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Capitulo Dos

Caleb:

Seguí a mi padre hasta el auto que lo aguardaba a las afueras de la fábrica a la que habíamos llevado a la chica. Malcom nos esperaba apoyado contra la ventanilla del auto. Cuando estuvimos lo suficientemente cerca, se paró en firme y le dedicó un saludo con la cabeza a mi padre, en señal de respeto.

— El Jet está listo, Señor Lavaux. — Este era el único guardaespaldas que llamaba a mi padre por su apellido.

— Bien, sólo necesitamos veinte minutos más en esta pocilga y podremos marcharnos. — Habló mi padre.

— ¿Para qué vamos a esperar más?— pregunté.

Mi padre en su gesto impasible, se volvió hacia mi. Se rascó la barbilla, pensando en su respuesta. Luego habló:

— Necesito que esa niña me de algunas respuestas antes de irnos. Tengo que conocer sus habilidades si la quiero integrar al Clan Lavaux.

— ¿Integrar? — Pregunté estupefacto —. ¿Piensas meterla en nuestra mierda?

Aquella pregunta sacó la cólera francesa de mi padre, haciendo que este me pegara un bofetón en frente de varios escoltas.

— Exijo que respetes la organización a la que perteneces. Muchos matarían por llevar tu sangre y tener tu posición. Durante años el Clan Lavaux ha aterrorizado las calles francesas y portuguesas, proclamándose como el dueño de la mafia en ambas ciudades. Haz el favor de comportarte como tu apellido lo amerita. — Luego de terminar su reprimenda, se volvió hacia los escoltas —. Volvamos dentro, tengo que hablar con nuestra invitada.

Todos lo siguieron, a excepción de mi y de Malcom. Este debía quedarse vigilando los alrededores, por si alguien se aparecía por el lugar, no fuésemos delatados. Estábamos invadiendo una propiedad, que aunque estaba abandonada, seguía siendo terreno privado.

— ¿Un cigarrillo, Señor? — Malcom extendió la pequeña caja que los contenía y yo tomé uno.

— Gracias. — Lo encendí y le di varias caladas.

Los franceses solemos fumar cuando estamos bajo presión. Los americanos comen, nosotros nos aniquilamos los pulmones lentamente con nicotina.

— Su padre es duro con usted porque espera que algún día lo releve y tome el trono del clan. — Habló el guardaespaldas —. No se sienta mal por sus actitudes para con usted.

Malcom es mayor que yo unos diez años y lo he visto con mi padre desde que soy un niño. Es uno de sus guardias más confiables, uno de los que más años lleva en el Clan y ha vivido todos los altos y bajos, hasta llegar a lo que somos hoy.

— Yo quiero tomar ese puesto, cuando el momento sea el adecuado. Pero estoy en contra de todas estas barbaridades que tenemos que hacer sólo para mantenernos a la cabeza. — Respondí.

Malcom rió por lo bajo. Casi nunca lo hacía y eso hizo estallar mi curiosidad.

— ¿De que se ríe? — Le pregunté.

— De su inocencia. — Respondió despreocupado. Aunque era parte del personal de servicio de mi padre, se las había arreglado muy bien para ganarse la confianza de todos los miembros de la familia y era considerado como un amigo del apellido Lavaux.

— ¿Inocencia? — Caí en la cuenta de que a lo mejor había dicho alguna estupidez.

— Tu padre te está formando para que tomes el puesto de un clan cuyo objetivo no es la paz mundial. El objetivo de tu padre es hacer crecer su dominio por toda Europa y luego extenderse a América. Esa niña que está atada ahí dentro es el vivo ejemplo de lo radical que es con sus decisiones.

— Pero yo...

— Pero tú nada. Te has criado entre sicarios y mafiosos. Has visto sangre desde pequeño. Es lógico que te quieras apartar de toda esta mierda. Pero tristemente naciste siendo un Lavaux y eso te va a pesar toda la vida. — Dio una calada a su cigarro y continuó —. Tu padre aspira a que seas aún peor de lo que es él. Por tu bien, espero que no digas más nada que denigre a los Lavaux, por lo menos no delante de alguien que pueda hacerte daño en el futuro.

Ruidos de disparos nos pusieron en alerta. Algo estaba pasando dentro de la fábrica.

— Tenemos que entrar. — Dije caminando en dirección a la entrada. Malcom me agarró del brazo y me frenó el paso.

— No. Debemos quedarnos aquí.

— Pero, ¡mi padre!— Grite tratando de zafarme del agarre.

— Su padre me ha pagado toda la vida para velar por su seguridad Señor Caleb. No puedo dejarlo entrar. Esos disparos deben ser con la prisionera.

— ¿La mataron? — Las dudas llegaron en multitud. Yo le había dicho a esa mujer que todo estaría bien para ella si se comportaba.

— Ahora lo sabremos. Mire, ahí viene su padre.

El gesto de mi progenitor reflejaba una cólera infinita. Venía a un paso tan apurado que parecía que iba a arrancar a correr.

— ¡Se escapó! ¡Se escapó esa mal nacida! —Gritó —. No puede haber ido muy lejos. — Todos los escoltas, que en total eran doce, se agruparon alrededor de mi padre —. Quiero que hagan grupos de a tres y que revisen cada maldito rincón de este asqueroso lugar. No puede haber ido muy lejos. La necesito viva, ¡Viva! Pero si tienen que pegarle un tiro para inmovilizarla, no duden en apretar el gatillo. Tráiganmela, ¡Ahora!

Justo como ordenó, los escoltas se organizaron en tríos y se dispersaron dentro del lugar. Ya estaba amaneciendo, así que sería más fácil la búsqueda.

— Esa niña es igual de impertinente que su padre. — Despotricaba mi padre hacia Malcom —. Un esfuerzo gigante tuve que hacer para no meterle un balazo entre ceja y ceja. Dame un cigarro. — Le arrebató la cajetilla de las manos al guardia y encendió uno —. ¿Pero quien se han creído estos americanos para jugar conmigo así de esta manera? Su padre y esa mocosa no saben lo que les espera.

*

Briella:

Los oídos me zumbaban y la cabeza me quería reventar. Varios eran los golpes que tenía en el cuerpo. Luego de dejarme inconsciente por segunda vez, me habían despertado a la fuerza con un algodón embadurnado de alcohol y nuevamente mis muñecas dolían por mis intentos de zafarme del amarre que me sostenía.

El autor de mi secuestro estaba sentado frente a mi, fumando un cigarrillo. La tranquilidad en su semblante era perturbadora. Las luces del alba comenzaban a vislumbrarse y el frío empezaba a aumentar. Estaba temblando, pero no sabía si por el clima o por el miedo. Pierre no dejaba de mirarme, analizaba mis gestos como queriendo averiguar algo.

— Si sus planes son matarme para vengarse de mi padre, hágalo de una vez. Máteme y así nos ahorramos esta pérdida tiempo. — Escupí sin pensar cada una de esas palabras. Sin dudas los nervios me estaban jugando una mala pasada.

— Ganas no me faltan. — Respondió —. Podría darte un balazo en la sien. — Abrió su saco y me enseñó su revólver —. O podría perfectamente apuñalar tu abdomen varias veces y hacer que te desangres. — Sacó de su bolsillo un pequeño cuchillo de plata enfundado en una manga de cuero.

Cada poro de mi piel se estremeció. Cada vibra de mi ser se puso en alerta. Este hombre sin escrúpulos era capaz de quitarse a cualquiera de en medio, sólo por conseguir su cometido.

Pero si algo me había enseñado mi guarda espaldas desde pequeña, era que los enemigos sienten el miedo, lo huelen y lo utilizan a su favor. Emplean el terror como el arma más certera y luego hacen la jugada final. Debía bajo toda circunstancia mantenerme calmada, no podía permitir que temblara mi voz, de lo contrario me iba a delatar.

—Hágalo si siente que eso lo hará mejor persona. Aunque lo dudo, con todo el mal karma que tiene que pagar, usted se va a morir siendo una sanguijuela hedionda y putrefacta. — Mi mirada de desprecio unida a mis palabras lo hicieron pararse de su puesto y darme una bofetada que me tiró al suelo.

— Levántala del suelo Philippe. — Le ordenó a uno de los escoltas que estaba junto a él —. ¿Crees que algo de lo que hago día a día es para ser mejor persona? Soy el dueño de la mafia francesa, aliado de los capos italianos y duro rival de los clanes americanos. Aquí nadie es buena persona, ni siquiera tu. Así que vas a responder a mis preguntas, vamos a llevarnos bien ¿Si?

Tenía el cuerpo adolorido por todos los golpes. Estaba agotada por estar tantas horas consecutivas sin dormir. Me sentía sucia por la humedad y toda la mugre que había en el lugar. El llanto volvió a ganarme y no lo pude contener. ¿Por qué de todas las personas en el mundo esto tenía que pasarme a mi? ¿Qué era eso tan malo que mi padre había hecho para lograr que alguien le tuviese tanto odio? ¿Pertenecía mi padre a la mafia también? ¿Saldría viva de todo esto? Un cúmulo de preguntas se agolpaban en mi mente mientras las lágrimas no dejaban de correr.

— Según la investigación que hicimos sobre ti, estabas estudiando gerencia de empresas. ¿Eso es cierto? — Volvió a hablar Pierre.

— Si, es cierto.

— ¿En que rama de empresariales te ibas a especializar? —Inquirió nuevamente.

— ¿Para qué quiere saber eso?

Se quedó en silencio mientras caminaba alrededor mío en círculos. Así estuvo durante un rato.

— Necesito saber si vas a serme útil.

¿Útil? ¿Me iba a utilizar a mi en sus negocios? ¿Este señor realmente podría desaparecerme y usarme a su favor?

— Tengo grandes planes para ti, pequeña. — Pasó sus manos por mi cabello y yo me sacudí tratando de que no me tocara —. Záfenla, el jet nos está esperando en la pista privada.

Víctor, el que un rato antes me había roto la ropa, se acercó a mi. - Más vale que te quedes quieta. - Me dijo por lo bajo. Zafó primero una mano, luego la otra. Yo no me moví. Estaba esperando el momento perfecto.

Pierre se había adelantado a salir del lugar y cuatro escoltas se habían ido con él. Estaba sola con el hombre que casi me había desnudado una hora antes. Tenía que intentarlo.

Víctor se agachó a zafarme los pies. Cuando sentí la soga lo suficientemente floja, patee con los dos pies directamente sobre su mentón. Esto lo propulsó hacia atrás, unos pocos metros de mi. Se retorcía en el suelo del dolor, lo que me dio la cobertura para salir corriendo en dirección opuesta a la de Pierre.

Corrí entre las instalaciones abandonadas, utilicé toda mi energía. Tenía que salir de ese lugar o por lo menos esconderme hasta que se fueran. Agradecí estar descalza. Con tacones correr hubiese sido imposible.

Cada vez había más claridad y podía asegurar que eran cerca de las seis de la mañana. La fábrica de la que estaba tratando de salir era como un laberinto. Escaleras y más escaleras conectaban un bloque de edificios con el otro.

Me escondí detrás de una columna para coger aire. Encogí mi cuerpo hasta quedar sentada en el suelo. Ahí caí en la cuenta de que estaba perdida en el medio de la nada. Sin un celular para llamar a mis padres, sin dinero, sin conocer el lugar en el que estaba.

Un estruendo me hizo gritar del susto. Fue un disparo. Me habían encontrado. Levante mi cuerpo con lentitud y volví a pegar mi espalda a la gran columna en la que me escondía. Sentí otro disparo.

— ¡¿Donde estas?! — Gritó una voz, que pude reconocer como la de Víctor —. Va a ser mejor para ti si sales ahora. — Su inglés era rústico pero entendible —. Sal, rata de alcantarilla.

Asomé la cabeza por una rendija de la columna y pude ver que estaba un piso por debajo de mi. Eché a correr nuevamente, sin tener una idea segura de hacia dónde me dirigía. Estaba cavando mi propia tumba.

Él me vio y corrió hacia las escaleras que daban al piso donde me encontraba. Lo veía acercarse mientras corría. Ya no podía más, estaba sacando las fuerzas de donde no las tenías. Un último intento tenía que hacer, no podía rendirme.

Las lágrimas volvieron a aflorar con el recuerdo de todos los que de seguro estarían preocupados por mi en casa. Mi pequeña Briana, mi rebelde Bruce, mi cálida madre y el hombre que hasta el día de hoy tenía puesto en un pedestal, mi padre. Se que estaría moviendo cielo, tierra y mar para encontrarme.

Uno de mis pies flaqueó en la carrera y me viré el tobillo. Caí rodando por las escaleras de metal, estas, al ser tan viejas, no soportaron el impacto de mi peso con la caída y se cayeron junto a mi. De un piso a otro mi cuerpo recibió todo el impacto, nada lo amortiguó.

Estaba consciente tirada en el frío suelo de aquella fábrica, inmóvil. No podía hacer nada más que llorar en silencio. Quería morir, no podía aceptar una nueva vida con esta gente, lejos de mi familia.

Vi la sombra de alguien pararse frente a mi. Voces inteligibles, murmullos. La sombra se agachó, me tomó por el mentón y habló:

— De Pierre Lavaux nadie se escapa, pequeña. Siempre seré más rápido que tu, aunque no lo quieras.

La sombra de mi peor pesadilla se alejó y unos brazos fuertes me envolvieron, levantándome del suelo. Algo tapó mi cara, era un pañuelo. No podía respirar. Una sensación de adormecimiento se adueñó de mi y volví a quedar rendida.



Hola, Hola!!!

Espero que estén disfrutando de la historia. No olviden dejar su estrellita y comentarme en un par de lineas que les pareció la historia.


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