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02. El escondite en las alas del ángel

Me sorprende la lejanía del edificio donde habita Mariana, y mucho más el hecho de que, aunque ya es de noche, el auto del sheriff de la ciudad se encuentre aparcado frente al edificio donde me adentro siguiendo los pasos silenciosos de la chica de cabello caoba.

Ella también ha notado la presencia del auto y veo un atisbo de felicidad en sus labios cuando me adelanto deteniendo su andar frente a las escaleras.

-¿Le has llamado para que te socorra?-me impongo a que siga avanzando.

Me he hecho una promesa con venir acá y él no echará a perder mi plan.

-¿Le temes?-desde que le hablé sobre mirarme a los ojos mientras me habla, me impone su mirada oscura cargada de no se qué, tal vez convenciendo a su mente de que no me teme.

-No tengo porqué-me limito a responder y Mariana pasa por mi lado subiendo las escaleras de dos en dos escalones.

Me recrimino por dentro el haberla seguido hasta aquí y encontrarme con tal sorpresa. Porque no le temo al sheriff, pero si a su investigación y viéndome en compañía de alguien por primera vez, en compañía de Mariana la chica que ha perdido a su hermano y cuyo asesino creen que fui yo-que si lo fui; levanta muchas más sospechas, y con razón.

Al llegar frente a la puerta de acero que resguarda el apartamento de Mariana, me intriga el que el sheriff no se encuentre fuera esperando, sino que cuando la chica abre la cerradura el sheriff yace parado dentro observando a través del ventanal que da a la calle, por la que hemos venido.

-¿Sabe que esto que hace es invasión de privacidad?-me atrevo a preguntar entrando al apartamento con furia. Las luces están apagadas y es solo el resplandor de las farolas de la calle que se cuela por el ventanal lo que nos brinda algo de iluminación.

Me posiciono delante de él y analizo la leve sonrisa ladeada en sus labios cubiertos por el bigote negro cuando Mariana enciende las luces de todo el apartamento por un solo interruptor.

-El murciélago ha decidido salir de la cueva. No me sorprendes, joven Mateo-mantiene su postura firme lo que le da unos centímetros más de altura quedando por encima de mi mirada.

Me mantengo serio ante su escrutinio y da dos pasos hacia atrás, se gira situando a Mariana que se encuentra frente a la isla de la cocina, con los codos apoyados sobre esta, observando la escena en silencio.

-Perdone mi intromisión en su apartamento-se refiere a Mariana que le resta importancia al asunto.

-No tiene que disculparse. Le he dejado la llave para ocasiones que lo ameriten.

-Como es el caso-le sigue el sheriff y me da una rápida repasada.

-Si.

-He venido con más preguntas, aunque dudo que podamos prescindir de privacidad-elevo mis cejas con desinterés en la conversación que mantienen de pie frente a la cocina.

Finjo que no es de mi interés repasando con mi vista todo el piso. Tiene un desorden notorio de lienzos, libretas con dibujos extraños, lápices y pinceles por todo el lugar. Mariana no es amiga del orden, y voy detallando eso. La única decoración que tiene la pared frente al ventanal es un lienzo con el rostro del hermano plasmado en él.

Suelto una risilla de suficiencia. No me sorprende en lo absoluto.

-Tu hermano ¿Tenía novia?-la pregunta me hiela la sangre.

Si bien no debo delatarme con mis expresiones faciales, no tengo el control de mi mirada asustada que se dirige hacia Mariana a toda prisa. Me encuentro con sus ojos brillosos puestos en los míos cuando asiente en respuesta a la pregunta del sheriff.

»¿La conocías?

-Solo de vista. Nunca la trajo a casa cuando yo estaba presente-le responde ella aún con la mirada fija en mis ojos que no se apartan de los suyos.

El sheriff yace de espaldas y eso me da la facilidad de hacer cuantas muecas pasan por mi mente cuando Mariana comienza a detallar las características de mi hermana.

-¿Puedes describirla?

-Podría decir que tiene mi misma estatura, tez blanca, cabello negro por debajo de la altura de sus hombros, los ojos muy oscuros, nariz respingada y labios normales. Siempre iba vestida con prendas de color blanco; al contrario de su hermano.

-¿Tenía un hermano?-el sheriff anota en una pequeña agenda los datos que le ofrece Mariana y se asombra con las últimas palabras.

-Dos en realidad.

-¿Me dices sus nombres?-el sheriff continúa con las preguntas y Mariana pese a que me observa finge que no estoy presente.

-No era su novio-le interrumpo cuando piensa responder. El sheriff se sorprende por mi intromisión y no me importa.

Aunque me pesa cuando noto la sonrisa de suficiencia y nostalgia en el rostro de la chica. Es odio lo que hay en sus ojos, y unas ganas infinitas de verme entre rejas. No le hayo otra traducción a su mirada.

-¿Conoces sobre el asunto?-el sheriff se dirige a mí y alterna la mirada entre mi posición y la de Mariana.

-Le importaba una mierda mi hermana. Solo fingía que le gustaba para...

-No conozco el nombre del hermano mayor,-me interrumpe Mariana llamando la atención del sheriff -pero Mateo Marqués es el nombre de su segundo hermano.

-Sí que sabes, entonces sobre el asunto-interviene el sheriff con ironía en su voz.

Tomo largas respiraciones cuando lo veo caminar hacia mí posición, detalla el sofá que hace detrás de mí y suelta una larga exhalación él también.

»Sentémonos, que necesito todos los detalles-expresa.

»Con su permiso, joven Mariana.

-Claro.

Tomo asiento de mala gana en una esquina del sofá y el sheriff se sienta en la otra esquina, lo que no le deja más alternativa a Mariana que tomar asiento entre los dos.

-El nombre de la joven es Elena, si mi memoria no me traiciona-comienza a decir el sheriff con la mirada perdida.

Mariana tiene la vista puesta en el piso y yo en ella buscando una escapatoria a la conversación que se avecina.

»¿Cuantos años tiene tu hermana?

-Veintidós-respondo.

-¿Y dónde está justo ahora?

-Muy lejos de aquí.

Mariana suelta una risa cargada de ironía por mi respuesta.

-¡¿Sabes quién está muy lejos de aquí y no va a volver nunca más?!-se exaspera dándome la cara con enfado.

»¡Exacto, mi hermano al que estoy segura de que asesinaste y ahora escondes a tu hermana de los medios, seguramente para que no sepa la notocia, maldito imbécil!

»¡¿Qué crees que va a sentir por tí cuando lo sepa?!

-Mariana, será mejor que guardes la calma,-interviene el hombre de grueso bigote tocando su hombro a modo de consuelo-no deberías sacar conclusiones precipitadas que solo están en tu cabeza.

»No es mi intención ofender, pero no hay pruebas que indiquen que este chico al lado tuyo sea el asesino.

"Y valga que lo soy"

-Me ha estado vigilando todo el día, y tiene el descaro de acercarse y estar sentado ahora mismo en el mismo sofá que yo en el apartamento donde vivía su víctima.

-Será mejor que está plática termine aquí -me dispongo a ponerme de pie. Mariana hace lo mismo y seca una lágrima que resbala de su ojos antes de detener mi paso con su mano agarrando mi muñeca.

-¡¿Ahora decides dejarme sola, tranquila?!

El sheriff apoya mi decisión cuando se pone de pie detrás nuestro y respira con profundidad.

-No sé que circunstancia ha hecho que lleguen ambos hasta este punto. Estaba claro de que no guardaban relación alguna y se desconocían entre ambos.

La insinuación presente en sus palabras causa enojo en el rostro de Mariana que suelta mi muñeca y va hacia la presencia del sheriff.

-No me ha quedado claro la historia de la hermana y profundizaré en el tema más adelante.

»Por lo pronto, no los quiero fuera de la ciudad o tendrán una orden de captura pisándole los pies. Ambos son mayores de edad y por tanto, responsables de sus actos y conocedores de la gravedad de la situación.

-¿Cuál es la gravedad de la situación?-le interrumpe Mariana.

El sheriff le lleva varios centímetros de altura y ella da un paso atrás para mirarle fijo a los ojos. Veo mi oportunidad de marcharme, pero vuelvo a quedar helado en mi sitio con las palabras del señor presente.

-Si bien no tengo nada concreto y no es propio de mí anticiparme a los hechos. Ambos están en la primera línea de sospechosos, justo ahora-es cruel a la hora de hablar.

-No he escuchado lo que has dicho-la familiaridad con la que Mariana se refiere a él guarda el peso de la decepción que cala en sus huesos.

-Si no les hes inconveniente, los espero mañana a primera hora en la estación-dicho esto el sheriff se nos adelanta dirigiéndose a la puerta que abre y cierra una vez fuera.

Mariana permanece de pie en el mismo sitio que hace unos instantes y por las vibraciones de su cuerpo preveo que está llorando.

-No hará que vuelva, sabes-afirmo refiriéndome a su estado.

Si antes ha estado furiosa conmigo, ahora solo esquiva mis palabras y a paso lento va hacia la cocina.

-Si mal no recuerdo, por fin ibas a marcharte-expresa con voz seria al notar mis pasos detrás de los suyos.

-No estoy limpio, Mariana,-le digo aunque saca de la nevera un paquete de pollo congelado fingiendo que no me escucha-pero Carlos tampoco lo estaba.

El ruido que causan sus manos al ser apoyadas con fuerza sobre el lavabo me mantiene en alerta, aunque no le temo.

-No vuelvas a mencionar su nombre.

-Solo creí que debías saber-repongo.

-No me interesa nada que salga de tu mugrienta boca-el adjetivo que ha usado es la gota que colma el vaso de mi paciencia.

Cruzo con rapidez la isla de la cocina que me mantenía a metros de su cuerpo quedando detrás de su espalda.

-Esta mugrienta boca nunca hablaría sandeces sobre como eres en la intimidad-susurro.

-No lo hará y sabes porqué, porque no habrá intimidad entre nosotros-es tal vez el enojo que se carga el que causa que se gire en mi dirección sin prever lo cerca que quedaría su rostro del mío con tal acción.

-Si la hubiera, sería justo ahora-susurro rodando sus labios con los míos, llevo una de mis manos a su cuello que acaricio y luego agarro con fuerza para mantenerla inmóvil.

-¿Por qué te empeñas en ello?-pregunta a duras penas.

Aparto sus delgadas piernas con mi rodilla borrando todo espacio entre nosotros.

-Digamos que te he visto y tú aura me ha idiotizado.

-¿Idiotizado dices?-logra poner distancia nuevamente entre ambos, sorprendiome.

-No sabía que incrimarme en la lista de sospechosos del asesinato de mi propio hermano podría hacerlo alguien tan idiota.

»¿O es solo que el asesino se ha puesto nervioso y ahora se cree alguien cursi?

»Me acabas de enamorar con tu gesto. Que manera más bella de ponernos al mismo nivel, Mateo Marqués -está enfadada con el mundo y le dejo que libere su carga conmigo.

-¿En qué modalidad lo prefieres: frito, en salsa o bistec?-tomo el paquete pasando de lado y lo abro. Saco uno de los muslos más o menos descongelados y lo dejo sobre la tabla de madera dispuesta en la encimera.

-Lo picarás con los dedos porque ni muerta te dejo tomar un cuchillo.

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