Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo Veintisiete


Briella:

Luego de que conseguí calmarme y recuperar el aliento, Malcom me hizo contarle todo lo sucedido con Melodie sin excepción de detalles. En todo momento se mantuvo callado, inexpresivo, escuchando con atención mi relato de los hechos. Cosa que hacía elevar mi estado de nervios.

—Me es imposible creer lo que estás contando— expresó Candela con total indignación —. ¿Tú sabias algo de esto? —soltó en dirección al escolta.

Zapata vaciló antes de responder.

—Habla de una maldita vez, Malcom —exigí furiosa.

—Solo sabía sobre la infidelidad de tu madre—aceptó contrariado—. No tengo conocimiento sobre la identidad del padre real de tu hermana, por lo tanto no tenía derecho alguno para decírtelo. Me faltaban argumentos.

Presioné mi sien con la yema de los dedos. La cabeza me dolía como nunca. La sentía al estallar por la cantidad de información acumulada en tan poco tiempo. Tomé una larga respiración, buscando fuerza para lo que sabía que debía hacer a continuación.

—Entonces, ¿puedo confiar en ti?

— ¡Por supuesto que puedes confiar en mí, Briella!—soltó ofendido—. Desde el primer día te demostré mis ganas de ayudarte. Me duele que dudes de mi palabra.

Candela resopló irónica y Malcom la fulminó con la mirada.

— ¿Qué?—interrogó la pelirroja—. Es normal que desconfíe de ti, a pesar de tus buenas intenciones, sigues estando en la nómina de Pierre Lavaux. Si yo estuviera en su lugar, no confiaría ni en mí misma.

— ¿Crees que deba contarle a Caleb?—la pregunta escapó de mi boca antes de reaccionar.

—Claro, vas y le cuentas. Luego le pides su arma y te das un tiro entre ceja y ceja—espetó con molestia el escolta.

Yo me puse de pie y caminé nerviosa por el pequeño espacio de la habitación. Mis pasos me recordaron al ataque de ansiedad que tuvo Melodie y automáticamente me detuve, volviendo a sentarme.

—Necesito contarle. Él merece saber la verdad.

—Él no merece nada, es un desgraciado como su padre—rebatió Candela.

Yo la miré y acto seguido apoyé mi mano en uno de sus hombros.

—Tal vez tienes razón y él es tan jodidamente malvado como su padre. Pero sigue siendo mi primo y algo me dice que Caleb desconoce muchas cosas sobre su familia.

Ambos se quedaron callados. Sabía que ninguno estaba de acuerdo con mi decisión, pero tampoco se iban a interponer en lo que quisiera hacer.

Cepillé mi cabello con las manos y lo comencé a trenzar, simulando un decente peinado. Pero al detenerme frente al espejo de la habitación de Zapata, me di cuenta de que nada que hiciera por mi aspecto valdría la pena. Era un desastre en todo el sentido de la palabra, no había remedio para mí.

—Prepárate—sentencié—, no pienso esperar ni un solo día más para ir a por esos documentos. Hoy entraremos a ese despacho.

— ¿De qué hablan?—interrogó la pelirroja confundida.

—Que Malcom te explique todo. Un par de manos extra no nos vendrían para nada mal.

La chica se puso de pie y caminó hacia mí. Cuando estuvimos una frente a la otra, me sonrió con tristeza. Bajó la cabeza antes de hablar.

—Durante días, rompí mi cabeza pensando que Malcom te amaba. Pero del amor... ya sabes, el de pareja—comenzó a reír—. Ahora me siento mal porque sé que no es así, y te he estado juzgando sin motivo alguno.

—Cariño—tomé su rostro entre mis manos—, no te sientas mal. Lo que debes hacer es darte cuenta de que este francés— señalé a mi amigo—, está completamente loco por tu roja cabellera.

Candela volvió a mirar a Zapata, quien permanecía con cara de idiota por estarla mirando. La escena me conmovió y las ganas de llorar volvieron a aparecer. Parecía ser que el amor podía vencer todos los obstáculos que la vida, el destino o las personas quisieran ponerle.

Me di la vuelta para salir de la habitación y justo antes de salir al pasillo, Candela me interceptó.

—Briella, para Malcom eres el reflejo de su hermana menor. Jamás te haría daño. Y yo mucho menos—miró a Zapata antes de continuar—. La familia de este testarudo, es mi familia también. Nunca te abandonaremos.

Asentí con aquella afirmación y me perdí en el gran pasillo de servicio de la imponente mansión. Si no salía rápido terminaría llorando raudales y no me iba a permitir soltar una sola lágrima más.

Busqué la escalera principal, que conectaba la primera planta con las habitaciones de los dueños, para ir directo a la de Caleb. Pero no hizo falta subir un solo escalón. Justo antes de llegar a la enorme estructura de mármol, divisé a mi primo en un salón que parecía servir de espacio para el entretenimiento.

Si lo pensaba con detenimiento, no sabía que le diría al ángel. No era algo fácil de digerir. Imposible era llegar y decir: "¡Hey! ¿Qué crees? Somos primos." Eso no.

Alejé la idea de planificar mis palabras. Nunca se me había dado bien eso de pensar lo que diría. Era mejor dejarlo a la espontaneidad.

Me acerqué con lentitud hacia donde él estaba. En completo silencio, me senté a su lado. No me miró. Mantenía su vista fija en algún punto que llevaba a la nada, mientras que con sus manos sujetaba un vaso de trago lleno hasta el tope con un líquido cuyo color se asemejaba al de la madera.

—Tengo que decirte algo—comencé.

—No era mi intención.

Su respuesta me dejó desconcertada. ¿Por qué se estaba disculpando?

—No entiendo a qué te refieres.

Por primera vez me miró. Una mirada cargada de tristeza, pena y pesar. Sus ojos estaban teñidos de rojo, lo que solo significaba una cosa: estaba bajo los efectos de la droga.

—No quise hacerte daño. Yo no estaba al tanto de los planes de mi padre con mi compromiso.

—Eso no me importa—rebatí haciendo un gesto con la mano para restarle connotación al asunto.

Él clavó sus claros ojos en mí, obviamente desilusionado. Yo desvié la vista y me puse de pie. Me acerqué a uno de los grandes ventanales para darme cuenta de que la noche ya estaba cayendo. También llovía.

Sentí su presencia en mi espalda y simultáneamente, sus manos se posaron sobre mis hombros. Su tacto fue reconfortante al principio. Añoraba el roce de su piel sobre la mía.

¡Dios! Cuánto amaba a este hombre.

Pero no podía ser. Era incorrecto, insano, macabro e indigno.

Un completo desastre.

Rompí el contacto de nuestros cuerpos y me giré para encararlo. Lo miré directamente a sus iris color de cielo. Un cielo de tormenta.

— ¿Por qué huyes de mí?— Su voz salió rota—. ¿Tanto miedo me tienes?

—Fui capaz de apuntarte con un arma en la sien, Caleb. El miedo es la última cosa que siento por ti.

La respuesta tan altanera consiguió que tomara distancia de mi posición. Me mostró su gran espalda enfundada en ese suéter color aceituna. Pasó las manos por su cabello. Podía notar su desesperación en la forma en que respiraba.

— ¿Entonces qué quieres, Briella? Vas a hacer que pierda la cordura.

Reí cínica ante su respuesta. Había que ser muy sádico como para hacer una pregunta como esa.

—Quiero lo que todos. O no, quiero lo que pone en la constitución americana como mi primer jodido derecho. ¡Quiero ser libre, maldita sea!— grité enfurecida la última frase.

Había olvidado lo que eran los límites. Tantas confesiones, tantos secretos desmentidos. La cascada de confabulaciones, enredos y conspiraciones que me consumía, habían calado tan hondo, que ya poco me importaba vivir o morir.

Creía que tenía la vida perfecta. Los padres perfectos, la carrera perfecta y un trabajo que aunque puesto a dedo me haría alguien de renombre, con lo que podría tener una vida tranquila. Ilusa pensé que Pierre era el único culpable de arruinarme la existencia. Pero no, al final tendría que darle las gracias por mostrarme que las historias rosas, solo existían en los libros.

Un estrepitoso sonido me sacó de la ensoñación y acto seguido vi como diminutos trozos de cristales se esparcían en el aire, a escasos metros de donde estaba. Caleb había estrellado su vaso contra la pared. Tenía los ojos rojizos, preso de la ira, mientras que un par de lágrimas se escurrían por sus mejillas.

— ¡Que no puedo hacer nada!— vociferó de vuelta—. Estoy atrapado entre la maldita lealtad que le profeso a mi padre, como un viejo soldado de guerra a su coronel y el jodido amor que te tengo, que es lo único que me mantiene sobrio y al mismo tiempo me está consumiendo.

Me vi llorando instantes después. Sumida en la desesperación junto con él. Tapé mi rostro con ambas manos para esconder la frustración.

—No puedes amarme—susurré entre sollozos.

—Ya es tarde para decir eso, Briella. Demasiado tarde para pedir que no te ame.

Limpié las lágrimas que no dejaban de salir y lo encaré. Si no lo hacía ahora, no podría contarle nunca la verdad. Era lo correcto. Repetía una y otra vez en mi subconsciente. Me fui acercando a él con lentitud, sin temor, pero con precaución. No conocía los límites de su problema de carácter.

—No es un capricho mío, Caleb. No depende de mí que tú me ames o me odies.

—Entonces por qué demonios no me dejas—espetó con desdén para disfrazar la tristeza.

—Porque somos familia. Nos une la sangre y el tipo de amor que nos profesamos no es correcto entre primos.

Silencio.

Mustio y ensordecedor silencio.

Caleb fue dando pasos en reversa, alejándose de mí. Y con cada pisada podía sentir como se levantaba una muralla entre los dos. Estaba observando cómo se moría su amor por mí, atada de manos y pies, silenciada y sin poder luchar para hacerlo sobrevivir.

—Eso es mentira—dijo sin aliento—. Tiene que ser mentira.

—Ojalá fuese mentira— hice un gesto con la mano, señalando todo a nuestro alrededor—. No sabes cómo he soñado que todo lo que me han hecho vivir no es más que una pesadilla. Pero no, Caleb. Es la realidad cruda y dura. Somos del mismo linaje. Primos hermanos.

Mi ángel cayó de rodillas en el enmaderado suelo de la sala de ocio. Con el corazón tan hecho pedazos como el mío. Quise sentir piedad, lástima o tan siquiera un poco de empatía. Pero en secuencia, cada una de las cosas que viví en estas últimas semanas, pasaron por mi mente. Recordándome que ellos no habían sufrido ni un poco de la mitad de lo que yo sí.

Que nos uniese la misma sangre no quería decir que debía sentir afecto. La familia no se mata, no se destruye ni se hace daño. La familia se ama, se protege y se entrega por ella la vida si es necesario. La familia es un faro, con el que siempre se puede volver cuando la vida se hace una tormenta en medio de marea alta. Pero a mí me había tocado una familia que no me salvaría, sino que luchaba por ahogarme. Debía izar las velas y salir a flote, ir a toda máquina lo más lejos que pudiese.

— ¿Ahora qué?—soltó con desconcierto.

Lucía perdido, atontado. Justo como estaba yo hacía menos de una hora.

Me arrodillé frente a él y tomé su mentón con una de mis manos. Lo miré directo a los ojos y él me imitó. Allí dicté sentencia, marcando mi destino con la última decisión. La real, la correcta. La determinante.

—Ahora, tienes dos opciones. La primera: agarrar a tu hermana y desaparecer de la faz de la tierra, irte a donde nadie nunca más pueda encontrarte. Dejar de ser un asqueroso títere por una puñetera vez en tu vida y pensar por ti, para alejarte de toda esta mierda.

— ¿O?— me interrumpió, logrando que mi indignación solo aumentara.

—O puedes quedarte a observar cómo le destruyo la vida a tu padre. Ver como todo el imperio Lavaux se desmorona y te atrapa entre sus escombros. Porque no voy a tener piedad, Caleb. Pienso hacer que tu padre pague cada uno de los traumas que se me quedarán grabados en la piel para toda la vida.

—Eres tan mala como él, maldita bruja—escupió con rabia.

Sonreí ladina antes de responder.

—Supongo que él lo notó y por eso me trajo. Entre hijos de puta nos vemos los demonios. Al fin y al cabo somos familia, ¿no?

Caleb se puso de pie y yo lo seguí. Estaba asombrada por mis respuestas y la actitud que estaba manteniendo frente a él. Me había encerrado dentro de una cámara acorazada con tal de evitar que volviesen a hacerme daño. Era solo una forma de protección.

— ¿Sabes que puedo delatarte ahora mismo?—dijo con obviedad, pensando que yo no había tenido eso en cuenta.

Tan ridículo.

—Pero no lo harás—aseguré.

— ¿Por qué no lo haría?—achinó sus ojos con marcada inquietud.

—Porque delatarme sería poner una diana en la frente de tu protegida.

—No serías capaz de... de herir a Melodie.

Razón tenía. No era capaz de hacer daño a otra de las víctimas de esta historia.

Pero él no podía saberlo. Así que corté la distancia que nos separaba, para no tener que elevar la voz al decir esta última frase.

—Te equivocas, querido primo. Es curioso porque somos familia, pero hay un detalle que nos hace completamente diferentes—bajé aún más la voz, para hablar casi en un susurro—: yo no vacilaré a la hora de pegarle un tiro en la sien a nadie que se interponga en mí huida de aquí. No soy una perra cobarde, como tú.

Y así, marcando un verdadero viaje sin retorno, salí de esa habitación. Sacando fuerzas desde donde no las tenía para no derrumbarme y apagarme en vida. Un poco más, Briella. Solo aguantar un poco más y saldría de ese infierno. No ilesa, pero sí viva y lo más importante:

Con la victoria final.







❁Buenas buenaaas!!!! Quedan exactamente tres capítulos para que se acabe la historia y estoy híper emocionada. Estuve enfermita en estos días y por eso no pude actualizar tan pronto.

Con respecto al capítulo que les traje hoy, ¿Qué creen? Se prende esto o no se prende. ¿Qué creen que suceda a continuación? ¿Alguien tiene alguna teoría? Si es así, déjame leerte en los comentarios.

Recuerden que tenemos un grupo en Facebook!!!! Lo pueden encontrar como: Lectores de Eliza. Allí estarán al tanto de las nuevas actualizaciones. Además de contenido alternativo. Les tengo una playlist temática sobre la novela, con canciones que identifican a cada personaje, pero no la quiero subir hasta que la novela no esté terminada.

¡Nos leemos!❁

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro