Capítulo 37
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«Le anticipo, cabo, que tendrá graves problemas con la Comandante. Su misión era liquidarlos a todos, McCartney incluido». (Carta del General McNabbs al cabo Campbell tras el escape de Richard McCartney, 21/9/2019).
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—¡Sirhan Bay! ¡Sirhan Bay!
En el exterior, la multitud aclamaba a su favorito, pero el favorito tenía las manos manchadas de sangre seca y perseguía la fragancia de su mejor amigo. De sus labios se desprendían palabras ininteligibles que se combinaban con contundentes insultos.
—Mierda, mierda, mierda.
Sirhan se puso de pie y comenzó a correr rumbo a la salida como un desquiciado. Logró detenerse justo a tiempo para no atropellar a un desconocido que estaba junto a la puerta. El otro lo reconoció de inmediato.
—¿Qué te ocurre? —preguntó Fagler con el el ceño fruncido y los brazos en jarra.
A juzgar por sus facciones, parecía bastante sorprendido y un poco enfadado. La curva de sus labios no apareció en ningún momento.
—Boyd me envió a buscarte —continuó, sin dejar de mirarlo a los ojos—. La carrera está por comenzar y temía que te hubiera ocurrido algo malo.
—Estoy bien.
—¿Estás seguro? —Fagler remarcó sus palabras con sorna.
—Estoy seguro —replicó Sirhan, tajante—. Ahora, si me disculpas, tengo una carrera que ganar.
Sirhan aprovechó el descuido de Fagler para entrar de lleno a la pista. Una vez más, la tribuna se sorprendió. Luego vinieron los cánticos, los suspiros y algunos abucheos. Un par de grandes apostadores sacudía la cabeza en señal de desaprobación. Sirhan desatendió las manifestaciones populares y avanzó a trote ininterrumpido hacia la línea de meta.
Los demás competidores lo miraron con un interés inusitado. «¿Estos últimos días has estado demasiado misterioso, negrata?» parecían decirle. Sirhan los ignoró.
Alzó la cabeza y le sorprendió ver que sus apuestas se habían desplomado y ahora estaban por debajo del promedio. Ni los grandes jefes podían tomarse en serio aquel estúpido juego de apariciones y desapariciones.
—¡En sus marcas! ¡Listos!
La mayoría deslizó sus dedos sobre la línea, dispuesta a salir a la menor señal. Para el resto no era más que una carrera, pero Sirhan no podía decir lo mismo.
Todos los días hay torneos en el Robert Graham: fútbol, rugby, atletismo... Para muchos es dinero fácil.
Mi hermano juega al fútbol con Los Bravos. Yo aún no consigo entrar en ningún equipo. Creo que no soy demasiado bueno…
El recuerdo de Stone lo hipnotizó, y el disparo inicial halló a Sirhan en los tacos. Un par de curiosos abortó un grito de sorpresa, aún sin comprender lo que había ocurrido. Una vez más, su favorito los decepcionaba.
Con los miembros trémulos, Sirhan se impulsó de mala manera y avanzó rumbo a la meta con el corazón palpitante. Los demás competidores le llevaban una distancia considerable, pero él no daría el brazo a torcer.
Un joven voló hacia atrás luego de una brutal paliza y le cedió su lugar a Sirhan. Ahora solo le restaban cinco posiciones para clasificar. Su próxima víctima era un muchacho robusto con exceso de estupefacientes que iba adelante suyo.
De pronto, RoboCop dio un fuerte salto e hizo un medio giro que lo dejó a centímetros de su rival. Sin nunca dejar de avanzar en reversa a una velocidad envidiable, observó a Sirhan con cara de pocos amigos y lo desafió a pasar. En los ojos del maníaco ardía un infierno.
—Atrévete, negra puta —le dijo.
Sirhan no respondió e intentó evadirlo por los lados, pero el otro se deslizó como un cangrejo agresivo y le bloqueó el paso. «Esto será más difícil de lo que esperaba», reconoció Sirhan mientras pensaba en alguna nueva maniobra para dejarlo atrás. Para su sorpresa, su salvación llegó gracias a un contundente grito que venía de las tribunas.
—¡Shadden, ya déjate de joder y corre! —vociferó su patrocinador desde las gradas.
Shadden se volteó hacia las gradas y le dio a Sirhan la oportunidad perfecta para estamparle un codazo en los intercostales que lo dejó fuera de juego. RoboCop se estrelló contra el piso e insultó en todos los idiomas.
Sirhan no sonrió. El hijo de puta había logrado su cometido: dejarlo sin posibilidades de triunfo. El resto de los corredores había ampliado la distancia y se encontraba en la recta final. Sirhan vio cómo Wyatt se había convertido en un punto que se movía a toda velocidad y comprobó que, en efecto, sería la última carrera de su vida.
Intentó acabar con algo de dignidad y esquivó una brutal patada del joven de adelante que iba directo a su rostro. Para entonces, los demás ya habían cruzado la meta, y el rostro de Wyatt impregnaba de la pantalla.
Sirhan acabó en la deshonrosa quinta posición, aunque sus cavilaciones iban más allá de la inmensidad del Graham. Imaginó la furia de Boyd y amagó con irse a los vestuarios, pero luego recordó la cabeza de Stone y se le fueron las ganas. Suspiró. De todos modos tendría que ir. Tarde o temprano.
En el camino, se topó con Kate. Estaba de espaldas a los vestidores, teléfono en mano, para respetar la privacidad de los muchachos. Sabía que Sirhan pasaría por allí en algún momento.
—¡Sirh! —exclamó, aunque era evidente que él la había visto.
—¿Me das un momento? —repuso Sirhan mientras señalaba los cambiadores.
—Tómate tu tiempo.
Él deslizó una sonrisa de agradecimiento y se perdió entre los demás muchachos. Rodeado de conversaciones ajenas y de una multitud que se desplazaba en todas direcciones, se sintió seguro. Manoteó una toalla cualquiera que estaba sobre un banco cualquiera y se abrió paso rumbo a las duchas.
Protegido de las miradas insidiosas detrás de las cortinas de plástico, Sirhan se desvistió. Dejó la ropa sucia sobre el caño y abrió la canilla. Desnudo de cuerpo y alma, esperó que el agua se calentara mientras sacudía las piernas para no sucumbir ante el frío. Verse desnudo y recorrerse desnudo le recordaba a Stone.
Dejó que la lluvia lo recorriera en un intento frustrado de purgar sus penas. Lloraba y temblaba; lloraba, temblaba y, de vez en cuando, deslizaba miradas a su alrededor. Algunos muchachos hablaban en una banca cercana y lo obligaban a reprimir sus gemidos.
Salió de la ducha aún sobresaltado, con la imagen de Stone distorsionada y la toalla amarrada a la cintura. El grupo de muchachotes aún continuaba en la sala y le dirigió unas miradas inquisidoras que Sirhan simuló no ver. Tomó una parva de ropa limpia y buscó un rincón libre de curiosos en donde pudiera cambiarse.
—¡Sir!
Wyatt tenía el cabello húmedo y una sonrisa de suficiencia en el rostro. Quizá fue por eso que Sirhan decidió no dirigirle la mirada y apurar sus preparativos. O quizá era porque la cabeza de Stone le impedía pensar en cualquier otra cosa.
Tomó la mochila por las correas y soportó el peso del cráneo de su amigo en la espalda. Apretó los puños para evitar cualquier temblor y avanzó rumbo a la salida. Comprobó de soslayo que Wyatt recién comenzaba a vestirse y que demoraría un rato.
—¡Sirh!
Esta vez, era Kate quien estaba junto a la puerta. Ya no llevaba el teléfono en la mano y parecía buscar a alguien con la mirada. Sirhan la saludó con un beso y ambos comenzaron a caminar.
—Boyd me envió a buscarte —le aclaró.
Sirhan avanzó en silencio con la mirada fija en la salida y una máscara de seriedad. Kate frunció el ceño y se vio obligada a acelerar la marcha sin saber por qué.
—Ahora estoy apurado —repuso Sirhan, terminante—. Necesito regresar a mi apartamento lo antes posible.
—Pero tu jefe te busca —insistió ella—. Debe ser importante.
—Él ya no es mi jefe —murmuró Sirhan.
—¿Cómo dices?
—Que él ya no es más mi jefe —repitió, sin nunca elevar el tono.
Un silencio se ciñó entre ambos cuando Sirhan puso un pie fuera del Robert Graham por última vez en su vida.
Robert Bontine Cunninghame Graham.
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—Ha sido mi última carrera y la he desaprovechado —dijo minutos más tarde cuando ya habían abandonado el polideportivo.
Kate no cedió y volvió a atacar. No dejaría que Sirhan tuviera la última palabra ni mucho menos que le ocultara cosas.
—¿Sabes qué? Hoy te veo más raro que de costumbre.
—Te lo diré cuando lleguemos al apartamento —contestó Sirhan y tiró las correas de su mochila.
—Lo tienes ahí dentro, ¿verdad? —preguntó Kate con el índice acusador.
—Sí.
—¿Y es muy malo?
—Malo no, lo siguiente.
—¿Tienes miedo?
—Me gustaría decir que miedo es la palabra correcta.
Una vez más, el silencio tocó para ellos una serenata mortal. Inmersos en un aire turbulento, Sirhan y Kate avanzaron seguros de que no les pasaría nada malo. Aún no, las sorpresas estaban reservadas para más adelante.
Kate tomó la muñeca de su amigo para transmitirle paz, pero no se animó a entrelazar sus dedos para no darle señales equivocadas. Caminaba con el mentón hacia adelante y una actitud despreocupada. A diferencia de Sirhan, era inocente.
—Buenas tardes, jóvenes. —El guarda fue el primero en saludar.
—Buenas —repuso Sirhan, a secas.
Ella le ayudó a bajar el picaporte y se hizo a un lado para dejarlo pasar. Sirhan encendió la luz de las escaleras para evitar sorpresas e hizo un esfuerzo sobrehumano para mantenerse en pie a medida que ascendía. El peso de sus culpas no le permitía avanzar. Eso y la cabeza sangrante de Stone que cargaba a cuestas.
—Pasa.
Sirhan fue el último en ingresar y corrió los cerrojos con fuerza. Revisó su teléfono y comprobó que no había nada nuevo. Hizo lo mismo con el departamento, con idénticos resultados. Todo estaba en su sitio y eso era una mala señal.
—¿Necesitas una ducha caliente? —le ofreció Kate.
Sirhan denegó su propuesta. Observarse desnudo le recordaba a Stone. Observarse ciego, sordo y mudo le recordaba a Stone. Sonreír también le recordaba a Stone, aunque él ya no pudiera hacerlo nunca más.
Se quitó la mochila de la espalda y la depositó con cuidado sobre la única mesa de la sala. Kate lo observó curiosa mientras acribillaba al silencio con el tintineo de sus anillos.
—Esta mañana —Sirhan debió aclararse la garganta—… Esta mañana recibí la pista que faltaba.
—Adivinaré: El hombre es el único animal…
—… que tropieza dos veces con la misma piedra —concluyeron ambos al unísono.
En otra ocasión, aquello les habría dado gracia. Pero ya no. La muerte merecía ser tomada en serio.
—Por lo menos, ya descubrí a qué piedra se refiere.
Una vez más, el ceño fruncido de Kate. Sirhan llevó la mano a su mochila y suspiró profundo antes de llevar las manos al cierre.
—¿Quieres verlo? Es horrible —susurró, incapaz de seguir.
—Hay momentos en donde la vida nos necesita juntos.
Esta vez, Sirhan apuntó la cabeza para el otro lado y descorrió el cierre con cuidado. Una vez más, sus manos se toparon con el cabello de Stone. Con los labios sangrantes de tanto apretarlos, Sirhan delineó la silueta poco a poco sin perder de vista a Kate. Verla tan firme, ignorante de la sorpresa final, lo incitó a continuar.
Dibujó las orejas, la mandíbula, el mentón con un barbecho juvenil, las facciones anguladas y el cuello aún tenso de Stone, pero no se atrevió a llegar a los restos de sangre seca.
—Vertel mij niet, vertel mij niet —susurraba Kate.
Sirhan volteó la cabeza con la misma parsimonia, no dispuesto a matar a su amiga de un susto. Poco a poco, aparecieron su sien, sus ojos cerrados, su nariz en punta y sus labios hirsutos. Kate no le quitó la mirada a Stone, a los restos de Stone, hasta que por fin exclamó:
—Verdomme! Verdomme! Verdomme!
—Ya sabes que no hablo neerlandés —le recriminó Sirhan, al tiempo que le alcanzaba un vaso con agua.
—Mejor así —repuso ella mientras dejaba que un manantial corriera por su garganta.
Los latidos de sus corazones desbocados eran lo único que se oía en medio del silencio. Luego vinieron las respiraciones acompasadas y las inhalaciones y exhalaciones, pero no fueron tan eficaces como esperaban. Kate clavó su mirada en Sirhan y lo incitó a dar el próximo paso.
—¿Conoces a Neil Bein?
—Claro que sí —ratificó ella, con aires de suficiencia—. Se convirtió en una verdadera leyenda urbana.
—¿No te parece una curiosa coincidencia?
—¿Crees que la clave para resolver el misterio está en un joven decapitado que fue colgado en un mástil?
—Eso mismo es lo que quiero averiguar —repuso Sirhan mientras sacaba su teléfono.
Kate deslizó una mirada furtiva hacia el cadáver de Stone. Agradeció que tuviera los ojos cerrados y que Sirhan lo hubiera puesto de lado.
—¿A quién llamas? —preguntó de pronto.
—A Boyd.
—¿Crees que él siempre tiene todas las respuestas?
—Claro que no, pero su ayuda no me vendría mal en este momento.
Perdones por haberme olvidado de subir el capítulo ayer. Tuve un finde ajetreado. ¡Espero que les guste!
¿Qué creen que le preguntó Sirhan a Boyd? ¿Ya tienen sus teorías conspirativas sobre el final?
Espacio para decir quién creen que es el culpable: 👀
¡Les dejo este noticiónnnn! Felicitaciones JoanaMarcus!
¡Nos vemos el miércoles!
xxxoxxx,
Gonza.
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