09 [Editado]
KARA
Llegué furiosa a mi departamento y azoté la puerta tratando de escurrir un poco de la rabia que sentía. Odiaba a Owen y, no importaba cómo, lo iba a hacer pagar. Había tratado de demostrarle lo mucho que estos últimos años me habían hecho cambiar, de verdad que lo había intentado, pero él insistía en hacerme la vida difícil y yo no me iba a quedar de brazos cruzados.
Me dirigí a cambiarme de ropa para la sesión de fotos que tendría en la noche, cuando recibí una llamada. Qué inoportuna podía ser la gente a veces. Soltando un suspiro cansado, dejé mi ropa sobre la cama y me dirigí a contestar el teléfono, mis dedos cruzados pidiendo porque no fuera mi madre.
—¿Sí? —respondí aún molesta.
No creía que el coraje se me fuera a pasar con tanta facilidad. Todavía podía sentir el nudo que tenía en el estómago después de la confrontación con... Con ese... Ugh, con ese tipo que se creía lo mejor del mundo. Sí, bien, estaba bueno, pero no significaba que podía tratarme así, que debía de tomar represalias por las cosas que había hecho tantos años atrás cuando era una niña inmadura que no sabía nada de la vida. Estaba arrepentida, se lo había dicho, pero no le entraba en la cabeza.
—Uhm, ¿Kara, te pillo en mal momento? —cuestionó una familiar voz. Mi cuerpo se relajó casi de inmediato y sonreí con tristeza. Pasé una mano por mi rostro y sacudí la cabeza en una negativa aún a sabiendas de que él no podía verme.
—Uh, no. ¿Qué pasó, Reil?
—Quería saber si te llamaron de la agencia —dijo con lentitud. De inmediato supe que no me iba a gustar lo que diría—. Dina enfermó. No va a poder cubrirme esta semana. Están posponiendo las sesiones para dentro de dos semanas —murmuró.
Apreté el puente de mi nariz y exhalé molesta. Eso era lo único que me faltaba.
—A ver, Reil. Es la tercera o cuarta vez que hacen esto. No tengo problema con posponerlo, ya lo sabes, pero necesito el dinero. No me han mandado el cheque que me prometieron y debo comprar mis cosas, ¿sí? Te admiro. Muchísimo. Te quiero también. Si no fuera por ti quién sabe dónde estaría en estos momentos, pero no puedo seguir aplazando mis sesiones por más tiempo, así que, o consigues a un suplente de tu confianza que sí cumpla cuando debe o... —dejé de hablar. No quería que pareciera que estaba amenazándolo.
La verdad era que solo estaba frustrada por mi situación económica. A pesar de que Reil me había hecho las cosas más sencillas, seguía batallando. Necesitaba comer y para poder hacerlo necesitaba que me entregaran mi cheque. Cierto que no era una modelo básica, solo temporal, pero la agencia tenía la obligación de pagarme.
Un silencio tenso se instaló entre nosotros. Crucé los dedos esperando que dijera que vendría o se haría cargo, pero el alma se me cayó a los pies cuando en lugar de eso dijo que no podía hacer nada por mí y se despidió prometiendo llamarme en un par de días. Me molesté muchísimo.
¡Yo no tenía un par de días!
Reil había sido descubierto cuando hizo una pequeña muestra de fotografías en la cual yo había sido su modelo principal dos años atrás. Fue por eso que él y yo habíamos formado una amistad tan estrecha. Nos encontramos y ayudamos cuando más lo habíamos necesitado. Reil había pasado por mucho, al igual que yo, aunque nunca habíamos hablado de eso. Teníamos nuestros secretos y no queríamos ventilarlos.
Un segundo después de escuchar que cortaba la llamada, grité frustrada y arrojé el teléfono a la pared sin importarme si se rompía. Era algo tonto por hacer, ya que no tenía manera de comprar otro, pero estaba tan molesta que no me importaba. Un jarrón se interpuso en mi camino cuando anduve hacia mi habitación, así que también lo aventé al piso, no importándome en absoluto si llegaba a pisar los pedazos de vidrio roto. Nada me importaba en ese momento. Nada.
Estaba molesta y dolida. Estaba frustrada. Estaba... rompiéndome. Parecía que nada me podía salir bien. Y luego las palabras que Owen había dicho en el gimnasio seguían resonando en mi cabeza.
«La universidad no es un lugar para muñecas huecas como tú».
Dejé salir una pesada respiración al recordar a las personas que, a lo largo de mi vida, me dijeron palabras similares. Los recordé uno por uno, sus palabras, el tono de lástima, las miradas llenas de malicia... y luego, como si sentirme miserable no fuera suficiente, algo se rompió dentro de mí y comencé a sollozar con fuerza. No habría podido evitarlo, aunque lo hubiera intentado. Tenía tanto tiempo guardándome todo... y simplemente era hora de dejarlo salir.
De mi cuerpo salían sonidos llenos de lamento, pero provenían de lo profundo de mi alma. Eran ecos de mi desesperación, porque estaba segura de que era el karma regresándome todo. Todas las personas a las que había herido siendo tan solo una mocosa engreída, todos aquellos a los que hice sufrir, estaban obteniendo su venganza sin siquiera mover un dedo.
«Si tan solo pudiera regresar el tiempo...».
Me encontraba hecha un ovillo sobre mi cama, lamentándome por las consecuencias que pagaba, cuando escuché que golpeaban la puerta.
—¿Kara? —oí que alguien me llamaba. No dije nada, no quería que me vieran de esa manera y pensé que se irían si no hablaba, pero me equivoqué. De igual manera volvieron a tocar—. ¿Kara, estás bien? Soy Owen. Yo... escuché ruidos y quería saber si todo está en orden.
Fruncí el ceño y me enderecé un poco al escuchar quién era. ¿Qué hacía Owen frente a mi puerta? O, mejor dicho, ¿por qué quería asegurarse de que todo estuviera bien? Acababa de humillarme tan solo una hora atrás frente a un gimnasio lleno de hombres, por lo que no le quedaba el papel de chico preocupado. Me puse de pie y caminé hasta la puerta dispuesta a decirle unas cuantas cosas. Coloqué mi mano en la perilla..., pero en el último segundo me arrepentí. Mis hombros se hundieron. No quería que me viera tan dolida y vulnerable por lo que solo me quedé ahí donde pudiera escucharme con claridad.
Aclaré mi garganta para que mi voz no saliera rota y tomé una profunda respiración.
—Estoy bien, Owen, no te preocupes. Ahora vuelve a tu lugar —dije en voz baja, casi en un susurro. ¿A dónde se había ido todo mi enojo? Parecía haberse esfumado dejando en su lugar un cansancio abismal.
No escuché pasos alejándose, por lo que supe que estaba todavía frente a mi puerta. Solo pasaron un par de segundos en silencio, entonces escuché su voz dubitativa.
—Bueno, si necesitas algo... estoy aquí al lado.
Me reí sin ganas, el enojo volviendo por arte de magia. ¿De verdad me estaba ofreciendo su ayuda? Eso era el cinismo en persona.
—Seguro, lo tendré en cuenta —solté, tratando de que el sarcasmo fuera evidente en mi voz. Era bastante obvio que no iba a recurrir a alguien que se empeñaba en hacerme quedar mal.
—Como sea —masculló. Parecía haberse enojado una vez más.
Escuché sus pasos alejarse y me dejé caer en el suelo, mi espalda recargada en la puerta de entrada. La breve distracción que me había proporcionado Owen se estaba disipando, dejándome solo con mis remordimientos y problemas por lo que comencé a llorar de nuevo.
Al parecer no había dejado salir todo lo que me torturaba. Si seguía a ese paso me iba a deshidratar. No sé cuánto tiempo me quedé ahí tirada deseando poder regresar el tiempo, cuando escuché unos pasos que se paraban frente a mi puerta.
—¿Kara? —Era Owen, de nuevo. Limpié las lágrimas de mi rostro con rapidez, como si él fuera capaz de verme, y enderecé mis hombros. Lo que fuera que viniera a decirme, no iba a herirme más. No iba a darle ese poder—. Sé que nunca tuvimos una buena relación... De hecho, nunca tuvimos ninguna relación, a excepción de ti humillándome y eso, pero... Bueno, eso ya no importa. El punto es que, si necesitas algo, aquí estoy. De verdad. Cualquier cosa a cualquier hora. Incluso si solo necesitas desahogarte y que alguien te escuche, soy buen oyente —se ofreció. En su voz era evidente la lástima y lo odié por eso.
No me gustaba que sintieran lástima por mí y mucho menos que se ofrecieran a ayudarme como si fuera un caso de caridad, así que lo maldije para mis adentros. Evité decirle algo. No iba a caer en su juego para que luego volviera a hacerme quedar mal, a humillarme frente a una multitud. Podría haberlo tratado mal en la secundaria, pero ya le había pedido perdón. Había sido una cría en aquel entonces, ya había madurado; se suponía que él también, pero si no quería darse cuenta y deseaba seguir actuando como un adolescente, entonces bien podía darle razones para odiarme de verdad e iniciar una guerra.
Al día siguiente llegué temprano a la universidad y solicité una reunión con la rectora. Si Owen quería jugar sucio entonces eso era lo que haríamos.
Lamentablemente no pude comunicarme con Ria esa mañana. Era una mujer ocupada y tenía espacio disponible hasta el día siguiente. Tomé los escasos quince minutos que me ofrecían y luego me dirigí a mis clases sintiéndome mejor que el día anterior. El llanto había servido.
Por suerte, esa mañana no tenía Economía, por lo que me salvaría de verle la cara a ese... tipo. Solo pensar en él me hacía hervir la sangre, y no precisamente porque me pusiera caliente. Bueno, sí, eso también lo hacía un poco, pero más que nada era la rabia que me provocaba con su sonrisa déspota y su actitud inmadura. Owen Bates sabía de qué hilos tirar y cuáles botones pulsar para hacerme enojar con una facilidad que no mucha gente poseía.
El día transcurrió con prontitud y cuando menos lo esperaba ya me encontraba dirigiéndome a mi trabajo como camarera en ese restaurante que parecía haberse puesto de moda de un día para otro. El ambiente en Butner's era muy agradable y los empleados eran amables conmigo, por lo que había decidido quedarme trabajando más tiempo ahí en lugar de hacer mi carrera de modelo a tiempo completo.
Me alegraba mucho haber decidido eso porque, de haberlo dejado, me habría quedado en bancarrota y, con toda seguridad, de patitas en la calle. Sin universidad, trabajo ni casa me hubiera visto obligada a regresar a casa de mis padres con el rabo entre las piernas y a concederles la razón con respecto a que yo era una buena para nada.
Y prefería morir mil veces antes que tener que rendirme y regresar.
Cuando entré al fresco interior del local, Marien, mi compañera y amiga, me saludó con su típica sonrisa cálida.
—Kara, ¿cómo estás? —preguntó con esa vocecilla que animaba a todo el mundo. Me acerqué para saludarla con un beso en la mejilla y luego me coloqué detrás del mostrador junto a ella para atar un mandil alrededor de mi cintura.
—No me quejo. ¿Qué tal tú, cómo te va con Said?
Sus ojos se iluminaron ante la mención del hombre que amaba, su prometido, y no necesitó más motivación para soltarse contándome todo respecto a los preparativos de su boda. Me gustaba verla tan alegre, por lo menos sabía que alguien estaba disfrutando de su felicidad con plenitud. Ella lo merecía.
Después de que Tisha, nuestra jefa, nos pidiera dos veces que comenzáramos con nuestros deberes, la plática cesó y cada quien se dirigió a su puesto de trabajo: Marien detrás de la barra y yo en el área de las mesas, esperando a que un nuevo cliente llegara. El reloj avanzaba y el trabajo aumentó, por lo que me mantuve demasiado ocupada hasta que llegó mi hora de salida. Estaba exhausta y lo último que quería era ir al gimnasio, pero tenía también muchas ganas de entrar a la piscina a perderme un rato del mundo. Me dirigí a la parte trasera para recoger mis pertenencias cuando Marien me llamó nuevamente con un semblante de disculpa.
—Kara, ha llegado otro cliente y Tisha pidió que te encargaras de él. —Hizo una mueca sabiendo que no me gustaría y yo puse los ojos en blanco. A mi jefa le gustaba fastidiarme solo porque no había querido salir con su hijo. Con un resoplido me dirigí de nuevo a la zona de mesas y a la única persona que se encontraba sentada ahí.
—Buenas tardes, ¿desea ordenar algo? —Una chica rubia me miró por encima de su menú y luego sonrió con malicia. De inmediato la reconocí. Tuve que morderme la lengua para no arrojarle la libreta en el rostro cuando me dio esa lenta y odiosa mirada despectiva. Me dio un repaso de arriba abajo y su sonrisa se ensanchó.
Sentía que, de algún modo, se estaba burlando de mí.
—¿Me das un momento? —inquirió burlona—. Es que estoy esperando a alguien más.
—Claro.
Me alejé unos pasos y esperé a que llegara su invitado. Miré mi reloj, estudié mis uñas, chequé las puntas de mi cabello y por fin, después de lo que pareció una eternidad, las puertas se abrieron. Mi respiración se atascó.
—Lena, querida —dijo el hombre acercándose a la chica. Ella se puso de pie, envolvió los brazos alrededor de su cuello y luego lo besó con fuerza.
Aparté mi mirada avergonzada de haber encontrado al dueño de la agencia para la que trabajaba ocasionalmente comiéndose a una chica por lo menos quince años menor que él. Eso no era todo. Ella era una de sus modelos básicas. ¿Así había conseguido ella algunas de las campañas? Recordé todas las veces que me advirtieron de ese tipo y cómo le gustaba meterse entre las piernas de las modelos con un futuro brillante, prometiéndoles el mundo entero solo para luego desecharlas dejándolas sin trabajo ni dignidad.
Cerré mis ojos con fuerza y pedí al cielo que no me reconociera. Yo me había salvado en aquel entonces de sus tretas porque Reil era su fotógrafo y había fingido una relación conmigo solo para protegerme. El hombre perdió el interés en mí después de eso. Armándome de valor, me dirigí a ellos, los atendí y, después de un corto tiempo, se dispusieron a marcharse.
Agradecí que él no me hubiera reconocido y que ella no hubiera parecido tener la intención de decirle quién era yo. Limpié la mesa y tras despedirme, salí del lugar. Aquel pequeñísimo encuentro sorpresa y las revelaciones de este me habían asustado y drenado las pocas energías que tenía. Subí a mi auto y me dirigí al departamento, donde me esperaba una pequeña nota azul presionada en mi puerta. Miré hacia el departamento de al lado y me pregunté si había sido Owen quien había dejado eso ahí. La caligrafía era de un hombre, sin dudarlo, y eso me hizo sentir... extraña. ¿Una treta?
Sin rencores.
—O.
Volví a mirar la nota y algo en esas letras me hizo sonreír. Entré a mi lugar sin pensar en el significado de aquel pedazo de papel y me dije que no importaba. Aquella nota no iba a cambiar nada importante en mi vida.
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