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03. La persuasión del cuervo

Le dedico una frívola y fugaz mirada por el comentario mientras su respuesta es enarcar una ceja a modo de reto. Por mi mente pasa el pensamiento de que tal vez, si se divierta con esta situación aunque por cuestiones de moral se encargue de ocultarlo y en ocasiones evado ese pensamiento, porque si puede estar resguardando se de mis efectos con ese carácter que ha adoptado en mi presencia.

Se ve nerviosa por el movimiento constante de una de sus piernas en el taburete sobre el cual está sentada frente a la isla de cocina. Le doy la espalda, con la idea de darle tiempo y espacio para que logré calmar sus nervios por mi presencia y abra su mente a nuevas perspectivas. Porque no tengo pensado marcharme sin lograr mi objetivo.

Estoy convencido de que el magnetismo que me mantiene inquieto en su presencia y queriendo observarle a cada segundo-como lo hago, se debe a alguna agonía sexual. Físicamente me atrae y mi intromisión en su vida podría acabarse con un acostón, el cual no está dispuesta a darme...por el momento.

Lo de los cuchillos no lo dijo literal y es que tal vez queriendo un tiempo a solas o simplemente ignorarme se pone de pie y sin observarme va hacia el sofá donde antes tomamos asientos ambos juntos al sheriff. La observo en todo el trayecto mientras tomo uno de los cuchillos del juego que hace sobre la isla y corto dos muslos de pollo.

Media hora más tarde estoy preparando los dos platos-uno para ella y por supuesto el otro para mí, pese que no siento hambre. Tal vez compartiendo con ella sienta confianza. Dejo ambos platos sobre la isla de la cocina y salgo de esta encontrándome con la figura de Mariana, leyendo uno de los libros de psicología que al llegar, estaba regado junto a los bocetos sobre la mesita de centro. Parece sumergida en la lectura, aunque el rabillo de su ojo me diga lo contrario y me río mentalmente por tal acción.

-¿Piensas estudiar mi psicología?-me acerco a ella pensativo por el esmero que le está poniendo a la lectura.

Mariana deja sus lentes de lectura de lado y cierra el libro dejando uno de sus dedos dentro de los pliegues marcando la página donde ha parado, levanta su mirada para encararme y me mantengo de pie a un costado de su figura.

-¿Me das la garantía de que descubriré algo convincente, las pistas y confesiones que necesitamos el sheriff y yo para saber de una puta vez que eres tú el asesino de mi hermano?-se hace obvia la rabia que emplea en su tono de voz.

Está vez soy yo el que eleva una ceja a modo de reto.

-Deberían dejar la investigación y apresarte de una vez. Por Dios, se hace demasiado obvio que has sido tú-con sus palabras su tono cambia. No es rabia lo que destila, más bien está al pendiente de alguna expresión que me delate, la cual no habrá.

-Lo deseas porque ahora, estás incluida en la lista negra del sheriff. Por eso te comportas tan a la defensiva. Quieres convencerte a ti misma de que no eres tú y que no haya manera de que profundicen en tu historia considerando que en realidad si eres tú la asesina de tu propio hermano-Mariana permanece en silencio unos instantes, deduzco que piensa las palabras correctas para reponer mi criterio y mientras lo hace no me quita la mirada de los ojos.

-Es justo eso lo que haces seguramente. Sabes que no soy yo la asesina-dice rápido y se pone de pie anticipándose a mi respuesta.

-Yo no sé una mierda-repongo.

El olor de la comida le llega a las fosas nasales cuando se acerca mucho más a mi cuerpo con furia y desvía sus pasos hacia el taburete frente a la isla donde se sienta y alarga sus brazos para alcanzar los cubiertos y comenzar a comer. En el tiempo que demora su acción, su mirada se queda fija en el plato que está al lado del que ella ha tomado y me dedica una rápida mirada que hace que mis pasos se dirijan hacia el taburete que está al lado.

No lo dice, pero agradece el gesto de haberle preparado la cena, se le nota en la mirada en que también se abre paso el desagrado que le causa comer conmigo al lado probando bocado.

-A fin de cuentas lo he preparado yo-le digo cuando abre sus labios queriendo expresarse y le interrumpo.

»Tengo todo el derecho de probar lo que he hecho.

-¡No en mi casa, no en mi compañía!

Afuera la tarde ha desaparecido por completo dando paso a la noche que trae consigo más viento de lo normal y la niebla cubre toda la ciudad, prácticamente, y es que estar rodeados de montañas trae sus efectos. No me preocupo por llegar a casa, mi hermano no se preocuparía por mi ausencia después de todo esta acostumbrado a que mis salidas de casa son en su mayoría cuando anochece-un verdadero murciélago.

Una vez más, mientras la observo comer, mi mente divaga en el deseo sexual que carcome mi cuerpo teniendo su cuerpo a centímetros.

-Me sorprende lo que piensas de mí, -expreso calmado y me observa confundida-podrías simplemente cambiar la percepción que tienes de mí y verme como un chico común y corriente, como esos con los que de seguro te relacionas y, echar un polvo. No es tan difícil.

-¿Común y corriente, para ti, es acostarme con el asesino de mi hermano, que no lleva siquiera tres días enterrado?-chilla con rabia.

-¡¿Por qué lo piensas tanto?!

»Yo también me podría estar acostando con una asesina-mis palabras despiertan su ira y no me divierto por ello. Comienzo a impacientarme por tanta espera, deseo terminar con esto cuánto antes y ella solo hace más difícil lo inevitable. Dado que sí, cederá a mi deseo.

-¡No me jodas más con eso, Mateo!

Me levanto con brusquedad del taburete y rodeos con mis manos sos brazos respectivamente queriendo que se centro en nada más que en mí.

-No dirás que no te atraigo-Mariana frunce el ceño en respuesta al acelerado corazón que palpita dentro de ella por mi anticipación. Puedo sentirlo teniendo una de mis manos muy cerca del pecho.

-No me atraes, Mateo.

-Eso es porque no has abierto tu mente-intento sonar convencional a pesar de que la cercanía me esté haciendo daño por dentro. Me resulta imposible apartar la vista de sus moderados labios rosados.

»¡Vamos! Que si te gusto, solo que no te he tocado.

Me percato del movimiento incómodo que realiza su cuerpo bajo mi tacto. Veo la oportunidad perfecta de empezar lo que he estado deseando hacer toda la tarde y tomo cartas al asunto juntando mis labios a los suyos en un feroz beso que la deja estática bajo el fuerte contacto que ejerzo con mis manos sobre sus muñecas para evitar que se aparte.

Puedo sentir su exagerado aliento en mis mejillas cuando muevo mis labios sobre los suyos sin detenerme a pesar de que sus labios no me sigan el ritmo por repudio, odio o un cargo de conciencia. Pero me deleito saboreando los restos de la salinidad que el pollo que ha comido ha dejado en sus finos labios. No sobrepienso mis acciones, pues solo busco el placer de mi cuerpo, aunque no pasa desapercibido el vuelco que siento en mi pecho por el roce.

Sus dientes me aparta cuando muerde con fuerza mi labio inferior.

-¡No vuelvas a hacerlo!-espeta con insulto y no me exalto, guardo la calma.

-Lo haré y sabes porqué. Lo haré porque una vez que obtenga lo que quiero te libras de mí por el resto de tu vida, Mariana.

-Es solo por eso entonces,-analiza la situación y saborea sus labios. Al notar que he visto el gesto endurece sus expresiones-es un problema mental el cual solo solucionas si te acuestas con la hermana de la víctima ¿Es así como limpias tu conciencia?

-Es así como evitas que me enamore de tí-la he dejado perpleja, y por ello tomo distancia.

Me encamino hacia la puerta principal que da con la salida preguntándome porqué cedo a sus deseos y me resulta desagradable, por primera vez ir en contra de la voluntad de las personas que me rodean.

-Espero que descanses esta noche-musito dándole una última repasada a su cuerpo antes de cruzar el umbral una vez que abro la cerradura.

Solo asiente, distraída.

Bajo las escaleras sin prisa. Mariana me da una imagen de mi hermana menor, solo que mucho más inocente. Cómo si la evocase con el pensamiento, el teléfono móvil vibra en el bolsillo de mi chaqueta de cuero y lo tomo. Reviso el mensaje que por fin responde Elena limitando su respuesta a la pregunta que le he hecho hace dos días a solo dos palabras «Estoy bien». Me conformo con esa respuesta y ahora, si tomo el cigarrillo y lo prendo relajando mi sistema con las largas caladas que sumergen todo el humo en mis pulmones y luego lo expulso.

Pienso nuevamente en Mariana cuando llegó a casa y entro en mi vacía habitación donde no hay más que una pequeña cama. No pareciera que tiene diecinueve años. Da la sensación de haber vivido tan poco. Podría ser posible que ni siquiera ha estado con algún hombre en toda su vida. Le haría mucho daño si fuese yo el primero que entraste a su uda de esa manera.

Me repudio por pensar en su bienestar. Ni siquiera el cigarro apaga los pensamientos incoherentes que traicionan mi personalidad de la imagen que te go de mi mismo.

Si solo cediera...

No es el resplandor que se cuela por la ventana que está cubierta por una cortina negra, ni una alarma progamada lo que me despierta cuando amanece. Es el propio insomnio y el repudio de seguir acostado, durmiendo, perdiendo el tiempo con vagancias.

No me alisto para ir hasta la comisaría, pese a que lo tengo presente. Solo me pongo de pie y luego de tomar un baño y cambiar mi ropa salgo en busca de desayuno que preparo ingiriendo solamente una taza de café.

-Anoche llegaste temprano-afirma Simén detrás mío. Me giro hacia el y asiento.

Por su aspecto sé que lleva tiempo levantado y tal vez ya haya salido por algún deber. Lleva un traje elegante-como acostumbra, y unos zapatos puntifinos de gamuza.

-He sabido por el sheriff que ahora andas de perro faldero de la hermana de Carlos ¿Puedo saber el motivo?-su pregunta causa shock en mi sistema, bajo la lanza lentamente hasta dejarla en la encimera de la cocina y observarle de frente.

-No soy el perro faldero de nadie. Solo me llevo por corazonadas-hago el intento de pasar por su lado, pero me detiene.

-¿Tienes pensado eliminarla?-articula con lentitud y reserva.

-No tengo motivos para ello hasta el momento.

-No te conviene ¿Cierto? También sé sobre la cita que tienes pendiente en la comisaría.

»Espero que por tu bien, no dejes de ir-advierte y me deja marchar.

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