Capítulo tres
8:05pm
Durante la cena, reinó un silencio inusual. Andrus comía despacio pero a la vez se le notaba pensativo. Annika esperaba que su amigo estuviese procesando toda la información, y que de alguna u otra manera se interesara en el tema. Por otro lado, el padre de Annika los miraba a ambos de reojo.
—¿Qué los tiene tan pensativos, eh? Es un poco incómodo —Allan rompió el silencio. Andrus alzó la mirada y dejó la cuchara en el aire. Su mirada viajó hasta Annika. Esperaba que ella respondiera, y eso hizo.
—No pasa nada, papá. Andrus y yo estábamos investigando sobre algo que nos ha dejado un poco... intrigados.
—Uhm...vale ¿Se puede saber qué es? —Allan dejó la cuchara dentro de la sopa y los miró con curiosidad.
Annika se sintió un poco extraña. Estaba dudosa de si debía tocar el tema o no con su padre, pero al final, decidió hacerlo.
—Papá, ¿Recuerdas el meteorito de 1987? El que cayó aquí en Estonia ¿Lo recuerdas?
Dicha pregunta lo tomó desprevenido.
—Solo sé que cayó en Sadala, en el pueblo contiguo a este. Sé que desapareció y ya. Realmente no sé nada más —respondió —. Es todo un misterio ¿no?
Su padre soltó una risita nerviosa. Tomó la cuchara apresuradamente y comenzó a comer de nuevo. Aquella acción hizo que Annika frunciera el ceño, le pareció extraño el repentino nerviosismo que se reflejaba en los movimientos de su padre.
Abrió la boca a punto de lanzar nuevas interrogantes, pero la voz del abuelo Edgar resonó por toda la casa.
—¡Tráeme mi maldita comida! ¡Que no se te olviden las papas fritas! —gritó el abuelo con una voz ronca pero extrañamente inquietante. A pesar de estar en la segunda planta, sus bramidos eran audibles con tanta claridad que se sentía como si estuviese allí mismo en el comedor.
Vio a su padre retroceder en la silla de ruedas, pero ella lo detuvo.
—Papá, déjame hacerlo. Termina tú plato y yo le llevaré la comida al abuelo. Por favor —se ofreció ella.
Allan soltó un suspiro. Su ceño se frunció formando arrugas por toda su frente.
—No sé hasta cuando tendremos que soportarlo, pero hasta que nos deje, no permitiré que ustedes se acerquen a ese hombre. No quiero que las lastime.
Allan ignoró por completo a su hija, hizo girar las ruedas de su silla y desapareció por el pasillo que llevaba directamente a la cocina.
—¿Por qué tu abuelo es así? —se atrevió a preguntar Andrus después de tanto silencio.
—No tengo idea. Desde pequeña, el abuelo fue muy malo conmigo. Cuando quería jugar con él, me gritaba y se volvía loco. También ha tratado mal a mis padres —contestó ella. Empujó el tazón de sopa hasta el centro de la mesa y lo dejó allí. Había perdido el apetito —. Está postrado en su cama. Papá se encarga de darle de comer, bañarlo y cumplir con todos sus "requerimientos" ¡Es un asco!
Andrus negó con la cabeza, como muestra de desaprobación.
—¿Han pensado en llevarlo a un asilo?
—Se niega rotundamente. No tolera los hospitales. La última vez que estuvo en uno, hirió a uno de los enfermeros sin razón aparente. Además, papá se molesta cuando me ofrezco a ayudarle. La última vez que hice caso omiso a sus palabras, se enojó de una manera que nunca antes había visto —Annika se mordió el labio inferior. Estaba demasiado enojada, pero se contuvo y bajó la voz —. ¿Sabes? Es extraño porque hay noches en las que el abuelo Edgar enciende la televisión. Siempre ve el mismo canal de noticias una y otra vez, a la misma hora en plena noche. No logro escuchar bien desde mi cuarto. Si tan solo supiera que es lo que ve, podría...
De pronto, la puerta principal se abrió. La madre de Annika entró en la casa y colgó su abrigo en el perchero. Llevaba un traje elegante, pero el resto de su apariencia se notaba descuidada. Ivanna Ivanov tenía ojeras, el cabello rojizo revuelto, y la piel pálida. Mantenía una expresión sombría que reflejaba de inmediato su cansancio.
Annika se levantó de su asiento y corrió para abrazarla, o quizás, corrió porque temía que se desplomara.
—¿Todo bien, mamá?
—Si —Ivanna sonrió y depositó un beso en la mejilla de su hija —. Estoy agotada. Pero estoy muy bien. Termina tu cena.
—Vale.
Ivanna saludó a Andrus rápidamente y luego se dirigió hacia la cocina.
—Creo que se me hace tarde, debería volver a casa —anunció Andrus y tomó sus platos.
—No, déjalos allí. Yo los lavaré, puedes irte. Gracias por venir —Annika se puso de pie y su amigo repitió dicha acción.
—Vale, gracias. Dile adiós a tus padres por mí. Me despediría de ellos, pero veo que están ocupados.
—Está bien. Pero Andrus... sobre lo que te comenté... ¿Todo bien? Sabes que lo que te dije fue solo parte de mi investigación, no le des muchas vueltas al asunto.
Andrus soltó un bufido.
—No estaba pensando precisamente en eso. Es interesante y misterioso, pero no es algo que me importe mucho.
Annika se rió y le dio unos golpecitos en el hombro aunque realmente se sintió mal al ver el poco entusiasmo de Andrus. Esperaba que él se uniera a su investigación y juntos plantearan sus propias teorías.
—Qué lástima, pero lo entiendo.
Se despidieron chocando los puños y Andrus se marchó.
De nuevo el hambre atacó a Annika y la obligó a terminar su cena.
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