebró una vez más—. Te amo, Owen. No sería capaz de hacerte eso. ¿Acaso no me crees?

Sus ojos llenos de dolor se clavaron en los míos y sacudió la cabeza. El silencio volvió a instalarse, lóbrego y pesado.

—No sé, Kara. Estoy... No sé. Necesito tiempo. Creo que... Pienso que es mejor que lo dejemos aquí —murmuró resignado. El pánico me invadió.

—No. No me dejes, Owen —supliqué aterrorizada. Me puse de pie y me acerqué a él—. No me dejes. Vas a ver que voy a aclarar todo. Es más, pregúntale a Lena. ¿Ella fue quien te dijo esas cosas? Presiónala para que te diga la verdad.

Estiré mi brazo para tocarlo, pero él dio un paso fuera de mi alcance. Mi ánimo cayó al suelo.

—Lena sería incapaz de mentirme —susurró, lo que me hirió sobremanera.

—¡¿Y yo sí soy capaz?! —rabié dolida. Alcé mi barbilla sin importarme las lágrimas que salían de las comisuras de mis ojos—. ¡¿Crees que no he cambiado, que no te amo?! ¡¿Que todo lo que hemos vivido, lo que te he dicho, ha sido una mentira?! —Un sollozo rasgó mi garganta y tuve que obligarme a respirar para poder calmarme—. ¿En serio crees que sería capaz de hacerte daño? —cuestioné en un susurro unos segundos después, mirando directamente a sus ojos. Él no contestó. Entonces, con todo el dolor de mi corazón, abrí los ojos. Supe en ese instante que, contrario a lo que había creído, Owen jamás creyó verdaderamente en mi cambio—. Pues entonces es que no me conoces —finalicé sintiendo dolor... y decepción.

Owen clavó su mirada en el suelo al escucharme y sus hombros de hundieron.

—No lo sé, Kara. Siempre sentí que me escondías cosas... ¿cómo sé que no es eso? Yo... necesito pensarlo. Es que tal vez si lo admitieras podría manejarlo, pero sigues negándolo y yo...

El que dudara de mí de esa manera, lo comprobaba. Owen no confiaba en mí. No quería creerme. Si tan solo me hubiera buscado, me hubiera preguntado... Si tan solo no me hubiera callado aquel día.

—Bien —susurré—. Si quieres dudar de mí, si no quieres creerme... —Busqué alrededor por mi celular y lo tomé—, entonces no lo hagas —limpié las estúpidas lágrimas que seguía derramando y empujé su pecho inamovible—. Cree lo que quieras. Créele a todo mundo menos a mí. Al fin y al cabo, soy una zorra mentirosa y traicionera, ¿no?

Comencé a caminar hacia la puerta, pero luego me di la vuelta y me planté frente a él estirando mi mano.

—Quiero la llave de mi departamento.

—La dejé debajo de tu puerta —contestó mirándome con odio. Le devolví la mirada sin dudar. No iba a dejar que viera lo destrozada que me encontraba por dentro, a pesar de que ya le había rogado que no me dejara y que me había visto llorar.

—Supongo que esto es el final, ¿no? —expresé. Él asintió sin titubear—. Perfecto. No quiero estar con alguien que piensa lo peor de mí.

—Es lo mejor —masculló entre dientes—. No quiero estar con alguien como tú.

—¡Vete a la mierda! —grité, luego salí de su apartamento y fui al mío, donde una vez dentro me derrumbé y me permití ser débil.

Solo un momento. Solo un instante quería permitirme dejar caer todos mis escudos y barreras. Después de ese día, aunque me doliera y dificultara, iba a tratar de seguir adelante. Yo merecía a alguien que no creyera lo peor de mí, que me tuviera confianza y no se la viviera cuestionando todos mis actos y palabras, así que trataría de superar a Owen.

No iba a morir ni dejarme caer a causa de un hombre, por más que lo amara.

Lo que yo no sabía era que aquel acontecimiento formaba solo la punta del iceberg problemático que sería mi vida a partir de ese entonces.


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