Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Epílogo

Terminé integrando a Mason en mi grupo. Ya que estábamos preparando todo para la fiesta de Halloween; ayudando a Larry en la decoración y preparativos. Quería que fuéramos al unísono sin dejar a nadie atrás. Austin observaba a Mason como una amenaza. No le parecía justo que nos acompañara. Tampoco podía obligarle a punta de pistola que le cayera bien. Pero al menos podría hacer un esfuerzo por intentar ser cordial y hacerlo sentir cómodo con el grupo.

    —¿De qué os vais a disfrazar al final? —pregunté a Austin y a Clarise.

    —De vampiro. Me mola ir con esa pinta y con capa. Pienso que son personajes interesantes.

    —Yo iré de hechicera. Ojalá tuviera poderes para darle a más de uno su merecido. En fin. Que me mola ese personaje. ¿Y tú, Mason? —le preguntó directamente.

    —De Víctor Van Dort. Erin irá de Emily, por lo que iremos como pareja y molará.

    Eso hizo que Austin lo fulminara con la mirada. Yo carraspeé pretendiendo disipar un poco la tensión del instante.

    —Quería ir de Catrina. Pero me gustó más el otro disfraz. El señor Baker tiene unos disfraces chulísimos.

    —Te doy toda la razón —apoyó Mason, algo más hablador y animado.

    Estábamos pintando una de las pancartas que irían colgadas del granero.

    —Va a quedar muy chula —fue rezando Austin; terminando de delinear la silueta de un fantasma.

    —Va a ser divertido. Lo vamos a pasar genial —dije, emocionada.


    El trabajo sobre Abraham Lincoln salió por un nueve de nota. Estaba feliz. Abracé a Mason para agradecer su ayuda y con ello, mi aprobado. No había vuelto a tener sueños extraños. Parecían haberse pausado como si él hubiera puesto un poco de paz a mi vida. Habíamos hecho unas cuantas cosas más de mi lista de deseos como comer tacos, jugar al billar en la bolera, ir juntos a los museos de la ciudad —mis padres acabaron pagando su parte de dinero de las entradas y otros gastos. Me confesó que no tenía nada de rico y que apenas tenían dinero para nada y por ello los libros y el material escolar se lo había cedido el instituto—. No me importó, a pesar de algunos reproches por parte de mi madre. No quería dejarse tanto dinero en él. Decía que le dijera a sus padres que al menos pagasen algo, aunque fuera lo mínimo. La hice entender que no podíamos obligar a nadie a hacer nada. Mucho menos, cuando no tienen casi recursos ni para sobrevivir.


    La noche de la fiesta llegó. Se vistió en mi casa. Yo lo maquillé a conciencia basándome en una foto de la famosa película de animación. E hice lo mismo conmigo. ¡Estábamos genial! Puede que incluso nos dieran el premio a la pareja más original. No sería al disfraz mejor confeccionado a mano porque ya venía hecho. Pero sería un premio igual. ¡Ojalá!

    —Madre mía. ¡Estás imponente! —dije, mirándolo de arriba a abajo. ¡Estaba guapísimo!

    Atraída por su atractivo me acerqué despacio como la polilla que es atraída hacia la luz; así me estaba atrayendo últimamente. Solo que la polilla sabía que acabaría muriendo. Y si yo acababa, sería muriendo de amor. Retrocedió preocupado.

    —¿No te gusto? —quise saber.

    —No es eso.

    —¿Y qué es?

   Suspiró tan hondo que me entró la inquietud.

    —¿Qué ocurre, Mason?

   No dijo nada. Se acercó, encuadró mi rostro con sus manos y me besó. Fue un beso rápido, pero sentí cómo si sanara completamente. No me dolía nada. No me sentía indispuesta. Él era mi paz interior.

    —Dime que te quedarás para siempre —le pedí, adelantándome para cogerle de las manos. Lo notaba tirante.

    —Yo no...

    Entró mi madre interrumpiendo el momento. Maldije por lo bajo. ¡Siempre era así de oportuna! La quería igual, aunque en ocasiones cambiaría alguno de sus hábitos recurrentes, por mi bien.

    —¿Ya estáis, chicos? ¡Vaya, muchacho! El disfraz te queda fantástico.

    —¿Verdad? Ha merecido la pena regalárselo.

    Mi madre ya no respondió a eso. No conocía al chico. Y tampoco era para ir regalando el dinero a ningún desconocido. Yo la entendía. Pero Mason era un chico estupendo que me estaba haciendo pasar los días más felices de mi vida. Había llegado d ella nada y me estaba regalando todo. Y no hablo de lo material, porque lo personal todavía es mucho más bonito.


    Había luces de colores que se encendían y apagaban o cambiaban de colores con el ritmo de la música. Y DJ y mucha gente que había acudido a celebrarlo. Era sábado por la noche. Así que nadie trabajaba al día siguiente y podía asistir.

    Arrastré a Mason hacia la pista.

   —¡Bailemos!

    Austin bailaba con una morena que hacía cara de ir estreñida. No parecía hacerle demasiado caso. No dejaba de observarnos como la carabina que tenía que llevar a raya a una pareja de enamorados. Clarise corría más suerte. Bailaba con un chico rubio que estaba como un tren. Ambos parecían acaramelados bajo la música de Michael Jackson. ¡Lo hacían la mar de bien!

    —¡Esto está genial! ¿Verdad? —formulé.

    Mason había perdido su sonrisa. El brillo de su mirada.

    —No te gusta la fiesta, ¿verdad? Porque estaba en mi lista de deseos, ¿recuerdas?

    Su mirada se volvió triste.

    —Perdona, Erin.

    Su disculpa me dejó perpleja.

    —¿Por qué te disculpas? ¡No hay nada que disculpar. Y si lo haces por el dinero que hemos gastado contigo...

    —No es eso —respondió, sin dejarme terminar.

    Paré de bailar.

    —¿Entonces?

   Se acercó para susurrar lo que iba a decirme, al oído. No quería que el resto supiera lo que iba a decir a continuación.

    —Te he mentido. No soy nada de lo que te he dicho.

    Eso me descolocó. Retrocedí, confundida, ¿qué quería decir?

    —¿Qué quieres decir? Me estás preocupando.

    —¿Recuerdas el día del accidente? ¿Recuerdas la suerte que corriste? Te libraste de milagro.

   —Sí. Pero, joder, salí muy mal parada.

    —Lo sé. Fue un error.

    —¿Qué fue un error? —El estómago se me encogió. Notaba como unas palpitaciones fuertes en mis sienes. De nuevo el dolor—. ¿Qué quieres decirme, Mason?

    —Tu sueño. Soñaste conmigo.

    —¿Cómo...? —¿Cómo lo sabía? Yo no se lo había contado. Ni Clarise. Ni Austin.

    —Despídete de los tuyos, Erin. Nos vamos.

    Irse... ¿Dónde? Sentí el estómago revuelto. Las nauseas aumentando a una velocidad impresionante y el miedo aferrarse a mi garganta con un nudo.

    —Tenemos que irnos. En un viaje sin retorno. Porque tú no deberías de estar aquí.

    Negué. Negué y salí corriendo de allí. Por mucho que corría, Mason aparecía a mi lado sin saber cómo lo hacía.

    —Tienes que despedirte, Erin. Aunque no les digas dónde irás. Diles simplemente que les quieres. Será lo mejor.

    —No voy a moverme de aquí —aseguré, a moco tendido—. Voy a quedarme a la fiesta. Luego iré a reunir los caramelos necesarios para atiborrarme sin miramientos aunque me salgan cartucheras.

    —Erin; no hay truco, ni trato. Esto finaliza aquí.

    —De ahí tu lista de deseos. De ahí, tus prisas... ¡Eres un sucio traidor! —le grité a la cara sintiendo mucha repugnancia hacia él. Yo creyendo que era un pobre chico que había encontrado la suerte estando a mi lago y quién iba a decirme que era la misma muerte. Un «mandado» para ejercer de la parka.

   —Tienes que salvarme, Mason. Te he besado. Y tú me has besado. Sé que sientes algo. Y por eso podrías hacer una excepción conmigo. Si tanto te importo.

    —En este caso nada sucede como en las películas. El chico con poderes paranormales no puede salvar a la chica. Te lo ruego, Erin. Di lo que tengas que decirles. El tiempo se agota y ya no podrás decirles nada.

    Huí de él corriendo y llorando a la desesperada. Di unas cuantas vueltas a la parte trasera del granero donde no deambulaba nadie. Me senté en el suelo berreando como una cría. Recordé que el tiempo se me terminaba. Sequé mis lágrimas como pude provocando que mi maquillaje se corriera. No importaba. Lo que me importaba era que el tiempo finalizaba y tenía que decirle algo a mis padres; a mis amigos. A quien me importaba. Porque me iba a ir lejos y no me verían más. Lamenté que mi madre tuviera que pasar por tan doloroso duelo. En el fondo tenía razón cuando tanto se preocupaba porque siguiera respirando. Aun así no había sido capaz de lograrlo.

    Llevaba en mi bolso las pinturas. Me retoqué y fui a terminar lo que debería de haber empezado hace rato. Hice que no pareciera una despedida. Se extrañaron. Mis padres me preguntaron si había bebido aquel ponche con alcohol que estaban repartiendo solo a los mayores y me regañaron. Les dije que simplemente necesitaba decirles que les quería y darle las gracias por todo. Porque me había dado cuenta de cuanto estaban haciendo por mí.

    Les dije a mis padres que les quería mucho. ¡Se extrañaron de mi exagerada muestra de cariño! Sin embargo, me lo devolvieron con creces abrazándose fuerte a mí.

    —Ve y disfruta de la fiesta, nena —dijo mi padre sonriendo. ¡Me dolía tanto que no pudiera decirle, decirles a ambos, que no les volvería a ver!

      A Austin le hice prometer que encontrara a una tía guay para cuidarlo. Y no a una «muerma» como aquella con la que se estaba relacionando aquella noche; que no mostraba nada de interés por él.  Y con respecto a Clarise... Clarise creo que ya lo había encontrado. Y era guapo.

    —Os quiero mucho, chicos —dije, esforzándome para no llorar, pues seguían mirándome como a quien acaba de perder mucho más que un tornillo.

    Fui en busca de Mason. No me costó encontrarlo.

    —¿Has terminado?

    —Pido un último deseo.

    —¿Cuál?

    —Que mi próxima muerte no sea dolorosa.

    Abrió sus brazos y me sonrió. Lo abracé con todas mis fueras. No había dolor. No había nada. Solo paz. Mucha paz interior. Sentí su beso sobre mi cabeza y en un momento, todo a mi alrededor se desvaneció.


    NOTA: He trabajado duro para que tuvierais la historia terminada en la fecha exacta que deseaba. Espero que os guste la historia de Erin y de Mason. ¡Gracias por acompañarme a través de  ella! Un abrazo. Hasta la próxima.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro