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23 [Editado]

KARA

—La última toma, chica. —Un flash me cegó momentáneamente, pero no parpadeé ni perdí la sonrisa en ningún instante.

Dina y Davis, los hermanos organizadores de la campaña cosmética, habían estado muy al pendiente de mi desempeño en las sesiones fotográficas y de mi desenvolvimiento frente a las cámaras. Siempre tenía que estar haciendo poses, sonriendo o haciendo gestos extraños y ellos evaluaban todas y cada una de mis reacciones. Ya habían pasado dos semanas desde los castings y las únicas finalistas, por así decirlo, éramos Lena y yo. Sí, me encontraba compitiendo contra mi cuñada, la hermana de mi novio, pero ¿qué tan malo era eso?

Parecía que Lena me odiaba sin razón, sin embargo, quise suponer que era porque de verdad quería ganar y quedarse con el jugoso contrato que le ofrecían a la ganadora.

«Lo siento, querida».

Reil, por desgracia, había tenido que irse de nuevo y se vio obligado a contratar a un nuevo fotógrafo suplente durante el poco tiempo que iba a estar fuera. A pesar de que le rogué que no me abandonara, no pudo quedarse porque era otro de sus tantos eventos apartados. Dijo que había sido programado hacía bastante tiempo y no podía solo cancelar así a última hora sin más. Su reputación como fotógrafo se vería manchada y no sé qué más. Entonces, el único apoyo que tenía en ese momento era el mío propio. Me daba ánimos y palmaditas mentales diciéndome que lo estaba haciendo bien, que yo podía, que era la mejor.

—¡Listo! Lena, tu turno, preciosa.

El fotógrafo no escondía que bateaba para el otro equipo, por eso era que me sentía cómoda frente a él, algo que no podía decir de Marc Stone, el dueño de la academia a la cual yo pertenecía, al igual que Lena.

Marc era un señor en sus cuarenta y tantos, casi cincuenta años, muy bien conservado y, me atrevo a decir, apuesto. Lo malo era que siempre quería estar presente cuando las sesiones iniciaban y me hacía sentir... observada. Incómoda es un mejor término. Podía percibir su escrutinio sobre mí y me daba escalofríos, no de los buenos. Tenía esa mirada que te hacía sentir intimidada, como si te estuviera desnudando y tú no pudieras hacer nada por cubrirte. Por eso buscaba cualquier pretexto para escapar de su atento análisis visual en cuanto tenía la oportunidad.

En cuanto Max, el fotógrafo, me dijo que ya había terminado conmigo, me escabullí del estudio y me encaminé a los vestidores casi vacíos. Solo quería cambiarme con rapidez y luego ir al encuentro de Owen. No lo había visto mucho durante los quince días pasados y necesitaba poder sentirlo cerca de mí. A veces llegaba a mi departamento y me encontraba tan cansada que solo dormía hasta entrada la mañana, lo que significaba que no lo veía a pesar de vivir prácticamente juntos.

Lo bueno era que las vacaciones habían llegado, aunque mis calificaciones no hubieran sido tan buenas. Claro que pasé, sin embargo, no como me hubiera gustado. Pero es que Owen tenía la culpa. Justo cuando había estado en su departamento tratando de estudiar, salía él de la ducha sin camiseta y con gotas resbalándole por el torso. ¿Qué mujer iba a poder concentrarse en el estudio con semejante visión paseándose por delante de sus narices? Bueno, en definitiva, yo no podía. Mi carne era débil ante él y Owen era consciente de aquello. Cualquier dato que hubiera logrado retener, se borraba en cuanto lo veía semidesnudo.

¿Quién dijo que la vida es justa?

Era verlo, dejar de estudiar y llevarlo de la mano hasta la habitación mientras él reía por mi reacción.

Pero no era solo su cuerpo, sino todo él. La manera tan cariñosa en que me trataba, las miradas llenas de amor y ternura que me lanzaba, sus palabras de consuelo cuando mis ánimos estaban por los suelos... La manera en la que me cuidaba y me trataba. Todo en él me tenía totalmente enamorada. Todo había estado perfecto entre nosotros, o eso había pensado, sin embargo, todos tenemos secretos alguna vez y nosotros no fuimos una excepción por más que me hubiera gustado lo contrario.

Entré a las duchas que se encontraban ahí y me di un baño rápido. Estaba cansada y odiaba sentir mi piel pegajosa por el sudor, por lo que me enjaboné, enjuagué y en un par de minutos ya me encontraba fuera vistiéndome. Me puse una blusa arrugada que tenía en el fondo del bolso y los mismos pantalones de antes. Sacudí mi cabello y decidí dejarlo secar al natural, por lo que pasé al siguiente paso con el maquillaje. De hecho, me encontraba poniéndome una capa de labial cuando la puerta fue abierta con brusquedad.

Fue tal el susto que recibí, que di un pequeño brinco ocasionando que el labial me manchara por fuera del contorno de la boca.

—Pero qué...

—Lo siento.

Miré al hombre entrando frente a mí y fruncí el ceño. Llegué a pensar que por fin había logrado librarme de él, pero al parecer no era así.

—Señor Stone —murmuré con evidente desconfianza—. ¿En qué puedo ayudarlo?

Vi sus ojos barrer mi cuerpo y me estremecí con temor. ¿Qué hacía ese hombre ahí?

—Quería hablar con usted, señorita Rosseau. ¿Tiene unos minutos? Prometo que será rápido.

Miré el celular sobre el tocador frente al cual me había estado maquillando y me di cuenta de que todavía tenía algo de tiempo antes de que Owen saliera de su trabajo. Suspiré resignada.

—Uh, claro.

Marc caminó hasta quedar frente a mí y se sentó en el borde del tocador.

—Es acerca de la campaña —dijo. Eso captó mi atención—. Yo puedo hacer que usted firme el contrato con ellos. Sé que lo necesita más que Lena, esa chiquilla solo quiere ganar fama, en cambio, usted... Bueno, digamos que estoy al corriente de sus problemas económicos.

Arqueé las cejas ante aquel falso tono empático.

—Yo no tengo problemas económicos —admití. Era verdad que no me sobraba el dinero, pero tampoco me faltaba. Ya no.

—Tenía entendido que usted asistía a la universidad —murmuró visiblemente confundido. Su ceño se arrugó y miró al suelo como si este tuviera la respuesta.

—Oh, sí, pero...

—¿Acaso no pidió préstamos para esto? —interrumpió mirándome directo a los ojos. Tragué saliva y asentí. Ese señor me intimidaba—. Todos sabemos que estudiar la universidad no es nada barato, Kara. Sabemos que muchos son embargados por no poder pagar los préstamos que el gobierno brinda, ya que las sumas son muy considerables y un trabajo de medio tiempo como camarera no alcanza a cubrirlos. En cambio, un contrato con tantas cifras... Fácil. —Chasqueó los dedos para demostrar su punto. Aplané los labios.

Sabía que tenía razón. Sabía que era verdad todo lo que estaba diciendo, pero no quería aceptarlo. No me agradaba depender de nadie ni lograr las cosas por influencia de otras personas. Me gustaba poder tener las cosas por mis propios méritos, por mi esfuerzo y mi entrega, por mi pasión al hacerlas, no porque alguien llegara y me las ofreciera en bandeja de plata.

—No veo cómo puede ayudarme ni qué debo dar a cambio —expresé con voz firme, cuando la verdad era que temblaba por dentro de miedo por lo que pudiera pedirme. Conocía lo que se decía de él y no era nada agradable.

Lo vi sonreír como un depredador y temí.

—Eso es lo de menos, Kara. —Se acercó un poco más y colocó una mano sobre mi hombro—. Luego podemos arreglar eso. Algo con lo que ambos estemos... conformes —concluyó con voz profunda e insinuante.

Su pulgar cepilló una caricia en mi cuello y me estremecí por aquel asqueroso toque. Sus dedos se aventuraron a los tirantes de mi blusa, pero no me moví; me sentía congelada, estaba en shock. No fue hasta que su mano se aventuró a bajar con lentitud por mi escote que reaccioné empujando su mano lejos de mi cuerpo.

Sin dudarlo, me puse de pie y comencé a tomar mis pertenencias con manos temblorosas. No era tonta, sabía lo que quería de mí, sin embargo, era algo que no le iba a dar. Su fama de seducir a jovencitas y luego botarlas como basura lo predecía. Les hacía promesas, les bajaba las estrellas, y luego las aplastaba cual insectos. Marc Stone sabía cómo obtener lo que quería cuando deseaba, sin embargo, si esta vez me deseaba a mí, iba a llevarse una enorme decepción. Yo no caería en sus tretas. No pasaría por encima de la confianza de Owen ni pisotearía a su hermana por obtener algo que probablemente no mereciera.

Cierto, los prestamos eran un grano en el culo, sin embargo, ya vería cómo apañármelas cuando llegara la hora de saldarlos. Los iba a pagar con dinero que ganara limpiamente con mi trabajo y esfuerzo, no... rebajándome.

Cuando me di la vuelta para enfrentarlo, noté que él también estaba de pie frente a mí, demasiado cerca, pero no me amedrenté. Elevé la barbilla y aclaré mi garganta, dispuesta a dejarle bien claro cómo era yo.

—Lo siento, señor Stone, pero voy a declinar su oferta. —Lo miré a los ojos con orgullo y seguridad llenando mis venas—. Si merezco ese contrato y ellos me eligen, genial. Si no..., pues no pasa nada. Ya veré yo cómo le hago para resolver mis problemas financieros. De todos modos, aprecio que se haya preocupado por mí —finalicé sonriendo con fingida educación.

Él soltó una breve risa seca que me confundió y logró erizarme la piel.

—Ay, Kara. No sabes lo que estás rechazando —masculló sacudiendo la cabeza. Le clavé una mirada despectiva y entrecerré mis ojos.

—Soy más que consciente de lo que me estoy salvando —repliqué. Le brindé la sonrisa más fría posible para resaltar el veneno en mi última frase y luego salí de ahí sintiéndome fúrica.

Me temblaba todo el cuerpo por la ira y frustración acumulada. Pensé que me había librado de ser chantajeada de esa manera, de que me vieran solamente como una cara bonita y un cuerpo del cual aprovecharse, pero al parecer no era así. En todas partes había gente tratando de aprovecharse de uno y eso era algo que debía aprender. En todas partes iba a haber personas que dirían querer ayudarte, pero no tendrían buenas intenciones y solo buscarían perjudicarte. Ahora solo debía mantener los ojos bien abiertos y cuidarme las espaldas. Marc Stone no parecía ser la clase de hombre que se quedaba sentado y sin hacer nada ante un rechazo como el mío.

Ni siquiera me di cuenta de que una lágrima había escapado de mi ojo, hasta que la sentí deslizarse por mi mejilla. Eso me hizo enojar todavía más. Pasé furiosa la palma de mi mano por mi rostro y limpié cualquier rastro de debilidad.

No me iba a dejar manejar por nadie.

Di vuelta en la esquina de un pasillo y choqué con un cuerpo menudo.

—Lo siento mu... —Me interrumpí cuando me encontré con Lena mirándome furiosa—. ¿Lena?

—Lo sabía. Siempre lo supe —escupió dejándome confusa.

¿Qué sabía?

La miré alejarse de mí con la frente en alto y pasos apresurados, sus tacones resonando en el pasillo desierto. No fue hasta que la vi desaparecer que sentí como si me instalaran una pesada loza sobre los hombros. De repente me sentía muy cansada, totalmente agotada. Solté un largo suspiro y hundí un poco los hombros sintiéndome herida y vencida, luego salí de ese horrible lugar.

***

—Kara.

Abrí un poco los ojos y me encontré a Owen mirándome con ojos cansados.

—Hola —murmuré con voz pesada por el sueño. Había llegado a mi lugar y me había recostado en lo que esperaba a que Owen llegara, sin embargo, al parecer me había quedado dormida—. ¿Tienes mucho que llegaste? —pregunté.

—Nah, si acaso unos cinco minutos, pero me gusta verte dormir.

Lo encontré sonriéndome y lo imité. Me apoyé sobre los codos un poco, logré incorporarme y dejarle un lugar a Owen para que se sentara a mi lado, cosa que hizo de inmediato.

—¿Cómo te fue hoy? —pregunté. Sentí su brazo rodear mis hombros y jalarme a su costado, por lo que apoyé mi cabeza en su pecho.

—Bah. Normal. Trabajo aquí, viejas chismorreando por allá. —Reí—. Lo mismo de siempre. ¿A ti cómo te fue?

Lo vi tomar el control remoto y encender la televisión, poniendo una película de acción que ya estaba bastante avanzada. Me acurruqué más a su lado y reflexioné acerca de la respuesta que debía darle. ¿La verdad completa? Conociendo a Owen querría ir a enfrentarse a ese hombre y tenía miedo del resultado. ¿Quién saldría perdiendo?

Decidí mejor darle una respuesta vaga para evitar problemas y confrontaciones.

—Pues es extraño estar compitiendo con tu hermana, ¿sabes?

Sentí su pecho vibrar con su risa silenciosa y sonreí de nuevo.

—Y teniendo en cuenta que Lena es bastante competitiva, no me queda más remedio que advertirte que tengas cuidado —murmuró. Besó mi frente y luego apoyó su mejilla sobre mi cabeza.

—Tal vez ella sea la que debe cuidarse de mí —advertí.

—Uhm... No lo sé, ambas tienen su carácter. Me atemorizan.

Piqué sus costillas con mi índice, le mostré la lengua y él volvió a reír. Nos quedamos en silencio después de eso, por lo que cerré los ojos disfrutando del sentimiento de paz que me embargaba cuando lo tenía cerca.

—¿Owen?

—Mmm.

—Gracias —susurré. Lo sentí removerse un poco debajo de mí y luego su voz derramarse sobre mi rostro.

—¿Y eso? —inquirió sorprendido. Abrí los ojos y me di cuenta de que los suyos estaban clavados en mí. Me encogí de hombros.

—No lo sé —admití—. Por perdonarme, por hacerme feliz... Gracias por todo, supongo. Por ser tan tú y hacerme ser yo cuando estoy contigo. Porque cuando estamos juntos descubro quién soy. No hace falta fingir o buscar, simplemente soy yo, sin máscaras ni armadura. Te agradezco porque... me quieres. Me aceptas tal y como soy, no me juzgas ni me recriminas nada del pasado.

Dejé escapar un suspiro y me acerqué con lentitud a su rostro hasta depositar un ligero beso en sus labios.

—Kara...

—Gracias por dejarme amarte, Owen. Y gracias por...

Sus labios interrumpieron mis palabras con un intenso beso. Su boca asaltó a la mía con fiereza y sus brazos rodearon mi cintura con fuerza; nuestros pechos se juntaron, nuestras respiraciones se aceleraron. Me recostó con cuidado sobre el sillón, su cuerpo se cernió sobre el mío y sus manos apresuradas comenzaron a quitar las prendas entre nosotros. En poco tiempo, ese agradecimiento que sentía se lo demostré en cada una de mis caricias y los besos que prodigué por su cuerpo.

Así unidos y abrazados, moviéndonos al ritmo de nuestra desnuda y desesperada pasión, escuché por primera vez a los labios de Owen susurrar contra mi cuello:

—Te amo.

Y entonces sentí que estaba completa.

***

—Me llamó mi hermana —me contó Owen unos días después.

Era sábado y nos encontrábamos en su departamento mirando una película como siempre. La acabábamos de colocar, cuando su teléfono comenzó a sonar. Él había querido salir ese día, sin embargo, logré convencerlo de que era mejor que nos quedáramos en casa. Salir significaba que no podía tenerlo desnudo, y desde hacía varios días era lo único que quería. Deseaba tenerlo solo para mí, sin ropa si era posible y diciendo mi nombre una y otra vez, rogando con amor y desesperación.

Despegué mi mirada de la pantalla y lo encontré de pie a unos metros de mí con el ceño fruncido.

—¿Y? ¿Qué dice?

—Que quiere verme lo antes posible. Un asunto urgente, dijo —escuché la preocupación en su voz.

—Pues si quieres ir ahora...

—No, no. Es nuestro día. —Se acercó hasta mí y se inclinó a besar mi frente—. Tal vez mañana o el lunes vaya.

Se sentó a mi lado y me atrajo a su regazo, sin embargo, sentía la preocupación radiar todavía de su cuerpo. Seguramente Lena se lo había hecho sonar como un ruego desesperado, porque, a pesar de que Owen estaba justo junto a mí, sentía su mente lejana, pensando en su hermana y el supuesto asunto urgente. Y a pesar de que quería estar con él todo el día...

—Ve si necesitas ir. No quiero que estés preocupado pensando en eso. Mejor vas de una vez, te libras de ese pendiente, regresas y te tengo ahora sí todo para mí —ofrecí depositando un pequeño beso en su mandíbula. Lo miré a los ojos y él frunció más el ceño, debatiéndose entre hacerme caso o ignorarme.

—¿Segura?

Reí y tomé su rostro entre mis manos.

—Mucho. —Besé su nariz y luego me puse de pie—. Ahora ve.

No tuve que tratar de convencerlo mucho después de eso. Diez minutos más tarde ya salía y la puerta se cerraba tras de él.

Seguí viendo la película, pero mi mente viajó a esos últimos días. El raro ambiente que se había instalado en el estudio, las miradas de desprecio que me lanzaba Lena y las de deseo que me daba Marc. El trato de Max —el fotógrafo— hacia mí había cambiado, incluso el que me brindaban Dina y Davis.

Ya estaba deseando que mis vacaciones en Butner's terminaran, que fuera lunes y poder ir a un ambiente más conocido y amigable. Extrañaba a Marien y sus diatribas sobre la planeación de su boda. Su dulzura, inocencia... Extrañaba que ella me viera sin maldad. Por eso fue que la incomodidad de saber que era la exnovia de Owen se había pasado tan rápido. Quiero decir, a veces sentía celos si me ponía a pensar en ello, pero trataba de evitarlo. Owen estaba conmigo ahora y él me quería. Me amaba y yo lo amaba.

La película acabó justo cuando abría los ojos. Al parecer me había quedado dormida de nuevo. Estiré mis brazos y cogí el control para ver un canal mientras Owen regresaba. Miré la hora y me di cuenta de que ya era tarde. Se me hacía raro que no hubiera llegado todavía.

Busqué mi celular alrededor y lo encontré metido entre los cojines del sofá. Lo tomé, marqué su número y luego la puerta se abrió revelando la figura del hombre que tanto amaba.

—Owen, pensé que...

El fuerte azote de la puerta cerrada me hizo callar. Al parecer no venía de buen humor.

Lo vi acercarse, o más bien tambalearse hacia mí, e inclinarse para besarme con brusquedad. Tomó mi rostro entre sus manos y comenzó a devorarme sin tregua. La violencia con la que me comía la boca comenzó a lastimarme, por lo que ladeé el rostro y empujé un poco su pecho, jadeante.

—¿Estás ebrio? —pregunté descolocada por su actitud. Jamás se había portado así.

—¿Ebrio? No. Molesto, dolido, traicionado, eso sí.

Sus palabras duras me sorprendieron. ¿Qué tan malo había sido el asunto del que su hermana habló?

—¿Quieres contarme qué pasó?

Se sentó a mi lado, hundió la cara entre sus manos y dejó escapar un sollozo. Yo me acerqué más para acariciar su espalda..., pero él se alejó de mi toque.

—No, Kara. Justo ahora no quiero verte —musitó. Aquello me cayó como un balde de agua helada.

—Cariño...

—¡Dije que no! —gritó poniéndose de pie—. Solo vete.

Señaló la puerta con el dedo índice y yo asentí, sintiendo cómo el cuerpo comenzaba a temblarme. Me puse de pie y tomé una profunda respiración a través del nudo que se me había instalado en la garganta. Me dolía que no quisiera confiar en mí, pero comprendía que necesitaba su espacio. Tal vez había sido algo muy fuerte y precisaba terminar de asimilarlo él solo.

—Te veo mañana —susurré, temerosa de que mi voz se quebrara por el dolor que podía sentir emanando de él—. Te amo, Owen.

Su falta de respuesta hizo que mi corazón se encogiera un poco más.

Tomé mi celular, mis zapatos y salí de su apartamento cerrando la puerta con delicadeza tras de mí. Entré a mi lugar, me dirigí a la habitación y me recosté sobre mi fría y solitaria cama; el silencio de la noche interrumpido por unos sollozos que venían del departamento contiguo, de Owen.

El corazón se me estrujó. Odiaba sentirme tan inútil, no estar ahí a su lado para consolarlo, pero me había pedido que me fuera y eso fue lo que había hecho. ¿Había estado mal? ¿Debí de haberme quedado a su lado, aunque no hubiera querido? ¿Debí haberlo obligado a hablar conmigo?

Mi interior estaba hecho un revoltijo de emociones y contradicciones. Solo esperaba que, en ese tiempo que estuviera sin mí, pudiera disminuir el sufrimiento y dolor que eran tan notorios en aquel instante.

Cerrando los ojos con fuerza, me hice un ovillo, rogando que al día siguiente todo se aclarara y él se sintiera mejor, que no me apartara de nuevo.


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