Capitulo Uno
¡Maldito Bali!
Briella:
Un calor agradable bañaba mi cuerpo. No podía pedir nada más, la cama colgante sobre la que descansaba me regalaba una vista preciosa de la tupida vegetación. El clima húmedo apaciguaba un poco lo caliente del sol y yo estaba extasiada ante la preciosa gama de verdes y marrones que predominaban en el paisaje.
— ¿Algo más, Señorita? — Se acercó el muchacho de servicio.
—Todo está perfecto por ahora, gracias. — Respondí y este se retiró.
Hospedada en una hermosa villa en Bali, pasaba mis vacaciones de primavera. Este viaje era producto de un regalo hecho por mi padre, luego de haber terminado satisfactoriamente mis estudios universitarios.
Ya estaba lista para ejercer en su empresa, para ello había estudiado empresariales. Mis aspiraciones o mejor dicho, sus aspiraciones, eran que en algún momento yo lo relevara y me hiciera cargo del negocio familiar.
Era su única esperanza de mantener el legado. Mi hermano menor, Bruce, quería dedicarse al arte, la pintura. Aunque a mi padre para nada le gustaba la idea de tener a su único hijo varón ejerciendo las artes, había tenido que aceptar la idea, porque mi hermano, fiel a sus principios, estaba seguro de querer perseguir su sueño.
Mi otra hermana sólo tenía siete años. Briana aún jugaba con muñecas y se vestía de princesa para tomar el té de las cinco con sust amigos imaginarios. Faltaban mucho tiempo para que supiéramos que iba a hacer ella.
Yo era la única candidata al puesto de sucesora en la empresa, a pesar de que mi padre tenía otros prospectos de trabajadores ejemplares, los cuales perfectamente podían relevarlo. Claro me lo había dejado al decir que debía competir y demostrar mi valía para ganarme el puesto de directora general.
Yo estaba encantada de estudiar gerencia de empresas. Desde pequeña los negocios se me habían dado muy bien, él se encargó de enseñarme todos sus trucos y puedo decir con orgullo que hoy, luego de varios años, soy una mujer muy suspicaz. Mi intuición vale más que cualquier palabra arbitraria dicha por un hombre.
La brisa fresca me sacó de mi ensoñación. Ya estaba oscureciendo. Recogí todas mis cosas y me dispuse a marchar hacia mi habitación.
La noche en Bali era aún más preciosa que el día. Los empleados de la villa se esmeraban en que la estancia fuese completamente memorable.
Mi habitación estaba en el tercer piso de los cinco que tenía la instalación, y contaba con una vista preciosa de la vegetación que hacía un rato estaba observando. Decidí darme una ducha rápida para bajar a cenar, quería comer en algún local fuera de la villa.
Escogí un vestido amarillo lima, que se ceñía a mi cuerpo y tenía un generoso escote en el muslo derecho. Sin mangas, puesto que la noche estaba cálida. En un pequeño bolso de mano eché todo lo que necesitaba, que no eran más que mis tarjetas de crédito, un poco de dinero en efectivo para sí tomaba algún taxi, mi celular y un bálsamo para los labios que, últimamente se había convertido en un fiel aliado.
Avisé en recepción que saldría, por políticas de la villa cada huésped debía avisar su salida de las instalaciones. Un poco extraño, pero asumí que eran costumbres de la cultura local.
Salí a la calle y me sumergí en el amplio comercio de la ciudad. Caminé durante un largo rato entre toda la multitud foránea que, como yo, disfrutaba de la noche haciendo turismo. Muchas eran las personas que aún entrada la noche se mantenían en sus puestos de trabajo, vendiendo bisutería y pequeños souvenirs para los visitantes.
Luego de pararme a observar joyería en varios puestos, continué con mi camino, pero esta vez con la sensación de ser observada. Había alguien siguiéndome.
Un hombre alto, moreno, seguía de cerca mis pasos. Se las había arreglado bien para pasar desapercibido, pero no era más inteligente que yo. No era la primera vez que era seguida por alguien.
Al ser mi padre un magnate de los negocios en Los Ángeles, California, había ganado muchos enemigos con el paso de los años. Siendo un hombre con visión, desde pequeña tuve a alguien encargado de mi seguridad, que me enseñó a defenderme y a notar cuando había peligro alrededor.
Vestido con una cazadora marrón y unos vaqueros oscuros, se hacía pasar por un turista normal, observando como yo en los puestos de souvenirs.
Al tener la ciudad en donde estaba, un comercio tan tupido, me las ingenié para despistarlo. Caminé durante un rato más entre los puestos de venta ambulantes y luego salí a la calle principal a paso bien marcado, allí tomé un taxi.
— ¿Hacia dónde, Señorita? — Preguntó el conductor.
— Conduzca, quiero conocer la ciudad.
Alrededor de una hora estuvo el conductor dando vueltas alrededor de la ciudad, mientras que con un inglés poco pulido, trataba de explicarme sobre los lugares más emblemáticos.
Pedí que me recomendara un local en el que pudiese cenar cómodamente y que fuese tranquilo, preferentemente apartado del comercio en el que estaba hace un rato. Quería estar segura de haberme quitado de encima al moreno que una hora antes me estaba siguiendo.
Condujo por unos minutos más, seguro de saber que era lo que yo necesitaba. Me dejó frente a un local de comida americana. Aseguró que en este restaurante sólo hablaban en mi idioma y que al ser así, no concurrían tantas personas. Algo lógico, puesto que todos ansían conocer la cultura del lugar en donde estaba.
El local imitaba a una cafetería de los años cincuenta en Estados Unidos. Una larga barra con taburetes redondos de color rojo se divisaba nada más entrar y al lado derecho de esta había mesas empotradas en la pared con sofás a los lados. Las luces LED le daban vida y calidez, mientras que música de la época salía de los altavoces.
Sin dudas era un viaje en el tiempo a la década del cincuenta en mi país. Los empleados vestían con delantales blancos y unos graciosos gorros del mismo color.
Tomé asiento en una de las mesas disponibles, que con suerte, era una de las últimas en el local. Ordené y mientras llegaba mi pedido disfruté de una deliciosa malteada de chocolate doble. Ciertamente también cocinaban como los americanos.
Luego de comer y tomar tres malteadas más, salí del local buscando un taxi para volver a la villa. Era cerca de la una de la madrugada y a pesar de que aún las calles estaban abarrotadas de personas, quería descansar.
Llegué a la villa sobre las dos de la mañana. Encontrar un taxi a media madrugada en Bali no era para nada como en Los Ángeles. Tarde muchísimo en hallar uno y para cuando lo conseguí este me cobró el triple de la tarifa normal, con la excusa de que dadas las horas, ya no estaba de servicio.
Subí directo a mi habitación, de tanto caminar mis pies me dolían y estaba loca por quitarme las zapatillas de tacón que calzaba.
A medida que fui caminando por el pasillo del tercer piso que daba a las habitaciones, me di cuenta de que la puerta de la mía estaba abierta, eso me puso en alerta. Las estrictas medidas de la villa donde estaba hospedada no permitían el acceso a nadie que no portara la manilla distintiva del huésped.
Sabía que debía dar marcha atrás y ponerme en zona segura con alguien del personal del hotel, pero la curiosidad me pudo y me adentré en la habitación.
Todo estaba oscuro, no había ni una luz encendida. Segunda cosa que me aseguró que había alguien dentro, puesto que al marchar había dejado todas las luces encendidas.
— ¿Hola? — pregunté a medida que fui avanzando dentro de la suite.
Mi teléfono comenzó a sonar dentro del bolso. El sonido del timbre me hizo dar un salto por el susto. Retrocedí unos pasos y me pegué a la pared. Estaba temblando. Busque mi teléfono dentro del pequeño bolso y cuando lo saque vi el nombre de mi madre dibujado en la pantalla. Eran casi las tres de la mañana. ¿Qué hacía ella llamando a esta hora?
Fui a contestar y antes de poder articular palabra algo me golpeó con fuerza en la cabeza, mi vista se nubló e instantes después sentí mi cuerpo desplomarse en el suelo.
****
Desperté con un terrible dolor de cabeza y con la sensación de no poder respirar. Algo estaba tapando mi cabeza e impidiendo la salida y entrada del aire. Tenía una capucha oscura puesta. No podía ver nada, pero si escuchaba pasos a mi alrededor y voces que hablaban en un idioma que no era el mío.
Un líquido espeso me corrió por la mejilla y me llegó al labio. El sabor metálico de la sangre me hizo despertar completamente de mi ensoñación, estaba sangrando. Tenía una herida. Recordé la habitación a oscuras, la llamada de mi mamá, el golpe en mi cabeza.
Me habían secuestrado en un país que bien lejos estaba del mío, no tenía a quien pedirle ayuda. El pánico se estaba apoderando de mi. Comencé a moverme inquieta sobre la silla en la que me tenían atada y lo único que conseguí fue tumbar la silla y caer yo con ella.
— ¡Fille stupide! — Me gritó una voz masculina y adivine por su acento que era francés.
Me levantaron del suelo, aún atada a la silla. Reforzaron mis ataduras haciéndome chillar del dolor. Luego todo se volvió a quedar en silencio.
Sólo podía esperar y rezar porque pidieran el rescate a mi padre. De lo contrario debía buscar una salida yo sola.
Durante lo que para mí fueron horas, sólo sentía el goteo de algún tipo de líquido sobre una superficie metálica. El olor que pude percibir a pesar de tener la capucha puesta era ácido. Algo me decía que estaba en una fábrica o laboratorio químico.
Sentí las voces volver e hice un gran esfuerzo por tratar de entender lo que decían. Mi francés estaba desgastado por la falta de estudio.
— "Voilà, c'est comme vous le vouliez." — La voz de hace un rato intervino otra vez y a duras penas entendí algo. ¿Quién me quería y para qué?
Una nueva voz salió de su silencio.
—Je peux envoyer le message maintenant, Caleb. — Me quitó la capucha y una intensa luz golpeó mis ojos.
Esa última frase sí la había entendido perfectamente. Me estaban utilizando para enviar un mensaje.
— Quel message? — Preguntó.
Mis ojos se fueron adaptando a la luz y mientras estos hombres hablaban pude darme cuenta de que justo como yo pensé, estábamos en lo que parecía ser una fábrica abandonada. No eran sólo ellos dos, había alrededor de nueve hombres. Todos dispersos a mí alrededor. Pude identificar en una esquina al moreno que me seguía hace unas horas. Lo miré fijamente y este me dedico una macabra sonrisa.
Estaba espantada, sola y con ganas de llorar.
Los dos hombres que estaban hablando iban vestidos de traje. Ambos de negro. Uno era más joven que el otro, pero parecían familia.
— Hola preciosa. — Me habló el más viejo de los dos. Aparentaba unos cincuenta años de edad, pero su porte recto te hacía temblar —. Sabes por qué estás aquí, ¿verdad?
Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos a raudales y moví la cabeza en un gesto negativo.
— Précieux, nuestro problema no es contigo. Es con tu padre. — Me acaricio el mentón con sus ásperas manos. El otro, que parecía ser su hijo, se mantenía impasible.
Sorbí mis lágrimas. No podía mostrarme débil delante de estos hombres.
— ¿Qué quiere con mi padre? — Intente decir lo más fuerte posible —. Si es dinero... — No pude terminar de hablar, su carcajada me interrumpió.
— ¿Dinero? ¿Crees que me tomé el trabajo de venir hasta Bali para secuestrarte yo mismo, sólo por Dinero? — Volvió a reír —. Petite fille inocente.
— ¿Entonces que quiere? — las lágrimas volvieron a brotar y esta vez no pude aguantarlas.
Él sacó un pañuelo de su bolsillo y se agachó delante de mí. Extendió su mano y con suma delicadeza me secó las lágrimas rebeldes que se empeñaban en continuar saliendo.
— Quiero demostrarle a tu padre que los franceses no son tan estúpidos como los americanos creen. Él jugó conmigo y cometió el peor error de su vida. Con la mafia no se juega Précieux.— Se levantó.
— Yo nada tengo que ver con los negocios de mi padre. ¿Porque me hace esto? — Sollocé.
— Eres el pequeño diamante de tu papá. Su pieza de más valor, su talón de Aquiles. Por su culpa me arrebataron a lo que más amor le tenía en el mundo. Yo voy a devolverle la moneda en un billete doble. — Se volvió a acercar, pero esta vez me agarró con fuerza por el mentón —. ¿Preparada para aprender el idioma petite princesse? — La sonrisa que se dibujó en su rostro me hizo saber que nadie iba a venir por mí esta vez, estaba sola. Ni mi padre, ni nadie me iban a salvar de este hombre que tenía escrito por todos lados: venganza.
— ¿Qué va a hacer conmigo? — El miedo de morir comenzó a hacerse notar.
— Por ahora, nada. — Me dio la espalda y caminó unos pasos —. Caleb va a traer una cámara y vamos a tomarte unas fotos para enviarlas a tu padre. — Le hizo al otro una seña con las manos y este salió del lugar en donde estábamos y volvió un rato después con una pequeña cámara en las manos.
— Víctor — El más viejo se dirigió a uno de los hombres que estaban alrededor nuestro —. Por favor ayúdanos a enviarle un buen mensaje al padre de esta criatura.
— Es un placer, Jefe. — Respondió este en un tosco intento por hablar en mi idioma.
El hombre que se hacía llamar Víctor se acercó y paseó sus grandes manos por mis hombros. Intenté apartarme moviendo el cuerpo, pero estaba atada de manos y pies, poco podía hacer. Mis intentos eran en vano, el hombre no se movía un centímetro lejos de mí.
Sostuvo la parte superior de mi vestido y con sus manos lo rompió. Rasgó la tela hasta mi ombligo, dejando ver la piel de mi abdomen y el sujetador que traía puesto.
— Así está bien. — Habló Caleb.
— Pero el Jefe dijo...— Replicó Víctor pero el otro lo hizo callar con un gesto en la mano.
— El jefe dijo que la prepararas para las fotos, no que la dejaras desnuda delante de todos. — Su gesto frío era igual que el del otro hombre a quien llamaban jefe.
Yo no podía parar de llorar de la vergüenza. Estaba casi desnuda frente a ocho hombres que morían por matarme o por follarme. Cuál de las dos me daba más miedo y asco. Quería salir de ese lugar, no tenían derecho a degradarme de esta forma tan baja.
— Como usted ordene, Señor Caleb. — Bajó la cabeza por un momento y luego se giró hacia mí otra vez —. Vamos a terminar con esto de una vez pequeña.
Se acercó nuevamente y antes de que pudiese darme cuenta, me propinó un golpe con su puño en la mejilla derecha. Me golpeó también el labio y me hizo sangrar la boca. Pegué un grito y cuando quise llevarme las manos a la cara para apaciguar el dolor, las cuerdas con las que me habían atado me cortaron la piel. No sabía si era peor aguantar esto o pedir la muerte.
—Ya está listo, Señor. — Hablo Víctor y volvió a la posición en la que estaba hace un rato.
Caleb tomo la cámara que tenía en las manos y se acercó. Tomó fotos de mi mejilla y de mi cara, a pesar de que luche mucho para que no lo hiciera. También tomo fotos a los lados y de mi espalda. Por mi parte no dejaba de sollozar al pensar lo que iba a sufrir mi padre cuando recibiese esas fotos. Yo podía soportarlo todo mientras que no le hicieran daño a él.
Luego de tomar las fotografías, el muchacho se acercó más a mí. Y dijo cerca de mi oído:
— No te pongas impertinente. Mientras más serena estés, mejor va a ser para ti. No quiero que te golpeen más, por favor compórtate por ahora.
¿Qué le importaba si me golpeaban o No? Era uno de los esbirros de ese hombre que me había secuestrado, no tenía por qué confiar en él.
— ¿Ya están listas mis fotos?— El viejo hombre volvió a hacer entrada en la estancia.
— Sí, padre. Ya están listas. — Extendió la cámara y el hombre la tomó.
Mis sospechas eran ciertas. Era su padre. Algo que me desconcertada aún más, no sabía por qué quería ayudarme.
— Señor Pierre, ¿Qué hacemos con ella ahora?— Dijo Víctor.
— Llama a Louise. Que le limpie las heridas aquí mismo y le busque una manta para tapar la ropa rota. No la voy a dejar semidesnuda en frente de ustedes, buitres. — Miró con desprecio al que había preguntado —. Como ordene Señor. — Dicho esto salió del lugar.
— Preciosa, en un rato nos volvemos a ver. Pronto volaremos a la que, a partir de hoy, va a ser tu nueva morada. — Me echó un último vistazo y luego se marchó. Su hijo y tres hombres más se fueron con él.
¿A dónde me iban a llevar? Yo sólo quería irme a mi casa, con mis padres y mis hermanos. Esas fotos iban a destruir a mi familia y yo no podía hacer nada para impedirlo.
La sensación de no saber qué iba a pasar a continuación me llenó de impotencia. Comencé a gritar y a intentar zafarme, pero estaba atada con tanta fuerza que no conseguí más que hacerme daño. Mis gritos hicieron que me volvieran a pegar, está vez con más fuerza que la anterior y termine inconsciente.
❁ Vocabulario:
*fille stupide: estúpida Niña.
*"Voilà, c'est comme vous le vouliez": Aquí está, justo como tú querías.
*"Je peux envoyer le message maintenant, Caleb.": Ya puedo enviar el mensaje, Caleb.
*Quel message?: ¿Qué mensaje?
*précieux: preciosa.
*petite fille innocente: Niña inocente.
*petite princesse: pequeña princesa.
❁Y bien? Que les pareció este segundo capitulo? Los leo en los comentarios.
No olviden dejar su estrellita.
Nos leemos!
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