21 [Editado]
KARA
Una vez que me despedí de Owen, me adentré al edificio para descansar un poco antes de ir al gimnasio. Tenía unas ganas inmensas de sumergirme en la piscina y quemar toda mi frustración, toda esa maraña de sentimientos venenosos que trataban de quemarme desde dentro. Esos enfermizos celos para empezar. Celos de mi mejor amiga, o lo más cercano que tenía a una.
¿Owen y Marien? No quería siquiera imaginar todo lo que habían tenido, lo que una relación conlleva. Besos, caricias, palabras bonitas, intimidad, promesas... ¿qué tanto se habían querido? ¿Qué tan seria había sido su relación? ¿Owen ya la había olvidado? ¿Pensaba en ella estando conmigo? Todas esas dudas se revolvían en mi estómago y en mi pecho haciéndome sentir enferma físicamente, por eso necesitaba salir y despejar mi cabeza; nada mejor que una agotadora sesión de natación para poder lograrlo.
En lugar de descansar como me lo propuse en un principio cuando recién llegué, tomé mi mochila y la llené con las cosas que necesitaría: una toalla, ropa interior y mi traje de baño; luego salí de mi departamento y cogí el coche con destino al gimnasio. Una vez que llegué, saludé a algunos conocidos y me dirigí a la piscina que siempre se encontraba vacía. Me desvestí tomándome el tiempo de doblar con cuidado mi ropa, me coloqué el traje de baño y me lancé al agua que tanto anhelaba. Fue un alivio sentir la frescura que tanto necesitaba contra mi piel.
Los pensamientos negativos, así como así, desaparecieron, dejando a su paso paz y tranquilidad en mi interior. Esa era una de las razones, sino es que la principal, por las que amaba nadar. Porque era como si, una vez que estaba dentro de la pileta, todos los pensamientos pesimistas que me hacían daño se filtraran de mi cuerpo y se disolvieran en el agua. Cualquier duda acerca de lo que Owen y yo teníamos de pronto se aclaró y estuve segura de que lo que nosotros poseíamos era algo puro, fuerte y que nunca —ninguno de los dos— lo habíamos tenido con alguien más. La intensidad que compartíamos era algo que no podía hallarse dos veces en la vida.
Él me comprendía, me cuidaba, me había perdonado, y yo... Yo solo me dedicaba a hacerlo feliz, a escucharlo y a redimirme cada día por el daño que le había hecho.
Así pasé alrededor de una hora, pataleando, sintiendo los músculos de mis piernas quemar, hasta que escuché en la calma del lugar que una puerta era abierta, rompiendo así la tranquilidad en la que me había sumido. Al llegar a la orilla, elevé la mirada y me encontré con alguien observándome fijamente. Una sonrisa se expandió en mi rostro al ver a Dan ahí de pie, esperándome. Salí de la alberca impulsándome sobre mis brazos, con el agua corriendo por mi cuerpo y pequeñas gotas aferrándose a mis pestañas impidiéndome ver con claridad. Tomé la toalla que había dejado sobre una silla cerca, la enrollé a mi alrededor y luego me acerqué a mi amigo para besar su mejilla.
—Hey, hola. ¿Qué haces por estos rumbos? Tenía entendido que habías salido de la ciudad y que era probable que no volvieras hasta el próximo mes —expresé confundida.
Dan me sonrió y con una mano revolvió mi cabello mojado.
—Nada, planes cancelados a última hora —contestó con simpleza—. Además, quería ver cómo iban las cosas entre tú y Owen. ¿Todo bien?
Sonreí de nuevo ante su preocupación. Desde que se había desvivido pidiéndome perdón por haberme juzgado sin saber todo el contexto que me rodeaba, se había vuelto en un gran amigo. Su lado coqueto no salía cuando estaba a mi lado, solo era él, un Dan protector que me cuidaba como si fuera su hermana menor, me hacía reír cuando mi ánimo estaba por los suelos, sin embargo, desde que Owen y yo estábamos juntos, ya no solía sentirme así. Él me iluminaba por dentro cuando mi interior era oscuro.
Una mirada soñadora se posó en mi rostro al recordarlo.
—Todo perfecto —contesté con sencillez.
Las cejas de mi amigo se elevaron en un gesto divertido.
—Puedo ver la cara de enamorada. Ya imagino cómo ha de estar él. —Sacudió su cabeza con fingido pesar a lo que choqué mi hombro con su brazo.
—Estamos muy bien. Todo ha ido demasiado bien de hecho.
—¿Dramas?
—Nah. Algunos desacuerdos, pero nada importante.
—Me alegra oírlo.
—Y a mí —confesé sonriendo—. Te ves... diferente —dije notando un cambio en su expresión, algo que no había estado ahí la última vez que lo vi.
Dan desvió su mirada a la piscina y luego sacudió la cabeza.
—No es nada —indicó, sin embargo, yo sabía que sí era algo, solo que no lo presioné. Él me contaría cuando quisiera hacerlo.
—Si tú lo dices... —Lo vi asentir con convicción y suspiré—. Vale, te creo. Ahora cuéntame qué haces aquí.
—¿Pues qué más? —preguntó como si fuera obvio—. He venido por ti.
***
—Tengo que estar en casa temprano —expliqué mordiéndome las uñas—. Owen va a llegar y no recuerdo si tiene la llave de repuesto que le di. Es tan distraído que casi siempre la olvida, y si llega y yo no estoy...
—Tranquila —me interrumpió Dan riendo—. Estaremos ahí antes de que te des cuenta, ¿sí?
—Está bien —exhalé. Miré a nuestro alrededor y fruncí el ceño confundida—. ¿En dónde estamos?
Él se giró a verme y me lanzó una sonrisa insegura.
—Quiero que conozcas a alguien —susurró nervioso, luego abrió la puerta y bajó del coche con dirección a una casa al otro lado de la acera.
Lo seguí porque la curiosidad podía más que yo, y porque sabía que si no lo hacía duraríamos mucho más tiempo con él tratando de convencerme. Cerré la puerta y fui apresurada tras sus pasos. No quería quedarme sola atrás. Dios sabía la mala suerte que tenía y no quería morir atropellada o algo peor.
Apenas lo había alcanzado cuando la entrada de la casa fue abierta por una hermosa mujer delgada y de piel canela que nos recibió con una sonrisa sincera.
—¡Dan! Hola. Pasa, cariño. ¿Qué te trae por acá? —Le dio un abrazo rápido y luego me miró con curiosidad—. ¿Y quién es tu amiga? —preguntó con tono dulce.
Dan me miró por encima de su hombro y me dio un abrazo, atrayéndome a su lado.
—Lynn, esta es mi amiga Kara, de la que te había hablado —contestó ignorando mi semblante confundido. ¿Había estado hablando de mí?
—Sí, sí, lo recuerdo —murmuró con una risa amistosa—. ¡Pasen! Por favor, no se queden ahí.
Abrió más la puerta y entramos a una agradable salita de estar decorada de forma muy femenina. Parecía como si ahí no vivieran más que mujeres. Todo alrededor era de tonos cremas, rosados y tenía encajes o telas floreadas. Te daba la sensación de estar en una casita de muñecas, por lo que traté de no tocar nada alrededor.
—Por acá —nos pidió caminando hacia una mesa con cuatro sillas, un juego de platos y tazas de porcelana se encontraba distribuido sobre ella. Incluso tenía un platito de galletas que olían de maravilla.
Nos sentamos en las sillas sin mucha ceremonia, sin embargo, nos quedamos en silencio por algunos momentos. Lynn nos miraba con una sonrisa y Dan no hacía nada más que ver a su alrededor. Y yo... Bueno, yo me sentía sumamente incómoda ahí, sin saber qué hacer. ¿Para qué me había llevado Dan a ese lugar?
—Bueno —rompió el silencio mi amigo pasados algunos minutos—. Lynn, como ya te había comentado, Kara es modelo, pero justo ahora no tiene ocupaciones en ese ámbito, por lo que tampoco obtiene ese ingreso extra que necesita.
»Kara, Lynn es una amiga mía muy querida y antigua. Ella tiene su propia agencia, aunque es muy pequeña y apenas va comenzando, sin embargo, sé que ella puede ayudarte si lo necesitas. Por eso te traje aquí hoy. No quiero que vuelvas a tener problemas con el dinero y, conociéndote, sé que eres capaz de morirte de hambre solo para no pedir ayuda, cosa que estoy tratando de evitar. Soy consciente de que ahora es algo diferente porque estás con Owen, pero igual quería que te dieras cuenta de que hay muchas opciones fuera, ¿sí? No tienes por qué lamentarte cuando por ahí hay cosas mejores que una ocupación tan... superficial.
Elevé mis cejas ante su discurso.
—Uh...
—Ahora, después de haber dicho esto, las dejo para que hablen de negocios —se puso de pie y se dirigió a quién sabe dónde, dejándonos solas a mí y a Lynn. La miré con los ojos muy abiertos y reí al ver que ella portaba la misma expresión.
—Eso fue raro —admití.
—Dan es así —explicó haciendo un ademán con su mano en el aire—, muy fiel y protector con sus seres queridos. Deberías de sentirte afortunada. —Escuchamos el televisor encenderse y luego vi a Lynn sonreír levemente. Parecía que estaba... ¿enamorada de Dan? Los ojos le brillaban al hablar de él, al verlo. Sonreí ante esa perspectiva. Ella parecía una gran mujer, y Dan... Bueno, él era el mejor amigo, un muy buen hombre. Podía verlos claramente juntos.
—Es un gran amigo —ofrecí. La morena asintió y luego me observó con esos amables y sonrientes ojos marrones.
—Ahora, ¿te parece que hablemos sobre el trabajo?
***
Casi una hora después me encontraba tumbada sobre mi colchón mirando el techo y pensando en todo lo que me había propuesto Lynn. Necesitaba el dinero, eso a nadie le venía mal, pero era demasiado el tiempo que tenía que invertir y muy poca la ganancia que recibiría a cambio.
No sabía qué hacer. Quería, por un lado, olvidarme de esa opción de trabajo que tenía, porque, como había dicho Dan, era un ambiente muy superficial, además de falso y competitivo. Las chicas ahí hacían lo que fuera con tal de tener más oportunidades de brillar, no importaba con quién tuvieran que acostarse o sobre quién tuvieran que pasar. Era un entorno de lo más odioso, sin embargo, era de las pocas cosas que se me daban bien. Posar, sonreír, ser falsa y plástica. La práctica hace al maestro y Dios sabe que yo había tenido ya demasiada práctica.
Suspiré sopesando la oferta de Lynn. Tal vez luego necesitaría más datos acerca de su... agencia independiente. Lo bueno era que tenía su tarjeta y podía llamarla en cualquier momento en busca de información, o por lo menos eso fue lo que había entendido; que podría llamarla cuando quisiera si tenía dudas.
Me puse de pie y me dirigí al baño para cambiarme, cuando un mensaje entrante en mi celular lo hizo sonar. Sonreí con la idea de que fuera de Owen, así que corrí en ropa interior a tomarlo, sin embargo, la sonrisa se convirtió en una mueca de confusión al encontrar el nombre de Reil parpadeando en la pantalla. Tenía muchísimo tiempo que no sabía nada de él y me descolocaba el tener noticias suyas así de la nada.
Abrí el mensaje y mis cejas se elevaron con sorpresa al leer lo que escribía ahí.
Reil: «Kara, mañana estaré de regreso en la ciudad e iré a verte. Quiero hablar contigo. De hecho, tengo un trabajo muy importante y tú serías la modelo adecuada. ¿Te interesa? Está muy bien pagado, te lo garantizo. Te llamo mañana, solo quería avisarte para no tomarte de sorpresa. Espero que te encuentres bien y que me estés extrañando ;)».
Sonreí al terminar de leerlo. Parecía que no iba a necesitar el trabajo de Lynn después de todo.
Me dirigí de nuevo al baño donde removí mi maquillaje y lavé mi cara. Me enfundé en unos pantalones cortos y blusa sin mangas que usaba como pijama, luego fui a la sala donde encendí el televisor y me recosté sobre el sillón a esperar a Owen.
Me encontraba viendo una película romántica y muy aburrida, por lo que mis ojos comenzaron a pesar. No pasó mucho tiempo cuando escuché la puerta abrirse con cuidado indicándome la llegada de mi novio. Las esquinas de mis labios se elevaron, pero no moví ningún músculo.
—¿Kara? —me llamó en voz baja—. Ya llegué, amor.
El sonido de sus pasos contra el suelo llenaba la estancia, y luego fue su perfume el que inundó mis fosas nasales. Mis ojos se encontraban cerrados por el cansancio, sin embargo, no estaba dormida ni mucho menos. Solo me gustaba descansarlos un poco y escuchar mi alrededor.
Tras unos segundos sentí su mano acariciar mi frente y remover un mechón de cabello de mi rostro, luego sus labios cálidos posarse sobre los míos y susurrar mi nombre una vez más. Abrí mis ojos con lentitud y lo encontré postrado de rodillas ante mí, observándome con adoración.
Mi estómago dio una voltereta.
—Hola, cariño —susurró sonriendo—. Lamento despertarte.
Inhalando una profunda respiración, me incorporé sobre el sillón y me tallé un ojo con el puño reprimiendo un bostezo.
—No estaba dormida, te estaba esperando —murmuré con voz adormilada. Él rio enternecido. No me creía.
—Bueno, ven, vamos a la cama.
Me tomó de la mano y me puso de pie para dirigirnos a la habitación, donde una vez que entramos, me recostó sobre el colchón y comenzó a desnudarme con lentitud. Me encantaba cuando me trataba así, con una delicadeza infinita, como si fuera lo más preciado que tuviera y no me quisiera dañar; como si fuera de papel y cualquier movimiento brusco fuera capaz de romperme.
Lo ayudé a quitarse la ropa y luego nos abrazamos, así piel contra piel, tibios y cómodos, sin intentar nada más. Me acunaba entre sus brazos, lugar al que yo llamaba ahora mi hogar, y luego suspiró apretándome con un poco más de fuerza. Exhaló antes de posar sus labios en mi frente y murmurar unas palabras que no alcancé a distinguir, pero que estaban llenas de algo parecido a la tristeza.
—¿Qué pasa? —pregunté, consciente de que algo lo estaba molestando. Una risa silenciosa hizo vibrar su pecho y sentí que sacudía su cabeza en una negativa.
—Nada, solo que te extrañé —murmuró.
A pesar de que esas palabras me hicieron muy feliz, sabía que no era la razón de su actitud. Me removí entre sus brazos con incomodidad y me encontré con sus ojos abiertos en la penumbra de la habitación. Él sabía que no me gustaban las mentiras, por más insignificantes que fueran.
—No me mientas —pedí. Él volvió a reír.
—Creo que no me está gustando esto de que me conozcas tan bien —bromeó—. Y no estoy mintiendo, sí te extrañé —besó mi frente, luego acunó mi rostro entre sus manos y pegó nuestras frentes juntas—. ¿Ya no estás molesta? —inquirió con evidente preocupación.
Su aliento bailó sobre mis labios y los lamí en respuesta. Tuve que hacer un gran esfuerzo para no besarlo y seguir concentrada en lo que estábamos hablando.
—¿Por qué iba a estar molesta? —pregunté confundida.
—Pues por lo de... Marien. Lo que pasó hoy temprano. —Se encogió de hombros—. Vi cuánto te molestó, pero quiero que sepas que ya todo eso quedó en el pasado. Ahora estoy contigo y te quiero mucho, Kara. Nadie nunca me ha hecho sentir como tú lo haces. —Fijó sus ojos en los míos y elevó las cejas—. Lo sabes, ¿no? ¿Que solo eres tú para mí? ¿Que solo te quiero a ti?
Continuó viéndome directamente, haciéndome sentir mil emociones en la boca del estómago, y asentí. Sabía que no me mentía.
—También te quiero, Owen —dije en un susurro—, y confío en ti más que en nadie —confesé.
Me miró por un largo rato más y luego sonrió soltando un suspiro lleno de alivio.
—Yo también confío en ti. Con mi vida, Kara. Te quiero con mi vida entera.
Me volvió a abrazar pegando nuestros pechos juntos y en ese momento le creí todo. Le creí que me quería, le creí que confiaba en mí..., pero resulta que las cosas no se demuestran con palabras, sino con hechos, y eso fue en lo que falló.
Cuando llegaron las pruebas y los obstáculos a nuestra relación, él se olvidó y no me lo demostró.
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