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01. El inicio de toda historia de terror

Mateo Marqués

Nunca he sido dado a las cursilerías de la vida, los sentimientos que profesaban mis padres, de lo que poco recuerdo. Mucho menos el querer a un ser totalmente diferente a mí, pero que encaja conmigo a la perfección, hasta el punto de querer protegerle de todo lo exterior que pueda dañarlo, incluso si ese algo, soy yo mismo.

Bajo el cuidado de mi hermano mayor, Simen, supe que no fue para ello para lo que he venido al mundo, a mostrar mi benevolencia y buena actitud; la cual no poseo.

Pero hubo un cambio drástico, y sucedió cuando la vi.

Lloraba desconsolada frente a una tumba en medio del cementerio que se expandía por kilómetros a su alrededor, había perdido a su hermano hacía solo un par de días y no asimilaba a la idea de que estaría sola, en ese momento y para siempre. Aquel chico de cabello castaño y ojos marrones, pecas sobre la nariz y tez morena la había destinado a mí, sin preveer, el día de su muerte. Porque si, Mateo Marqués fue el autor de dicho asesinato y en ese instante, más que nunca me enorgullecía de ello.

Durante toda la mañana la observé. Su rostro se encontraba pálido por la ausencia de comida, sus ojos hinchados no permitían apreciar el iris maravilloso que albergaba tal inocencia de la que deseé saborear, aunque fuese una gota. Traía el cabello hecho un desastre en una coleta desecha por el aire de invierno que acariciaba su cuerpo erizado ante aquel contacto, y aún así no se movía de allí.

En sus manos resguardaba su alma que dejó sobre aquella lápida de mármol una vez que se puso de pie. Y a unos cuantos pasos cuando se alejaba, yo recogí y desde entonces ha sido tan mía como todo lo que la representa.

Su mirada
Su perfume
Su aliento
Sus pensamientos
Sus sentimientos
Sus sueños y pesadillas
Sus rutinas diarias
Los buenos hábitos
E incluso la profesión que algún día llegaría a ejercer.
Pero no me anticiparé
Primero debo conocerla.

El cementerio queda a unos tres kilómetros fuera de la ciudad donde vivo y presiento que vive ella también, al verla tomar el rumbo que dirige a esta. La tarde ha empezado a caer en el horizonte y la neblina empieza a propagarse bajo mis pies-típico de la región, mientras camino por la desolada carretera en la que camina la chica de cabello color caoba a unos pasos por delante. No me preocupo por el hecho de que haya notado mi presencia. No hay más motivo que llegar a la ciudad, el que mueve a una persona a caminar por esta calle y no se viene de otro lugar que no sea el cementerio.

Llevo una de mis manos hacia el interior del bolsillo de la chaqueta de cuero que me traigo, pero me retracto al deseo de prender un cigarrillo con la chica delante. Debo acercarme a ella y apestando a cigarro, no creo que le llamaría la atención de la manera adecuada.

Con el silencio que se expande por el lugar, sus pasos apresurados suenan a la melodía que adoro escuchar, el pánico y miedo de una blanca paloma que teme caer en la mirada de un cuervo.

Analizo en mi mente la manera en que podría acercarme a conversar con ella, robarle algunas palabras y atraparla de tal manera que no busque más refugio que en mi cuerpo esta noche; pero no la conozco y me resulta complicada la tarea.

"Sé un ángel", susurra mi mente.

Con amplias zancadas estoy a pocos centímetros detrás de ella. La sombra que proyecta la luz del atardecer frente a ella le deja claro que me tiene encima y puedo notar las profundas exhalaciones que efectúan sus pulmones.

-Solo soy yo, Mateo-me adelanto solo un paso más quedando a la par suya. Gira su rostro hacia el lado derecho donde camino y detalla mi rostro. Cuando hago lo mismo, aparta la mirada.

-¿Mateo?-se me revuelve la saliva dentro de la garganta cuando escucho su tono de voz suave y temblorosa.

»Sé quien eres-el miedo que esperé causar en su cuerpo con mi presencia y el tenerme tan de cerca, se expande inesperadamente por mi cuerpo ante tal confesión. Suelto una risilla de suficiencia para aligerar la tensión mientras seguimos caminando y el sonido de los cuervos nos acompaña.

-¿Quién soy?-le pregunto observando su perfil.

No me mira, solo traga grueso, puedo verlo en el movimiento de su garganta . Me mantiene inquieto su silencio prolongado, hasta que finalmente hace el amago de emitir sonido.

-Eres el chico de la ciudad del que nadie se atreve a hablar, pero que estás presente en el pensamiento de todos ellos, todo el tiempo.

»Le temen a los rumores que se han sabido sobre tí. Los que aseguran que eres un asesino y que probablemente en tus manos está la sangre de mi hermano muerto.

-¿Al que veías en el cementerio hace un rato?-mis palabras la congelan en el lugar.

Su cuerpo deja de moverse en dirección a los edificios cuando sus pies se fijan en el suelo y queda perpleja. Me detengo. Me posiciono frente a su cuerpo agarrando con fuerza su brazo izquierdo, lo abrazo con mis dedos.

-No puedo hablar con alguien que no me mira directo a los ojos-le confieso muy cerca de su rostro.

Tenso mi mandíbula cuando veo que mis palabras no hacen mella dentro de ella. Mantiene la vista fija en el suelo bajo nosotros.

-¿Vigilabas el dolor que causan tus acciones?-si no fuese porque ha llorado toda la mañana, sus ojos desbordarían de lágrimas una vez más cuando me mantiene la mirada.

»¿Eso hacías, Mateo?-a pesar del tono tembloroso y vibrante de su voz, puedo escuchar con claridad sus palabras.

-¿Por qué no te has incluído en lo que has dicho antes, que todos me temen?-me atrevo a preguntar y deshago el contacto con su brazo.

La libero de una carga enorme cuando tomo distancia. Camino a paso lento esperando a que se incorpore a mi lado. Noto como se arregla su manera de respirar. Se acerca caminando tan cerca de mí cuerpo que me estalla por dentro la idea de que no tenga cuidado con mi presencia.

-Te has llevado a mi hermano y tal vez hiciste lo mismo con mis padres,-río por la canallada que acaba de decir-eso me convierte en tu último objetivo ¿O no?

-A diferencia de ti, yo no sé una mierda sobre tu vida-le espeto buscando su mirada la cual no evade por lo que le he dicho antes respecto a ello.

-Mariana Ramírez, es ese mi nombre.

»Y podría decir que "tu próxima víctima" es mi segundo apellido ¿No?

-Sí que eres cínica-afirmo y me detengo cuando a lo lejos observo a Simen saliendo de nuestro edificio.

-Ya veo. El cuervo le teme al águila,-su mirada también viaja hasta mi hermano que se acerca a uno de los botes de basura y deja allí la bolsa negra que llevaba en las manos-no soy cínica, Mateo. Tan solo acepto
que he caído en tus garras sin siquiera tener algo que ver en tu historia.

-No he mencionado que hayas caído en garra alguna, pequeña-me escondo con ella entre mis brazos detrás de una cerca de metal.

-¿Y qué es lo que haces ahora? Me lastimas los brazos-hace el ademán de zafarse. Se lo permito solo porque me exaspera que sepa jugar con mi mente.

»¿Quieres que te anote mi dirección para que reflexiones que tan cómodo te resultará el matarme y en que circunstancia?

-De seguro escogería la escena en la que te masturbas en mi nombre con la idea de que no terminaré volando tu cabeza.

»¿Qué dices, pequeña? Te sentirías tan excitada de estar desnuda bajo mi mirada, gimiendo mi nombre mientras te molestas mentalmente por hacer tal cosa pensando en el asesino de tu hermano.

-¡Eres un imbécil!-dicho esto me empuja con sus manos sobre mi pecho y sale de detrás de la cerca.

Hace mucho mi hermano se ha adentrado al edificio, por lo que no me preocupa mostrarme conversando con ella. Nadie transita por las calles. Eso me trae mucho más despreocupado.

-¡¿Y sabes lo que eres tú?!-voy detrás de ella para que me preste atención. Me niego a terminar la conversación tan pronto.

-¡Si tienes que despedazarme hazlo ya. Empiezo a impacientarme!-con el paso de los minutos su tono ha ido cobrando fuerza, lo cual no me gusta. Camina dándome la espalda. Me afecta el ego.

»¿Dónde está tu pistola? Haber, dime-se gira dándome la cara. Le da una repasada a mi cuerpo con los ojos.

-¿Qué te hace pensar que una pistola es mi arma, Mariana?

»¿Tu hermano murió de un tiro en la cabeza?-que siga mencionando a su hermano es todo lo que le afecta de estarse enfrentando conmigo, pero no se esfuerza por marcharse.

-¿Es así como piensas acabar conmigo? Le has hecho alusión al tiro en la cabeza dos veces, como he podido contar.

-Eres una mojigata que se va a despedazar en mis manos, y créeme, no con el mismo patrón que las víctimas que me apuestan tus vecinos. Contigo se me apetece ser...algo romántico-masajeo sus delicados hombros con mis gruesos dedos al sentirle la piel de gallina que despierta cuando le hablo cerca del oído.

-¿Te puedo hacer una pregunta, Mateo?-inquiere y pasa saliva por sus labios. El gesto se roba mi atención cuando me cuesta devolver la vista a sus ojos marrones.

Asiento mientras muerdo la comisura de mi labio inferior y busco algún punto de atención que no sea ella.

-¿Por qué te has acercado? Me has visto en el cementerio, has caminado justo detrás de mí en la carretera y dentro de la ciudad sigues al compás de mis pasos.

»Hace mucho pasamos frente al que supongo que es el edificio donde vives...

-Pienso acabar contigo hoy,-le interrumpo-y si he seguido caminando pegado a ti, es porque lo haré en tu casa.

»¿Falta mucho?

-Claro,-por la fugacidad de su mirada y el como muerde el interior de su mejilla me deja claro que ha recordado algo doloroso, otra vez-fue allí donde acabaste con mi hermano. Porque cuando regresé de la universidad...-coloco mi dedo índice sobre sus labios y ella se calla el resto de las palabras que pensaba pronunciar.

-¿Prefieres que sea en la mía?

»Has dicho que tus padres se han ido y tu hermano, bueno ya no está más. Me gusta la privacidad que ofrece tu hogar justo ahora.

-¿Qué ganas con decirme que me matarás antes de llegar?

-No te voy a matar, pequeña...te haré el amor como nunca antes te lo han hecho.






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