Capitulo Siete
Briella:
Desperté con un molesto sonido. Algo repiqueteaba sobre el cristal de la ventana. Abrí perezosamente los ojos y pude divisar a una pequeña ave golpeando sobre la lisa superficie.
Eran sólo las seis de la mañana cuando me levanté de la cama. Dormí alrededor de tres horas nada más. Luego de esa noticia que Malcom me dio y todo lo sucedido después, fue muy difícil conciliar el sueño.
Salí al estupendo balcón que tenía la habitación donde me quedaba y recosté mi cuerpo a la puerta. Desde allí pude observar la hermosa vista al lago que quedaba detrás de la casa. Bordeando la orilla de este, había un sendero asfaltado, imagino que daba a alguna otra propiedad o que lo habían hecho con el único fin de pasear disfrutando del lago.
— Si pudiese saldría a correr como hacía en mi país. — Dije en voz alta. Era parte de mi rutina hablar sola.
— Vamos. — Dijeron a mis espaldas y yo me giré tan rápido por el susto, que terminé pegándome en la cabeza con la puerta del balcón.
— Dios, que mala suerte. — Grité frotándome la frente con la palma de la mano. Alcé la vista y pude observar a un divertido Malcom apoyado en la pared —. Se llama antes de entrar.
— Pensé que me habías escuchado. — Se encogió de hombros —. La frase esa que dijiste. ¿No hablabas conmigo?
— No.
— O sea que estabas hablando sola. — La diversión era mayor ahora.
— Sí. ¿Feliz?
— ¿Sabes que cuando estas enojada haces un gesto muy gracioso con las cejas? — Su observación me hizo pensar en cuanto tiempo llevaba estudiando mis manías.
— No lo sabía. — Respondí —. ¿Tu desde cuando me sigues?
— ¿Qué?
— No te hagas el idiota. Eres la mano derecha de Pierre, así que casi segura estoy de que te envió a ti a seguirme para planear mi secuestro.
— No era yo quien te seguía en el comercio de Bali. — Puntualizó.
— Eso lo sé, era Víctor quien me perseguía. Pero tu fuiste quien ejecutó mi secuestro en el Virginia's Hotel.
Se sentó en mi cama y rascó su mentón.
— ¿Cómo sabes Que fui yo quien te secuestró? — Inquirió curioso.
— Tu perfume. — Dije resuelta.
— ¿Mi perfume?
— Sí. Soy mala para recordar rostros, pero los olores siempre los recuerdo, no importa el tiempo que pase. — Me senté junto a él —. Esa noche de mi secuestro llevabas la misma loción que tenías anoche cuando te abracé.
El escolta comenzó a reír, se levantó de donde estaba sentado y dio unos pasos por la habitación.
— Eres muy inteligente, fierecilla.
— ¿Por qué todos me llaman así? — El apodo comenzaba a molestarme.
— Porque eres muy violenta. Eres algo así como un pequeño poni sin domar.
— Las comparaciones no son lo tuyo, definitivamente.
— Yo te veo así. — Dijo arreglando las solapas de su traje —. ¿Vamos a correr?
— No me dejarían salir de la casa. Sólo tengo permitido salir cuando Pierre lo autoriza.
— Nadie se tiene que enterar. — Respondió —. Soy el encargado de la seguridad de Pierre, lo que quiere decir que yo manejo a todos los escoltas.
— ¿Y?
— Y mañana paso por ti a las seis en punto. — Me regaló una sonrisa ladeada.
— ¿En serio? — Me levanté de la cama emocionada.
— Sí. Saldremos por la puerta trasera y volveremos a las siete.
Comencé a dar saltos de alegría. Una hora de libertad para liberar energía, era suficiente para mí en medio de todo este infierno.
— Prepárate. Pierre quiere verte a las ocho. Ya sabes para que. — La seriedad volvió a su rostro.
La burbuja en la que estaba se rompió abruptamente. Bajé la cabeza y serené mi cuerpo.
— ¿Por qué vienes tan temprano a avisarme? — Pregunté.
— Quería asegurarme de que estuvieras lista para cuando llegara el momento.
— Voy a estar bien. No te preocupes. — Intenté restarle importancia.
— No obstante a lo bien que vayas a estar, yo voy a estar ahí contigo.
¿Podría confiar en él?
Era la única persona de todos los que estaban aquí, que me había ayudado cuando las cosas se pusieron difíciles para mí. Dudaba de él tanto como lo hacía con los demás, pero no estaba segura de que eso fuese a continuar así por mucho tiempo.
A las ocho en punto, habían dos escoltas esperándome fuera de la casa. Malcom no estaba entre ellos, así que supuse que estaría ocupado.
Pierre esperaba en su despacho. Tan pulcro y tranquilo como siempre. Nunca imaginé que los instintos asesinos pudiesen desarrollarse tan rápidamente como me sucedió a mi. Deseaba ver a ese hombre muerto, más que nada en el mundo.
Me indicó que tomase asiento en frente de él con un gesto de su mano. Esta vez no estaba sentado en su escritorio, sino en uno de los sofás que ambientaban el lugar.
— Tenemos una interesante conversación por delante. — Inició.
— Sí. Hay algo que quiero hablar con usted. — Respondí un poco indecisa. Malcom no estaba por ninguna parte y su ausencia me ponía más nerviosa de lo que debía estar.
— Entonces comienza. — Habló con total serenidad. Este hombre era un excelente negociante, de eso no había duda, así que debía medir cada una de mis palabras.
— Primero usted, Señor.
— Estás demasiado obediente. ¿Qué ha cambiado?
— Muchas cosas. — Dije a prisa —. Estos días entre ustedes me han hecho ver la vida desde otra perspectiva y darme cuenta de varias cosas que antes ignoraba.
— ¿Cómo cuáles? — Interrogó.
— Como que mi papá es un podido egoísta que ha estado su vida entera pensando sólo en él.
Su gesto transitó de la serenidad a un total desconcierto. Vi en sus ojos el atisbo de curiosidad y sus labios se curvaron en una media sonrisa, que disimuló llevándose un cigarrillo a la boca.
— ¿Fumas? — Extendió la cajetilla en mi dirección.
— No tengo vicios, Señor. — Estaba haciendo un esfuerzo gigante por mantener la calma.
— Haces bien. La mejor manera de evitar el vicio es no probarlo.
— ¿Qué era eso que tenía que decirme? — Crucé mis brazos sobre el pecho.
— Aún no. Esperemos a que mi hijo llegue.
Caleb demoró varios minutos más en aparecer y junto a él venía Malcom. Respiré aliviada cuando se puso a un lado mío. Era mi único sostén en ese lugar. Sin él, estaría perdida.
— El jet estará listo para las nueve de la noche, Señor Lavaux. — Habló el escolta.
— Perfecto. Tú acompañarás a Briella a Los Ángeles y así velarás que no cometa ninguna estupidez. —Se dirigió al escolta.
— ¿Los Ángeles? — Fingí sorpresa.
— Comenzarás a servirme, justo como estaba planificado.
— ¿Por qué tiene que ir Malcom con ella? — Intervino Caleb. Su voz y su rostro denotaban enojo —. Me dijiste que sería yo quien la llevase.
Mis nervios volvieron a dispararse. Si Caleb conseguía convencer a su padre de llevarme él, todo el plan se desmoronaría.
— La llevarías si no la hubieses besado en la Galería. - Respondió expulsando el humo de su cigarrillo. Bajé la cabeza y con el rabillo del ojo pude ver como Caleb peinaba su cabello con las manos.
— ¿Eso afecta en algo? — Rebatió —. Desde cuando no podemos mezclarnos con la servidumbre. — Su comentario me hizo observarlo con indignación y luego cambiar la vista hacia el escolta, que parecía contar hasta mil para no perder los estribos.
— Afecta en todo. La llevará Malcom y no se habla más del asunto. — Finalizó haciendo que Caleb saliera del despacho.
— ¿Por qué me envía a Los Ángeles? — Dije volviendo a retomar el curso de la conversación.
— Para ejecutar la primera fase del plan.
— ¿No era yo la primera fase del plan? — Mi pregunta lo hizo soltar una sonora carcajada.
— No, tú eres sólo un complemento para que todo esto funcione.
— No entiendo.
— Briella, quiero ver a tu padre rogando por perdón y voy a disfrutar muchísimo observando como tú harás que se sienta miserable. Porque si no lo haces tu, me encargaré de que tambien sufras.
Pensé mucho antes de dar una respuesta. Para darle mayor connotación a todo, me levanté del sofá y caminé por la estancia. Me detuve frente a una pared en donde había distintos tipos de armas. Desde escopetas de caza hasta los revólveres más pequeños. Me giré hacía Pierre, y Malcom, que estaba detrás de él, me hizo un gesto afirmativo con la cabeza.
— Pierre. — Hable —. Fui testigo de como mi padre se rendía a la posibilidad de recuperarme. A pesar de la amenaza que hiciste, yo no hubiese desistido a la idea de recuperar a un ser querido.
— En eso nos parecemos.
— Estoy sola. Ellos me abandonaron a mi suerte y si le soy sincera, no los necesito. Creo que puedo ser más útil aquí con usted, que allá con una familia que poco me aprecia. — Una lágrima corrió por mi mejilla —. Lo que sea que tenga que hacer, lo haré sólo para tener un lugar entre ustedes.
— No te creo.
— Sé que no, pero si me lo permite puedo demostrarle mi valía. — Me acerqué a él —. Usted y yo sabemos que soy más inteligente que todos sus hombres juntos.
— Bien. — Caminó hasta llegar a su escritorio —. ¿Quieres pertenecer al Clan?
— Sí, Señor. — Mostré determinación.
— Mata a tu hermano. Esa será tu prueba de iniciación. — Dictó haciéndome temblar.
— A... ¿a mi hermano? — Pretendí sorpresa y desconcierto una vez más.
— A eso ibas a volar a Los Ángeles. Quisieras o no, debías matar a Bruce, con tus propias manos, porque sino, toda tu familia sería exterminada.
Bajé la cabeza y tapé mi rostro con las manos. Así me mantuve durante unos minutos, mientras todos a mi alrededor estaban en silencio, a la espera de una respuesta. Por mucho que me hubiese preparado para este momento, me seguía doliendo todo lo que estaba pasando.
《Ya conoces el juego, ahora hazte dueña de todo el tablero para que no te vuelvan a ganar nunca más. No puedes ser la esclava de un pasado que no es el tuyo, así que tu decides si obedecer o liderar.》 Recordé las palabras de Malcom la noche anterior.
— Lo haré. — Dije en un hilo de voz —. Mataré a mi hermano. Lo miré directamente a los ojos —. Te ayudaré a hacer que mi padre se arrepienta de haber nacido.
El francés se levantó de su puesto y aplaudió animado.
— Pero tengo condiciones. — Hablé desafiante, lo que hizo que el hombre detuviera sus vítores.
— ¿Condiciones? — Repitió divertido.
— Sí. Juro obedecer cada uno de sus mandamientos, pero tengo condiciones a cambio.
El gesto de Pierre se puso serio nuevamente y volvió a tomar asiento en su puesto de Jefe.
— Te escucho. — Dijo entrelazando sus dedos sobre la mesa.
— Primero: quiero a tu hijo lo más lejos posible de mí y de la casa de seguridad.
— Hecho. — Respondió —. ¿Qué más?
— Segundo: no quiero más escoltas detrás de mí.
— Eso no. — Dijo decidido —. Los escoltas no se mueven de su puesto. No pienso arriesgarme a otra "sorpresita" como la de Bali.
— Vale. — Respondí —. Sólo Malcom se encargará de mí. — Intenté negociar nuevamente.
— Me lo pensaré.
—Como tercero: quiero tener la misma libertad que tienen los otros para andar por la propiedad.
— Mata a tu hermano y tráeme pruebas. Luego discutiremos los demás detalles. — Finalizó —. Ahora puedes ir a prepararte para el viaje, como ya escuchaste, salen a las nueve de la noche.
Malcom me agarró del brazo y me condujo hacía la salida. En el camino hacia la casa de seguridad, mi firmeza se vino abajo y comencé a llorar desconsoladamente. El escolta se detuvo e indeciso, tomó mi mano y cambió la dirección de sus pasos.
— ¿A dónde vamos? — Pregunté en medio del llanto.
— A un bonito lugar.
Me arrastró hacía la orilla del lago por un estrecho sendero de piedras y al llegar, soltó mi mano y se sentó en el suelo.
— Vas a ensuciarte el traje. — Intenté detenerlo.
— ¿Acaso importa? — Señaló el suelo a su lado —. Siéntate conmigo.
— Sí Pierre nos descubre...
— Pierre no nos va a descubrir. Desde aquí nadie puede vernos. —Respondió tranquilo, con la vista perdida en el lago.
Una fresca brisa movió las hojas de los árboles y yo hice caso al escolta, tomando asiento junto a él.
— ¿Por qué me trajiste aquí?
— Cuando mi hermana era pequeña, lloraba muchísimo. Mamá Louise perdía la cabeza con ella y siempre me la dejaba para que la cuidara. — Hizo una pausa y lanzó una pequeña piedra al agua —. Yo la traía aquí sin que nadie me viera y ella dejaba de llorar. Este era nuestro sitio secreto para escondernos del mundo. Ahora también es tuyo.
— Gracias.
— ¿Por qué?— Me observó con sus grandes ojos claros.
— Por compartir un trozo de ti, con alguien como yo.
El escolta sonrió vagamente y sacó del bolsillo de su pantalón, una foto de una preciosa chica. Cabello oscuro y ojos claros como Malcom.
— Ella era mi hermana. — La voz se le quebró —. Por ella he soportado todo hasta el día de hoy y gracias a ti, por fin vamos a acabar con ese desgraciado. Cueste lo que cueste.
Hola, hola!
Me propuse traerles una maratón de cinco capítulos seguidos. Y aquí esta. Espero les guste.
Nos leemos!
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